lunes, 9 de febrero de 2015

¿EL CELIBATO SACERDOTAL DEBIERA SER OPCIONAL?

¿EL CELIBATO SACERDOTAL DEBIERA SER OPCIONAL?

No es poco frecuente la propuesta que el celibato sacerdotal debería de convertirse en una opción no un requisito para la ordenación sacerdotal. No hace mucho tanto el Papa Francisco como su Cardenal Secretario de Estado, respondiendo a peguntas de periodistas, comentaron que el celibato no es un dogma, sino una disciplina.Inmediatamente aparecieron titulares en los medios de comunicación sugiriendo que pronto se va a cambiar esta “disciplina”. Si bien es cierto que el Papa Francisco dijo también que él lo considera como un regalo de Dios a la Iglesia.. Hace unos años en el Sínodo de Obispos sobre la Eucaristía, algunos obispos proponían la ordenación de lo que llamaban “viri probati”, es decir, “hombres de experiencia” como posible solución a la escasez de sacerdotes. Obviamente esta propuesta no fue aceptada por el Papa Benedicto XVI. La prensa secular parece tener mucho interés en el tema. También un porcentaje notable de los fieles cristianos, incluso los que participan regularmente en la vida de la Iglesia, no tiene una idea clara acerca del valor del celibato ni los motivos por los que la Iglesia lo ha mantenido a lo largo de los siglos, se puede decir contra viento y marea. Sin duda no han sido pocas las presiones al contrario en el pasado, como las que hay en este momento. Se dice que San Pedro y probablemente otros de los apóstoles estaban casados. Se tiene la impresión que la tradición del celibato de los sacerdotes en la Iglesia de Rito Latina es una arbitrariedad, y que la crisis de la pederastia entre el clero es producto de la “imposición” de una regla imposible de vivir. A continuación deseo aclarar estos puntos, dentro de la brevedad impuesta por el espacio disponible.

¿Dogma o disciplina?

En el sentido actual de la palabra en su uso de parte de la Iglesia, el concepto de dogma
se refiere a una proposición doctrinal de la Iglesia, sea de parte de un concilio, un Papa o el Magisterio ordinario de la Iglesia que se considera como revelado o de fe, cuya negación sería herejía. En cambio disciplina, significa entre otras cosas, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, “ Doctrina, instrucción de una persona, especialmente en lo moral o Conjunto de las disposiciones morales y canónicas de la Iglesia”. Obviamente, según estas precisaciones, el celibato sacerdotal no es un dogma de fe de la Iglesia sino que forma parte del conjunto de la disciplina moral y canónica. Ahora bien, no es cualquier disciplina, como puede ser la norma canónica que obliga a los sacerdotes a llevar un vestido clerical u otras muchas normas que rigen la vida de la Iglesia y del clero.. Es más que una mera disciplina. Se trata también de una tradición que se remonta a los mismos orígenes, como veremos más adelante. Como señala el Concilio Vaticano II, la Tradición es un elemento muy importante en la vida de la Iglesia: “ los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre”1. La palabra “tradición” en castellano proviene del latín “tradere” que significa “entregar”, es decir, los que Jesucristo entregó a los apóstoles se fue viviendo en las comunidades cristianas y tiene como testigos principales los escritos y la predicación de los Padres de la Iglesia, de los Concilios y Papas, como también la liturgia entre otras.

A continuación queremos señalar que la doctrina de la virginidad y el celibato tiene un sólido fundamento en la Sagrada Escritura, en los Padres de la Iglesia y no sólo los documentos del Magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos, como también en las acciones decisivas de varios Papas quienes a pesar de encontrar una situación muy adversa, defendieron la tradición de la continencia y del celibato del clero, en la época más reciente la de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Antes de proceder, conviene hacer otra precisación terminológica. Hay que distinguir entre y virginidad, celibato y continencia. La virginidad se refiere a la falta de experiencia sexual genital, aunque también es un consejo evangélico de Jesús “por el reino de los cielos” (Mt 10,10ss) , en cuanto la virgen (o correspondientemente.el varón consagrado) está “cerrada” para Dios y por ello tradicionalmente se comparaba con un jardín cerrado. Muchas pinturas de la escena de la Anunciación tienen a la Sma. Virgen en un jardín cerrado. Nos referimos al celibato cuando se trata de la promesa hecha por los que se ordenan diáconos de abstenerse del ejercicio de la sexualidad, también en este caso “por el reino de los cielos”, de manera que para ser ordenado sacerdote uno debe tener la vocación o el carisma del celibato, además de la vocación al sacerdocio, aunque ambas están muy relacionadas, pero no esencialmente unidas. A diferencia de la virginidad o celibato la continencia es la abstinencia de actos sexuales que puede darse también en el caso de personas casadas, según las circunstancias. Los cristianos no casados están obligados a vivir la en continencia mientras no se unen en matrimonio cristiano, es decir, les está prohibido cualquier acto de tipo sexual, incluyendo los que sí les están permitidos a los casados. Se habla de continencia perfecta que coincidiría con el celibato. Las personas no casadas pero que están disponibles para casarse estarían obligadas a vivir continencia temporal, en cuanto que una vez casados con el Sacramento del Matrimonio, ya no hay esta obligación, como es obvio.

El celibato en la Sagrada Escritura.

No es posible en un espacio breve analizar con detalle los varios textos que tratan de nuestro tema. En primer lugar, importa enormemente el hecho de que Jesús fuera célibe. Por ello el Papa Pablo VI afirma: “ Jesús realizó mediante su misterio pascual esta nueva creación (2Cor 5, 17; Gál 6, 15), introduciendo en el tiempo y en el mundo una forma nueva, sublime y divina de vida, que transforma la misma condición terrena de la humanidad (cf. Gál 3, 28). (SC 19)2. Debido a que el sacerdote es configurado con Jesucristo, Cabeza de la Iglesia por el Sacramento del Orden, el sacerdote está llamado no sólo a participar en la misión sacerdotal de Cristo sino a compartir en la misma vida de Cristo único mediador.

No es necesario un examen detallado y profundo del Nuevo Testamento, y en primer lugar los evangelios, para descubrir la gran novedad de todos los aspectos de la doctrina de Jesús, y en particular sobre el matrimonio y la virginidad, como queda patente en el pasaje de Mateo 19, 3-12.
Jesús no sólo corrige a Moisés sobre el divorcio y vuelve a presentar el proyecto original de Dios acerca del matrimonio, sino también sorprende a los apóstoles, que le comentan: “si así están las cosas entre el hombre y la mujer, mejor es no casarse”. Jesús responde: “No todos entienden esta palabra excepto aquellos a los que les es concedido” (v. 11). A continuación habla de tres tipos de “eunucos”, los que nacieron así, los que los hombres hicieron así, y aquellos que se hicieron así
“por el reino de los cielos” (v 12). Ciertamente al utilizar la palabra “eunuco”, Jesús está reconociendo que es una opción difícil y que se renuncia a algo muy valioso, pero cuando se trata del reino de los cielos
ninguna renuncia es excesiva. Así es como Jesús compara el reino a la perla preciosa por la que vale la pena vender todas las demás perlas, o el tesoro escondido en el campo por el que vale la pena vender todo lo que uno tiene para comprar tal campo.

La reflexiones que San Pablo hace a los corintios a responder a una consulta que le hicieron (1 Co 7) van en la misma línea que las del Señor, pues ve la virginidad en relación con el cumplimiento escatológica de la vida cristiana que considera cercano. . La virginidad es la mejor opción debido la urgencia de la vida futura, aunque no desaconseja el matrimonio; de hecho lo aconseja a algunos. En todo caso, pese a que expresa la preferencia de que todos sean como él, es decir, célibe, reconoce que es una vocación que no todos tienen.

La tradición de la Iglesia.

No cabe duda que los Padres de la Iglesia exaltaron el estado de virginidad por encima del matrimonio, precisamente por su relación estrecha con el reino, que en cierto sentido adelanta como dice Jesús a los saduceos que en el reino “ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino serán como ángeles en el cielo” (Mc 12,25). Cuando un sacerdote llamado Vigilancio intentó refutar la doctrina de la superioridad de la virginidad sobre el matrimonio, San Jerómimo reaccionó con mucha fuerza rebatiendo sus argumentos.

A finales del siglo XIX en Alemania se dio un debate entre un patrólogo muy renombrado llamado Funk y otro estudioso Bitwell sobre el celibato o continencia clerical en los primeros siglos. Funk sostenía la tesis según la cual era una novedad introducida por el concilio regional de Elvira, en el sur de España en el año 305, mientas Bitwell sostenía la tesis con abundantes pruebas textuales de los Padres que de hecho se trataba de una tradición muy antigua remontándose hasta la época apostólica. Debido al prestigio de Funk, y pese a no tener argumentos sólidos, su tesis ha prevalecido incluso hasta el día de hoy. En los años 80 del siglo pasado un Jesuita francés llamado Christian Cochini3 hizo una tesis doctoral, que posteriormente fue publicado como libro, en la que demuestra más allá de toda duda que la tradición universal de los primeros siglos era la de la continencia de los ordenados al diaconado, al presbiterado y al episcopado. Es decir, comúnmente se ordenaba a hombres casados a estos ministerios, pero antes de ser ordenados tanto ellos como sus esposas tenían que comprometerse a vivir en continencia perfecta, o como se suele decir como hermano y hermana. En algunas ocasiones la esposa se retiraba a un convento. Esta posición ha sido avalada por otros estudiosos como alemán el Cardenal Alfons Stickler4, un gran canonista y miembro de la congregación de los Salesianos. Otro sacerdote miembro de la Iglesia Griega Católica, radicado en Londres Roman Cholij, ha publicado un amplio e importante estudio sobre el mismo tema en el que examina las posiciones de Padres de la Iglesia tanto de Occidente como de Oriente, como San Ambrosio, San Agustín, San Jerónimo, el Papa Siricio contemporáneo de ambos, como San Basilio el Grande entre otros, además de un gran número de concilios locales, como uno muy importante de Cartago en el Norte de África del año 390. Éstos son tan sólo unos ejemplos de los numerosos estudiosos que manifiestan la existencia de la regla universal de la continencia (lex continentiae) tanto para los diáconos, presbíteros como obispos en el siglo IV. Obviamente, siendo la Iglesia tan fiel a la tradición y máxime una tradición que se consideraba proveniente de los mismos apóstoles, uno o varios concilios locales no pudieron simplemente inventar una norma de esta naturaleza e intentar imponerla a su clero sin un aval muy importante en la tradición, como es el caso aquí.

Con la caída del Imperio Romano en Occidente en el año 476 debido a las invasiones germánicas y el posterior debilitamiento del Imperio Romano de Oriente o Bizantino, debido al a las guerras con Persia y el avance del Islam, se hizo cada vez más difícil mantener esta tradición universal tanto de Oriente como de Occidente. En el año 691/692 se convocó un Sínodo de la Iglesia Oriental en la capital Constantinopla (ahora Istanbul en Turquía). Se trataba de un esfuerzo de resolver temas disciplinares de las Iglesias de Oriente debido al declive de la disciplina eclesiástica como resultado de muchas guerras de la época anterior, y a que los dos concilios anteriores, Constantinipla II y II, el quinto y sexto ecuménicos, celebrados en los años 543 y 681 no habían establecido normas disciplinares, se quiso cumplir esta última tarea. . Este concilio se llama “quinisexto” o “in Tullo”, y se reunió en una sala del palacio imperial que tenía una bóveda. Lamentablemente este concilio tenía un sesgo muy anti-romano y actuó bajo la presión de un emperador cesaropapista. Los obispos reunidos allí decidieron que ya no era posible volver a la tradición antiguo de continencia completa y relajaron la disciplina. Se basaron en parte en una interpretación equivocada del concilio de Cartago de 390, mencionado arriba. Concordaron en reducir la continencia total a una continencia temporal, es decir que el sacerdote tendría que evitar tener relaciones sexuales con su esposa antes de celebrar la Eucaristía. Debido a esta norma no se celebra la Eucaristía diariamente en las Iglesias Ortodoxas. Sin embargo, se mantuvo el celibato en sentido pleno para los obispos. Además, a partir del siglo XI se introdujo la norma de no ordenar al sacerdocio a nadie que no estuviera casado excepto monjes, de manera que sólo los monjes eran célibes y de entre ellos se elige a los obispos. Estas reformas del concilio de 691/692 fueron rechazados por los Papas de la época y posteriores, de manera que no es reconocido como Concilio Ecuménico. Desde el punto de vista de la pastoral, no parece conveniente que los la práctica totalidad de los obispos sean monjes. En todo caso, los candidatos al sacerdocio tienen que casarse antes de la ordenación, pues en ningún caso está permitido que sacerdotes se casen una vez ordenados, norma que quedó refrendada por la eventual declaración de la invalidez del matrimonio de los ordenados. .

En Occidente no se relajó la norma, pero en los así llamados siglos oscuros poco se aplicaba, y el clero estaba en una situación deplorable de ignorancia e inmoralidad. También el Papado quedó en su peor situación de toda la historia de la Iglesia de manera que el siglo X se denomina “siglo de hierro”. A partir de la fundación de una gran monasterio en Cluny en Borgoño, ahora sureste de Francia, que fue regido por varios grandes y santos abades a lo largo del siglo XI, se logró una gran reforma de toda la Iglesia y también del Papado. Cluny llegó a tener hasta 1000 monasterios afiliados en la primera gran orden religiosa que dependía directamente de Roma. El más grande de los papas cluniacenses fue San Gregorio VII, también uno de los papas más grandes de la Edad Media y de toda la historia de la Iglesia. Basó su gran movimiento reformista en extraer el control del nombramiento de los obispos de manos de los príncipes y en insistir en el cumplimiento de la tradición de la continencia del clero. Envió a los varios países legados pontificios para impulsar la reforma a través de concilios locales. Posteriormente se dejó de ordenar a hombres casados considerando que era mejor escoger a los ministros de entre jóvenes y exigirles la vivencia del celibato en vez de la tradicional continencia de los ya casados.

En el siglo XVI, cuando se dio la Reforma Protestante, otra vez la situación del clero era deplorable. Esta vez le tocó al Concilio de Trento realizar una reforma de la Iglesia e intentar corregir los abusos que en parte dieron lugar a la rebelión protestante. Al mismo tiempo el Señor proveyó a la Iglesia con un número extraordinario de grandes santos, tanto místicos como Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz como grandes campeones de la auténtica reforma de la Iglesia como San Ignacio de Loyola, grandes obispos como San Carlos Borromeo. En España se había adelantado una reforma profunda de la Iglesia de la mano de la Reina Isabel la Católica juntamente con el Cardenal Jiménez de Cisneros, de manera que cuando se descubrió América tanto ella como sus sucesores en el trono, y las grandes órdenes religiosas ya reformadas pudieron enviar aquí a América a unos misioneros extraordinarios. Los más conocidos son Santo Toribio de Mongrovejo que puso un gran empeño en implementar las reformas del Concilio de Trento; también San Francisco Solano, San Juan Macías, por mencionar tan sólo a los más conocidos.

Una de las normas más importantes del Concilio de Trento fue la de ordenar que cada diócesis tuviera su seminario para que los futuros sacerdotes recibieran una formación adecuada. . También de manera especial en Francia en el siglo XVII fueron fundadas unas comunidades como la de San Vicente de Paúl dedicados principalmente a la formación seminarística. Todo esto mejoró enormemente la formación de los seminaristas y la vivencia del celibato entre los sacerdotes. En todo caso, el Concilio de Trento fue sometido a una presión enorme de parte del Emperador Fernando de Austria y otros para eliminar el celibato del clero. Casi lo primero que hicieron los protestantes fue precisamente acabar con el celibato de sus ministros, el mismo Lutero casándose con una ex monja. Igualmente, después del Concilio Vaticano I, cuando se separó un grupo de católicos principalmente de Holanda, llamado “Viejos Católicos”, por no querer aceptar el dogma de la infalibilidad papal definido por este concilio, y que constan actualmente de unos 400,000, eliminaron el celibato también.

También la época de la Revolución Francesa fue un período de fuertes sacudidas de la Iglesia,con la detención del Papa por Napoleón entre otros atropellos. Como en otras épocas de revueltas y revoluciones se dieron grandes ataques a la norma del celibato, pero la Iglesia se mantuvo firme, como más tarde en el mismo siglo XIX en Alemania y otros países.

El celibato sacerdotal y la fundación eucarística del celibato sacerdotal5

El Papa San Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Pastores dabo obispo acerca de la formación sacerdotal publicada en 1992 como fruto del Sínodo de Obispo del mismo tema celebrado en 1990 afirma:
Es particularmente importante que el sacerdote comprenda la motivación teológica de la ley eclesiástica sobre el celibato. En cuanto ley, ella expresa la voluntad de la Iglesia, antes aún que la voluntad que el sujeto manifiesta con su disponibilidad. Pero esta voluntad de la Iglesia encuentra su motivación última en la relación que el celibato tiene con la ordenación sagrada, que configura al sacerdote con Jesucristo, Cabeza y Esposo de la Iglesia. La Iglesia, como Esposa de Jesucristo, desea ser amada por el sacerdote de modo total y exclusivo como Jesucristo, Cabeza y Esposo, la ha amado. Por eso el celibato sacerdotal es un don de sí mismo en con Cristo a su Iglesia y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en y con el Señor.

En este texto el Papa en relación el celibato sacerdotal con el hecho que Jesucristo es Esposo de su Iglesia y la configuración del mismo con Él. En este texto el santo Pontificio pone confirma la tesis de los estudiosos arriba mencionados que ponen el celibato en relación con Jesucristo cabeza de la Iglesia y no se contenta con darle un fundamento meramente canónica, sino teológico y litúrgico. También el Papa Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica Sacamentum Caritatis retoma el mismo tema de la relación esponsal de Cristo con su Iglesia como como también el hecho de que el sacerdote actúa in Persona Christi:

En realidad, representa una especial configuración con el estilo de vida del propio Cristo. Dicha opción es ante todo esponsal; es una identificación con el corazón de Cristo Esposo que da la vida por su Esposa. Junto con la gran tradición eclesial, con el Concilio Vaticano II y con los Sumos Pontífices predecesores míos, reafirmo la belleza y la importancia de una vida sacerdotal vivida en el celibato, como signo que expresa la dedicación total y exclusiva a Cristo, a la Iglesia y al Reino de Dios, y confirmo por tanto su carácter obligatorio para la tradición latina. El celibato sacerdotal, vivido con madurez, alegría y entrega, es una grandísima bendición pa para la Iglesia y para la sociedad misma” (n. 24)

El P. Keeffe afirma que debido a la importancia que los Padres de la Iglesia le dan a la continencia sacerdotal e igualmente los Romanos Pontífices, el celibato de sacerdotes no puede ser una mera disciplina canónica. Más bien tiene que ver con la pureza y la libertad necesarias para la oración, claramente sostenidas por San Pablo en el capítulo 7 de su Primera Carta a los Corintios, y los Padres siguiendo la huella dejada por el Apóstol. Se tata de la oración de intercesión inherente en el ministerio sacerdotal realizado in Persona Christi. El éxito de tal oración dependía de lo que en latín se denomina pudicitia o en castellano castidad.

Según Cochini, la pureza litúrgica característica de los sacrificios veterotestamentarios, es la única pureza que se ha mantenido en la tradición apostólica, mientras todas las demás purezas como la necesidad de los baños se ha eliminado en la nueva dispensación. Hoy en día algunos que desprecian el celibato sacerdotal porque piensan que está basado en una noción de pureza ritual proveniente del Antiguo Testamento tendrían que explicar cómo es que las demás fuentes de impureza ritual han quedado suprimidas en el cristianismo, y ésta no. Los Padres veían la pureza ritual requerida del sacerdote para realizar un sacrificio en el templo como prefiguración del único sacrificio de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, realizado en la cruz y perpetuado por sus sacerdotes que actúan en la particular representación de Él que la Iglesia denomina in Persona Christi.

Pastores dabo obispo sí afirma que no se exige el celibato a los candidatos al sacerdocio que se han convertido al catolicismo de otra comunidad eclesial, aunque no menciona si están bajo la obligación de vivir su matrimonio en continencia de acuerdo con la antigua y universal tradición, en parte abandonada por los orientales, y mantenida por la Iglesia Católica. De manera semejante, pese a que el arriba mencionado Cardenal Stickler había publicado dos estudios acerca de la obligación de los diáconos de la Iglesia antigua de en vivir continencia después de su ordenación y publicados antes de la introducción del diaconado permanente en la Iglesia Latina. Ni el Papa Pablo VI, ni el Código de Derecho Canónico de 1983 aclaran cuál es la situación de los diáconos casados respecto a la tradición de continencia desde la Iglesia antigua6. Aunque ellos no ofrecen el único sacrificio in Persona Christi, se consideraba que ellos estaban obligados a la misma norma de continencia debido a la cercanía de su ministerio al mismo sacrificio.

Cuestiones prácticas.

En el caso de los que proponen la ordenación de “viri probati”, como queda indicado arriba, parece que no han hecho un análisis de lo que su propuesta implicaría para la Iglesia y sus consecuencias inconvenientes. Se supone que estas personas de cierta edad estarían casados y con su propia profesión como es el caso de los diáconos permanentes. Éstos tienen más bien una escasa formación académica para ejercer su ministerio que es más bien subalterno o puede ejercitarse a tiempo completo en puestos administrativos que no requieren mucha formación teológica. En cambio, el sacerdote que tiene que dedicarse al ministerio de la confesión ha de tener una buena formación en la moral y el Derecho Canónico por la naturaleza del ministerio y por ende bíblica, dogmática, litúrgica y pastoral. Además, ¿le conviene a la Iglesia tener un clero que goza de una larga y pormenorizada formación filosófica y teológica, y otro clero que sería de segunda y se dedicara a tiempo parcial al ministerio, pues tampoco se ve cómo pudieran las parroquias incluso en países desarrollados solventar los gastos de un sacerdote con su familia, máxime si ha sido un profesional exitoso con un sueldo correspondiente a su profesión. No se excluya que tales sacerdotes con poca formación bíblica y teológica comparado con lo que actualmente tienen los seminaristas pudieran predicar o resolver dudas de los fieles mejor que éstos últimos. ¿Este tipo clero “de segunda” que ejercería el ministerio en sus tiempos libres sería una verdadera solución para la escasez de vocaciones sacerdotales?

En el caso de adoptar la disciplina vigente en las Iglesias orientales, hay otros problemas que hay que considerar. Dado que en ningún caso está contemplado en las Iglesias orientales que los sacerdotes se casen una vez ordenados, ¿podemos afirmar que se mejoraría la formación seminarística cuando además de todas las exigencias que la vida del seminario tiene y los múltiples aspectos de la formación que exige la Pastoes dabo vobia, hemos considerado el inconveniente de que los seminaristas tendrían también a sus enamoradas y tendrían que prepararse para un eventual matrimonio antes de la ordenación? No hay experiencia ni tradición de este tipo en nuestros seminarios. Por otra parte, el sacerdote ortodoxo cuenta con una formación bastante inferior al sacerdote católico, y tiene mucho menos prestigio en la comunidad. Es raro que un sacerdote ortodoxo sea teólogo, pues éstos suelen ser profesores universitarios.  Creo que la razón por la que el sacerdote católico cuenta con mayor prestigio ante los fieles y se tiene una mayor confianza con él que es el caso de los sacerdotes ortodoxos o los ministros protestantes es precisamente por su celibato.

En cuanto a la noción que la eliminación del celibato o la introducción del celibato opcional ayudaría a solucionar la escasez de vocaciones, en realidad no hay ninguna prueba que esto se daría. Por el contrario, parece que introduciría una serie de problemas que hoy en día felizmente no tenemos en la Iglesia católica. Además, el clero protestante en Estados Unidos no cuenta con una abundancia de vocaciones. El divorcio es bastante común entre ellos debido en parte a la gran presión que el hecho de que el esposo y padre de la familia es el ministro. Los feligreses esperan que la señora dé ejemplo participando en diversas actividades etc. En el caso del sueldo que necesita el pastor protestante para sustentar su familia, pese a que los protestantes suelen contribuir a sus Iglesias el doble de los católicos, comúnmente tiene problemas económicos y con frecuencia está obligado a dar clases, y cuidar a los hijos mientras la esposa está trabajando. Se supone que el sacerdote católico casado tendría una familia bastante numerosa y no utilizarían los anticonceptivos según lo que enseña la Iglesia. Las casas parroquiales no están hechas para que vivan en ellas una familia. Otro problema sería el escándalo de los eventuales divorcios e infidelidad de curas, además de la mayor dificultad que el obispo tendría en cambiarlos de parroquia, pues implicaría un cambio muy grande para la familia, problemas para la señora que posiblemente tendría que buscar trabajo en otra parte, cambio de colegios etc.
¿Qué pasaría en el Perú el sacerdote no cuenta con ningún sueldo, ni en muchos casos con seguro de salud y cotizaciones para una pensión, y ni siquiera tienen previsión para su entierro, ni un lugar donde ir cuando ya le falla la salud en la vejez? Si ahora muchos de ellos tienen que hacer el absurdo de sacar un título universitario para poder dar clases de religión para recibir un sueldo del Estado y poder comer, después de haber pasado hasta diez años formándose en un seminario. A diferencia de lo que pasa en países europeos donde hay parroquias pequeñas que pueden ser atendidas por un sacerdote que se dedica a ser profesor de teología o capellán de cárcel, por ejemplo, en América Latina las parroquias son de de proporciones muy grandes. Simplemente atendería menos todavía la parroquia y muchos más católicos abandonarían la Iglesia para las sectas protestantes, cosa que en la situación actual se da cada vez más. Otros se dedican a celebrar una multitud de misas por difuntos y así a través de la simonía tener dinero, convirtiendo la pastoral y el ministerio en un negocio. Hay un dicho en Estados Unidos que reza: “si algo no está roto, no lo arregles”. Creo que es el caso aquí, meramente desde el punto de vista práctico que es lo menos importante, en relación al celibato sacerdotal.

La crisis vocacional se debe principalmente a factores como la secularización del mundo occidental, con la consiguiente crisis de la familia, el hecho de que se está produciendo un suicidio demográfico y cultural en países de antigua tradición cristiana como España, Italia, Francia y Polonia. El Instrumentum Laboris o documento de trabajo para el reciente Sínodo de Obispos de octubre de 2014, presenta una imagen desoladora en relación con el conocimiento y vivencia de la doctrina de la Iglesia acerca de la sexualidad y la familia de parte de los fieles. Un gran porcentaje de familias disfuncionales da como resultado el aumento de la delincuencia y de los problemas psicológicos graves y conflictos de diverso tipo. En pocas palabras, la así llamada revolución sexual, que empezó en los años 60 del siglo pasado y que ha producido un aumento exponencial de la promiscuidad entre la juventud con el consiguiente aumento de las enfermedades sexualmente transmitidas, de las madres solteras y otros males, dificulta mucho la formación de familias sólidamente cristianas de las que se puede esperar que se produzcan las vocaciones. La solución de la crisis vocacional no va por el camino de la eliminación del celibato sacerdotal sino de la evangelización, la catequesis familiar, entre otras iniciativas urgentes como el mejoramiento de la formación en los seminarios y sobre todo la formación permanente sobre todo en los primeros años de ministerio. Además, de la escasez de vocaciones, la Iglesia tiene el problema de la defección de un porcentaje no despreciable de sacerdotes jóvenes que abandonan el minisiterio debido principalmente a la inmadurez afectiva. Una mejor solución a la escasez de vocaciones sacerdotales va por el camino de la potenciación de la pastoral familiar y solucionar los problemas que provocan las defecciones mencionadas, buscando producir una nueva generación de sacerdotes santos que atraigan a los jóvenes dando testimonio de la belleza de la misión de dejarlo todo para seguir al Señor.

En cuanto al argumento según el cual la crisis de la pederastia se ha debido al celibato, no tiene sustento. En primer lugar, el problema se debe a una inmadurez afectiva que igualmente se daría en las mismas personas si estuvieran casados. Posiblemente, algunos que padecen de este tipo de inmadurez se hayan sentido atraído a la vida religiosa y al sacerdocio debido a la esperanza que con el aura de santidad que caracteriza la vocación pudieran superar su problema. Además, es evidente que ha habido fallos en la selección de candidatos para los noviciados y seminarios. De hecho, la gran mayoría de los casos de pederastia denunciados y conocidos (muchos no se denuncian) tienen como perpetradores a familiares cercanos, incluso padres. Técnicamente la gran mayoría de los casos de sacerdotes con este problema no han sido de pedofilia, es decir abuso de niños prepúberes, sino de efebofilia, abuso de adolescentes de sexo masculino, lo cual indica que el problema ha sido uno de homosexualidad. En los últimos años en Estados Unidos, el número de casos ha disminuido drásticamente, gracias a las medidas adoptados por la Santa Sede y la Conferencia Episcopal, como también la mejora en la selección y la formación en los seminarios.  En muchos seminarios se ha pensado que una persona con la tendencia de preferencia por el propio sexo es tan capaz que los demás de vivir el celibato. En realidad eso no es así, y el Catecismo enseña que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” y contrarios a la ley natural (no 2357). Aunque las personas que este problema están obligados a vivir la castidad, como cualquier otro cristiano y contarán con la gracia de Dios para ello, es obvio que debido a que se trata de una verdadera desviación y trastorno, les será más difícil. Por ello incluso el sentido común indicaría la inconveniencia que estén en una ambiente predominantemente masculino como es un seminario. Debido a la politización extrema del tema, es casi imposible hablar racionalmente sobre la homosexualidad.

Conclusiones

Dentro de un espacio breve, se ha intentado responder a algunos de los argumentos propuestos para que la Iglesia la elimine de la disciplina del celibato sacerdotal o la convierta en opcional, que posiblemente sería lo mismo que eliminarlo. Creo que queda claro que la propuesta de celibato opcional es superficial que no toma en cuenta por un lado los argumentos bíblicos, patrísticos, teológicos y del magisterio que avalan la tradición del celibato sacerdotal en la Iglesia de rito latino, ni resolvería la problemática de la escasez de vocaciones que es el principal motivo por el que se propone el celibato opcional. .Aunque quedaría mucho más que decir acerca de los argumentos históricos apenas esbozados siguiendo a los autores que los han expuestos de una forma tan cabal y convincente desde los años 80 del siglo pasado, e igualmente apenas hemos señalado el argumento de íntima relación del celibato con la celebración de la Eucaristía en la que el sacerdote actúan in Persona Christi, relación esponsal entre Cristo y su Iglesia representado por su ministro. San Pablo en su Primera Carta a Timoteo indica que el “obispo sea de una sola esposa”7 Los Padres de la Iglesia con algunas excepciones entendieron esta expresión en el sentido de que está casado exclusivamente con la Iglesia, representando a Jesucristo Nuestro Señor como esposo de la Iglesia. De hecho, la infidelidad al compromiso de la continencia de parte de clérigos era considerada como un verdadero adulterio, pese que que estaban legítimamente casados con sus esposas. Esto se debe a que había una incongruencia entre la relación matrimonial del sacerdote con su esposa y su actuación in Persona Christi, en la Eucaristía, pues Jesucristo es Esposo de la Iglesia y absolutamente fiel. Tal incongruencia no llega a ser una incompatibilidad total, pues los Romanos Pontífices en el ejercicio del poder de las llaves tienen la capacidad de dar dispensas en casos excepcionales. La disciplina introducida por el Concilio in Trullo de 691 ya mencionado, preveía una continencia temporal antes de la celebración de la Eucaristía. De esta manera salvar una pequeña parte de la tradición patrística que no veía compatible la identificación del sacerdote que actúa in Persona Christi con el simbolismo de la unión matrimonial de dos en una sola carne, tal y como la explica San Pablo a los efesios en el capítulo 5.

En cuanto a la opcionalidad podemos señalar que podría pasar lo mismo que pasó con el ayuno y la abstinencia en la Iglesia cuando después del Vaticano II, los obispos decidieron sustituir la abstinencia de carne los viernes, que era una práctica tan característica de los católicos, por algún tipo de sacrificio indefinido. El resultado ha sido la desaparición tanto de la abstinencia como del ayuno, que solo obliga el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y en la conciencia de los fieles ni se cumple en estas dos ocasiones. La Iglesia ha considerado el celibato sacerdotal como un don inestimable y un gracia extraordinaria de manera que reducirlo a una opción no conviene en manera alguna.

¿Por qué la Iglesia tendría que hacerle caso a las presiones sobre ella de parte del mundo secularizado cuando este mismo mundo tiene un desprecio supina hacia el verdadero matrimonio y la familia, un caso evidente siendo el así llamado “matrimonio gay”, y el ataque al celibato forma parte de un ataque más amplio a toda la moral católica debido a que la Iglesia es la única fuerza en el mundo que se opone radicalmente a los presupuestos de la revolución sexual?. Considera el goce sexual y con frecuencia meramente casual, gracias a los anticonceptivos como un derecho incluso de parte de adolescentes, con el inevitable aumento de los embarazos juveniles y el olvido del derecho fundamental del niño de ser criado por su padre y madre.. En vez de enseñar a los jóvenes el autocontrol y la virtud se les está enseñando la irresponsabilidad y la falta de respeto mutuo, con  resultados bien conocidos y nefastos. La Iglesia no debe transitar por el camino que ha seguido la Iglesia Anglicana que ha intentado adecuar su doctrina a las exigencias del mundo moderno. Recientemente han aprobado en Inglaterra la ordenación de mujeres como “obispas”. Luego de haber aceptado el aborto, ahora el anterior Arzobispo Anglicano de Canterbury ha hecho declaraciones a favor de la eutanasia, cosa completamente lógica. Además, a lo largo de todo este proceso de secularizaicón llevado a cabo por los anglicanos durante décadas en su intento de ser relevantes en el mundo de hoy, lo que han logrado es vaciar sus iglesias. Las grandes  catedrales anglicanas en Inglaterra  se han convertido en museos.

Tampoco tenemos mucho que aprender de nuestros hermanos ortodoxos en este tema. Ellos, como ya hemos señalado, se desviaron de la tradición universal antigua haciendo concesiones a la debilidad de la naturaleza, en vez de confiar plenamente en la gracia del Señor. No nos conviene importar los problemas que ellos tienen. Al igual que el caso del divorcio que permiten, en el que se han desviado de la auténtica doctrina del mismo Señor, estas cosas se dieron debido a su separación de la Cátedra de San Pedro.

Los grandes santos del pasado, de manera especial San Gregorio VII, San Juan de Ávila en el siglo XVI en España, San Carlos Borromeo y tantos otros, nos han dado un ejemplo de cómo se puede reformar la Iglesia a través de una renovación de la vida sacerdotal y el celibato, en circunstancias que pudieran haber parecido insuperables. Si nosotros seguimos el ejemplo de ellos, buscando en primer lugar la santidad, que exige unos sacrificios notables y el rechazo del espíritu del mundo, juntamente con una infinita confianza en la gracia de Dios a través de la acción del Señor Resucitado que prometió que estaría con su Iglesia hasta el fin del mundo y por la fidelidad al Espíritu Santo, la Iglesia podrá tener suficientes sacerdotes para atender las necesidades de los fieles, y ellos estará convencidos de que son ellos juntamente con sus pastores los primeros responsables de asegurar que a la Iglesia no le falten los buenos pastores que necesita. A lo largo de los siglos cuando la Iglesia parecía hundirse por los problemas internos y externos que se abatían sobre ella siempre ha podido sacar fuerzas de su interior, es decir del Espíritu Santo que la guía según la promesa del Señor, Así ha sido en el siglo XI, con la reforma de Cluny, en el siglo XII y XIII con grandes santos como San Bernardo, San Francisco y Santo Domingo y sus respectivas órdenes; en el siglo XVI, cuando parecía que iba a desaparecer debido a la fuerza de la rebelión protestante, en el silgo XIX con la Revolución Francesa.

Termino con una anécdota. A principios del siglo los católicos japoneses sufrieron una persecución tremenda cuyos mártires mejor conocidos son San Pablo Miki y compañeros. Además de ellos, hubo miles de mártires y los misioneros o murieron mártires o tuvieron que abandonar el país. Sin embargo, unos grupos de católicos japoneses conservaron la fe en lugares retirados como la costa y las sierras cerca de Nagasaki. Luego de unos 250 años cuando Japón empezó abrirse a Occidente, llegó a Nagasaki un ministro protestante con la misión de atender pastoralmente a los protestantes como pudieron ser diplomáticos o hombres de negocios. Cuando se enteraron los católicos japoneses que había mantenido su fe a escondidas y sin clero en las afueras de la ciudad, decidieron averiguar acerca del ministro que había llegado. Le preguntaron si estaba casado, y obviamente les dijo que sí, por lo cual supieron que no era sacerdote católico y por lo tanto no era de fiar. Luego de un tiempo más llegó un sacerdote misionero francés y otra vez se acercaron y le hicieron las mismas preguntas. Cuando él les dijo que obviamente no era casado porque era sacerdote católico se abrieron con él y el contaron su historia y le invitaron ir a conocerlos en sus casas en los lugares retirados de la ciudad.
































1Dei Verbum 8
2Pablo VI, Encíclica, Sacerdotalis coelibatus, 19 http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_24061967_sacerdotalis_it.html
3 Christian Cochini, S.J., THE APOSTOLIC ORIGINS OF PRIESTLY CELIBACY. With a Preface by Father Alfons M. Stickler. Translated by Nelly Marans (San Francisco: Ignatius Press, 1990). El libro tuvo su origen como tesis doctoral defendida en el Instituto Católico de París. Cabe señalar que el jurado de la defensa de la tesis fue presidida por el eminente patrologo el Cardenal Jean Danielou. También con una carta de recomendación del Cardenal Henri de Lubac y con la ayuda del Cardenal Stickler, la tesis fue ampliado para publicarse como libro.

4El estudio de Stickler, escrito en 1964, trata de “La continencia de los diáconos, especialmente durante el primer milenium de la Iglesia”. Se realizo como parte de los estudios hechos para proporcionar a los Padres Conciliares puntos importantes de reflexión tomados de la historia. Se trataba del momento en el que se decidiía la introducción del diaconado permanente en la Iglesia latina. Era Bibliotecario y Archivista de la Santa Iglesia Romana.
El estudio del P. Roman Cholij, Clerical Celibacy in the East and West, (Leominster, Herfordshire: Fowler Wright Books, 1989), también tuvo su origen como tesis doctoral

5Aquí estoy siguiendo un estudio del Jesuita norteamericano Donald J. Keefe, “The Eucharistic Foundation of Sacerdotal Celibacy”., http://www.renewamerica.com/columns/abbott/061118
6El canonista norteamericano Edward Peters hace una defensa cerrada de la necesidad de exigir a los diáconos permanentes la vivencia de la continencia perfecta y permanente, basándose en el Canon 277, 1 del actual Código de Derecho Canónico : “Los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de loas cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato que es un don particular de Dios, mediante el cual los ministros sagrados pueden unirse fácilmente a Cristo con un corazón entero y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres”. Su estudio fue publicado en Canonical considerations on diaconal continence”, originally published in Studia Canonica 39 (2005) at 147-180 y http://www.canonlaw.info/a_deacons.htm En esta web vuelve sobre el tema y da una serie de invervenciones de otros estudiosos que tienden a reforzar su tesis. Entre otros argumentos que propone está el hecho de que las esposas de los candidatos al diaconado permanente tengan que dar su consentimiento para la ordenación. Peters argumenta que en ningún caso la posibilidad de recibir un sacramento ha dependido del consentimiento de un tercero, y que la única justificación para tal disposición sería el hecho de que a la esposa se le estaría pidiendo la renuncia de sus derechos matrimoniales en virtud del sacramento. También dice que el hecho de no haberles dado a conocer a los candidatos no significa que se anule lo requerido por el canon basado en la tradición constante de la Iglesia, Por ello, considera que se necesita una intervención del Magisterio pero pese a que hay algunas cartas individuales de la Pontificia Comisión para la Interpretación de Textos Legislativos, no constituyen una interpretación auténtica del canon, lo cual requería una aprobación específica del Papa y su oportuna promulgación, porque una interpretación auténtica tiene fuerza de ley.
En todo caso, el tema no tiene relación directa con el del celibato sacerdotal, solo en cuanto que tiene a debilitar la argumentación a favor del celibato sacerdotal también.


7La Biblia de Jerusalén traduce “”que esté casado una sola vez”, pero eso no es lo que dice el griego, “hymas gunaikós andra”m es decir de una sola esposa.   

1 comentario:

  1. Magnífico el estudio que hace el P. Thomas sobre el celibato y totalmente de acuerdo en que la solución de la crisis vocacional (como cualquier otro aspecto de la vida religiosa) no está en la eliminación del celibato, sino en una nueva evangelización que aborde los problemas actuales con realismo, insistiendo mucho en la catequesis desde los inicios de la vida cristina, comenzando por las familias,evangelizando "a tiempo y a destiempo" y procurando que las parroquias dejen de ser "oficinas de Sacramentos". Pedro Rodríguez Buzón

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