Homilía del V Domingo de Cuaresma, ciclo A, 2 de abril de 2017
Al principio del Siglo IV, en Alejandría de Egipto, el sacerdote Arrio proclamó su doctrina según la cual Jesucristo no es Dios, que hubo en timepo en el que no existía, de manera que no es más que una criatura aunque el primero el más perfecto. El gran campeón de la ortodoxia en aquellas circunstancias tan graves para la Iglesia fue San Atanasio, obispo de Alejandría. Uno de los principales argumentos que él presentó para defender la verdadera dividiad de Cristo fue : Si Jesucristo no es Dios, entonces no estamos salvados, pues el mal en general y el pecado es algo tan grave que sólo Dios es capaz de remediarlo. Este se denomina "el arguemnto soteriológíco". "Sóter" en griego significa salvación.
En el año 1961, en su discurso de inaguración, el Presidente Kennedy afirm: "Los problemas del hombre fueron creados por él, y él tiene la capacidad de resolverlos". La idea según la cual el hombre es capaz de resolver sus problemas con tal de que se empeñe, se organice, eche mano de la ciencia etc. es algo comúnmente sostenido incluso por católicos. Se trata de una herejía propuesta por un monje probablemente británico, muy acético que trabajó como director de gente devota en Roma a principios del siglo IV. Se llamaba Pelagio. El afirmaba que Dios nos ha dado el libre albedrío, y si es así tenemos la capacidad de usarla y por lo tanto hacer el bien y salvarnos. En todo, caso, Jesucrito nos da un estímiulo y un buen ejemplo. San Agustín se opuso terminante contra esta idea, pues si se acepta, va por el borde todo el misterio de la redención.
Este quinto domingo de Cuaresma, nos toca el tercer gran episodio del Evangelio de San Juan que nos toca esta Cuaresma, la resurrección de Lázaro. Para ayudarnos a captar el sentido profundo de este pasaje, voy a referirme al Comentario de San Juan sobre él (Tratado 49, del autumno del año 414 http://www.augustinus.it/spagnolo/commento_vsg/index2.htm). Veremos también cómo se relaciona con lo que he escrito arriba. La pecado es la muerte del alma, y obviamente, nosotros no tenemos ningún control o poder sobre él.
Nuestro santo afirma:
Pero todo hombre teme la muerte de la carne; la muerte del alma, pocos. Respecto a la muerte de la carne, que sin duda va a llegar alguna vez, todos procuran que no llegue; de eso es de lo que se preocupan. El hombre que va a morir se preocupa de no morir, mas no se preocupa de no pecar el hombre, que a vivir eternamente. Y, cuando se preocupa de no morir, sin causa se preocupa, pues consigue diferir mucho la muerte, no evadirla; si, en cambio, no quiere pecar, no se preocupará y vivirá eternamente. ¡Oh, si pudiéramos estimular a los hombres y con ellos estimularnos en idéntico grado a ser tan amadores de la vida permanente, como los hombres son amadores de la vida huidiza!
Es cierto que todos nos preocupamos de la muerte de la carne y tomamos medios a nuestro alcance para al menos lograr que no llegue, aunque sabemos que sí llegará, pero al menos que demore mñas en llegar. Sin embargo, no noso preoucpamos de evitar el pecado y lograr vivir eternamente, que es muchísmo más importante. ¿Cómo es posible que descudemos tanto la vida verdadera y eterna? Los deportistas se esfuerzan enormente para lograr ganar el partido o alcanzar el premio, pero se trata de algo que marchita y no ponemos el mismo eméño en alcanzar el verdadero premio que no perecerá.
Sin duda los milagros más ipresionantes de Jesús fueron las tres resurreciones de muertos: En primer lugar, la de la hija Jairo, el jefe de la sinagoga que era muy joven estaba dentro de la casa, indicando que el pecado estaba escondido, como comenta San Agustìn. En segundo lugar, resucitó al joven hijo de una viuda fuera de la ciudad, al estar en el camino hacia la sepultura. Se trataría de un estado de pecado más grave: "ya estás fuera y muerto te han sacado. Sin embargo, también a ese mismo lo resucitó el Señor y lo devolvió a su madre viuda. Si has pecado, arrepiéntete, y el Señor te resucita y te devolverá a la Iglesia, tu madre. En tercer lugar, en el caso de Lázaro, San Agustín lo interpreta como un estado de pecado monstrouso, es decir, ya un hábito de pecado:`Quien peca y se corrige al instante, revive rápidamente; porque no está aún implicado en la costumbre, no está sepultado. Quien, en cambio, acostumbra a pecar, está sepultado y de él se dice bien «hiede», pues comienza a tener pésima fama, olor asquerosísimo, digamos. En nuestros dias, se da un caso incluso más grave de este tercer tipo de pecado, en caunto que muchos no están dispuestos a reconocer su estado de pecado y quieren que la Iglesia cambie su doctrina y declare que ese pecado no es en realidad pecado, de manera especial esto lo hacen en relación con los pecados contra el sexto mandamiento.
Pasemos ahora a comentar algunos detalles de este gran pasaje del Evangelio de San Juan. María le dice a Jesús: "Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Preguntémonos, còmo es que caemos en el pecado. Sabemos que no debemos de hacer el acto prohibido, pero igual lo hacemos. Si es cierto, como hemos comentado arriba, que el hombre no es capaz de salvarse por si mismo, es obvio que no es capaz evitar el pecado por sus propias fuerzas. Si no tenemos una relación de amistad y familiaridad con Jesús, si no lo amamos de verdad, la atracción por lo prohibido nos ganará. Recordemos que llegamos al mundo bajo el signo no de la amistad con Dios, sino de la enimistidad, producto del pecado original y la concupiscencia. Me acuerdo haber aprendido en el catecismo de niño que debido al pecado original: "nuestro entendimiento es obnilulado, nuestra voluntad es debilitada y nuestras pasiones nos inclinan al mal". Esta falta de control de las pasiones o instintos se llama concupiscencia. se trata, pues, de la gran dificultad que encontramos en someter los insitintos espontáneos al dominio de la voluntad iluminada por la razón y la fe. San Pablo expesa esta verdad magistralmente: Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino hago lo que aborrezco.
Fijémonos en el dolor que manifiesta Jesús y que comparte con los demás amigos. Jesús llora por la muerte de su amigo Lázaro. Aquí vemos la verdadera humanidad de Jesús y cómo siente el dolor de la muerte, de la partida de un amigo como sucede con nostotros. El dolor suele ser más intenso cuando se trata de una muerte repentina o en general la muerte de una persona joven. El período de luto lleva al menos meses, a veces más. Jesús lloró tres veces según lo que nos cuentan los evangelios. En esta ocasión, sobre Jerusalén y en Getsemaní, cada ocasión siendo dramática.
San Agustín comenta sobre la frase de Jesús dicha a los apóstoles, que Lázaro no está muerto sino que duerme. La misma palabra resucitar o resurrección singnifica despertar.
Si la muerte es un signo del pecado, y la muerte es una realidad tan dolorosa para todos, entonces hemos de recordar que el pecado es el gran mal, no el sufrimiento, como se piensa hoy en día. Se va introduciondo leyes que llaman de "muerte digna", que es otro modo de hablar de la eutanasia, o como se llamaba antes "matanza por misericordia". Propongámonos en etos días que nos quedan de la Cuaresma llevar adelante una lucha sin cuartel al pecado, esforzándonos también a formar bien la conciencia de acuerdo con la ley de Dios. ¿Cómo es posible que haya caído en desuso el sacramento de la Penitencia o la Confesión? ¿Cómo es posible que haya personas que piensan que no tienen pecados? En parte de debe a que se ha introducido la psicología popular en la interpretación de la fe. Ésta tiende a terapeutizar el mal, considerarla como una enfermedad no como la perversión de la voluntad del hombre que quiere ser cómo Dios, o su propio dios "conociendo el bien y el mal" o decidiendo lo que es bueno y malo por su cuenta. Caundo la ley de Dios o la Iglesia no se someten a este falso dios, entonces se rebela en contra de ellas. Curiosamente, el hombre de hoy es un gran experto en denunciar el mal de otros, de la sociedad pero no el mal que hay en él. Se hace mucha hincapíe en la autoestima, gracias a la cual cada uno tiene un alto concepto de sí mismo, concepto que no incluye el reconcimiento del hecho de que es pecador. Pensamos que somos libres, pero somos cómo Lázaro metido dentro del sepulcro y costodiado con una gran piedra, y envuelto en sábanas que no lo dejan andar con libertad. Jesús mandó a los que estaban a su alrededor a liberar a Lázaro de las ataduras de la muerte, es decir del pecado, pues ya olía mal de haber estado cuatro días en el sepulcro. Recordemos cómo en la Parábola del Hijo Pródigo el padre dice que el hijo estaba muerto y ha recuperado la vida, estaba perdido y lo han encontrado. A través del Sacramento de la Penitencia, nosotros también podemos dejar atrás la esclavitud que es el pecado que nos lleva a la muerte verdadera. Así viviremos de verdad la Pascua que es el paso de Jesús por el dolor y la muerte a la gloria y el triunfo de la resurrección,
sábado, 1 de abril de 2017
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