DOMINGO II DE CUARESMA, CICLO B
Podría
llamarnos la atención el hecho de que la Iglesia nos propone el
episodio de la Transfiguración en este segundo domingo de Cuaresma
luego de haber contemplado a Jesús luchando contra el demonio en el
desierto el domingo pasado. En realidad, en todos los tres evangelios
sinópticos este episodio se presenta en un momento central del
misterio de Jesús en Galilea, y de manera particular en San Marcos.
El Evangelio de San Marcos tiene su punto central en el episodio de
la confesión de fe de Pedro en Cesarea Filipo. Ya desde el inicio
del evangelio, se nos presentan la pregunta de ¿quién es Jesús?
Tanto su predicación y sus milagros provocan asombro en sus oyentes
porque ven su autoridad, su poder y la convicción con la que habla.
Una primera gran respuesta viene con esta confesión de Pedro, que
Jesús es el Cristo, o Mesías, el Hijo de Dios, que es precisamente
lo que San Marcos se propone demostrar en el primer versículo. de su evangelio: "Evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios".
También le interesa corregir el posible mal entendido acerca de la
naturaleza de la misión mesiánico de Jesús, porque a partir de
este momento central en su evangelio comienza a insistir en el hecho
de que Jesús va a ser condenado por los sacerdotes y escribas, va a
morir en la cruz y al tercer día resucitar. Sabemos
que San Marcos acompañó a San Pedro en su predicación en Roma y le
da mucha importancia a este episodio de la Transfiguración.
Los apóstoles,
como nosotros también, necesitamos el estímulo de la gloria de la
resurrección, adelantada en la Transfiguración para poder saber quién
es Jesús y cómo vale la pena seguirlo hasta
la cruz. En primer
lugar, escoge a tres de ellos, los más allegados a Él, Pedro,
Santiago y Juan y suben a una montaña alta. En la Biblia la montaña
tiene un lugar importante como escena del encuentro con Dios. Dios
mandó a Abrahán sacrificar a su hijo Isaac en la Montaña de Moria,
que es precisamente el lugar donde se encuentra Jerusalén. Moisés
tuvo la visión de la zarza ardiente enfrente de la Montaña de Sinaí,
donde luego se le entregó las tablas de la ley y se hizo la Alianza
con Dios que es el fundamento de toda la vida del Pueblo de Israel.
Elías se retiro a esta misma montaña, llamada también Horeb, donde
también se le apareció Dios en la briza suave de la mañana.
Jerusalén está sobre el Monte Sión. Jesús dio la nueva ley en el
Sermón de la Montaña en el Evangelio de San Mateo. Se retiraba con
frecuencia a una montaña a pasar toda la noche en oración.
Finalmente ascendió al cielo en el Monte de los Olivos.
La subida a la
montaña implica dejar por un tiempo los negocios del mundo y entrar
en el silencio en el que se encuentra a Dios. Antiguamente la gente
tenía mucho tiempo de silencio, por ejemplo los que trabajaban en el
campo. Hoy en día, casi siempre están “conectados” escuchando
música con los celulares, viendo la TV. Cuando les ponen
electricidad a la gente pobre en la Sierra y en la Selva, lo primero
que hacen es comprar un televisor, un instrumento que cambia
radicalmente su vida familiar. La encienden desde cuando se levantan
hasta que se acuestan y en vez de conversar y compartir en familia
rinden culto a todo lo que sale en este aparato. Hace un par de días
de dio una manifestación en Lima en contra de la “telebasura”.
Claro, pero nadie les pone una pistola delante para que enciendan el
televisor y lo vean. Un buen propósito para la Cuaresma sería,
además de hacer ayuno en lo referente a los alimentos, ayunar de la
televisión y demás medios electrónicos. Luego en el tiempo que
rescatamos podemos dedicar un mejor esfuerzo a la oración, elevar la
mente y el corazón a Dios. Recordemos que según San Lucas, Jesús
estaba orando el el momento de la Transfiguración. La oración en
nuestro caso requiere el esfuerzo de eliminar los obstáculos, las
distracciones y demás bulla. . Jesús invita a entrar en el propio cuarto y cerrar la
puerta para encontrar allí a Dios como Padre.
La palabra
transfigurción, en griego metamorfsé, significa
ir más allá de la forma.
Es decir, a los apóstoles se les dio la posibilidad de descubrir a
Jesús no ya en su forma natural que conocían, sino en una nueva
dimensión, es decir, su verdadera naturaleza de Hijo de Dios. San
Marcos entrega unos detalles que los otros evangelistas no dan,
probablemente los recibió de San Pedro, como he señalado arriba:
sus vestiduras se hicieron resplandecientes, más blancas de lo que
pudiera hacer cualquier batanero del mundo. Resplandecientes debido a la luz
que irradiaba de Jesús. Recordemos que cuando los ángeles
aparecieron cantando ante los pastores en Belén, apareció una luz
grande. San Juan afirma que “Dios es luz y no hay en él tiniebla
alguna”. Las tinieblas representan todo el mal y el pecado que hay
en nuestro mundo. Muchos de
los delitos se cometen de noche, por ejemplo los atracos, asaltos a
casas etc. La blancura es símbolo de pureza y de esplendor. Jesús
dice en el Sermón de la Montaña, “vosotros sois la luz del
mundo”. Eso en cuanto estamos unidos a él y llamados a iluminar el
mundo y dispersar las tinieblas. ¿Con más de 1000 millones de
católicos bautizados ¿cómo es que hay tanta tiniebla en el mundo,
tanta matanza, corrupción,
arbitrariedad,
peleas, malos tratos y demás males? Es que la luz de Cristo no ha
penetrado de verdad en nosotros todavií. Somos expertos y lamentarnos
del mal que hay en otros sin reconocer el que hay dentro de nosotros.
Jesús
estaba hablando con Moisés y Elías, representando ellos la ley y
los profetas. San Lucas dice que hablaban de su “éxodo” o salida
que se iba a dar en Jerusalén. Es decir, toda la vida de Jesús está
enfocada hacia el momento culminante de su entrega total en la cruz.
Precisamente para ayudar a los apóstoles a sobrellevar el escándalo
de la cruz les hizo partícipes de esta experiencia en la montaña y les revela una nueva dimensión de su ser. El Papa Benedicto XVI explica en su libro Jesús de Nazaret que la resurrección de Jesús inaugura una nueva dimensión de la realidad. Nuestra participación en la Eucaristía nos coloca en el umbral de esa nueva dimensión. .
Luego
San Pedro habla, como
casi siempre. Solemos pensar mal de Pedro por decir, “qué bueno es
estar aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías!”. La tienda en la mente de un judío del siglo I
le recordaría la Tienda del Encuentro en el desierto que era como un
templo donde se encontraba el arca de la alianza con las dos tablas
de la ley y a la que se podía acudir para orar ante el Señor. . Se trataría, pues de una ocasión para rendir culto a
Dios. Además, Pedro no piensa en sí mismo ni propone que haya una
tienda para él. Recordemos que una de las principales tareas de
Jesús como Mesías iba a ser la de instaurar el verdadero culto, el
culto razonable, es decir, digno del hombre, y en espíritu y en verdad.
Esta es una lección para nuestra vivencia de la Cuaresma, la de
renovar nuestra participación en la Santa Misa, intentando poner
más atención, que sea una ocasión de dar gracias al Señor
(Eucaristía significa
dar gracias), alabarlo, interceder por nuestro hermanos, vivos y
difuntos y pedir lo que es conveniente, es decir, gracia para poder
cumplir su voluntad. También podríamos hacer un esfuerzo por acudir
a la misa algunos días durante la semana, participar en una hora
santa o en el Via crucis.
También
el evangelio que los apóstoles quedaron sobrecogidos de asombro. Al
orar, también a nosotros nos conviene el asombro ante tanta maravilla
que ha hecho y hace el Señor en nuestra propia vida y en el mundo
entero. Luego, viene la voz del Padre desde la nube. La nube siempre
señala la presencia de Dios en la Biblia. Sabemos que Jesucristo es
la Palabra de Dios
hecho hombre y todas sus palabras provienen del Padre, pero son raras
las ocasiones en el evangelio en las que aparece la palabra misma del
Padre. Aquí dice que Jesús es su Amado
y manda escucharle. La
escucha de la voz del Señor es oración. San Juan de la Cruz dijo
que Dios en Jesús ha expresado todo lo que es y que no tiene ya nada
más que comunicar. Podemos escuchar a Jesús a través de una
atenta meditación del Evangelio, también a través de la voz de la
Iglesia. Dijo Jesús a los apóstoles en una ocasión: “el
que a vosotros os escucha, a mí me escucha”. Escuchar no es fácil
porque exige de nosotros atención y eso requiere un esfuerzo.
Ojalá
hoy el Señor nos conceda la gracia de descubrir un poquito más
quién es Jesús, avanzar en el conocimiento de Él. También el
hecho de meditar en este episodio tan importante del Evangelio debe
llenarnos de alegría y empujarnos a pedir al Señor la gracia de una
experiencia más íntima y personal de él. Cuando Jesús se
encontró con la Samaritana cerca del pozo y ella fue a comunicar a
sus paisanos lo que había experimentado, y Jesús había ido al
pueblo, ellos contestaron que ellos mismos lo habían conocido y
encontrado de manera que no dependían de lo que les contó la mujer. . No basta tener noticia de Jesús, de quién es,
necesitamos ir más allá y lograr una experiencia personal de
Él.´Así podremos darnos cuenta de que lo que nos pide no es una carga
pesada que no podemos soportar, sino que su “yugo es suave y su
carga ligera".
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