domingo, 7 de agosto de 2016

LA FE:, LA ARMADURA DE DIOS (EFESIOS 6,10)

HOMILÍA, DOMINGO XIX DURANTE EL AÑO, CILCO C, 7 DE AGOSTO DE 2016.

San Pablo invita a sus lectores de su Carta a los Cristianos de Éfeso a vesitrse con la armadura de Dios. Hoy en día sabemos que los funcionarios policiales entre otros, sobre todo cuando les toca realizar intervenciones peligrosas, suelen llevar una camiseta anti-balas. La armadura antigua servía para evitar ser alcanzado por las flechas y otras armas. Esta idea expresada por San Pablo la repite en varias ocasiones de manera que consideraba la vida cristiana como un combate. Hoy en día todos los  ejércitos de países importantes cuenta con fuerzas especiales, que cuentan con un entrenamiento excepcional y están siempre preparadas para intevervenir en situaciones excepcionales como secuestros y otras acciones violentas, que se dan con cada vez más frecuencia hoy en día. Hay una conciencia muy extendida en las últimas décadas, de manera especial desde que se celebró el Concilio Vaticano II en los años 1962 a 1965, y de manera especiall a partir de la década de los 70 del siglo XX, que hay en la Iglesia una crisis de fe que tiene múltiples manifestaciones. Entre tales manifestaciones de debilitamiento de la fe entre los católicos está por ejemplo, la crisis vocacional en muchas partes de la Iglesia, la caída vertiginosa de la assitencia a misa, de la práctica del sacramento de la penitencia, del rechazo de la doctrina moral de la Iglesia, de manera especial la sexual de parte de un gran porcentaje de los que son católicos bautizados y se consideran católicos. Muchísimos abandonaron la vocación sacerdotal y religiosa. Otros pensaban que asumiendo varias de las tesis del Marxismo iban a poder servir mejor al Pueblo de Dios. El Beato Pablo VI resumía la situación con unas palabras tremendas al afirmar que "el humo de Satanás" había entrado en la Iglesia y tantos males no podían tener otro origen que el mismo demonio:

"Cómo ha ocurrido todo esto? Nos, os confiaremos nuestro pensamiento: ha habido un poder, un poder adverso. Digamos su nombre: él Demonio. Este misterioso ser que está en la propia carta de San Pedro —que estamos comentando— y al que se hace alusión tantas y cuantas veces en el Evangelio —en los labios de Cristo— vuelve la mención de este enemigo del hombre. Creemos en algo preternatural venido al mundo precisamente para perturbar, para sofocar los frutos del Concilio ecuménico y para impedir que la Iglesia prorrumpiera en el himno de júbilo por tener de nuevo plena conciencia de sí misma." Homilía del 29 de junio, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, 1972) . 

El Papa no se contenta con un diagnosis sino afirma claramente el remedio, ESTAR FUERTES EN LA FE. 
Nuestro evangelio de hoy nos invita a  estar vigilantes y poner nuestra confianza en la Providencia de Dios. No es que Dios forme parte de nuestro mundo y está allí como el Sr. Arragelotodo cuando dejamos el mundo en mal estado. La intervención de Dios en la historia de los hombres, sobre todo a partir de la vocación de Abraham, y culminando en la vendia de Jesucristo al mundo, es una verdad absolutamente fundamental en toda la Biblia. Dios queire que colaboremos con Èl en la realización de su plan maravilloso sobre la historia entera y sobre cada uno de nosotros. El primer paso en este camino es la fe. Nuestro evangelio también nos inivta a la vigilancia, que es una actitud típica de la esperanza. 

El Papa Benedicto XVI publicó su Carta Encíclica Spe Salvi en el año 2007, y al inicio de su carta afirma: 
 "En efecto, « esperanza » es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras « fe » y « esperanza » parecen intercambiables. Así, la Carta a los Hebreos une estrechamente la « plenitud de la fe » (10,22) con la « firme confesión de la esperanza » (10,23)."

Nuestra segunda lectura de hoy de la Carta de los Hebreos nos trae un famoso pasaje sobre la fe y el tesitmono de los grandes personajes de la historia sagrada de Israel como hombres de fe. ¿En qué consiste la fe? Dice que la fe es el fundamento de lo que esperamos y prueba de lo que no se ve. El Papa Benedicto explica la importancia de la fe y la esperanza para el cristiano: " El haber recibido como don una esperanza fiable fue determinante para la conciencia de los primeros cristianos, como se pone de manifiesto también cuando la existencia cristiana se compara con la vida anterior a la fe o con la situación de los seguidores de otras religiones. Pablo recuerda a los Efesios cómo antes de su encuentro con Cristo no tenían en el mundo « ni esperanza ni Dios » (Ef 2,12). La fe, pues es un fundamento sòlido sobre el que se construye la vida del cristiano. Sin embargo, está muy difundida la idea según la cual la fe es infantil, un refugio para los que no se atreven a intentar comprender el mudnocon principios empíricos, o bastados en la ciencia, lo que se puede medir. Los que tienen fe serían unos primitivos que no se atreven a utilizar la inteligencia para encontrar el sentido de la vida. 

¡Es cierto esto? En primer lugar, la ciencia exacta,  como es el caso de la física, tiene que reconocer sus límites. Hay muchas realidades que no se pueden comprender a través del método científica de hipótesis, búsqueda de preubas para intentar probar la hipótesis y establecer una teoría que tendría fundametnos más sólidos. ¿Acaso puede la ciencia explicar el amor, la justicia, la felicidad y otras muchas realidades que no son menores? Además, algunas de lass personas con las mentes más brillantes de la historia de la humanidad eran también hombres  y mujeres de fe: San Agustín, San Buuenaventura, Santa Teresa de Jesús, El Beato Cardenal Newman, G.. Chesterton, y un buen número de científicos como el mismo Galileo y Isaac Newton. ¿Acaso fueron personas sencillas sin inteligencia? 

Santo Tomás de Aquino define la fe como: "creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia”. Aquí habla de fe divina, no humana. También existe la fe humana sin la cual no se podría vivir. Si no tuvieramos confianza en que el agua que sale del grifo no est envenenada, o que el pan que comemos en el desayuno no esta envenenado, no podrñiamos vivir. Caso contrario, nos mandarían a un psiquiatra con un problema de  paranoia.  Se trata, pues,  de una verdad divina, es decir, revelada por Dios, y por lo tanto presentada por la Iglesia sea en el Credo y en los dogmas. Dentro de pocos minutos, vamos a recitar el Credo, y expresaremos nuestra fe en  las verdades reveladas por Dios de la Trinidad, la Encarnación, muerte y resurrección de Jesús, etc. Los primeros principios, tanto especulativos como prácticos, son evidentes. Nadie puede negar el principio de no contradicción sin caer en un absurdo, o nadie niega que tenemos que hacer el bien y evitar el mal, y ciertos actos como el asesinato etc, que se encuentran prohibidos en el Decálogo son malos y están prohibidos. Nadie puede negar su propia existencia, Son verdades per se (por sí mismas) evidentes. Otras verdades se derivan de estos principios por un proceso lógico. En cambio, las verdades de la fe, como la existencia de la Santísma Trinidad, el hecho de que Jesucristo es el Hijo de Dios Padre y que se hizo hombre, no se puede deducir de la razón, Se necesita que la voluntad mueva la inteligencia a aceptarlas, porque no tiene en sí mismas la necesaria evidencia para que la inteligencia sola las puede asentir. Dios mueve la voluntad por su gracia, es decir, su amor benevolente que busca el bien del hombre. 

La fe no está en pugna con la razón ni la ciencia. Si nos nos ha dado como parte esencial de nuestro ser humano la razón, sin la cual no seríamos seres humanos, parece obvio que quiere que la utlicemos en nuestra vida diaria para orientarnos a buscar la verdad y llegar hasta donde podemos en esta búsqueda. Otro principio que enfatiza Santo Tomás de Aquino es que "la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfeciona". En la práctica, necesitamos esta ayuda de Dios porque como resultado del pecado original y del inmenso cúmulo de  los pecados personales no podemos descubrir siquiera aquella que la razón tiene la capacidad de descubrir. EL pecado nos deja heridos con una inteligencia poco persicas, una voluntad debilitada y nuestros instintos y pasiones muy difíciles de controlar, que nos inclinan más a hacer el mal que el bien (cfr. Rom 7, 13ss). 


Aunque la fe es un don de Dios,  es una virtud, y una virtud es un hábito bueno, pero es una virtud infusa, es decir proviene de Dios juntamente con la gracia que nos hace hijos de Dios y hermanos de Jesús por el bautismo. Una virtud es una disposición permanente que nos dispone a actuar bien en una cierta área de nuestra vida, En el caso de la fe, perfecciona nuestra mente para ayudar a la razón a aceptar lo que Dios nos ha revelado para nuestro bien y nustra salvación. Una virtud nos facilita para realizar cosas difíciles sin grandes esfuerzos. Así el violinista, una vez que ha logrado dominar todo lo que se refiere a tocar el violin, logra tocar obras maravillosas de Mozart con gran perfección pero no sin haber practicado miles y miles de horas. Lo mismo, una gimnasta u otro deportista. En el caso de la fe, la esperanza y la caridad si bien son virtudes infusas, dones gratuitos de Dios, podemos y debemos ejercitarlas para que lleguen a perfeccionar nuestro ser y así cumplamos el proyecto de Dios sobre nosotros y alcancemos la vida eterna. 

¿Còmo podemos practicar la fe y la esperanza? Como nos indica la Carta a los Hebreos y comenta el Papa Benedicto,  la fe acogemos todo lo que Dios nos promete y llegamos a una convicción profunda de su verdad, pero también por la esperanza del hecho de que vamos a alcanzar plenamente lo que Dios promete. En el fondo de su alma, todo mundo quiere conocer la verdad, quiere amar a fondo, alcanzar la paz, la felicidad, pero en realidad no tiene las fuerzas en sí mismo para logararlo. Se trata de un deseo natural que Dios ha metido en neustro mismo ser. Ahora bien, dice Santo Tomás de Aquino, que un deseo natural no puede quedar fustrado. Por eso, decían los medievales que la esperanza tiene como fin "una realidad difícil o ardua de alcanzar, pero posible".  ¿Por qué podemos confiar en que alcanzaremos la vida eterna, el cielo? Porque sabemos por la fe que Dios nos lo ha prometido y Èl no puede engañar ni ser engañado. 

¿Cómo se puede practicar la fe y la esperanza? Las virtudes son como los músculos. Se fortalecen con la práctica. Si reconocemos que en nuestro mundo actual y en la misma Iglesia, hay una crisis de fe, nos urge hacer un esfuerzo en practicar la fe. En primer lugar se hace a través de la oración, y ante todo la Liturgia que tiene su culmen en la Eucaristía o la Santa Misa. La Eucarístá es Mysterium Fidei, como proclamamos al terminar la consagración en la Misa. También la oración personal que es elevar la mente y el corazón a Dios para pedir cosas convenientes, o en palabras de Santa Teresa de Jesús, "una conversación con quien sabemos nos ama". Sabemos que nos ama por la fe y cada vez que profundizamos en esta verdad, vamos aumentando la fe, la esperanza y la caridad. También el esfuerzo por conocer la Palabra de Dios  que está expresada en la Santa Biblia ha de fortalecer nuestra fe, y nuestro conocimiento de Jesucristo, pues San Jerónimo decía "ignorancia de la Escitura es ignorancia de Cristo". 

Si, como ya he señalado, la vida cristiana para San Pablo es un combate y la fe es una de nuestras principales armas, y nuestra armadura, cada día debemos pedir a Dios que nos aumente la fe. Constatamos en el Evangelio que Jesús no pudo hacer milagros si los beneficiarios no manifestaban su fe, su confianza en la persona y el poder que tenía Jesús. La Carta a los Hebreos nos deja el testimonio de los grandes personajes bíblicos que actuaron movidos por la fe, que también esto y el testimonio de los mártires que murieron por la fe, debido al odium fidei, manifestando así que la fe vale más que la vida y nos lleva a la vida eterna. Pidamos al Señor, hoy que aumente nuestra fe cada día y que nos colme de su alegría gracias a la esperanza que no falla "porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado". 

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