sábado, 13 de junio de 2020

Corpus Christi

HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR, 14 DE JUNIO DE 2020.

Al estar preparando la homilía, me enteré de este caso: https://www.hispanidad.com/confidencial/satanismo-profanaciones-eucaristicas-se-disparan-en-espana_12019124_102.html Como sabemos en casi todo el mundo, por mandato de los gobiernos, las Iglesias han estado cerradas con el pretexto del coronavirus. Aquí se trata de un episodio que se dio en la ciudad de León en España en San Marcos, que es un edificio emblemático que se ha convertido en hotel de la cadena estatal Paradores de Turismo. Parte del conjunto arquitectónico es la Iglesia en la que se celebra la misa diaria. Un señor acude a la comunión y el ministro se da cuenta de que no consume la sagrada hostia sino que se va hacia la puerta. El ministro lo sigue y exige que o la consuma o la devuelva que no está permitido llevarla fuera de la Iglesia. El tipo se molesta y rompe la forma en dos- El personaje se declara católico y hace mención del Vaticano II, indicando que no es un ignorante ni un loco. Las sagradas hostias, aprovechando el hecho de que se da la comunión en la mano se llevan para ser profanadas y se comete sacrilegio en ritos satánicos. Esto se va dando con cada vez más frecuencia en España y en otros países y no hay ninguna defensa de tipo jurídico porque según el sistema liberal que rige en todo el mundo, no es más que llevarse un pedazo de pan ázimo que por otra parte el sacerdote da gratis a los que acuden a recibirlo.

Otro episodio preocupante que se ha dado hace unos meses es la encuesta realizada por el Instituto Pew de Washington a católicos que arroja como uno de los resultados que 70% de los participantes declararon no creer en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. El Concilio Vaticano II declaró que la Eucaristía es el centro y cumbre de toda la vida de la Iglesia, verdad que debería ser obvia a cualquier católico. Se trata del tesoro más grande que tiene la Iglesia y que desde los primerísimos tiempos ha celebrado y resguardado con gran devoción, como manifiesta San Pablo en su Primera Carta a los Corintios. Es verdad que a lo largo de los siglos ha habido unas herejías en torno a la Eucaristía. En el siglo XI, un teólogo francés llamado Berengario de Tours negó la transubstanciación, llamada por los Padres de la Iglesia sin excepción "transformación" o el hecho de que el pan y el vino se convierten o son transformados en el cuerpo y sangre de Jesucristo Nuestro Señor. Todo el ser de Jesucristo, cuerpo y alma, humanidad y divinidad se transforman y lo que era pan y vino deja de serlos y lo que hay a partir de la consagración en la misa es precisamente el Cuerpo y Sangre del Señor. Luego en el siglo XVI con los heresiarcas Lutero, Calvino y Zwingli se volvió a rechazar la auténtica doctrina de la Iglesia, que como digo, se remonta a los primerísimos tiempos de la Iglesia. Lutero proponía doctrina que se denomina consubstanciación o impanación, es decir sí se da un cambio de substancia pero queda al mismo tiempo el pan por lo cual se dice "impanación", y consubstanciación o sea que está presente el pan y Jesucristo, cosa que es imposible, pues cae en una contradicción y un atentado contra el principio de no contradicción, algo no puede ser dos cosas a la vez. Calvino y Zwingli proponían una variación de la idea de que lo que hay es que el pan y el vino son símbolos nos hacen recordar lo que hizo Jesús en la última cena. Estas falsas doctrinas fueron rechazadas en el Concilio de Trento y el verdadero doctrina de siempre.

A continuación, quiero presentar una reflexión acerca del pan y del vino y por qué el Señor escogió esos dos elementos para hacerse presente y seguir siendo presente entre nosotros de la manera más fuerte hasta su segunda venida o la parusía.  En primer lugar, sabemos que en muchos pasajes del Antiguo Testamento el cielo o la vida eterna se presenta como un banquete, sea banquete de bodas u otro tipo de banquete. Todos somos conscientes de la gran diferencia que hay entre como el hombre come y se alienta y los animales. Uno de los elementos más queridos y que siempre que nos reunimos queremos compartir comida y bebida y en la ocasión de grandes fiestas como bodas, celebraciones de la Navidad, la Pascua, cumpleaños y otros aniversarios lo hacemos con más solemnidad y se prepara con mayor esmero. Me acuerdo de una encuesta que se hizo en Australia en la que preguntaban a la gente sobre qué aspecto de la vida les da más alegría y la mayoría contestaba que era las ocasiones en las que compartían una comida o una cena con amigos y familiares, incluso más que los deportes o el sexo, Por ello, no es de extrañar que Jesús haya escogido el banquete eucarístico como adelanto del banquete celestial para que podamos cumplir su mandato "haced esto en memoria mía". Además, en la cultura judía, los banquetes ceremoniales como la Pascua eran muy comunes, y constatamos que Jesús compartía la mesa con frecuencia con amigos y también con fariseos, como por ejemplo en los casos de San Mateo y Zaqueo que eran recaudadores de impuestos y odiados por la gente, como se constata por la actitud de los fariseos. Compartir la mesa con uno significaba una comunión de vida. Hoy en día, en la época de la comida chatarra  cuando la gente, especialmente los jóvenes, sacan alguna comida preparada de la nevera y se pone a comerlo estando conectado a un teléfono móvil o delante del televisor. De hecho en Estados Unidos, no solamente ahora,  sino desde hace tiempo, se venden platos combinados completos congelados que se calienten en microondas y se llaman "almuerzo TV". Esta costumbre hace más difícil captar todo el simbolismo del banquete y del compartir la comida y por ende la vida que están detrás de la Eucaristía.

Como constatamos en el Padre Nuestro, Jesús nos propone la petición "danos hoy nuestro pan de cada día". La traducción correcta del griego que dice "arton epioousion" que sería "pan super substancial"- No se trata, pues de cualquier pan sino como dice San Juan "el pan de vida" que nos conduce a la vida eterna. En el ofertorio de la misa, el sacerdote eleva la patena con el pan y reza: "Bendito sea el Señor Dios del universo por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre que será para nosotros pan de vida". En el mundo mediterráneo donde vivía Jesús, el pan era el alimento básico, común y diario y en este sentido también "super substancial". Provenía del trigo como don de Dios que dependía también del agua y del sol, pero requería una intervención del hombre, que implicaba la siembra, la cosecha, todo el proceso de convertir el trigo en harina, el de convertir la harina en pan con el agua y la levadura además del trabajo de amasarla con las manos. Por otro lado, Dios prometía una nueva creación, cielos nuevos y tierra nueva de manera que todo el universo será transformado siendo el primer paso la Resurrección de Jesús y nuestra celebración de la Eucaristía una actualización del Misterio Pascual, de todo lo que hizo Jesús sobre todo su muerte y resurrección. En cuanto al vino, tiene otro simbolismo en la Biblia, pues sin vino no hay fiesta ni celebración como podemos constatar en el caso de a Boa de Caná (J 2). También la protesta presentan la época mesiánico como caracterizada por una abundancia de vino suculento. El vino simboliza la alegría, como reza el dicho latino "vinum laetificat cor" (el vino alegra el corazón"). Dios nos promete alegría y gozo abundantes y nuestra participación en la Sagrada Eucaristía es un adelante del gozo eterno que nos tiene reservado.

Desde el siglo XIII, cuando se creó la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, esta fiesta con su procesión ha sido una de las ocasiones de mayor alegría del pueblo cristiano. Decoraban las calles del recorrido de la solemne procesión con banderas y abundantes flores, además, la gente vestida con su mejor ropa. Se trata de una gran ocasión en la que el Señor es llevado solemnemente  por las calles donde normalmente se lleva a cabo los negocios y al final de  la solemne bendición con el Santísimo. ¡Cómo no celebrar con alegría la presencia del Señor que es paseado por las calles, manifestando así su presencia en medio de nosotros!. En esta época rara que nos toca vivir en el que los gobiernos nos han obligado a confinarnos en las casas, a tapar la boca con mascarillas y otras medidas poco justificadas, que esta celebración del Corpus Christi nos llene de alegría y nos recuerde que, aunque todavía vivimos "gimiendo y llorando en este valle de lágrimas", dándonos cuenta de que así como la muerte no pudo tener poder sobre Jesús, sino que resucitó gloriosamente en el Domingo de Pascua, nosotros resucitaremos plenamente con Él, para se cumpla el plan de Dios que no termina en la muerte sino en la vida sin fin".  "Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos, y ellos serán su pueblo, y Él, Dios, con ellos será su Dios". Y enjugará toda lágrima de sus ojos y no habrá muerte ni llanto, ni gritos, ni fatigas porque el mundo viejo ya ha pasado" (Ap 21,4-5). 




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