sábado, 29 de abril de 2017

Encontrando a Jesús por el camino a Emaús

HOMILÌA PARA EK TERCER  DOMINGO DE PASCUA, 30 DE ABRIL DE 2017.

Una vez más, nos toca reflexionar sobre el episodio del encuentro de Jesús con los dos discípulos camino de Emaús. En primer lugar, conviene resaltar que San Lucas coloca Jerusalen en el centro de todos los acontecientos salvificos en su evangelio. En la ciudad santa el evangelio de Lucas comienza con el anuncio del Arcángel Gabriel a Zacarías, padre de Juan el Bautista. La Presentación de Jesús en el templo y el episodio en el que se pierde Jesús cuando tenía doce años se dan obviamente en Jerusalén. Lucas organiza su buena parte de su evangelio como un viaje de Jesús a Jerusalén para que allí se cumpla el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La ascensión de Jesús al cielo se da en Jerusalén así como el venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés. Por todo ello, el hecho de que los dos discípulos, uno de ellos llamado Cleopas. es significativo, pues ellos abandonan Jerusalén, escandalizados por la muerte de Jesús en la cruz. Para ellos, todo había sido un gran sueño, pero Jesús, que ellos pensaban que fuera el Mesías, acabó muerto en la cruz, como tantos otros revoltosos que se presentaban de vez en cuando como los libertadores y mesías que también acabaron crucificados por los romanos. Iban tristes y de capa caída por el camino y ni siquiera el hecho de que las mujeres habían ido a la tumba encontrándola vacía y habían  contado que habían tenido una visión de ángeles  de Jesús vacía incluso algunos de los discípulos constataron que la historia que contaron las mujeres era correcta sirvió para levantar sus ánimos o sembrar en sus corazones un poquito de esperanza. Su mente estaba cerrada y no les quedaba más remedio que volver a sus casas y retomar la vida de antes como si no hubiera pasado nada.

En medio de toda esta desesperanza, Jesús se presenta a ellos en el camino, pero no lo reconocieron. Vino desde atrás y los acompañó por el camino, sin que vieran su cara, tan envueltos en sus pensamientos estaban. Jesús se hace el desentendido que desconoce las cosas que se dieron en Jerusalén respecto a la condena de Jesús de parte de las autoridades judías y su eventual crucifixión de parte de los romanos. De paso, todo esto da un rotundo mentís a las teorías de algunos biblistas que desde hace unas décadas han producido la teoría según la cual Jesús no resucitó realmente, sino que los discípulos teniendo en cuenta la experiencia hermosa que habían tenido con Jesús decidieron mantener viva su memoria y contar el cuento de su resurrección.

Jesús, repasando lss grandes apartados del Antiguo Testamento, les va explicando cómo todo lo que dijeron Moisés los salmos y los profetas tenía su cumplimiento en Él. Hay un nuevo modo de presencia de Jesús y comienza a entenderse y captarse a partir de una correcta comprensión de la Sagrada Escritura. Esta es una de las tareas principales de la Iglesia y la realiza especialmente en la liturgia eucarística.

La crucifixión de Jesús les provocó a estos dos discípulos una gran crisis, como lo hace con tantos otros. San Pablo encontró que el cruz era escándalo para los judíos y necedad para los griegos (1Cor 1, 23). Jesucristo resucitado es el que da la verdadera interpretación de la Escritura que culmina en Él muerto y resucitado. Las palabras de Jesús caldearon el corazón de los dos viandantes hasta el punto que lo invitaron a quedarse con ellos y comptira la cena. Así se completa el descubrimiento de quién es Jesús, en la fracción del pan, que es cómo San Lucas se refiere a la Eucaristía en el Libro de los Hechos.   La resurrecciòn de Jesús significa un nuevo tipo de presencia de él en medio de su comunidad que es la Iglesia, y se basa en la Escritura o el pan de la palabra de Dios partido y el pan eucaristico también partido. Es la esencia de nuestro encuentro con Jesús en todo este tiempo de la Iglesia, desde  aquel "primer dia de la semana", significando el inicio no sólo de de una nueva época de la historia, sino de un nuevo mundo. Es también el octavo día, es decir, el sábado de los judíos era el último día en el que Dios descansó de su creación. Ahora con la resurrección de Jesús se da inicio al nuevo cielo y la nueva tierra prometida por el Libro de Isaías. De ahí también la importancia del domingo como día de alegría, de gozo compartido, de esperanza, de comunión y fraternidad en el que el cristiano se encuentra con su Señor en su Palabra y en la fracción del pan, y se llena de la esperanza de la segunda y definitiva venida de su Señor para "juzgar a los vivos y muertos" y completar la gran obra de la creación, la redención con la consumación final, el triunfo definitivo sobre el pecado, el mal y la muerte.  ¿Cómo es posible que tantas personas que se dicen católicos se pasan de participar en la Eucaristía dominical? ¿Se puede ser católico sin participar en ella cadad domingo?

La gran alegría que experimentan los dos discípulos tanto al escuchar el sentido de la Escritura explicada por el mismo Señor Resucitado, como en reconocerlo en el partir del pan, los lleva automáticamente a querer compartirla con los demás discípulos. Por ellos, emprenden un nuevo viaje de regeso a Jerusalén. Ellos se habían apartado de la Ciudad Santa llenos de tristeza y de desesperanza, y ahora vuelven llenos de alegría para encontrar que también sus hermanos han recibido la gran noticia de la resurrección de Jesús y su aparición a Pedro. Ya en el Sermón de la Montaña Jesús había dicho "Vosotos sois la luz del mundo. No puede estar oculta una ciudad situada sobe un monte. Ni tampoco se encienda una lámpara  para colocarla debajo del celemín, sino  sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa"  (Mt 5, 1416). Así también, cada aparición del Señor Resucitado lleva consigo una misión, la de salir a anunciar la gran noticia que es una alegría para todo el pueblo.    
 

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sábado, 22 de abril de 2017

EL DON DEL ESPÍRITU SANTO, LA MISERICORDIA Y LA FE

HOMILÍA, II DOMINGO DE PASCUA, DOMINGO IN ALBIS Y DE LA MISERICORDIA, 23 DE ABRIL DE 2017.

Tradicionalmente este domingo se denomina domingo in albis, es decir domingo en blanco. También hace no muchos años, siguiendo lo pedido por el Señor a la monja polaca Santa Faustina, el Papa San Juan Pablo II lo declaró Domingo de la Misericordia. Lo de domingo en blanco procede del hecho de que en la Iglesia antigua, cuando se realizaba un gran porcentaje de los bautizos, o en realidad los tres sacramentos de la iniciación cristiana en la Gran Vigilia Pascual, era costumbre de vestir a los neófitos con un vestido blanco. El simbolismo era que el bautismo perdonaba todos los pecados en primer lugar el pecado original, y como en aquella época, la mayoría de los que se bautizaban era adultos, se les perdonaban sus pecados personales y quedaban limpios de toda mancha de pecado. A lo largo de la semana de la Octaba de Pascua, acudían todos los días a la Iglesia y era costumbre que el Obispo les diera una catequesis llamada mistagógica, referiéndose ante todo al misterio de la Eucaristía, cosa que no se daba en la catequesis de los catecumenos, en parte debido a la disciplina del arcano, o la costumbre de no dar a conocer con detalle el misterio de la Eucaristía, que era también un método pedagógico.

Dado que se lee la aparición de Jesús a los apóstoles en la tarde del domingo de Pascua del capítulo 20 de San Juan, podemos ver también una relación con la misericordia. Jesús al aparecer ante los apóstoles llenos de miedo, no sólo les deseaba la paz, sino también sopló sobre ellos y les comunicó el Espíritu Santo diciendo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonáis los pecados quedarán perdonados. A quienes se los retenés, quedarán retenidos". El Concilio de Trento señala que este el el prinicpal pasaje referente a la institución del Sacramento de la Penitencia o la Reconciliación. Por lo tanto, gracias a la comunicación del Espíritu Santo, que es el soplo de Dios, su amor en persona el Señor resucitado  constituía a los apóstoles y a sus sucesores como ministros de la misericordia de Dios, que en palabras del Papa San Juan Pablo II,  es la expresión más exquisita de la misericordia de Dios.

Los apóstoles se encontraban metidos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Era lógico después de  ver lo que habían hecho con su Maestro. El hombre siente dolor, miedo, angustia ante la muerte y ellos tenían motivos razonables para sentir esto mismo. Jesús se presenta en medio de ellos y lo primero que les dice es Paz a vosotros. De hecho, lo repite tres veces. Les muestra las manos y los píes y el evangelio dice que se llenaron de alegría al ver al Señor. La muerte y el peligro de la muerte nos provoca en todos miedo y angustia. Prueba de ellos es la inmensa estructura sanitaria que el hombre moderno ha creado para alargar la vida, mantener la salud y reducir el dolor. El único verdaderamente capaz de superar la muerte y su aguijón como lo llama San Pablo, es Jesucristo con su triunfo sobre la muerte en su resurrección. San Pedro en nuestra primera lectura lo expresa maravillosamente: ""Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros" . Por su gran misericordia, pues si Dios no hubiera tenido una misericordia infinita hacia nosotros, estaríamos perdidos. "Nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible ".  Al decir reengendrado, el apóstol se refiere a la nueva vida que nos entrega en el bautismo que es una participación en su vida divina, un partiicpación también en su muerte y sepultuara para luego participar en su resurreccón gloriosa. Además, esta nueva vida que nos ha regalado no es algo pasajero destinado a acabar como todo lo que conocemos en este mundo.  ¿Qué ha de los grandes monumentos que levantaron las grandes civilizaciones como la romana hace miles de años? Pues quedan unas ruinas, como podemos constatar si vistamos Roma. 

Tomás no estaba presente con los demás apóstoles cuando se les apareció Jesus. Desconocemos el motivo. Cuando los demás le contaron lo que había sucedido no quiso creerlo y exigiía poder poner sus dedos en las llagas provocados por los clavos y su mano en el costado de Jesús. Su ausencia nos indica la improtancia de la Iglesia como el lugar del encuentro con Jesús recusitado. Ocho días más tarde, Jesús volvió a parecer a los apóstoles y Tomás sí estaba presente. Jesús lo invita a meter los dedos en las llagas y su mano en el costado y que no sea "incrédulo sino fiel". Jesús también anuncia una nueva bienaventuranza de los que no han visto y sí han creído. Nosotros no hemos conocido a Jesús en la carne, pero creemos en él basados en el testimonio de los apóstoles y demás discípulos que sí lo conocieron tanto antes como después de resucitado de entre los muertos. Tomás debía de haber creído el testimono de sus compañeros  . Sin embargo, Jesús le da esta oportunidad para superar sus dudas y poder alcanzar pronunciar el acto de fe más clara y contundente que se encuentra en toda la Biblia: "Señor mío y Dios mío". La resurrección es un grandísimo misterio de fe, aunque también ha dejado su huella en nuestro mundo. Por la fe ponemos nuestra confianza en Dios y aceptamos lo que Él nos ha revelado, no debido a la evidencia intrínseca de lo que Dios revela, sino la voluntad tiene que mandar al entendimiento a asentir. Hay ciertamente motivos de credibilidad como el testimonio fidedigno de los apóstoles, como la misma existencia de la Iglesia, que sin que se diera la resurrección de Jesús ciertamente no existiría, pero no la luz de la fe fe no es una luz plena, sino que tiene un cierto aspecto de oscuridad. Es un don gratuito de Dios, como se constata en el caso de Santo Tomás, pues pasa de ser incrédulo a profesar la fe en Jesús resucitado de manera condundente. Dios nos regala el don de la fe a través de la fe de la Iglesia, pues hemos sido bautizado en la fe de la Iglesia.  

No caigamos en la rutina acostumrándonos a estos grandes misterios como si fueran cualquie cosa, sino más bien llenemónos de sorpresa,  asombro y de alegría como sucedió con los apóstoles, y también San Pedro en su carta en la segunda lectura. El mundo, por más mal que tiene, no está sin remedio. Ese único remedio es Jesucristo resucitado que nos ofrece vida nueva, que ha cargado con nuestros pecados, dolores y angustias y ha pasado (recuérdese que la palabra Pascua significa paso) por la muerte a la victoria de la resurrección. No nos olvidemos las palabras consoladoras del libro del Apocalipsis que constituyen lectura apropiada para la Pascua: ¡Yo hago nuevas todas las cosas!» Y añadió: «Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza». También me dijo: «Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo (21,5-7).                

   



sábado, 15 de abril de 2017

CRISTO HA RESUCITADO, ALELUIA

DOMINGO DE PASCUA, 16 DE ABRIL DE 2017.

En primer lugar, conviene examinar el sentido de la palabra resurrección (en griego anastasis). En la Biblia, el hombre al morir, pasaba a habitar el sheol, un lugar lugubre y frío debajo de la tierra. No habla de la posibildad de la comunicación con los compañeros allí, pero también menciona el hecho de reunirse con los antepasados. Más adelante en el Antiguo Testamento, se iban dando cuenta de que el poder de Dios llegaba también hasta esa región de los muertos. En algunos libros proféticos, como Oseas y Ezequiel, se habla de una resurrección del pueblo después de grandes desastres como el exilio de Babilonia. Más adelante, se llegó a la convicción de que las almas de los justos están en manos del Señor, en el libro de la Sabiduría, por ejemplo. En el libro de Daniel y y en los de los Macabeos, en el contexto de la persecución del tirano sirio Antioco Epífanes, se dio un paso nuevo en la concepción de la suerte de los justos después de la muerte. Se pensaba que se daría una resurrrección de los justos al final de los tiempos en la que ellos estarían con Dios. En tiempos de Jesús, había varias ideas acerca de lo que pudiera suceder después de la muerte. Algunos, como los fariseos creían en la resurrección final de los justos. Los saduceos, siendo más conservadores y reconociendo tan solo la validez del Pentateuco o los primeros cinco libros de la Biblia rechazaban esta novedad. Otros, al parecer creían en la reencarnación, pues cuando Jesús preguntó a los apóstoles quién dice la gente que era él, algunos contestaron que era Jeremías vuelto a la vida. Lo que ningún grupo en el mundo judío del tiempo de Jesús esperaba era que una persona que ciertamente había muerto, cuya muerta ya estaba más que certificada por los romanos, que había muerto como criminal e la cruz de parte de los romanos, Jesús, había resucitado, adelantando así en su persona esa esperanza de una resurrrección final de los justos característica de los fariseos. Nadie esperaba que se diera tal cosa.

En nuestro pasaje evangélico de este Domingo de Pascua, se nos presenta a María Magdalena ante la tumba de Jesús, aparentemente para llorar. Ella enncontró que el sepulcro estaba vacío y enseguida pensó que fuera un caso del robo del cadáver. En los otros evangelios, llegan mujeres al sepulcro también, y aunque con variedad de detalles, encuentran que la losa que mantenía cerrado el sepulcro había sido removida y que no estaba el cuerpo de Jesús. Hay un acuerdo fundamental entre los cuatro evangelistas y diversidad de detalles, cosa que asegura la fidelidad del relato a la verdad histórica. Si se hubiera inventado la historia de la tumba vacía, se ´habría inventado una historia única con los mismos datos. Además, si se hubiera inventado el relato, no se habría hecho a las mujeres los primeros testigos de la tumba vacía y las primeras en recibir apariciones de Jesús resucitado, porque n la época la muijer no era considerada como un testigo fidedigno y no podía dar testimono ante un tribunal. Ella va rápidamente y informa a los apóstoles, y Pedro y Juan van corriendo hacia el sepulcro. También tiene su interés el hecho de que fueran las mujeres las primeras en descubrir el sepulcro vacía y en recibir las primeras apariciones de Jesús, en cuanto que ellas estaban pesentes en el momento de la sepultura, pues Juan indica en su relato de la crucifixión el hecho de la presencia de las mujeres cerca de la cruz, y obiamente estaban presentes en el momento de la sepultura, de manera que habían costatado tanto la muerte de Jesús como su sepultura.    

En su evangelio, Juan se refiere a sí mismo como "el discípulo que Jesús amaba". Es interesante que señale que él corría más rápido y llegó primero al sepulcro, pero no entró, esperando que llegara Pedro. Se inclinó y vio las vendas con los que Jesús había sido sepultado en el suelo,  dentro de la tumba. Cuando llegó Pedro y entró encontró las vendas y el sudario y éste doblado aparte, no junto a las vendas. Se cree que el sudario se encuentra en la Catedral de Oviedo. Si el evangelio contiene detalles de este tipo, es que tienen su importancia. Si  hubiera sido robado el cuerpo, no habría quedado el sudario doblado allí de esa manera.   Luego dice que el discípulo vio y creyó. La constatación de la tumba vacía y las vendas y el sudario de la manera indicada serían en inicio de la fe del discípulo en la resurrección de Jesús. Se puede deducir también la sugerencia de que la fe procede o se alcanza más fácilmente cuando se ama. Estas evidencias, todavía incompletas, habría provocado los primeros pasos de la fe del discípulo en la resurrección de Jesús. Esta fe inicial se completa cuando Jesús se aparece a los apóstoles en la tarde del mismo domingo de Pascua, aunque para Tomás todavía no, hasta el domingo siguiente.

Vamos a comentar un poco las otras lecturas para sacar algunas lecciones de ellas acerca de este gran misterio inaudito y totalmente ineseprado de la resurrección de Jesús y lo puede significa para nosotros. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro da una síntesis de lo que fue el ministerio de Jesús tanto en Galilea como en Judea y en Jerusalén y cómo al final Jesús llegó a ser condenado y muerto en la cruz, pero "Dios lo ha resucitado al tercer día". Luego dice que Dios no quisoJesús resucitado se manifestase a  todo el pueblo, sino a unos testigos anteriormente escogidos. Son los mismos que lo acompañaron desde el principio y después de su resurrección, comieron y bebieron con él. Es decir, es el mismísimo Jesús que tantas veces ´había compartido la mesa con ellos, lo hizo también de resucitado. No hay ninguna impresión de que fuera una visión, un espíritu, aunque en otros pasajes se cuenta que Jesús pasaba por las puertas sin que se abrieran, o que en ocasiones no lo reconocía, como el de los does en el camino de Emaús, o María Magdalena que lo confundió con el hortelano. Tiene un cuerpo real, pero con unas cualidades desconocidas.

Luego de haber descubierto la realidad histórica, también dramática e inaudita de la resurrreccion de Jesús en las lecturas anteriores, ahora de la mano de San Pablo a los colosenses, vamos a descubir cómo este misterio central de nuestra fe tiene que incidir en nuestra vida concreta aquí y ahaora en este mundo que nos toca habitar. Pablo escribe: Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de allá arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Da por supuesto que hemos resucitado con Cristo. En la lectura de anoche en la Vigilia explica que esta resurrección nuestra con Cristo se dio simbólica o sacramentalmente en el bautismo. ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados con Cristo fuimos bautizados en su muerte? Fuimos sepultados con él por el bautismo en la muerte, a fin de que al igual que Crito fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rom 6,3)  Aquí se nota lo que se realiza en el bautismo, una identificación con Jesús tanto en su muerto, su sepultura como en su resurrección. La vida nueva a la que frecuentemente se refiere San Pablo es la vida unida a Jesús que ya pasó por la muerte y la sepultura y ahora vive con Dios en su misma humnidad, y ya la poseemos en semilla en esta vida. Por lo tanto, a los colosenses los invita a comportarse en conformidad con esta nueva vida entregada a nosotros en el bautismo. Buscad las cosas de allá arriba. ¿Qué serán estas cosas? El comportamiento del cristiano corresponde a la nueva vida que le pertenece ya, y cómo esta vida es una particpación de la vida resucitada que goza Cristo Nuestro Señor, se trata de imitarlo, como el mismo Pablo lo hace. Invita a los filipenses a "tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús" (Fil 2,5), en primer lugar la humildad y el amor mutuo, o en otras palabras una vida entregada al cumpliiento de Dios que llevó a Jesucristo en su divididad  a despojarse de sí mismo, rebajarse, entregarse hasta la muerte en la cruz. Se puede decir también que este nuevo comportamiento del cristiano, aunque sigue viviendo en este mundo, pero que ya goza de la participación de la vida resucitada de Jesús corresponde a las peticiones del Padre Nuestro: Venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra en el cielo como en la tierra. 

Por lo tanto, nuestras lecturas de este Domingo de Pascua nos llevan en primer lugar a reflexionar sobre la realidad histórica de la resurrección en primer lugar con la ayuda del descubrimiento de la tumba vacía de parte de María Magdalena y luego de Pedro y Juan. Este es un primer paso en el proceso de la fe en Cristo resuctiado, que vemos que Juan dio en la misma tumba vacía. Se trata del mismo Jesús que los apóstoles acompañaron desde el principio en Galilea, con el que compartieron la mesa también después de resucitado, de manera que no se trata de ningún fantasma ni de un espíritu sino el único Jesús, ahora con un cuerpo renovado y que está con Dios en su humanidad.  Dando un paso más, como hemos visto, San Pablo nos invita a vivir las consecuencias de nuestra unión e identificación con es Cristo resucitado que ya está en el cielo (allá arriba), y nosotros también a la  manera de una semilla que va creciendo y posteriormente se manifestará plenamente. Eso exige de nosotros un nuevo tipo de comportamiento conforme al ejemplo que nos dejó Jesús, teniendo los mimsos sentimientos que él.         

sábado, 8 de abril de 2017

DIOS NO SALVÓ A SU PROPIO HIJO

DOMINGO EE LA PASIÓN O DE RAMOS, 9 DE ABRIL DE 2017.

"¿No era necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara en su gloria?" (Lc 24, 26). En este domingo dicho de la Pasión, nos toca la lectura del relato de las últimas horas de la vida de Jesús. Un biblista alemán llamado Kahler observó que los evangelios son ante todo un relato de la Pasión con una larga introducción. Es cierto que todo el relato culmina en la pasión, muerte y resurrección de Jesús.   Pero ¿de verdad era necesario? ¿Jesucristo, hijo de Dios no pudo haber realizado la salvación del hombre de otra manera, menos cruenta y horrorosa? San Lucas consideraba que sí era necesario. Dios toma el pecado en serio y sólo Él pudo salvarnos del abismo que es el mal, el pecado y la muerte eterna. 

Este año nos toca la lectura del relato de la Pasión de San Mateo. Desde el inicio, Jesús se topa con el misterio del mal, de la cobardía, de la traición. Porque "habiendo amado a lo suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13,1), cargó con el pecado. San Pablo resume la Pasión de Jesús con estas palabras: "Me amó y se entregó por mí" (Gal 2,20).    

Examinemos pues algunos aspectos de la Pasión según San Mateo que nos manifiestan por un lado la mezquidad del hombre y por otro  cómo Jesús cargó sobre sí nuestro pecados. Si el amor es entrega, generosidad, compasión, perdón, identificación con el amado, el pecado es traición, cobardía, miseria, mezquindad. y un largo etcetera. 

Al inicio San Mateo nos presenta la traición de Judas. Seguramente, empezó siendo un hombre bueno, generoso que quiso seguir a Jesús y estaba convencido de que Jesús era el Mesías. En el camino se fue cambiando y llegó a ofrecerse para traicionar a Jesús por 30 monedas. Es el epítome de toda traición entre amigos, entre esposos o cualquiera que haya puesto toda su confianza en otro y se ha manifestado indigno de tal confianza. La Iglesia primitivan no enconntraba una explicación humana por tanta maldad y decía que Satanás entró en él. 

En el jardín de Getsemaní, Jesús, viendo todo lo que se le venía encima, oraba con tanta intensidad al Padre que le quitara ese cáliz que sudó sangre. ¿Y los apóstoles, qué hacían? Dormían. Se trataba del momento de la más extrema agonía y ellos no encontraba nada más importante que hacer que dormir. Jesús, al encontrarlos dormidos les dice: "¿No sois capaces de velar una hora? Recordemos las palabras de Jesús en el mismo evangelio de San Mateo acerca del criterio del juicio final: "Tuve hambre y me disteis de beber, tuve sed y me disteis de beber... Cuando lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 26, 31-48)

Lega Judas con una banda de hombres armados con espadas y bastones para prender a Jesús.  Jesús jamás utilizó la violencia, la espada, pero ahora le vienen a arrestar con armas. Luego el evangelio dice laconicamente "Entonces, todos los discípulos lo abandonaron y se dieron a la fuga". Se llenaron de miedo y de cobardía y lo único que pensaban era cómo salvar el propio pellejo. ¿Acaso nosotros somos mejores que ellos?   

Luego viene la audiencia o encuentro con los miembros del Consejo o Sanhedrín. Lo único que pueden hacer es presentar unos falsos testigos. Jesús se encuentra en esta situación que tantas personas han padecido, la de ser acusados por falsos testigos. El demonio es el Padre de la Mentira. En aquella noche y en el día siguiente se da la lucha extrema de Jesús contra los poderes de las tinieblas, contra Satanás y sus cohortes, en este caso representados por este consejo que supuestamente el Pueblo de Dios, que tantas gracias y beneficios había recibido de Dios a lo largo de tantos siglos y casi lo único que sabía hacer era la traición, preferir los falsos dioses, los ídolos, en este caso el cáulcuo política a la verdadera justicia. Mientras ellos cometen unas injusticias extremas, llegan a acusar a Jesús de blasfemia. 

Viene luego el episodio de la negación de Pedro. Suponemos que después de haberse fugado con el resto, le remordió la conciencia y se presentó en la casa de Caifás donde se celebraba la sesión. Allí estaba con varias personas incluyendo una servienta del sumo sacerdote. Lo reconoce por su acento de Galileo, pero dice "no entiendo lo que dices". Y al salir, otro le acusa de ser seguidor de Jesús y responde "no conozco a ese hombre". ¿Cómo es posible que él, que había sido el primero en hacer acto de fe en Jesús como Mesías en el camino de Cesarea de Filipo, y ahora no ante el Sumo Sacerdote, ni ante el gobernador sino ante unos esclavos no era capaz de decir la verdad y reconocer que era de verdad seguidor de Jesús? Unas horas antes, había declarado que iría a la muerte con Jesús. Tampoco nosotros podemos fiarnos de nuestras propias fuerzas para no caer en el pecado y traicionar a Jesús. Quedan dos opciones. La de Judas que no tenía la suficiente confianza y humildad de pedir perdón y la de Pedro de reconocer su pecado y llorar amargamente. En este episodio como en todos los demás, vemos la grandeza inaudita de Jesús. Ya le había dicho a Pedro que habría que perdonar setenta veces siete. Había manifestado con la Parábola del Hijo Pródigo que aunque había ido a una tierra lejana y hecho grandes fechorías, Dios perdona. En cambio, cuando Judas regresó al templo  y lleno de remordimiento quiso devolver las monedas a los sacerdotes, no encontró ninguna compasión ni comprensión en ellos. Que diferencia con la actitud de Jesús!  

En la mañana, Jesús es llevado ante Pilato. Pilato representaba el poder de Roma, y despreciaba a los judíos, Se dio cuenta enseguida de que Jesús no era ninguna amenaza para el poder romano. Ciertamente, de Galilea provenían la mayor parte de los revoltosos, pero Jesús no tenía las características de ningún revoltoso. En un falso intento de liberar su conciencia de la injusticia que sabía que estaba haciendo se lava las manos declárnadose inocente de la sangre de ese hombre. No obstante, manda flagelar y posteriormente crucificar a Jesús. 

Ojalá esta proclamación de la Pasión de Jesús según San Mateo nos estimule a reconocer cuánto dolor cargó Jesús sobre sí siendo totalmente inocente. San Pablo dice en la segunda lectura a los filipenses que "se hizo obiente hasta la muerte, la muerte en cruz". Estamos dadno inicio a la celebración de la Semana Santa este año 2017. Hemos comentado brevemente algunos de los males que Jesús encontró en este camino de la cruz: la traición y la negación de dos de sus seguidores más cercanos y de mayor confianza, el abandono del resto por cobardía, la actitud de los sacerdotes y los fariseos de conveniencia política, dispuestos a entegar a un inocente a una muerte horrosa pensando que eso aplacaría a los romanos, y  éstos, repesentados por Pilato, se dan cuenta de su inocencia, pero los crucifican igual. San Juan considera la Pasión como un juicio sobre este mundo y por ende sobre cada uno de nosotros para ver si optamos por seguir a Jesús sabiendo que su camino llega a la cruz, o queremos eguir en el camino de mal, de la injusticia, la cobardía y demás vicios que caracterizan al ser humano caído bajo el peso del pecado.     

     

   


sábado, 1 de abril de 2017

YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA

Homilía del V Domingo de Cuaresma, ciclo A, 2 de abril de 2017

Al principio del Siglo IV,  en Alejandría de Egipto, el sacerdote Arrio proclamó su doctrina según la cual Jesucristo no es Dios, que hubo en timepo en el que no existía, de manera que no es más que una criatura  aunque el primero el más perfecto. El gran campeón de la ortodoxia en aquellas circunstancias tan graves para la Iglesia fue San Atanasio, obispo de Alejandría. Uno de los principales argumentos que él presentó para defender la verdadera dividiad de Cristo fue : Si Jesucristo no es Dios, entonces no estamos salvados, pues el mal en general y el pecado es algo tan grave que sólo Dios es capaz de remediarlo. Este se denomina "el arguemnto soteriológíco". "Sóter" en griego significa salvación.

En el año 1961, en su discurso de inaguración, el Presidente Kennedy afirm: "Los problemas del hombre fueron creados por él, y él tiene la capacidad de resolverlos". La idea según la cual el hombre es capaz de resolver sus problemas con tal de que se empeñe, se organice, eche mano de la ciencia etc. es algo comúnmente sostenido incluso por católicos. Se trata de una herejía propuesta por un monje probablemente británico, muy acético que trabajó como director de gente devota en Roma a principios del siglo IV. Se llamaba Pelagio. El afirmaba que Dios nos ha dado el libre albedrío, y si es así tenemos la capacidad de usarla y por lo tanto hacer el bien y salvarnos. En todo, caso, Jesucrito nos da un estímiulo y un buen ejemplo. San Agustín se opuso terminante contra esta idea, pues si se acepta, va por el borde todo el misterio de la redención.

Este quinto domingo de Cuaresma, nos toca el tercer gran episodio del Evangelio de San Juan que nos toca esta Cuaresma, la resurrección de Lázaro. Para ayudarnos a captar el sentido profundo de este pasaje, voy a referirme al Comentario de San Juan sobre él (Tratado 49, del autumno del año 414 http://www.augustinus.it/spagnolo/commento_vsg/index2.htm).  Veremos también cómo se relaciona con lo que he escrito arriba. La pecado es la muerte del alma, y obviamente, nosotros no tenemos ningún control o poder sobre él.

Nuestro santo afirma:

 Pero todo hombre teme la muerte de la carne; la muerte del alma, pocos. Respecto a la muerte de la carne, que sin duda va a llegar alguna vez, todos procuran que no llegue; de eso es de lo que se preocupan. El hombre que va a morir se preocupa de no morir, mas no se preocupa de no pecar el hombre, que a vivir eternamente. Y, cuando se preocupa de no morir, sin causa se preocupa, pues consigue diferir mucho la muerte, no evadirla; si, en cambio, no quiere pecar, no se preocupará y vivirá eternamente. ¡Oh, si pudiéramos estimular a los hombres y con ellos estimularnos en idéntico grado a ser tan amadores de la vida permanente, como los hombres son amadores de la vida huidiza!

Es cierto que todos nos preocupamos de la muerte de la carne y tomamos medios a nuestro alcance para al menos lograr que no llegue, aunque sabemos que sí llegará, pero al menos que demore mñas en llegar. Sin embargo, no noso preoucpamos de evitar el pecado y lograr vivir eternamente, que es muchísmo más importante. ¿Cómo es posible que descudemos tanto la vida verdadera y eterna?  Los deportistas se esfuerzan enormente para lograr ganar el partido o alcanzar el premio, pero se trata de algo que marchita y no ponemos el mismo eméño en alcanzar el verdadero premio que no perecerá.

Sin duda los milagros más ipresionantes de Jesús fueron las tres resurreciones de muertos: En primer lugar, la de la hija Jairo, el jefe de la sinagoga que era muy joven estaba dentro de la casa,  indicando que el pecado estaba escondido, como comenta San Agustìn.  En segundo lugar, resucitó al joven hijo de una viuda fuera de la ciudad, al estar en el camino hacia la sepultura. Se trataría de un estado de pecado más grave: "ya estás fuera y muerto te han sacado. Sin embargo, también a ese mismo lo resucitó el Señor y lo devolvió a su madre viuda. Si has pecado, arrepiéntete, y el Señor te resucita y te devolverá a la Iglesia, tu madre. En tercer lugar, en el caso de Lázaro, San Agustín lo interpreta como un estado de pecado monstrouso, es decir, ya un hábito de pecado:`Quien peca y se corrige al instante, revive rápidamente; porque no está aún implicado en la costumbre, no está sepultado. Quien, en cambio, acostumbra a pecar, está sepultado y de él se dice bien «hiede», pues comienza a tener pésima fama, olor asquerosísimo, digamos. En nuestros dias, se da un caso incluso más grave de este tercer tipo de pecado, en caunto que muchos no están dispuestos a reconocer su estado de pecado y quieren que la Iglesia cambie su doctrina y declare que ese pecado no es en realidad pecado, de manera especial esto lo hacen en relación con los pecados contra el sexto mandamiento. 

Pasemos ahora a comentar algunos detalles de este gran pasaje del Evangelio de San Juan. María le dice a Jesús: "Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Preguntémonos, còmo es que caemos en el pecado. Sabemos que no debemos de hacer el acto prohibido, pero igual lo hacemos. Si es cierto, como hemos comentado arriba, que el hombre no es capaz de salvarse por si mismo, es obvio que no es capaz evitar el pecado por sus propias fuerzas. Si no tenemos una relación de amistad y familiaridad con Jesús, si no lo amamos de verdad, la atracción por lo prohibido nos ganará. Recordemos que llegamos al mundo bajo el signo no de la amistad con Dios, sino de la enimistidad, producto del pecado original y la concupiscencia. Me acuerdo haber aprendido en el catecismo de niño que debido al pecado original: "nuestro entendimiento es obnilulado, nuestra voluntad es debilitada y nuestras pasiones nos inclinan al mal". Esta falta  de control de las pasiones o instintos se llama concupiscencia. se trata, pues, de la gran dificultad que encontramos en someter los insitintos espontáneos al dominio de la voluntad iluminada por la razón y la fe. San Pablo expesa esta verdad magistralmente:   Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino hago lo que aborrezco. 

Fijémonos en el dolor que manifiesta Jesús y que comparte con los demás amigos. Jesús llora por la muerte de su amigo Lázaro. Aquí vemos la verdadera humanidad de Jesús y cómo siente el dolor de la muerte, de la partida de un amigo como sucede con nostotros. El dolor suele ser más intenso cuando se trata de una muerte repentina o en general la muerte de una persona joven. El período de luto lleva al menos meses, a veces más. Jesús lloró tres veces según lo que nos cuentan los evangelios. En esta ocasión, sobre Jerusalén y en Getsemaní, cada ocasión siendo dramática. 

San Agustín comenta sobre la frase de Jesús dicha a los apóstoles, que Lázaro no está muerto sino que duerme. La misma palabra resucitar o resurrección singnifica despertar. 

Si la muerte es un signo del pecado, y la muerte es una realidad tan dolorosa para todos, entonces hemos de recordar que el pecado es el gran mal, no el sufrimiento, como se piensa hoy en día. Se  va introduciondo leyes que llaman de "muerte digna", que es otro modo de hablar de la eutanasia, o como se llamaba antes "matanza por misericordia". Propongámonos en etos días que nos quedan de la Cuaresma llevar adelante una lucha sin cuartel al pecado, esforzándonos también a formar bien la conciencia de acuerdo con la ley de Dios. ¿Cómo es posible que haya caído en desuso el sacramento de la Penitencia o la Confesión? ¿Cómo es posible que haya personas que piensan que no tienen pecados? En parte de debe a que se ha introducido la psicología popular en la interpretación de la fe.  Ésta tiende a terapeutizar el mal, considerarla como una enfermedad no como la perversión de la voluntad del hombre  que quiere ser cómo Dios, o su propio dios "conociendo el bien y el mal" o decidiendo lo que es bueno y malo por su cuenta. Caundo la ley de Dios o la Iglesia no se someten a este falso dios, entonces se rebela en contra de ellas. Curiosamente, el hombre de hoy es un gran experto en denunciar el mal de otros, de la sociedad pero no el mal que hay en él. Se hace mucha hincapíe en la autoestima, gracias a la cual cada uno tiene un alto concepto de sí mismo, concepto que no incluye el reconcimiento del hecho de que es pecador. Pensamos que somos libres, pero somos cómo Lázaro metido dentro del sepulcro y costodiado con una gran piedra, y envuelto en sábanas que no lo dejan andar con libertad. Jesús mandó a los que estaban a su alrededor a liberar a Lázaro de las ataduras de la muerte, es decir del pecado, pues ya olía mal de haber estado cuatro días en el sepulcro. Recordemos cómo en la Parábola del Hijo Pródigo el padre dice que el hijo estaba muerto y ha recuperado la vida, estaba perdido y lo han encontrado. A través del Sacramento de la Penitencia,  nosotros también podemos dejar atrás la esclavitud que es el pecado que nos lleva a la muerte verdadera. Así viviremos de verdad la Pascua que es el paso de Jesús por el dolor y la muerte a la gloria y el triunfo de la resurrección,