Las tres lecturas de este domingo nos pesentan un tema que es muy actual y una lección que no podemos dejar pasar si queremos vivir nuestra vida de manera sensata. En primer lugar, hemos escuchado un pasaje del libro del Antiguo Testamento llamada Eclesiastés, que proviene del griego que en hebreo se dice quohelet, que tiene que ver con la asamblea, es decir, libro leído en la asamblea. En todo caso, se trata de uno de los libros bíblicos también denominados Sapienciales, que a su vez se atribuyen, como es el caso de este libro, al Rey Salomón, hijo del Rey David, que la Biblia considera el epítmome de la sabiduría. Salamón había alcanzado en su largo reinado de 40 años el cúlmen de la riqueza, del esplendor, del poder, de todo lo que puede ofrecer el éxito mundano. Sin embargo, al final de su vida, habría descubierto que todo eso no valía para nada, que era paja que arrebata el viento. No es que el Rey Salamón sea el autor del libro, pero su vida como rey existoso es un ejemplo del mensaje que comunica el libro sobre lo que lo que en hebreo se llama hebel y que ha sido traducido al latín por San Jerónimo en su versión llamada la Vulgata, como vanidad y vanidad de vanidades. La palabra vanidad hoy en día se suele aplicar a una persona que tiene un concepto exagerado de su propia importancia que no corresponde a la realidad. El signficado bíblico incluye la idea de vaciedad, y en muchos pasajes se habla de cosechar vientos, de la la flor que parece espléndida en la mañana y en la tarde se ha marchitado. Algunos ofrecen la comparación con las burbujas, que se crean al soplar sobre agua con jabón y por un momento parecen hermosas, pero enseguida desaparecen para no volver a nunca. También podemos tomar la comparación con los fuegos de artificio, que se lanzan al aire y por unos momentos impresion por las luces y colores pero casi inmediatamente desaparecen y no son nada. Para el autor de nuestro libro, el hombre se afana inútilmente en este mundo por lograr un pedazo de felicidad y seguridad, gracias a mucho trabajo para adquerir riqueza, honores y algún nivel de seguridad. Sin embargo, el fruto de tanto esfuerzo o queda en nada o se lo tienen que entregar a otros que no lucharon por alcanzarlo."¿Entonces, qué saca el hombre del todos los trabajos que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente"
Hoy proseguimos con la lectura de la Carta de San Pablo a los Colosenses, y nos exhorta: "Hermanos, ya habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no los de la tierra" Es normal que en este mundo el hombre busque una cierta seguridad, contar con los bienes necesarios para no quedar en la pobreza ni la indigencia, gracias al esfuerzo de su trabajo a su propio favor y la de su familia. Tal esfuerzo no es ilegítimo. Sin embargo, el peligro de darles una importancia excesiva de estos bienes de la tierra en desmedro de los verdaderos bienes del cielo que perduran y que son los que dan el verdadero sentido a nuestra vida nos asecha siempre. Tener una casa bonita, con jardín hermoso, poder viajar a varios lugares atractivos, tener prestigio en la comunidad etc. son bienes apreciables, pero al final no perduran, ni la verdadera felicidad que anhelamos la podemos comprar con el dinero, ni la estima de otros. Por eso, San Pablo nos exhorta: "Dad muerte a todo a todo lo que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia,, que es una idolatría".
Es interesante que San Pablo mencione la fornicación en primer lugar. Él vivió en una cultura de desenfreno sexual como la nuestra y el cristiano tenía que rechazar todo tipo de impureza. Un estudio en Estados Unidos demuestra que solo 11% de los adolescentes partícipes en el estudio considera importante llegar al matrimonio sin haber tenido relaciones sexuales. Por otro lado, hay una verdadera epidemia en la pornografía, gracias al Internet que la hace mucho más accesible no sólo a adolescentes sino también a adultos casados. Hay otro fenómeno y es la adicción de muchas mujeres a las novelas romátincas, que también tienden a ser pornográficas.
Luego, San Pablo llama la codicia y la avaricia una idolatría, es decir, el culto a un dios falso. En griego, latreia signfica el culto debido sólo al verdadero Dios. eidolon signfica la imagen de un dios, en nuestro caso, un dios pagano falso. Hoy en día no se suele rendir culto a este tipo de imagen de un dios pagano, sino a través del consumismo, la acumulaciónd de bienes y aparatos, de la búsqueda de la fama, del poder y del placer, rendir culto a otra cosa que no es Dios.
E nuestro evangelio de hoy, una persona pide a Jesús que sea mediado de un pleito entre familiares por una herencia. Este tipo de pleito se da mucho también en nuestros días y lleva a un verdadero odio entre familiares. Jesús rechaza la petición, pero aprovechar para enseñar a través de un parábola la misma lección que hemos encontrado en nuestras dos lecturas anteriores. Se trata del dueño de un campo que tiene la suerte de tener una gran cosecha. Decide derrumbar sus graneros y construir otros para guardar su inmensa cosecha. Dice para si: Tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe y banquetea. Es decir, pone toda su confianza en la riqueza que ha acumulado. No busca un verdadero tesoro perdurable en el cielo. Jesús lo llama necio porque esa misma noche le reclamarán su vida. y las cosas que preparaste, ¿para quién serán? El pasaje concluye: Así es el que atesora riquezas y no se enriquece en orden a Dios.
Por lo tanto, para Jesús, hay riquezas y riquezas, verdaderas y falsas. Èstas se acumulan con afán de alcanzar una seguridad basada en ellas y consisten en regar fuera de tiesto. En otro pasaje Jesús dice: Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde la vida? (Mt 16,26). Esta frase impactó muchñismo a San Francisco Javier cuando como estudiante en la Universidad de París, fue uno de los primeros en hacer los Ejercicios Espirituales con el mismo San Ignacio de Loyola. Y ¿cuál es el tesoro que vale ante Dios? Es aquello que según Jesús tiene el mayor valor, el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, dar prioridad a Dios, a Jesucristo y su ley en nuestra vida. Implica una guerra sin cuartel al egoismo, a la vanidad o la búsqueda de lo que en realidad no vale o no perdura. Para alcanzar el tesoro en el cielo, como dice Jesús, convien vender todo lo demás para alcanzarlo.
Pidamos a Dios en este domingo poder sopesar lo que verdaderamente tiene valor en nuestra vida, aquella que va a perdurar. Está claro que las riquezas materiales, el consumismo, el vivir al momento sin pensar que esta vida es breve, "como paja que arrebata el viento" que se dice en varios Salmos, que nada en este mundo perdura. San Agustín decía que hay una ley inscrita en todo ser existente en este mundo, que ha sido creado de la nada, y es que tiende a volver a la nada. Dios nos ha regalado la vida como un camino para ir descubriéndole a Él a través de Jesús que se entregó por amor a nosotros y alcanzar el abrazo eterno con Èl en el cielo. Si fracasamos en este intento, si pensamos y nos anhelamos en tener los bienes efímeros que se puede tener en este mundo, seremos las personas más necias y no alcanzarmeos el sueño de Dios para nosotros. Hagamos caso a este mensaje importante, incluso fundamental, que nuestras tres lecturas de hoy nos entregan.
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