sábado, 28 de febrero de 2015

HOMILÍA, II DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B

DOMINGO II DE CUARESMA, CICLO B

Podría llamarnos la atención el hecho de que la Iglesia nos propone el episodio de la Transfiguración en este segundo domingo de Cuaresma luego de haber contemplado a Jesús luchando contra el demonio en el desierto el domingo pasado. En realidad, en todos los tres evangelios sinópticos este episodio se presenta en un momento central del misterio de Jesús en Galilea, y de manera particular en San Marcos. El Evangelio de San Marcos tiene su punto central en el episodio de la confesión de fe de Pedro en Cesarea Filipo. Ya desde el inicio del evangelio, se nos presentan la pregunta de ¿quién es Jesús? Tanto su predicación y sus milagros provocan asombro en sus oyentes porque ven su autoridad, su poder y la convicción con la que habla. Una primera gran respuesta viene con esta confesión de Pedro, que Jesús es el Cristo, o Mesías, el Hijo de Dios, que es precisamente lo que San Marcos se propone demostrar en el primer versículo.  de su evangelio: "Evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios". También le interesa corregir el posible mal entendido acerca de la naturaleza de la misión mesiánico de Jesús, porque a partir de este momento central en su evangelio comienza a insistir en el hecho de que Jesús va a ser condenado por los sacerdotes y  escribas, va a morir en la cruz y al tercer día resucitar. Sabemos que San Marcos acompañó a San Pedro en su predicación en Roma y le da mucha importancia a este episodio de la Transfiguración.

Los apóstoles, como nosotros también,  necesitamos el estímulo de la gloria de la resurrección,  adelantada en la Transfiguración para poder saber quién es Jesús y cómo vale la pena seguirlo hasta
la cruz. En primer lugar, escoge a tres de ellos, los más allegados a Él, Pedro, Santiago y Juan y suben a una montaña alta. En la Biblia la montaña tiene un lugar importante como escena del encuentro con Dios. Dios mandó a Abrahán sacrificar a su hijo Isaac en la Montaña de Moria, que es precisamente el lugar donde se encuentra Jerusalén. Moisés tuvo la visión de la zarza ardiente enfrente de la Montaña de Sinaí, donde luego se le entregó las tablas de la ley y se hizo la Alianza con Dios que es el fundamento de toda la vida del Pueblo de Israel. Elías se retiro a esta misma montaña, llamada también Horeb, donde también se le apareció Dios en la briza suave de la mañana. Jerusalén está sobre el Monte Sión. Jesús dio la nueva ley en el Sermón de la Montaña en el Evangelio de San Mateo. Se retiraba con frecuencia a una montaña a pasar toda la noche en oración. Finalmente ascendió al cielo en el Monte de los Olivos.

La subida a la montaña implica dejar por un tiempo los negocios del mundo y entrar en el silencio en el que se encuentra a Dios. Antiguamente la gente tenía mucho tiempo de silencio, por ejemplo los que trabajaban en el campo. Hoy en día, casi siempre están “conectados” escuchando música con los celulares, viendo la TV. Cuando les ponen electricidad a la gente pobre en la Sierra y en la Selva, lo primero que hacen es comprar un televisor, un instrumento que cambia radicalmente su vida familiar. La encienden desde cuando se levantan hasta que se acuestan y en vez de conversar y compartir en familia rinden culto a todo lo que sale en este aparato. Hace un par de días de dio una manifestación en Lima en contra de la “telebasura”. Claro, pero nadie les pone una pistola delante para que enciendan el televisor y lo vean. Un buen propósito para la Cuaresma sería, además de hacer ayuno en lo referente a los alimentos, ayunar de la televisión y demás medios electrónicos. Luego en el tiempo que rescatamos podemos dedicar un mejor esfuerzo a la oración, elevar la mente y el corazón a Dios. Recordemos que según San Lucas, Jesús estaba orando el el momento de la Transfiguración. La oración en nuestro caso requiere el esfuerzo de eliminar los obstáculos, las distracciones y demás bulla. . Jesús invita a entrar en el propio cuarto y cerrar la puerta para encontrar allí a Dios como Padre.

La palabra transfigurción, en griego metamorfsé, significa ir más allá de la forma. Es decir, a los apóstoles se les dio la posibilidad de descubrir a Jesús no ya en su forma natural que conocían, sino en una nueva dimensión, es decir, su verdadera naturaleza de Hijo de Dios. San Marcos entrega unos detalles que los otros evangelistas no dan, probablemente los recibió de San Pedro, como he señalado arriba: sus vestiduras se hicieron resplandecientes, más blancas de lo que pudiera hacer cualquier batanero del mundo. Resplandecientes debido a la luz que irradiaba de Jesús. Recordemos que cuando los ángeles aparecieron cantando ante los pastores en Belén, apareció una luz grande. San Juan afirma que “Dios es luz y no hay en él tiniebla alguna”. Las tinieblas representan todo el mal y el pecado que hay en nuestro mundo. Muchos de los delitos se cometen de noche, por ejemplo los atracos, asaltos a casas etc. La blancura es símbolo de pureza y de esplendor. Jesús dice en el Sermón de la Montaña, “vosotros sois la luz del mundo”. Eso en cuanto estamos unidos a él y llamados a iluminar el mundo y dispersar las tinieblas. ¿Con más de 1000 millones de católicos bautizados ¿cómo es que hay tanta tiniebla en el mundo, tanta matanza, corrupción,
arbitrariedad, peleas, malos tratos y demás males? Es que la luz de Cristo no ha penetrado de verdad en nosotros todavií. Somos expertos y lamentarnos del mal que hay en otros sin reconocer el que hay dentro de nosotros.

Jesús estaba hablando con Moisés y Elías, representando ellos la ley y los profetas. San Lucas dice que hablaban de su “éxodo” o salida que se iba a dar en Jerusalén. Es decir, toda la vida de Jesús está enfocada hacia el momento culminante de su entrega total en la cruz. Precisamente para ayudar a los apóstoles a sobrellevar el escándalo de la cruz les hizo partícipes de esta experiencia en la montaña y les revela una nueva dimensión de su ser. El Papa Benedicto XVI explica en su libro Jesús de Nazaret que la resurrección de Jesús inaugura una nueva dimensión de la realidad. Nuestra participación en la Eucaristía nos coloca en el umbral de esa nueva dimensión. .

Luego San Pedro habla, como casi siempre. Solemos pensar mal de Pedro por decir, “qué bueno es estar aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías!”. La tienda en la mente de un judío del siglo I le recordaría la Tienda del Encuentro en el desierto que era como un templo donde se encontraba el arca de la alianza con las dos tablas de la ley y a la que se podía acudir para orar ante el Señor. . Se trataría, pues de una ocasión para rendir culto a Dios. Además, Pedro no piensa en sí mismo ni propone que haya una tienda para él. Recordemos que una de las principales tareas de Jesús como Mesías iba a ser la de instaurar el verdadero culto, el culto razonable, es decir,  digno del hombre, y en espíritu y en verdad. Esta es una lección para nuestra vivencia de la Cuaresma, la de renovar nuestra participación en la Santa Misa, intentando poner más atención, que sea una ocasión de dar gracias al Señor (Eucaristía significa dar gracias), alabarlo, interceder por nuestro hermanos, vivos y difuntos y pedir lo que es conveniente, es decir, gracia para poder cumplir su voluntad. También podríamos hacer un esfuerzo por acudir a la misa algunos días durante la semana, participar en una hora santa o en el Via crucis.

También el evangelio que los apóstoles quedaron sobrecogidos de asombro. Al orar, también a nosotros nos conviene el asombro ante tanta maravilla que ha hecho y hace el Señor en nuestra propia vida y en el mundo entero. Luego, viene la voz del Padre desde la nube. La nube siempre señala la presencia de Dios en la Biblia. Sabemos que Jesucristo es la Palabra de Dios hecho hombre y todas sus palabras provienen del Padre, pero son raras las ocasiones en el evangelio en las que aparece la palabra misma del Padre. Aquí dice que Jesús es su Amado y manda escucharle. La escucha de la voz del Señor es oración. San Juan de la Cruz dijo que Dios en Jesús ha expresado todo lo que es y que no tiene ya nada más que comunicar. Podemos escuchar a Jesús a través de una atenta meditación del Evangelio, también a través de la voz de la Iglesia.  Dijo Jesús a los apóstoles en una ocasión: “el que a vosotros os escucha, a mí me escucha”. Escuchar no es fácil porque exige de nosotros atención y eso requiere un esfuerzo.


Ojalá hoy el Señor nos conceda la gracia de descubrir un poquito más quién es Jesús, avanzar en el conocimiento de Él. También el hecho de meditar en este episodio tan importante del Evangelio debe llenarnos de alegría y empujarnos a pedir al Señor la gracia de una experiencia más íntima y personal de él. Cuando Jesús se encontró con la Samaritana cerca del pozo y ella fue a comunicar a sus paisanos lo que había experimentado, y Jesús había ido al pueblo, ellos contestaron que ellos mismos lo habían conocido y encontrado de manera que no dependían de lo que les contó la mujer. . No basta tener noticia de Jesús, de quién es, necesitamos ir más allá y lograr una experiencia personal de Él.´Así podremos darnos cuenta de  que lo que nos pide no es una carga pesada que no podemos soportar, sino que su “yugo es suave y su carga ligera".


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