sábado, 27 de agosto de 2016

LA HUMILDAD

XXII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, 28 DE AGOSTO 2014

Es difícil, por no decir imposible, exagerar la importancia de la humildad para nuestra vida cristiana. San Agustín afirma: "Primero, la humildad;segundo, la humildad; tercero, la humildad; y cuantas veces me preguntes, otras tantas te diré lo mismo. No es que falten otros que se llaman preceptos; pero si la humildad no precede, acompaña y sigue todas nuestras buenas acciones, para que miremos a ella cuando se nos propone, nos unamos a ella cuando se nos aproxima y nos dejemos subyugar por ella cuando se nos impone, el orgullo nos lo arrebatará todo de las manos cuando nos estemos ya felicitando por una buena acción. Porque los otros vicios son temibles en el pecado, mas el orgullo es también temible en las mismas obras buenas. Pueden perderse por el apetito de alabanza las empresas que saludablemente ejecutamos. Si me preguntas, y cuantas veces me preguntes, acerca de los preceptos de la religión cristiana,me gustaría descargarme siempre en la humildad, aunque la necesidad me obligue a decir otras cosas" (Carta 118, 22).

¿Y por qué tiene la humildad tanta importancia en la vida cristiana? Santo Tomás de Aquino afirma que la humildad es la verdad, y Santa Teresa de Jesús coinicde con él cuando dice que "la humildad es andar en la verdad". ¿Entonces, cuál es la verdad a la que se refieren estos y tantos otros santos? Se trata de la realidad de nuestra vida, que somos criaturas de Dios, de Él venimos y no podemos alcanzar la felicidad que anhelamos si no reconocemos la verdad fundamental que somos de Dios, que venimos de Él y sin Ël nada podemos". Lo dice Jesús en la Ültima Cena, "sin mí no podéis hacer nada". En realidad, si Dios no sostuviera el universo y cada uno de nosotros, caeríamos en la nada. Todos lo santos y maestros de vida espiritual están convencidos de que la humildad coniste en primer lugar en conocernos a nosotros mismos, y por ello, en primer lugar, nuestra condición de criaturas dependientes de Dios en todo.

En día de Miércoles de Cenizas cuando el sacerdote nos impone la ceniza con la señal de la cruz, dice "acuérdate de que eres polvo y en polvo vas a volver". En latín, la palabra humildad proviene de humus que significa tierra, o barro. Que vamos a volver a ser polvo, lo sabemos, pero no queremos recordar esta verdad porque no coincide con nuestros sueños de grandeza. El poeta inglés del siglo XVII expresa muy bien nuestra fragilidad y la inutilidad de nuestros sueños de grandeza:

Las glorias de nuestra sange y estado
Son sombras, no cosas substanciales
No hay armadura contra el destino
La muerte pone sus manos heladas sobre los reyes
El esceptro y la corona tendrán que caerse
Y ser igualados a la pobre torcida guadaña y espada.

El poema se titula La muerte el nivelador.

No es poco común oir a políticos y gente famosa en general referirse a la humildad en el contexto de que ellos la están practicando. Sin embargo, la humildad, como el rocío de la madrugada, desaparece una vez que su supuesto practicante hace alarde de ella.

Veamos lo que dice Jesús en nuestra página evangélica de hoy. Es invitado a un almuerzo por una persona de prestigio en un pueblo en el día de fiesta, un fariseo, el sábado, Estando allí Jesús observa el comportamiento de varios de los convidados y aprovecha para contar dos parábolas con una clara lección sobre la verdadera humildad. Un señor llega y se coloca en un lugar destacado. Llega otro de más honor y al primero le inivta el anfitreón que ceda el puesto al otro, y tiene que ir al último lugar y sentirse humillado. No es que Jesús favorezca la humillación de nadie, pero es lo que sucede al que se deja guiar por un ego desporporcionado. Su egoísmo y su falso concepto de la propia importancia lo traicionan. Por el contrario, el que es humilde y modesto se coloca en el último puesto, y es honrado porque el anfitreón lo invita a ocupar un puesto de mayor honor. El problema de este personaje que quiere promocionarse a toda costa es un ego sobredimensionado. SE ha dejado guar por este ego. En vez de acudir al almuerzo con la intención de practicar la amistad, de gozar de la presencia y conversación de amigos, de escuhcar a los demás para ir aprendiendo cosas provechosas de ellos, se preocupa por satisfacer el ego. El ego lo lleva a preocuparse constantemente para ganar la atención de otros, sobre todo la gente importante y famosa.

El ego nos lleva a muchas malas jugadas. Queremos ser los primeros en todo, que los demás se fijen en nosotros, nos sentimos ofendidos por muchas cosas cuando el otro no tenían ninguna intención de ofendernos. El ego nos lleva a tener una visión distorsionada de la realidad. Tenemos que ganar a toda costa. No sólo en los deportes, sino en todos los aspectos de la vida, debemos de aprender a ser buenos perdedores. En las olimpiadas recientes un francés que esperaba alcanzar la medalla de oro, perdió en contra de un brazileño. Echó la culpa al auditorio, pues según él lo abuchearon y no logró concentrarse y así perdió. Además, expresó desprecio en contra de los brazileños. El ego nos lleva a querer tener siempre la razón. Si consideramos que tenemos la razón en alguna discusión y que el otro está equivocado, si somos humildes, no insistiremos. Dejaremos pasar el punto, que en todo caso no es de gran importancia. ¿Por qué tenemos que sentirnos superiores a otros? Puede ser que en algún aspecto hemos alcanzado un prestigio o conocimientos más grandes que otros, pero si somos humildes y reocnocemos la verdad, nos daremos cuenta del hecho de que en muchos aspectos de la vida, por no decir casi todos, nos ganan otros en ciencia, sabiduría y experiencia. El ego también quiere tener más, aparentar rico y de buen gusto, pero "¿Que aprovecha al hombre ganar todo el mundo se pierde su vida? Nuestro ego nos lleva a querer alcanzar la fama, pero si somos sensatos, sabemos que la fama no perdura, es sumamente pasajera.

En su segunda parábola, Jesús propone otra solución para alcanzar la humildad: si uno da un banquete, invitar a los pobres, cojos,y lisiados, de manera que no se pueda esperar que nos devuelvan la invitación. La caridad, que es la reina de todas las virtudes, no se pude practicar sin la humildad. El que entrega a otro algún bien porque reconoce que es una persona necesitada y no va a poder darle nada o devolver el favor, practica la verdadera caridad y no una falsa humildad. No es poco común que algunos políticos manipulen a la gente pobre haciéndoles algún bien o servicio, cuando lo que quieren es que luego les voten, es decir, comprarles el voto. Es una verdadera manipulación y ciertamente reprobable. "Andar en la verdad" en lo que consiste la humildad nos exige respetar la dignidad de cada persona como criatura de Dios hecha a su imagen y semejanza (Gen 1,26) y no manipularlo para fines ulteriores.

Si Dios escogió a la Sma. Virgen María como Madre de su Hijo, y era una persona de procedencia humilde, es una señal de la importancia que da a la humildad. Si en palabras de San Pablo, "Jesucristo no hizo alarde de su condición divina, sino se rebajó a sí mismo, haciéndose como uno cualquiera" y luego Dios lo enalteció haciéndolo Señor, ante el cual toda criatura se arrodillaría, es clara señal de la importancia fundamental de la humildad. El misterio de la encarnación del Hijo de Dios y de su entrega redentora en la cruz es prueba de la importancia de la humildad para nosotros. Por lo tanto, hagamos un gran esfuerzo por no alimentar nuestro falso ego, con deseos vanos sino más bien andemos en la verdad y la realidad de nuestra situación de ser no sólo criaturas de Dios sino pecadores que no merecemos la misericordia que Dios libre y amorosamente nos ofrece.






sábado, 20 de agosto de 2016

¿SON MUCHOS LOS QUE SE SALVAN?

DOMINGO XXI DURANTE EL AÑO, CICLO C, 21 DE AGOSTO DE 2016.

He puesto como título "¿Son muchos los que se salvan? porque es la pregunta que alguno le hizo a Jesús en nuestro pasaje evengélico de hoy. Jesús no responde a la pregunta sino más bien da una advertencia que todos debemos tomar en serio. De hecho, no es un tema nuevo. Ya en el siglo III, el gran Orígenes de Alejandría , el más grande de los Padres de la Iglesia de lengua griega, llegó a pensar que al final todos se salvarían, incluso los demonios, y se vaciará el infierno. Esta teoría se llama la Restauración Universal, y otros Padres como San Gregorio de Nisa la seguían en el siglo IV, pero no fue aceptado por la Iglesia. Otros grandes doctores de la Iglesia como San Agustín y Santo Tomás de Aquino pensaban que más bien pocos se salvarían. Hasta los años 70 del siglo pasado era común la convicción de que la slavación no era fácil de alcanzar, que debido a los muchos pecados que cometemos, sobre todo se ponía énfasis en los pecados contra el sexto mandamiento, y más bien pocos se salvarían. Los católicos se confesaban con frecuencia, ayunaban en tiempo de Cuaresma y practicaban la abstinencia de la carne los viernes, rezaban muchos rosarios, y salían en procesiones y peregrinaciones. Existía la devoción al Sagrado Corazón de los 9 primeros viernes del mes, seguiendo las revelaciones privadas dadas a Santa María María de Alacoque. Había grandes misiones populares en las parroquias que recalcaban la necesidad de la conversión, del arrepentimiento del pecado y el verdadero peligro de acabar en el infierno. Todo eso ha acabado, y ahora muchos católicos piensan que todos se salvarán. Están tan convencidos de la misericordia de Dios que al parecer piensan que Dios va a acoger a todos en el cielo, sin que siquiera se arrepienten de sus pecados ni se confiesen. Ahora, cuando una persona ha fallecido, comúnmnete se dice que "está en el cielo". Sin embargo, la Iglesia sólo declara beatos y santos a unos cuantos después de unos procesos sumamente rigorosas y con pruebas basadas en milagros, además de testimonios exhaustivos de la práctica de la virtu heroica de parte del candidato a la santidad. ¿Entonces, quiénes tienen la razón? ¿Los de antes que consideraban que más bien pocos se salvan o que todos se salvan?

En primer lugar, Jesús no da cifras ni porcentajes, pero no deja pasar la oportunidad sin dar una importante advertencia: "Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo  muchos intentarán entrar y no podrán". Por lo tanto, tendríamos que descartar la teoría del infierno vacío, que todos se salvan. En fin, si todos fueran a salvarse sin arrepentirse de sus pecados, sin un esfuerzo serio y constante para vivir según la Ley de Dios y la práctica de la virtud, la misma misión de Jesus, su venida a este mundo, su muerte dolorosa en la cruz y su resurrección a la vida nueve serían supérfluas y no tendrían sentido. Por otro lado, a Dios le daría lo mismo que fueramos grandes asesinos, adúlteros, estafadores etc.,  lo cual es absurdo.

¿Qué quiere decir Jesús con el concepto de la "puerta estrecha". Creo que tiene en cuenta el realismo expresado en toda la Biblia acerca del hecho de que el hombre tiene la tendencia a pecar, que es más fácil pecar que no pecar, debido a las consecuencias del pecado original, que según el catecismo antiguo que yo aprendí de niño "nuestra entendimiento es oscurecido, nuestra voluntad es debilitada y nuestras pasiones nos inclinan al mal", lo que los teólogos y el Concilio de Trento llaman la concupiscencia. Se trata de la dificultad de integrar las fuerzas instintivas bajo el dominio de la voluntad ilumnada por la razón y la fe. De ello habla San Pablo cuando dice "No hago el bien que quiero sino hago el mal que no quiero" (cfr. Rom 7,14-24). En resumidas cuentas, la salvación no es fácil de alcanzar porque encontramos dentro de nosotros mucha resistencia al bien y facilidad en hacer el mal. San Pablo en varias ocasiones hace una lista de los pecados que son ejemplo de esta tendencia de nuestra naturaleza caída al pecado: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría,hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, enviadias, embriagueces, orgías y cosas semejantes... los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios"" (Gal 6, 18-22). También dice: "Trabajad con temor y temblor para vuestra salvación" (Fil 2,12). Por lo tanto, la salvación, alcanzar la vida eterna o el cielo no es fácil y nos exige un gran esfuerzo.

En la parte que sigue de nuestro pasaje evengélico de hoy encontramos otras indicaciones acera de cómo debemos y cómo no debemos actuar para alcanzar la salvación. Pone la similitud o parábola de un padrón que cierra la puerta. Será la puerta de un banquete como se nota en el pasaje correspondiente de San Mateo que trata de las vírgenes prudentes y las necias (25,10-1). Jesús dice cuando se cierra la puerta e insisten los que han comido y bebido con Él, los que lo han escuchado en sus plazas protestan, Èl les dirá "No sé de donde sois". ¿Qué signfiica todo eso? En otra ocasión, dijo Jesús, "No el que dice Señor, Señor, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo entrará en el Reino de los Cielos" (Mt 7,21). No basta dedicarse solamente  a la oración, incluso participar en la misa dominical y la misa diaria, salir en procesiones y otras devociones para alcanzar la vida eterna. Aunque hay que hacer estas cosas, hay que practicar las virtudes que en ellas nos enseñan la Palabra de Dios y el ejemplo de Jesús. En la Eucarístía, dice Jesús "Hacen esto en memoria mía", Esto no solamente signfica que nos manda repetir un rito, sin que que toda nuestra vida se conforme al modelo que él nos dejó, de amor, de entrega al bien de los demás, de perdón, de misericordia. En la parabola del juicio final en el Evangelio de San Mateo 25,31-46, el criterio de juicio no lo constituye las largas y repetidas oraciones sino haber socorrido a los "más pequeños" en sus grandes necesidades: "Tuve hambre y me distéis a comer; tuve sed y me distéis a beber...." No es que esto excluya la oración y la participación en la misa, sin más bien estas prácticas, si no nos llevan a vivir la caridad, la justicia y la misericordia no cumplen su función de ayudarnos a seguir a Jesús.

Para concluir quiero citar los siguintes versículos del pasaje a los Gálatas ya citada para indicar que nuestra oración, nuestra participación en la misa y demás devociones han de llevarno a practicar la virtud: "En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, baondad, fidelidad, mansedrumbre templanza; contra tales cosas no hay ley. Pues, los que son de Cristo Jesús han crucificaado  la carne con sus pasiones y sus aptentencias" (5, 23-24). Podemos deducir, pues que no es fácil entrar en el Reino de Dios o en el cielo, y por lo tanto es probable que no pocos no llegan porque no ponen el esfuerzo necesario.  










sábado, 13 de agosto de 2016

PALABRAS QUE QUEMAN.

HOMILÍA DEL XX DOMINGO DE TIEMPO DURANTE EL AÑO, 14 DE AGOSTO 2016, CICLO C. 

              Este domingo nos ha tocado escuchar un pasaje del Profeta Jeremías. A Jeremías le toco vivir y ejercer su ministerio profético en la época más dramática y dolorosa de la historia de Israel, es decir, antes y después de la destrucción de Jerusalén y del Templo de parte del Rey de Babilonia, Nabucodonosor en el año 586 a. C. El primer capítulo del libro relata la vocación profética de Jeremías, cuando era muy joven, “un muchacho”. Dios le dice que antes de formarse en el seno materno, Dios lo había escogido como profeta. El concepto de profeta se expresa con varias palabras en la Biblia, pero la palabra profeta proviene del griego y significa hablar de parte de Dios delante del pueblo. Dios le dice: “No tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte -oráculo del Señor-. Dios le tocó la boca y le dijo: “Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para recconstuir y plantar”. (Jer 1,4ss). La vocación de Jeremías era durísima. Se puso a proclamar lo que Dios le comunicaba, es decir, que iba a venir un castigo tremendo de parte de Dios por todos los pecados de su pueblo, que el agente que Dios había escogido para tal castigo era precisamente el Rey Naboconodosor, que iba conquistando y sometiendo a todos los pequeños reinos de la zona. Jeremías les decía que tenían que entregarse a Naboconodosor, y por ellos lo declararon traidor a la patria. Conviene leer todo el libro de Jeremías, que no es fácil, para descubrir la dureza de la misión que le tocó y sobre todo los pasajes que se denominan Confesiones de Jeremías en las que manifiesta a Dios lo que siente ante el total rechazo de su mensaje. Las autoridades ponían su confianza en el hecho de que Dios había prometido a David a través del profeta Natán que la dinastía davídica iba a perdurar. Esta promesa la tomaban como cheque en blanco y no se convertían de sus malos caminos. Además, había unos falsos profetas que profetizaba paz. Todos se echaron en contra de Jeremías. La figura de Jeremías, que en tiempos de Jesús fue muy apeciada, prefigura la de Jesús. Al final, algonos de los exiliados le obligaron a ir con a ellos a Egipto. Para cuaalquier profeta, volver a Egipto era algo impensable, así como deshacer todo lo que había hecho Dios al sacar a su pueblo de Egipto. Se dice que murió asesinado en Egipto, pero no hay seguridad sobre esto.

              Nuestro pasaje de hoy está tomada de la parte final del libro cuando estaba bajo asedio la ciudad de Jerusalén de parte de las tropas babilónicas. El Rey Sedecías era un personaje débil, y aunque apeciaba a Jeremías, no se atrevía a eviitar que lo metieran en una cisterna. El mensaje es claro. El profeta que anuncia lo que Dios le manda acaba mal. Se le echa encima todo el mundo. Le hacen violencia. Si nos colocamos en las circunsancias del momento, desde el punto de vista humana, la pedicación de Jeremías se ve como fuente de desaliento para los soldados que defendían las murallas y para el pueblo, porque Jeremías les pedía que se entregaran al Rey de Babilonia para poder salvar sus vidas, para que no se destruyera la ciudad y el Templo. y que Dios los castigaba de esta manera. Las infidelidades de los reyes y grandes del pueblo eran verdaderamente notables. Debido que Judá era un reino pequeño a merced de las grandes potencias del momento, se veía obligado no sólo a pagar tributo a ellos, sino incluso mportar los dioses de aquellos imperios y colocarlos en el mismo templo del Señor, que para los profetas era una barbaridad. En aquella época, si un pueblo dominaba a otro, lo interpretaban como una victoria del dios del pueblo vencedor en contra del dios del pueblo vencido. Esta situación también provocaba una crisis de fe para los hebreos, porque no comprendían cómo pudieron aqueelos imperios con sus dioses falsos someterlos a ellos que luchaban por Yahvé el verdadero Dios que todo lo había creado. Los profetas explicaban que Dios utilizaba a los asirios y babilónicos como instrumentos para castigar a su pueblo por sus pecados.

              Pasemos al evangelio que nos toca hoy. Puede que a algunos les resulte chocante que Jesús pronuncie palabras como “Yo he venido a traer fuego a la tierra y !cómo me siento anhelante hasta que se encienda”. Y “no he venido a traer paz sobre la tierra, sino división”. ¿No que Jesús vino como Príncipe de Paz? ¿Cómo se explican estas palabras de Jesús? Ser cristiano no es una receta para la tranquilidad, para una vida burguesa ni para acomodarnos con los valores dominantes en un mundo que se va a pique debido al cúmulo de males que acepta como normales. Ahora se nota cómo se está aprovechando las Olimpiadas para dar más pasos hacia la normalización de la homosexualidad y lo que se llam LGBT (la ideología de género y lo que se llama transexualidad). Jesús dice que las puertas del infierno no prevalecerán en conta de la Iglesia. Esto implica que la Iglesia es como un ejército en orden de batalla y sitiando la ciudad de Satánas. En lo sitios a las ciudades antiguas, como es obvio, las puertas eran la parte más débil de la ciudad para los defensores y más ventajosa para los asediadores. La imagen implica que la Iglesia sí va a prevalecer, aunque hoy en día parece que ya ha vencido la revolución sexual, la revolución gay, la normalización del aborto convertido ya en derecho, derecho de matar y tirar a la basura al ser humano más indefenso. Jesús en otro pasaje afirma: “El que no está conmigo, está contra mí”

              En los medios de comunicación escuchamos noticias sobre terroristas yihadistas que “se radicalizaron”. La palabra radical proviene de radix en latín que signfiica raíz. Es lo contrario de superficial que obviamente signfica estar a la superficie, a raz de tierra. Sabemos que los grandes árboles tiene raíces profundas. ¿Jesús es radical? Ciertamente lo es y todo el evangelio indica que pide a sus seguidores un compromiso no superficial sin radical, es decir, que vay a lo más hondo de nuestro ser y nos transforme. En los tiempos que corren, no vale ser cristiano más o menos. Parece que la gran mayoría de los que se dicen católicos en España, en mi país también, Irlanda, se dicen “no practicantes”. ¿Acaso Jesús salió por los caminos de Galilea y Judea a buscar a gente que fuera “no practicante”, es decir, que no tomarían en serio lo que les proponía? Siempre tienen alguna excusa para justifiicar o racionalizar su falta de seriedad. Hoy en día la gente le da una importancia enorme a la salud. El que no va al gimnasio, va a correr o al menos caminar por allí. Lee artículos y escucha reportajes sobre la salud en la radio y la televisión y acude al médico para que le mande a hacer análisis de sangre. Todo eso eso bueno, si no sale de lo razonable. Nadie me ha dicho nunca que es “no practicante en cuanto a la salud”. Claro, no se necesita ser científico de los que mandan los cohetes al espacio para saber que si uno de acude al médico cuando siente algún síntoma, puede que en no mucho tiempo se muera. La diferencia con la salud espiritual es que las consecuencias no se ven tan cercanas y urgentes. Si no seguimos lo que Dios nos manda en el Decálogo, lo que la Iglesia nos enseña, si no acudimos a la Misa, eso tendrá sus efectos negativos en nuestra vida, pero igual no nos damos cuenta. Seremos más viciosos, menos tolerantes y pacientes con los demás, menos honrados, y no formaremos nuestra conciencia de acuerdo con la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia.

              En cuanto al fuego, en estos días escuchamos en las noticias sobre incendios boscales en diversas partes de España y en otros países. Sabemos que los bosques se reconstituyen después de los incendios, aunque el proceso es lento. También los encargados de las áreas boscales provocan de forma ordenada incendios contorlados para eliminar abrojos y otra vegetación que pudiera dar pie a la extensión del incendio cuando ocurre. Hacen zanjas libres de vegetación. Si la palabra de Jesús es fuego traído del cielo para purificar a la humanidad, pues hay mucho que quemar. ¿Qué encuentra Jesús en nuestro mundo? Encontrar un mundo lleno de egoismo, de violencia, venganza y todo tipo de injusticia, la búsqueda del poder, del placer, del dios dinero y una larga lista de males? Debería de parecernos obvio que la eliminación de tanto mal y vicio requiera unos remedios radicales? Además, en la Biblia el fuego simboliza al Espíritu Santo y el amor. Tiene que quemar, pues toda esa inmensa masa de desperdicios que el hombre ha ido acumulando en su vida y en el mundo entero. Preguntèmonos, ¿por qué Dios considieraba necesario que su Hijo tuviera que llegar al extremo de morir en la cruz, de padecer tantos dolores físicos, malso tratos, la traición y el abandono de sus mismos seguidores etc? ¿No podia haver encontrado un modo más “razonable” para salvarnos? Parece que no, porque a grandes males, grandes remedios.

              Como todos tenemos en parte al menos el mal del mundo dentro de nosotros, Jesús preveía con gran certeza la división dentro de las mismas familias y comunidades que su mensjae iba a provocar. Desde el inicio, los seguidores de Jesús han sido perseguidos. Veamos el ejemplo de San Pablo. En prácticamente todas las ciudades que visitaba, iba a la sinagoga porque en primer lugar tenía que presentar la Buena Nueva del Evangelio a los miembros del Pueblo de Dios, elegido desde Abrahán. Normalmente, lo rechaban, a veces luego de muchas horas de discusiones en las que él intentaba convencerles basándose en los profetas. Luego, iba con los paganos, y al final con mucha fecuencia acbaban agediéndole, dándole palizas o apedreándole y a veces dejándolo por muerto hasta que llegaba sus amigos a llevar y curarlo. En cambio, hoy en dia , como decía un Obispo Anglicano, cuando él predica le ofrecen té. Si el mensaje de Jesús no provoca rechazo, es que no se ha presentado de verdad.

                            Creo que el mensaje de nuestras lecturas de hoy nos inivita a pensar que la opción por seguir a Jesús es algo muy serio, que no es un hobby, un pasatiempo al que dedicamos un cierto porcentaje de nuestro tiempo. La imagen del fuelgo indica también dolor. Si tenemos que llegar a quemar mucho desperdicio, abrojo en nuestra vida y hemos llegado a acostumbrarnos a este tipo de vida cambiar no es fácil, y por eso duele. Que el ejemplode la fidelidad hasta el final del Profeta Jeremías como el testimonio de Jesus hasta el extremo de la cruz nos muevan a no ser meros espectadores en este drama de la rendención, la salvación eterna, sino protagonistas activos. Ni Dios nos puede salvar si no colaboramos con su gracia.


domingo, 7 de agosto de 2016

LA FE:, LA ARMADURA DE DIOS (EFESIOS 6,10)

HOMILÍA, DOMINGO XIX DURANTE EL AÑO, CILCO C, 7 DE AGOSTO DE 2016.

San Pablo invita a sus lectores de su Carta a los Cristianos de Éfeso a vesitrse con la armadura de Dios. Hoy en día sabemos que los funcionarios policiales entre otros, sobre todo cuando les toca realizar intervenciones peligrosas, suelen llevar una camiseta anti-balas. La armadura antigua servía para evitar ser alcanzado por las flechas y otras armas. Esta idea expresada por San Pablo la repite en varias ocasiones de manera que consideraba la vida cristiana como un combate. Hoy en día todos los  ejércitos de países importantes cuenta con fuerzas especiales, que cuentan con un entrenamiento excepcional y están siempre preparadas para intevervenir en situaciones excepcionales como secuestros y otras acciones violentas, que se dan con cada vez más frecuencia hoy en día. Hay una conciencia muy extendida en las últimas décadas, de manera especial desde que se celebró el Concilio Vaticano II en los años 1962 a 1965, y de manera especiall a partir de la década de los 70 del siglo XX, que hay en la Iglesia una crisis de fe que tiene múltiples manifestaciones. Entre tales manifestaciones de debilitamiento de la fe entre los católicos está por ejemplo, la crisis vocacional en muchas partes de la Iglesia, la caída vertiginosa de la assitencia a misa, de la práctica del sacramento de la penitencia, del rechazo de la doctrina moral de la Iglesia, de manera especial la sexual de parte de un gran porcentaje de los que son católicos bautizados y se consideran católicos. Muchísimos abandonaron la vocación sacerdotal y religiosa. Otros pensaban que asumiendo varias de las tesis del Marxismo iban a poder servir mejor al Pueblo de Dios. El Beato Pablo VI resumía la situación con unas palabras tremendas al afirmar que "el humo de Satanás" había entrado en la Iglesia y tantos males no podían tener otro origen que el mismo demonio:

"Cómo ha ocurrido todo esto? Nos, os confiaremos nuestro pensamiento: ha habido un poder, un poder adverso. Digamos su nombre: él Demonio. Este misterioso ser que está en la propia carta de San Pedro —que estamos comentando— y al que se hace alusión tantas y cuantas veces en el Evangelio —en los labios de Cristo— vuelve la mención de este enemigo del hombre. Creemos en algo preternatural venido al mundo precisamente para perturbar, para sofocar los frutos del Concilio ecuménico y para impedir que la Iglesia prorrumpiera en el himno de júbilo por tener de nuevo plena conciencia de sí misma." Homilía del 29 de junio, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, 1972) . 

El Papa no se contenta con un diagnosis sino afirma claramente el remedio, ESTAR FUERTES EN LA FE. 
Nuestro evangelio de hoy nos invita a  estar vigilantes y poner nuestra confianza en la Providencia de Dios. No es que Dios forme parte de nuestro mundo y está allí como el Sr. Arragelotodo cuando dejamos el mundo en mal estado. La intervención de Dios en la historia de los hombres, sobre todo a partir de la vocación de Abraham, y culminando en la vendia de Jesucristo al mundo, es una verdad absolutamente fundamental en toda la Biblia. Dios queire que colaboremos con Èl en la realización de su plan maravilloso sobre la historia entera y sobre cada uno de nosotros. El primer paso en este camino es la fe. Nuestro evangelio también nos inivta a la vigilancia, que es una actitud típica de la esperanza. 

El Papa Benedicto XVI publicó su Carta Encíclica Spe Salvi en el año 2007, y al inicio de su carta afirma: 
 "En efecto, « esperanza » es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras « fe » y « esperanza » parecen intercambiables. Así, la Carta a los Hebreos une estrechamente la « plenitud de la fe » (10,22) con la « firme confesión de la esperanza » (10,23)."

Nuestra segunda lectura de hoy de la Carta de los Hebreos nos trae un famoso pasaje sobre la fe y el tesitmono de los grandes personajes de la historia sagrada de Israel como hombres de fe. ¿En qué consiste la fe? Dice que la fe es el fundamento de lo que esperamos y prueba de lo que no se ve. El Papa Benedicto explica la importancia de la fe y la esperanza para el cristiano: " El haber recibido como don una esperanza fiable fue determinante para la conciencia de los primeros cristianos, como se pone de manifiesto también cuando la existencia cristiana se compara con la vida anterior a la fe o con la situación de los seguidores de otras religiones. Pablo recuerda a los Efesios cómo antes de su encuentro con Cristo no tenían en el mundo « ni esperanza ni Dios » (Ef 2,12). La fe, pues es un fundamento sòlido sobre el que se construye la vida del cristiano. Sin embargo, está muy difundida la idea según la cual la fe es infantil, un refugio para los que no se atreven a intentar comprender el mudnocon principios empíricos, o bastados en la ciencia, lo que se puede medir. Los que tienen fe serían unos primitivos que no se atreven a utilizar la inteligencia para encontrar el sentido de la vida. 

¡Es cierto esto? En primer lugar, la ciencia exacta,  como es el caso de la física, tiene que reconocer sus límites. Hay muchas realidades que no se pueden comprender a través del método científica de hipótesis, búsqueda de preubas para intentar probar la hipótesis y establecer una teoría que tendría fundametnos más sólidos. ¿Acaso puede la ciencia explicar el amor, la justicia, la felicidad y otras muchas realidades que no son menores? Además, algunas de lass personas con las mentes más brillantes de la historia de la humanidad eran también hombres  y mujeres de fe: San Agustín, San Buuenaventura, Santa Teresa de Jesús, El Beato Cardenal Newman, G.. Chesterton, y un buen número de científicos como el mismo Galileo y Isaac Newton. ¿Acaso fueron personas sencillas sin inteligencia? 

Santo Tomás de Aquino define la fe como: "creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia”. Aquí habla de fe divina, no humana. También existe la fe humana sin la cual no se podría vivir. Si no tuvieramos confianza en que el agua que sale del grifo no est envenenada, o que el pan que comemos en el desayuno no esta envenenado, no podrñiamos vivir. Caso contrario, nos mandarían a un psiquiatra con un problema de  paranoia.  Se trata, pues,  de una verdad divina, es decir, revelada por Dios, y por lo tanto presentada por la Iglesia sea en el Credo y en los dogmas. Dentro de pocos minutos, vamos a recitar el Credo, y expresaremos nuestra fe en  las verdades reveladas por Dios de la Trinidad, la Encarnación, muerte y resurrección de Jesús, etc. Los primeros principios, tanto especulativos como prácticos, son evidentes. Nadie puede negar el principio de no contradicción sin caer en un absurdo, o nadie niega que tenemos que hacer el bien y evitar el mal, y ciertos actos como el asesinato etc, que se encuentran prohibidos en el Decálogo son malos y están prohibidos. Nadie puede negar su propia existencia, Son verdades per se (por sí mismas) evidentes. Otras verdades se derivan de estos principios por un proceso lógico. En cambio, las verdades de la fe, como la existencia de la Santísma Trinidad, el hecho de que Jesucristo es el Hijo de Dios Padre y que se hizo hombre, no se puede deducir de la razón, Se necesita que la voluntad mueva la inteligencia a aceptarlas, porque no tiene en sí mismas la necesaria evidencia para que la inteligencia sola las puede asentir. Dios mueve la voluntad por su gracia, es decir, su amor benevolente que busca el bien del hombre. 

La fe no está en pugna con la razón ni la ciencia. Si nos nos ha dado como parte esencial de nuestro ser humano la razón, sin la cual no seríamos seres humanos, parece obvio que quiere que la utlicemos en nuestra vida diaria para orientarnos a buscar la verdad y llegar hasta donde podemos en esta búsqueda. Otro principio que enfatiza Santo Tomás de Aquino es que "la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfeciona". En la práctica, necesitamos esta ayuda de Dios porque como resultado del pecado original y del inmenso cúmulo de  los pecados personales no podemos descubrir siquiera aquella que la razón tiene la capacidad de descubrir. EL pecado nos deja heridos con una inteligencia poco persicas, una voluntad debilitada y nuestros instintos y pasiones muy difíciles de controlar, que nos inclinan más a hacer el mal que el bien (cfr. Rom 7, 13ss). 


Aunque la fe es un don de Dios,  es una virtud, y una virtud es un hábito bueno, pero es una virtud infusa, es decir proviene de Dios juntamente con la gracia que nos hace hijos de Dios y hermanos de Jesús por el bautismo. Una virtud es una disposición permanente que nos dispone a actuar bien en una cierta área de nuestra vida, En el caso de la fe, perfecciona nuestra mente para ayudar a la razón a aceptar lo que Dios nos ha revelado para nuestro bien y nustra salvación. Una virtud nos facilita para realizar cosas difíciles sin grandes esfuerzos. Así el violinista, una vez que ha logrado dominar todo lo que se refiere a tocar el violin, logra tocar obras maravillosas de Mozart con gran perfección pero no sin haber practicado miles y miles de horas. Lo mismo, una gimnasta u otro deportista. En el caso de la fe, la esperanza y la caridad si bien son virtudes infusas, dones gratuitos de Dios, podemos y debemos ejercitarlas para que lleguen a perfeccionar nuestro ser y así cumplamos el proyecto de Dios sobre nosotros y alcancemos la vida eterna. 

¿Còmo podemos practicar la fe y la esperanza? Como nos indica la Carta a los Hebreos y comenta el Papa Benedicto,  la fe acogemos todo lo que Dios nos promete y llegamos a una convicción profunda de su verdad, pero también por la esperanza del hecho de que vamos a alcanzar plenamente lo que Dios promete. En el fondo de su alma, todo mundo quiere conocer la verdad, quiere amar a fondo, alcanzar la paz, la felicidad, pero en realidad no tiene las fuerzas en sí mismo para logararlo. Se trata de un deseo natural que Dios ha metido en neustro mismo ser. Ahora bien, dice Santo Tomás de Aquino, que un deseo natural no puede quedar fustrado. Por eso, decían los medievales que la esperanza tiene como fin "una realidad difícil o ardua de alcanzar, pero posible".  ¿Por qué podemos confiar en que alcanzaremos la vida eterna, el cielo? Porque sabemos por la fe que Dios nos lo ha prometido y Èl no puede engañar ni ser engañado. 

¿Cómo se puede practicar la fe y la esperanza? Las virtudes son como los músculos. Se fortalecen con la práctica. Si reconocemos que en nuestro mundo actual y en la misma Iglesia, hay una crisis de fe, nos urge hacer un esfuerzo en practicar la fe. En primer lugar se hace a través de la oración, y ante todo la Liturgia que tiene su culmen en la Eucaristía o la Santa Misa. La Eucarístá es Mysterium Fidei, como proclamamos al terminar la consagración en la Misa. También la oración personal que es elevar la mente y el corazón a Dios para pedir cosas convenientes, o en palabras de Santa Teresa de Jesús, "una conversación con quien sabemos nos ama". Sabemos que nos ama por la fe y cada vez que profundizamos en esta verdad, vamos aumentando la fe, la esperanza y la caridad. También el esfuerzo por conocer la Palabra de Dios  que está expresada en la Santa Biblia ha de fortalecer nuestra fe, y nuestro conocimiento de Jesucristo, pues San Jerónimo decía "ignorancia de la Escitura es ignorancia de Cristo". 

Si, como ya he señalado, la vida cristiana para San Pablo es un combate y la fe es una de nuestras principales armas, y nuestra armadura, cada día debemos pedir a Dios que nos aumente la fe. Constatamos en el Evangelio que Jesús no pudo hacer milagros si los beneficiarios no manifestaban su fe, su confianza en la persona y el poder que tenía Jesús. La Carta a los Hebreos nos deja el testimonio de los grandes personajes bíblicos que actuaron movidos por la fe, que también esto y el testimonio de los mártires que murieron por la fe, debido al odium fidei, manifestando así que la fe vale más que la vida y nos lleva a la vida eterna. Pidamos al Señor, hoy que aumente nuestra fe cada día y que nos colme de su alegría gracias a la esperanza que no falla "porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado".