sábado, 27 de junio de 2020

LA AYUDA MUTUA Y LA HOSPITALIDAD

HOMILÍA DEL DOMINGO XIII, CICLO A , 28 DE JUNIO DE 2020.

Hoy nos toca una lectura del Segundo Libro de Reyes, Hace no mucho hemos leído otro pasaje de este mismo libro acerca del Profeta Elías. Ahora corresponde a su sucesor Eliseo que después de la desaparición de Elías en un carro de fuego, recogió su manto y prosigue con la misión profética.  El profeta pasaba por un pueblo llamado Sunam y una señora rica lo invitó a su casa. Luego, cada vez que pasaba por allí visitaba a esa buena señora y su marido y le daba de comer y un lugar donde descansar hasta que la señora sugirió a su esposo que hicieran un cuarto bien equipado para que Eliseo pudiera descansar al pasar por el pueblo, El esposo estaba de acuerdo y lo hicieron. Ella percibía que era un profeta y un hombre santo que merecía ese trato. Resulta que la pareja no tenían hijos que en la Biblia siempre es algo doloroso, pues los hijos son una gran bendición de Dios. El profeta le dice que en un año volverá  y habrá tenido un hijo y así fue.
Ciertamente la hospitalidad era algo muy apreciado en la Biblia y eso queda claro en las palabras recogidas en nuestro Evangelio de hoy:  El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, solo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» Además, en aquella época no  se viajaba con la comodidad con la que hoy en día viajamos y si no logramos llegar a tiempo a nuestro destino tenemos la posibilidad de alojar en algún hotel. En aquellos tiempos, se viajaba de pie y solo los ricos a caballo. El favor de la señora para con el profeta era un acto notable de caridad y de bondad. También constatamos en los Hechos y en las Cartas cómo San Pablo siempre encontraba a personas amables y curativas con quienes podía alojar. 

En estos meses en los que hemos tenido no solo la experiencia del confinamiento obligatorio con amenaza de multas, sino incluso en muchos casos han quedado cerradas las Iglesias y la práctica totalidad de las actividades pastorales e incluso en muchas partes la misma Eucaristía suspendidas. Algunos sacerdotes han hecho un gran esfuerzo por mantenerse en contacto con sus feligreses, mientras otros menos. La misión y vocación sacerdotal está al servicio de los feligreses y el sacerdote se debe a ellos. San Juan Enrique Newman comentaba a su obispo en una conversación que nosotros los sacerdotes sin los fieles no tenemos ningún sentido. De hecho, si el sacerdote tiene un techo, si tiene de qué comer y cómo movilizarse, se debe a las contribuciones de los fieles. 

Los sacerdotes diocesanos viven  solos y en después de un domingo de varias misas y otras obligaciones pastorales termina su día llegando a su casa vacía. El sacerdote tiene la obligación de atender los requerimientos de los feligreses dentro de lo posible. Lo bueno sería que tanto él como ellos no se olvidasen que todos somos imperfectos y ser comprensivos unos con otros. A veces, algunos fieles, ver la parroquia como una proveedora de servicios, y consideran que tienen "derechos del consumidor" como pasa en el caso de las tiendas. Creo que tanto a él como ellos les ayudaría hacer un repaso de las cartas de San Pablo y aprender unas buenas lecciones sobre la comunión y la fraternidad que debería de existir entre unos y otros. San Pablo comienza sus cartas expresando su alegría al comunicarse con sus cristianos y los alaba, aunque uno capta más adelante que hay gente complicada, que hay defectos. Por ejemplo, en la Carta a los Romanos, al final manda muchos saludos a diversas personas mencionando sus nombres. Es inevitable que hay algunos roces o desacuerdos, pero como dice el refrán "hablando se entiende la gente"

Ojalá todos, clero y laicos aprendamos cada vez más a ser corteses, agradecidos, comprensivos y no fijarnos tanto en los derechos, cosa que se exagera en la cultura en la que estamos inmersos, 





sábado, 20 de junio de 2020

LA MISIÓN PROFÉTICA DE TODOS LOS BAUTIZADOS

HOMILÍA DOMINGO 21 DE JUNIO DE 2020

Hoy nos toca una lectura impresionante del Profeta Jeremías. Probablemente, bastantes católicos no conocen mucho de este profeta. Salen algunas lecturas de a lo largo del los tres ciclos de lecturas bíblicas dominicales. Frecuentemente, la primera lectura de las Misas de Ordenaciones se proclama. Me acuerdo que se leyó en mi ordenación. Como es normal en la Biblia, se identifica al personaje diciendo de quién era hijo y de donde era. Era hijo de Jilquías, sacerdote de Anatot, que era un pequeño pueblo tal vez a unos 30 km de Jerusalén. Hay un desacuerdo sobre su fecha de nacimiento. Algunos sostienen que nació alrededor del año 651 a. C. mientras otros sostienen que fue el año 630 más o menos. En todo caso, vivió un una época de una grandísima crisis para el pequeño reino de Judá y obviamente para Jerusalén. Como en el caso de otros profetas, se nos presente el relato de su vocación profética: Dios se comunica con él y le dice: ""Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí.", Jeremías, como otros profetas con la excepción de Isaías no tiene muchas ganas de aceptar la misión que Dios le entregaba y pone la objeción de su escasa edad que era un muchacho y que no sabía hablar en público, posiblemente alrededor de 16 a 18 años, pero Dios insiste: ""No digas: «Soy un muchacho», pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. 8.No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte - oráculo de Yahveh", Entonces, Dios alargó su mano la colocó  sobre su boca y le dijo: ""Mira que he puesto mis palabras en tu boca. 10.Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar." Obviamente, Dios no le estaba entregando una misión fácil, pues extirpar y destruir, perder y derrocar no iba a poder realizarse sin mucha oposición, que es lo que caracterizó a Jeremías a lo largo de su vida. El profeta es uno que habla de parte de Dios y como sabemos son muchos que simplemente no quieren escuchar el mensaje de Dios porque se opone a sus planes y su búsqueda del placer, de la riqueza o del poder. 

La crisis que afectaba el Reino de Judá en la época de Jeremías era que el Rey de Babilonia, luego de haber derrocado el Imperio de Asiria en el año 609 a. C. , que igual que Babilonia se encuentra en lo que es ahora Irak,  como cualquier imperio se pone a dominar y exigir tributo a los pequeños países periféricos o conquistarlos e integrarlos en su imperio. Ese ere al plan del Rey Nabucodonosor de Babilonia de manera que mandó a su ejército dos veces a Jerusalén y se llevó al exilio en Babilonia un nutrido grupo de judíos, de la gente importante e influyente, incluyendo a sacerdotes, entre ellos el Profeta Ezequiel, que también era del estamento sacerdotal. Resulta que Dios le mandaba a Jeremías que profetizar en el templo y pidiera a la gente que se entregara al Rey de Babilonia. Había otra facción que esperaba que Egipto les ayudara, pero ningún profeta era favorable a someterse a Egipto porque Dios había sacado su pueblo de la opresión del Faraón en Egipto, y volver allí sería como una negación de todo lo que Dios había hecho a favor del pueblo. Muchos consideraban a Jeremías como un traidor por pedir que se entregaran al Rey de Babilonia, y de ahí la tremenda oposición que encontró de parte de los funcionarios, sacerdotes y falsos profetas. Es lo que constatamos en nuestra primera lectura, que forma parte de lo que se llama La Confesión de Jeremías. Proclamaba terror por todos lados y como hoy en día, nadie quiere escuchar un mensaje de terror y destrucción. Hasta sus amigos decían: "A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él.". 

Jeremías se dirige a Dios para lamentarse de su situación. El rey, manejado por sus consejeros, se opuso al Rey de Babilonia que puso sitio a Jerusalén y Jeremías había ido al templo a proclamar la palabra de Dios que indicaba que tenían que rendirse al Rey de Babilonia. Lo escuchó Pasjur, el jefe del Templo y lo metió en el calabozo, pero Jeremías le aseguró que él moriría a manos de los caldeos y que sus allegados serían conducidos a Babilonia al exilio. En esta situación, Jeremías se dirige a Dios: ""Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir; me has agarrado y me has podido. He sido la irrisión cotidiana: todos me remedaban.". Sin embargo, a pesar de su situación dice"No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre.» Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no podía" y  "Pero Yahveh está conmigo, cual campeón poderoso. Y así mis perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su imprudencia: confusión eterna, inolvidable" (20,11). Pese a todo, Jeremías puede decir "pero Yahveh está conmigo, cual campeón poderoso". Para él, la Palabra de Dios es como un fuego ardiente dentro de sus huesos y no lo puede apagar. Como que la la fuerza la tiene que comunicar. Jeremías era una persona sensible, amante de su país y preocupado por la suerte de sus contemporáneos que iban a morir o ser llevados a Babilonia como exiliados, y no pudo callar lo que Dios le comunicaba. 

El Concilio Vaticano II afirma que todo bautizado es profeta, es decir, le corresponde proclamar la Palabra de Dios a los que están a su alrededor. Vivimos en un mundo de extremo secularismo y lo cómodo sería callar y evitar líos, pues la gran mayoría de la gente de hoy no quiere escuchar la Palabra de Dios. "Y así mis perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su imprudencia: confusión eterna, inolvidable".

 Vivimos en un mundo extremadamente secularista y relativista, como decía el Papa Benedicto, reina la dictadura del relativismo, y un gran porcentaje de la gente se opone  tajantemente a la Palabra de Dios, no la quieren escuchar y no es que sean tolerantes. . Es la primera vez en la historia de la humanidad en la que se quiere vivir la vida sin ninguna referencia a un Dios o creador ni hacerle caso a las exigencias morales. Muchos tienen su confianza en la ciencia como la única fuente de la verdad y consideran el planteamiento de la fe cristiana como mero mito a no ser tomado en serio y reaccionan con mucha virulencia como los contemporáneos de Jeremías. Probablemente la mayoría de los católicos se quedan callados, no comunican su fe, incluso entre sus familiares. Es un tema tabú. En el mundo actual prevalece la ideología masónica que proclama el secularismo, la supuesta tolerancia, aunque ellos son extremadamente intolerantes ante el cristianismo, Una norma de los masones que se que se habla de la religión ni la política en la logia, algo que ha sido asumido por muchos católicos. ¿Acaso algún político español y menos un francés, aunque sea católico,  menciona a Dios? Muchos católicos piensan que no les corresponde como laicos la misión profética, que es cosa de curas y monjas. Pero, ¡qué dice Jesús? Antes de subir al cielo les dijo a un gran grupo de sus seguidores en una montaña de Galilea " Id y hacen discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y yo estaré con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos" (Mt 28,16-20). Había un tiempo en el que en Europa se consideraba que esta comisión se había cumplido y para poder proclamar el evangelio había que ir a otra parte del mundo. Hoy en día, lo que hay es un nuevo paganismo, mucho peor que el paganismo que encontró San Pablo, que en buena medida estaba abierta a la proclamación del Evangelio. Entonces, uno tendría que pensar que ante esta apostasía generalizada todos los católicos están llamados a hacer un esfuerzo especial por evangelizar sea en la familia, en el lugar de trabajo, en cualquier circunstancia, pero son pocos los que asumen esta obligación, 
¿Si por el bautismo somos profetas, ¿a quién ha llegado nuestro mensaje? ¿Al menos hemos hecho un esfuerzo sincero y constante para darla a conocer como hizo el Profeta Jeremías aunque pocos querían hacerle caso? En el año 1969, el entonces Profesor Ratzinger, en una charla de radio en Alemania dejó una profecía sobre el futuro de la Iglesia, que a mi parecer se está cumpliendo ya hoy: "El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe. El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas. No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual. No vendrá de quienes sólo critican a los demás y se toman a sí mismos como medida infalible.
Tampoco vendrá de quienes eligen sólo el camino más cómodo, de quienes evitan la pasión de la fe y declaran falso y superado, tiranía y legalismo, todo lo que es exigente para el ser humano, lo que le causa dolor y le obliga a renunciar a sí mismo. Digámoslo de forma positiva: el futuro de la Iglesia, también en esta ocasión, como siempre, quedará marcado de nuevo con el sello de los santos. Y, por tanto, por seres humanos que perciben más que las frases que son precisamente modernas. Por quienes pueden ver más que los otros, porque su vida abarca espacios más amplios.
La generosidad que libera a las personas se alcanza sólo en la paciencia de las pequeñas renuncias cotidianas a uno mismo. En esta pasión cotidiana, la única que permite al ser humano experimentar de cuántas formas diferentes, lo ata su propio yo, en esta pasión cotidiana y sólo en ella, se abre el ser humano poco a poco. Él solamente ve en la medida en que ha vivido y sufrido. Si hoy apenas podemos percibir aún a Dios, se debe a que nos resulta muy fácil evitarnos a nosotros mismos y huir de la profundidad de nuestra existencia, anestesiados por cualquier comodidad. Así, lo más profundo en nosotros sigue sin ser explorado. Si es verdad que sólo se ve bien con el corazón, ¡qué ciegos estamos todos!
¿Qué significa esto para nuestra pregunta? Significa que las grandes palabras de quienes nos profetizan una Iglesia sin Dios y sin fe son palabras vanas. No necesitamos una Iglesia que celebre el culto de la acción en oraciones políticas. Es completamente superflua y por eso desaparecerá por sí misma. Permanecerá la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia que cree en el Dios que se ha hecho ser humano y que nos promete la vida más allá de la muerte.
De la misma manera, el sacerdote que sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al margen cuando aconseja en el ejercicio de su ministerio, sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia.
Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho. Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad. Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión. Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros.
Ciertamente conocerá también nuevas formas ministeriales y ordenará sacerdotes a cristianos probados que sigan ejerciendo su profesión: en muchas comunidades más pequeñas y en grupos sociales homogéneos la pastoral se ejercerá normalmente de este modo. Junto a estas formas seguirá siendo indispensable el sacerdote dedicado por entero al ejercicio del ministerio como hasta ahora. Pero en estos cambios que se pueden suponer, la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin. La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica.
Será una Iglesia interiorizada, que no suspira por su mandato político y no flirtea con la izquierda ni con la derecha. Le resultará muy difícil. En efecto, el proceso de la cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños. El proceso resultará aún más difícil porque habrá que eliminar tanto la estrechez de miras sectaria como la voluntariedad envalentonada. Se puede prever que todo esto requerirá tiempo.
El proceso será largo y laborioso, al igual que también fue muy largo el camino que llevó de los falsos progresismos, en vísperas de la revolución francesa –cuando también entre los obispos estaba de moda ridiculizar los dogmas y tal vez incluso dar a entender que ni siquiera la existencia de Dios era en modo alguno segura– hasta la renovación del siglo xix.
Pero tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza, porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado. Experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas.
A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía. Hay que contar con fuertes sacudidas. Pero yo estoy también totalmente seguro de lo que permanecerá al final: no la Iglesia del culto político, ya exánime, sino la Iglesia de la fe. Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte.
La Iglesia católica sobrevivirá a pesar de los hombres y las mujeres, no necesariamente gracias a ellos. Y aun así, todavía nos queda trabajo por hacer. Debemos rezar y cultivar el autosacrificio, la generosidad, la lealtad, la devoción sacramental y una vida centrada en Cristo.
En 2007, se publicó Fe y futuro, un libro donde queda recogido al completo este discurso del padre Joseph Ratzinger. https://es.aleteia.org/2016/11/28/cuando-el-sacerdote-joseph-ratzinger-predijo-el-futuro-de-la-iglesia/
¿Cómo nos va en este momento ante tales desafíos?









sábado, 13 de junio de 2020

Corpus Christi

HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR, 14 DE JUNIO DE 2020.

Al estar preparando la homilía, me enteré de este caso: https://www.hispanidad.com/confidencial/satanismo-profanaciones-eucaristicas-se-disparan-en-espana_12019124_102.html Como sabemos en casi todo el mundo, por mandato de los gobiernos, las Iglesias han estado cerradas con el pretexto del coronavirus. Aquí se trata de un episodio que se dio en la ciudad de León en España en San Marcos, que es un edificio emblemático que se ha convertido en hotel de la cadena estatal Paradores de Turismo. Parte del conjunto arquitectónico es la Iglesia en la que se celebra la misa diaria. Un señor acude a la comunión y el ministro se da cuenta de que no consume la sagrada hostia sino que se va hacia la puerta. El ministro lo sigue y exige que o la consuma o la devuelva que no está permitido llevarla fuera de la Iglesia. El tipo se molesta y rompe la forma en dos- El personaje se declara católico y hace mención del Vaticano II, indicando que no es un ignorante ni un loco. Las sagradas hostias, aprovechando el hecho de que se da la comunión en la mano se llevan para ser profanadas y se comete sacrilegio en ritos satánicos. Esto se va dando con cada vez más frecuencia en España y en otros países y no hay ninguna defensa de tipo jurídico porque según el sistema liberal que rige en todo el mundo, no es más que llevarse un pedazo de pan ázimo que por otra parte el sacerdote da gratis a los que acuden a recibirlo.

Otro episodio preocupante que se ha dado hace unos meses es la encuesta realizada por el Instituto Pew de Washington a católicos que arroja como uno de los resultados que 70% de los participantes declararon no creer en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. El Concilio Vaticano II declaró que la Eucaristía es el centro y cumbre de toda la vida de la Iglesia, verdad que debería ser obvia a cualquier católico. Se trata del tesoro más grande que tiene la Iglesia y que desde los primerísimos tiempos ha celebrado y resguardado con gran devoción, como manifiesta San Pablo en su Primera Carta a los Corintios. Es verdad que a lo largo de los siglos ha habido unas herejías en torno a la Eucaristía. En el siglo XI, un teólogo francés llamado Berengario de Tours negó la transubstanciación, llamada por los Padres de la Iglesia sin excepción "transformación" o el hecho de que el pan y el vino se convierten o son transformados en el cuerpo y sangre de Jesucristo Nuestro Señor. Todo el ser de Jesucristo, cuerpo y alma, humanidad y divinidad se transforman y lo que era pan y vino deja de serlos y lo que hay a partir de la consagración en la misa es precisamente el Cuerpo y Sangre del Señor. Luego en el siglo XVI con los heresiarcas Lutero, Calvino y Zwingli se volvió a rechazar la auténtica doctrina de la Iglesia, que como digo, se remonta a los primerísimos tiempos de la Iglesia. Lutero proponía doctrina que se denomina consubstanciación o impanación, es decir sí se da un cambio de substancia pero queda al mismo tiempo el pan por lo cual se dice "impanación", y consubstanciación o sea que está presente el pan y Jesucristo, cosa que es imposible, pues cae en una contradicción y un atentado contra el principio de no contradicción, algo no puede ser dos cosas a la vez. Calvino y Zwingli proponían una variación de la idea de que lo que hay es que el pan y el vino son símbolos nos hacen recordar lo que hizo Jesús en la última cena. Estas falsas doctrinas fueron rechazadas en el Concilio de Trento y el verdadero doctrina de siempre.

A continuación, quiero presentar una reflexión acerca del pan y del vino y por qué el Señor escogió esos dos elementos para hacerse presente y seguir siendo presente entre nosotros de la manera más fuerte hasta su segunda venida o la parusía.  En primer lugar, sabemos que en muchos pasajes del Antiguo Testamento el cielo o la vida eterna se presenta como un banquete, sea banquete de bodas u otro tipo de banquete. Todos somos conscientes de la gran diferencia que hay entre como el hombre come y se alienta y los animales. Uno de los elementos más queridos y que siempre que nos reunimos queremos compartir comida y bebida y en la ocasión de grandes fiestas como bodas, celebraciones de la Navidad, la Pascua, cumpleaños y otros aniversarios lo hacemos con más solemnidad y se prepara con mayor esmero. Me acuerdo de una encuesta que se hizo en Australia en la que preguntaban a la gente sobre qué aspecto de la vida les da más alegría y la mayoría contestaba que era las ocasiones en las que compartían una comida o una cena con amigos y familiares, incluso más que los deportes o el sexo, Por ello, no es de extrañar que Jesús haya escogido el banquete eucarístico como adelanto del banquete celestial para que podamos cumplir su mandato "haced esto en memoria mía". Además, en la cultura judía, los banquetes ceremoniales como la Pascua eran muy comunes, y constatamos que Jesús compartía la mesa con frecuencia con amigos y también con fariseos, como por ejemplo en los casos de San Mateo y Zaqueo que eran recaudadores de impuestos y odiados por la gente, como se constata por la actitud de los fariseos. Compartir la mesa con uno significaba una comunión de vida. Hoy en día, en la época de la comida chatarra  cuando la gente, especialmente los jóvenes, sacan alguna comida preparada de la nevera y se pone a comerlo estando conectado a un teléfono móvil o delante del televisor. De hecho en Estados Unidos, no solamente ahora,  sino desde hace tiempo, se venden platos combinados completos congelados que se calienten en microondas y se llaman "almuerzo TV". Esta costumbre hace más difícil captar todo el simbolismo del banquete y del compartir la comida y por ende la vida que están detrás de la Eucaristía.

Como constatamos en el Padre Nuestro, Jesús nos propone la petición "danos hoy nuestro pan de cada día". La traducción correcta del griego que dice "arton epioousion" que sería "pan super substancial"- No se trata, pues de cualquier pan sino como dice San Juan "el pan de vida" que nos conduce a la vida eterna. En el ofertorio de la misa, el sacerdote eleva la patena con el pan y reza: "Bendito sea el Señor Dios del universo por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre que será para nosotros pan de vida". En el mundo mediterráneo donde vivía Jesús, el pan era el alimento básico, común y diario y en este sentido también "super substancial". Provenía del trigo como don de Dios que dependía también del agua y del sol, pero requería una intervención del hombre, que implicaba la siembra, la cosecha, todo el proceso de convertir el trigo en harina, el de convertir la harina en pan con el agua y la levadura además del trabajo de amasarla con las manos. Por otro lado, Dios prometía una nueva creación, cielos nuevos y tierra nueva de manera que todo el universo será transformado siendo el primer paso la Resurrección de Jesús y nuestra celebración de la Eucaristía una actualización del Misterio Pascual, de todo lo que hizo Jesús sobre todo su muerte y resurrección. En cuanto al vino, tiene otro simbolismo en la Biblia, pues sin vino no hay fiesta ni celebración como podemos constatar en el caso de a Boa de Caná (J 2). También la protesta presentan la época mesiánico como caracterizada por una abundancia de vino suculento. El vino simboliza la alegría, como reza el dicho latino "vinum laetificat cor" (el vino alegra el corazón"). Dios nos promete alegría y gozo abundantes y nuestra participación en la Sagrada Eucaristía es un adelante del gozo eterno que nos tiene reservado.

Desde el siglo XIII, cuando se creó la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, esta fiesta con su procesión ha sido una de las ocasiones de mayor alegría del pueblo cristiano. Decoraban las calles del recorrido de la solemne procesión con banderas y abundantes flores, además, la gente vestida con su mejor ropa. Se trata de una gran ocasión en la que el Señor es llevado solemnemente  por las calles donde normalmente se lleva a cabo los negocios y al final de  la solemne bendición con el Santísimo. ¡Cómo no celebrar con alegría la presencia del Señor que es paseado por las calles, manifestando así su presencia en medio de nosotros!. En esta época rara que nos toca vivir en el que los gobiernos nos han obligado a confinarnos en las casas, a tapar la boca con mascarillas y otras medidas poco justificadas, que esta celebración del Corpus Christi nos llene de alegría y nos recuerde que, aunque todavía vivimos "gimiendo y llorando en este valle de lágrimas", dándonos cuenta de que así como la muerte no pudo tener poder sobre Jesús, sino que resucitó gloriosamente en el Domingo de Pascua, nosotros resucitaremos plenamente con Él, para se cumpla el plan de Dios que no termina en la muerte sino en la vida sin fin".  "Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos, y ellos serán su pueblo, y Él, Dios, con ellos será su Dios". Y enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá muerte ni llanto, ni gritos, ni fatigas porque el mundo viejo ya ha pasado" (Ap 21,4-5). 




sábado, 6 de junio de 2020

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

HOMILÍA PARA LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, 7 DE JUNIO DE 2020

El domingo que sigue a Pentecostés lo dedica la Iglesia a recordar el misterio más grande y central del nuestra fe, el hecho de que Dios es una naturaleza y tres personas. Si nos fijamos, cada vez que nos persignamos lo hacemos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Si ponemos atención a la Santa Misa, veremos que desde el inicio hasta el final toda la oración de la Iglesia que es la Liturgia está dirigida al Padre, por Jesucristo su Hijo Nuestro Señor y el Espíritu Santo. No pocas personas piensan que no hace falta intentar reflexionar sobre este misterio, porque es un misterio y por ello más allá de nuestra capacidad de comprensión. Sabemos, como afirma Santo Tomás de Aquino, sabemos más sobre lo que Dios no es que lo que. San Agustín dice "Si comprehendis non est Deus", si lo comprende no es Dios. Es decir, Dios no forma parte de nuestro mundo que somos capaces de comprender. En todo caso, piensan que es una cuestión especulativa que poco o nada tiene que ver con la vida real y concreta, que se dediquen a reflexionar sobre la Trinidad los teólogos. Vamos a ver, pues que tal actitud esta´equivocada y que Dios no se ha revelado para satisfacer nuestra curiosidad sin para nuestra salvación, para que lleguemos dentro de lo posible a conocer el misterio de la creación y del hombre, que según nos dice el Libro del Génesis, Dios nos creó a su imagen y semejanza. Con la ayuda de las lecturas bíblicas que la Iglesia nos propone hoy procuraremos descubrir deberíamos interesarnos no solo del misterio del hombre sino que sin su relación a Dios que es uno y trino no es posible alcanzar a comprender al hombre, su naturaleza y  su destino

San Pablo en la breve segunda lectura, tomada del final de su Segunda Carta a los Corintios se despide de la comunidad con este deseo: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con vosotros". Es uno de los textos importantes del Nuevo Testamento que en una frase se refiere a las tres personas y el aspecto central que se resalta es la gracia y el amor.   Otro texto emblemático que también resalta el amor es el del Evangelio de San Juan que nos toca escuchar hoy, 3,16: "Tanto amó Dios al mundo que para que no perezca ninguno de los que creen en Él sino que tengan vida eterna".

Pasemos ahora a nuestra `primera lectura, tomada del Libro del Éxodo. Se sitúa en el momento en el que después de recibir Moisés  las dos tablas de la Ley de Dios en el Monte de Sinaí y de haber descubierto que el Pueblo juntamente con Aarón estaba adorando el becerro de oro, y en su ira haber roto las tablas y hecho polvo del becerro, Moisés vuelve a subir al monte. Notemos que Moisés al subir la montaña entra en una nube. Es algo común en la Biblia, Dios se manifiesta en una densa nube, significando que, como hemos visto que no lo conocemos cara a cara en este mundo. Por experiencia probablemente sabemos lo difícil es conducir un coche en medio de una niebla pesada y cómo se ve muy poco. En las grandes fiestas, la Iglesia suele utilizar el incienso en la Misa. Además del olor, el significado de la quema del incienso es formar este tipo de ambiente. También en Sinaí cuando Moisés estaba en la montaña se veía relámpagos y fuego. Todo esto tiende a indicar que es imposible ver a Dios directamente, al menos en esta vida.

Podríamos preguntarnos si Dios no hubiera creado el universo y todos nosotros, igualmente sería: "compasivo y misericordioso", expresión que encontramos en nuestra primera lectura de hoy.  o si podríamos conocer estas características de Él". Obviamente, Dios no tenía ninguna necesidad de crear nada y si lo ha hecho es por pura bondad y el deseo de hacer que nosotros podamos participar en su felicidad eterna, o como dice San Juan "que tengamos vida eterna". Dado que la misericordia y la compasión son aspectos del amor, y en su Primera Carta, San Juan afirma que "Dios es amor", y San Juan Pablo II dice que la misericordia es el aspecto más exquisito del amor de Dios, no es algo  extra o secundario. Por otro lado, Santo Tomás de Aquino nos recuerda que "todo lo que hay en Dios es Dios". Posee la plena perfección de manera infinita.

A lo largo de los primeros siglos de la vida de la Iglesia, se dieron varias herejías en contra de la doctrina de la Santísima Trinidad. Esta doctrina era un obstáculo para que algunos judíos se hicieron cristianos debido a su monoteísmo extremo. La principal herejía que se dio fue la de Arrio, un sacerdote de Alejandría que decía que "hubo un tiempo en el que el Verbo no existía". Sí era la criatura primera y más perfecta pero no divino. Se celebraron muchos concilios y no pocos cristianos se sumaron a este error. El Concilio de Nicea del año 325 se enfrentó con este error y publicó el Credo de Nicea. Es el que recitamos en la Misa, excepto que fue completado por otro Concilio en Constantinopla (año 381) porque solo decía "creo en el Espíritu Santo" de manera que se suele llamar el Credo Niceno-constantinopolitano. En el tiempo entre los dos concilios, surgieron otros herejes que fueron llamados "enemigos del Espíritu Santo" porque negaban la divinidad del Espíritu Santo.

Vamos a comentar un poco más lo que es a mi parecer el aspecto central de la doctrina trinitaria resumida por San Juan en su Primera Carta cuando afirma que "Dios es amor" 4,8). El islam niega rotundamente que Alá tenga "asociados" que sería el pecado más grave concebible. Es un dios lejano con el que no se puede entrar en una relación y más bien parece un tirano. Si Dios es amor, tiene que haber uno que ama, que es el Padre, principio y fundamento de la divinidad, uno que es amado, que es el Hijo y el amor entre ellos o como dice San Pablo "la comunión" del Espíritu Santo. Podemos afirmar esto de Dos por lo que nos ha enseñado Jesús. San Agustín  en su obra maestra sobre la Trinidad se esfuerza por encontrar analogías y huellas de la trinidad en la creación y de manera especial en el hombre, imagen y semejanza de Dios. Por otra parte, si Dios nos ha creado con las características que tenemos y  nos invita a entrar en comunión con Él, eso tiene que necesariamente ser posible. Tenemos un alma espiritual  o inmaterial e inmortal, es decir, aunque está unida al cuerpo no depende tan radicalmente de la materia  que es capaz de una vida separada del cuerpo, precisamente cuando morimos hasta la resurrección al  final de los tiempos. Tiene que haber una cierta semejanza aunque obviamente la diferencia entre nosotros y Dios es mucho mayor para poder alcanzar la promesa de la vida eterna. Hace falta que haya una suerte de "enganche", para que podamos participar en la naturaleza divina (2 Pe 3-21).  Esto se llama la gracia, que como hemos señalado arriba, San Pablo menciona en nuestra segunda lectura de hoy. Se da una elevación de la naturaleza humana nuestra para que podamos llegar a esta comunión con las divinas personas, cosa simplemente imposibles para los meros animales, incluso los más perfectos de ellos como los monos.

Espero haber podido explicar por qué el Misterio de la Santísima Trinidad no es algo remoto que no tiene que ver con nuestra vida concreta, algo sobre el que bien podrán discutir los teólogos y lejano de nosotros. San Pablo decía a los filósofos de Atenas "en el vivimos, nos movemos y existimos".