¿EL CELIBATO SACERDOTAL DEBIERA SER OPCIONAL?
No es poco
frecuente la propuesta que el celibato sacerdotal debería de
convertirse en una opción no un requisito para la ordenación
sacerdotal. No hace mucho tanto el Papa Francisco como su Cardenal
Secretario de Estado, respondiendo a peguntas de periodistas,
comentaron que el celibato no es un dogma, sino una
disciplina.Inmediatamente aparecieron titulares en los medios de
comunicación sugiriendo que pronto se va a cambiar esta
“disciplina”. Si bien es cierto que el Papa Francisco dijo
también que él lo considera como un regalo de Dios a la Iglesia..
Hace unos años en el Sínodo de Obispos sobre la Eucaristía,
algunos obispos proponían la ordenación de lo que llamaban “viri
probati”, es decir, “hombres de experiencia” como posible
solución a la escasez de sacerdotes. Obviamente esta propuesta no
fue aceptada por el Papa Benedicto XVI. La prensa secular parece
tener mucho interés en el tema. También un porcentaje notable de
los fieles cristianos, incluso los que participan regularmente en la
vida de la Iglesia, no tiene una idea clara acerca del valor del
celibato ni los motivos por los que la Iglesia lo ha mantenido a lo
largo de los siglos, se puede decir contra viento y marea. Sin duda
no han sido pocas las presiones al contrario en el pasado, como las
que hay en este momento. Se dice que San Pedro y probablemente otros
de los apóstoles estaban casados. Se tiene la impresión que la
tradición del celibato de los sacerdotes en la Iglesia de Rito
Latina es una arbitrariedad, y que la crisis de la pederastia entre
el clero es producto de la “imposición” de una regla imposible
de vivir. A continuación deseo aclarar estos puntos, dentro de la
brevedad impuesta por el espacio disponible.
¿Dogma o disciplina?
En
el sentido actual de la palabra en su uso de parte de la Iglesia, el
concepto de dogma
se
refiere a una proposición doctrinal de la Iglesia, sea de parte de
un concilio, un Papa o el Magisterio ordinario de la Iglesia que se
considera como revelado o de fe, cuya negación sería
herejía. En cambio disciplina, significa entre otras cosas, según
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, “ Doctrina,
instrucción de una persona, especialmente en lo moral
o Conjunto de las disposiciones morales y canónicas de la Iglesia”.
Obviamente, según estas precisaciones, el celibato sacerdotal
no es un dogma de fe de la Iglesia sino que forma
parte del conjunto de la disciplina moral y canónica. Ahora
bien, no es cualquier disciplina, como puede ser la norma
canónica que obliga a los sacerdotes a llevar un vestido clerical u
otras muchas normas que rigen
la vida de la Iglesia y del clero..
Es
más que una mera
disciplina. Se
trata también de una tradición que se remonta a los mismos
orígenes, como veremos más adelante. Como
señala el Concilio Vaticano II, la Tradición es un elemento muy
importante en la vida de la Iglesia:
“ los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos han
recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que
han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por
la fe que se les ha dado una vez para siempre”1.
La palabra “tradición” en castellano proviene del latín
“tradere” que significa “entregar”, es
decir, los que Jesucristo entregó a los apóstoles se fue viviendo
en las comunidades cristianas y tiene como testigos principales los
escritos y la predicación de los Padres de la Iglesia, de los
Concilios y Papas, como también la liturgia entre otras.
A
continuación queremos señalar que la doctrina de la virginidad y el
celibato tiene un sólido fundamento en la Sagrada Escritura, en los
Padres de la Iglesia y no sólo los documentos del Magisterio de la
Iglesia a lo largo de los siglos, como también en las acciones
decisivas de varios Papas quienes a pesar de encontrar una situación
muy adversa, defendieron la tradición de la continencia y del
celibato del clero, en la época más reciente la de los Papas Pablo
VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Antes
de proceder, conviene hacer otra precisación terminológica.
Hay que distinguir entre y virginidad, celibato
y continencia. La virginidad se refiere a la falta de experiencia
sexual genital, aunque
también es
un consejo evangélico de Jesús “por el reino de los cielos” (Mt
10,10ss) , en
cuanto la virgen (o correspondientemente.el
varón consagrado) está “cerrada” para Dios y por ello tradicionalmente se comparaba con un jardín cerrado. Muchas pinturas
de la escena de la Anunciación tienen a la Sma. Virgen en un jardín
cerrado.
Nos
referimos al
celibato cuando se trata de la promesa hecha por los que se ordenan
diáconos de abstenerse del
ejercicio de la sexualidad,
también en
este caso
“por el reino de los cielos”, de manera que para ser ordenado
sacerdote uno debe tener la vocación o el carisma del celibato,
además de la vocación al sacerdocio, aunque ambas están muy
relacionadas, pero no esencialmente unidas. A diferencia de la
virginidad o celibato la continencia es la abstinencia de actos
sexuales que
puede darse también en el caso de personas casadas, según las
circunstancias.
Los cristianos no casados están obligados a vivir la en continencia
mientras no se
unen en matrimonio cristiano, es decir, les está prohibido cualquier
acto de tipo sexual, incluyendo los que sí les están permitidos a
los casados. Se habla de continencia perfecta
que coincidiría
con el celibato.
Las personas no casadas pero que están disponibles para casarse
estarían
obligadas a vivir continencia temporal, en cuanto que una vez casados
con el Sacramento del Matrimonio, ya no hay esta obligación, como es
obvio.
El
celibato en la Sagrada Escritura.
No
es posible en
un espacio breve
analizar con
detalle los varios textos que tratan de nuestro tema. En primer
lugar, importa enormemente
el hecho de que Jesús fuera célibe. Por
ello el Papa Pablo VI afirma: “ Jesús
realizó mediante su misterio pascual esta nueva creación (2Cor 5,
17; Gál 6, 15), introduciendo en el tiempo y en el mundo
una forma nueva, sublime y divina de vida, que transforma la misma
condición terrena de la humanidad (cf. Gál 3, 28). (SC
19)2.
Debido
a que el sacerdote es configurado con Jesucristo, Cabeza de la
Iglesia por el Sacramento del Orden, el sacerdote está llamado no
sólo a participar
en la misión sacerdotal de Cristo sino a compartir en la misma vida
de Cristo único
mediador.
No
es necesario un examen detallado y profundo del Nuevo Testamento, y
en primer lugar los evangelios, para descubrir la gran novedad de
todos los aspectos de la doctrina de Jesús, y en particular sobre el
matrimonio y la virginidad, como queda patente en el pasaje de Mateo
19, 3-12.
Jesús
no sólo corrige a Moisés sobre el
divorcio y vuelve a presentar el proyecto original de Dios acerca del
matrimonio, sino también sorprende a los apóstoles, que le
comentan: “si así están las cosas entre el hombre y la mujer,
mejor es no casarse”. Jesús responde: “No todos entienden esta
palabra excepto aquellos a los que les es concedido” (v. 11). A
continuación habla de tres tipos de “eunucos”, los que nacieron
así, los que los hombres hicieron así, y aquellos que se hicieron
así
“por el reino de los cielos” (v 12). Ciertamente al utilizar la palabra “eunuco”, Jesús está reconociendo que es una opción difícil y que se renuncia a algo muy valioso, pero cuando se trata del reino de los cielos ninguna renuncia es excesiva. Así es como Jesús compara el reino a la perla preciosa por la que vale la pena vender todas las demás perlas, o el tesoro escondido en el campo por el que vale la pena vender todo lo que uno tiene para comprar tal campo.
“por el reino de los cielos” (v 12). Ciertamente al utilizar la palabra “eunuco”, Jesús está reconociendo que es una opción difícil y que se renuncia a algo muy valioso, pero cuando se trata del reino de los cielos ninguna renuncia es excesiva. Así es como Jesús compara el reino a la perla preciosa por la que vale la pena vender todas las demás perlas, o el tesoro escondido en el campo por el que vale la pena vender todo lo que uno tiene para comprar tal campo.
La
reflexiones que San Pablo hace a los corintios a responder a una
consulta que le hicieron (1 Co 7) van en la misma línea que las del
Señor, pues ve la virginidad en relación con el cumplimiento
escatológica de la vida cristiana que considera cercano. . La
virginidad es la mejor opción debido la urgencia de la vida futura,
aunque no desaconseja el matrimonio; de hecho lo aconseja a algunos.
En todo caso, pese a que expresa la preferencia de que todos sean
como él, es decir, célibe, reconoce que es una vocación que no
todos tienen.
La
tradición de la Iglesia.
No
cabe duda que los Padres de la Iglesia exaltaron el estado de
virginidad por encima del matrimonio, precisamente por su relación
estrecha con el reino, que en cierto sentido adelanta como dice Jesús
a los saduceos
que en el reino “ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino
serán como ángeles en el cielo” (Mc 12,25). Cuando un sacerdote
llamado Vigilancio intentó refutar la
doctrina de la superioridad de la virginidad sobre el matrimonio, San
Jerómimo reaccionó con mucha fuerza rebatiendo sus argumentos.
A
finales del siglo XIX en
Alemania
se dio un debate entre un patrólogo muy renombrado llamado Funk y
otro estudioso Bitwell sobre el celibato o continencia clerical en
los primeros siglos. Funk sostenía la tesis según la cual era una
novedad introducida por el concilio regional de Elvira, en el sur de
España en el año 305, mientas Bitwell sostenía la tesis con
abundantes pruebas textuales
de los Padres que de hecho se trataba de una tradición muy antigua
remontándose hasta la época apostólica. Debido al prestigio de
Funk, y
pese a no tener argumentos
sólidos, su tesis ha
prevalecido
incluso hasta el día de hoy. En
los años 80 del siglo pasado un Jesuita francés llamado Christian
Cochini3
hizo
una tesis doctoral, que posteriormente fue publicado como libro, en
la
que demuestra más allá de toda duda que la tradición universal de
los primeros siglos era la de la continencia de los ordenados al
diaconado, al
presbiterado y al
episcopado.
Es decir, comúnmente se ordenaba a hombres casados a estos
ministerios, pero antes de ser ordenados tanto ellos como sus esposas
tenían que comprometerse a vivir en continencia perfecta, o como se
suele decir como hermano y hermana. En
algunas ocasiones la esposa se retiraba a un convento.
Esta posición ha sido avalada por otros estudiosos como alemán el
Cardenal Alfons Stickler4,
un gran canonista y miembro
de la congregación de los Salesianos. Otro
sacerdote miembro de la Iglesia Griega Católica, radicado en Londres
Roman
Cholij,
ha publicado un amplio e importante estudio sobre el mismo tema en
el que examina las posiciones de Padres de la Iglesia tanto de
Occidente como de Oriente, como San Ambrosio, San Agustín, San
Jerónimo, el Papa Siricio contemporáneo de ambos, como San Basilio
el Grande entre otros,
además de un gran número de concilios locales, como uno muy
importante de Cartago en el Norte de África del año 390.
Éstos
son tan sólo
unos ejemplos de los numerosos estudiosos que manifiestan la
existencia de la regla universal de la continencia (lex
continentiae) tanto
para los diáconos, presbíteros como obispos en el siglo IV.
Obviamente, siendo la Iglesia tan fiel a la tradición y máxime una
tradición que se consideraba proveniente de los mismos apóstoles,
uno o varios concilios locales
no pudieron simplemente inventar una norma de esta naturaleza e
intentar imponerla a su clero sin un aval muy importante en la
tradición, como es el caso aquí.
Con
la caída del Imperio Romano en Occidente en el año 476 debido a
las invasiones germánicas y el posterior
debilitamiento del Imperio Romano de Oriente o Bizantino, debido al a
las guerras con Persia y el avance
del Islam, se hizo cada vez más difícil mantener esta tradición
universal
tanto de Oriente como de Occidente. En
el año 691/692 se convocó un Sínodo de la Iglesia Oriental en la
capital Constantinopla (ahora Istanbul en Turquía). Se trataba de un
esfuerzo de resolver temas disciplinares de las Iglesias de Oriente
debido al declive de la disciplina eclesiástica como resultado de
muchas guerras de la época anterior, y
a que los dos concilios anteriores, Constantinipla II y II, el quinto
y sexto ecuménicos, celebrados en los años 543 y 681 no habían
establecido normas disciplinares, se quiso cumplir esta última
tarea. .
Este concilio se llama “quinisexto” o “in Tullo”, y se
reunió en una sala del palacio imperial que tenía una bóveda.
Lamentablemente este concilio tenía un sesgo muy anti-romano y
actuó
bajo la presión de un emperador cesaropapista.
Los obispos reunidos
allí decidieron que ya no era posible volver a la tradición antiguo
de continencia completa y relajaron la disciplina. Se basaron en
parte en una interpretación equivocada del concilio de Cartago de
390, mencionado arriba. Concordaron en reducir la continencia total a
una continencia temporal, es decir que el sacerdote tendría que
evitar tener relaciones sexuales con su esposa antes de celebrar la
Eucaristía. Debido a esta norma no se celebra la Eucaristía
diariamente en las Iglesias Ortodoxas. Sin embargo, se mantuvo el
celibato en sentido pleno para los obispos. Además, a partir del
siglo XI se introdujo la norma de no ordenar al sacerdocio a nadie
que no estuviera casado excepto
monjes,
de manera que sólo los monjes eran célibes y de entre
ellos se elige a los obispos. Estas
reformas del concilio de 691/692 fueron rechazados por
los Papas de la época y posteriores, de
manera que no es reconocido como Concilio Ecuménico.
Desde el punto de vista de la pastoral, no parece conveniente que los
la práctica totalidad de los obispos sean monjes. En todo caso, los
candidatos al sacerdocio tienen que casarse antes de la ordenación,
pues en ningún caso está permitido que sacerdotes se casen una
vez ordenados, norma que quedó refrendada por la eventual
declaración de la invalidez del matrimonio de los ordenados. .
En
Occidente no se relajó la norma, pero en los así llamados siglos
oscuros poco se aplicaba, y el clero estaba en una situación
deplorable de ignorancia
e inmoralidad. También el Papado quedó en su peor situación de
toda la historia
de la Iglesia de
manera que el siglo X se denomina “siglo de hierro”.
A partir
de la fundación de una gran monasterio en Cluny en Borgoño,
ahora sureste de
Francia, que fue regido por varios grandes y santos
abades a lo largo del siglo XI, se logró una gran reforma de
toda la Iglesia y también del Papado. Cluny llegó a tener hasta
1000 monasterios afiliados en la primera gran orden religiosa que
dependía directamente de Roma.
El
más grande de los papas cluniacenses fue San Gregorio VII, también
uno de los papas más grandes de la Edad Media y de toda la historia
de la Iglesia. Basó su gran movimiento reformista en extraer el
control del nombramiento de los obispos de manos de los príncipes y
en insistir en el cumplimiento de la tradición de la continencia del
clero. Envió a los varios países legados pontificios para impulsar
la reforma a
través de concilios locales.
Posteriormente
se dejó de ordenar a hombres casados considerando que era mejor
escoger a los ministros de entre jóvenes y exigirles la vivencia del
celibato en vez de la tradicional continencia de los ya casados.
En
el siglo XVI, cuando se dio la Reforma Protestante, otra vez la
situación del clero era deplorable. Esta vez le tocó al Concilio de
Trento realizar una reforma de la Iglesia e intentar corregir los
abusos que en parte dieron lugar a la rebelión protestante. Al mismo
tiempo el Señor proveyó a la Iglesia con un número extraordinario
de grandes santos, tanto místicos como Santa Teresa de Ávila y San
Juan de la Cruz como
grandes
campeones de la auténtica reforma de la Iglesia como San Ignacio de
Loyola, grandes obispos como San Carlos Borromeo. En España se había
adelantado una reforma profunda de la Iglesia de la mano de la Reina
Isabel la Católica juntamente con el Cardenal Jiménez de Cisneros,
de manera
que cuando se descubrió América tanto ella como
sus sucesores en el trono, y
las grandes órdenes religiosas ya reformadas pudieron enviar aquí a
América a unos misioneros extraordinarios. Los más conocidos son
Santo Toribio de Mongrovejo que puso un gran empeño en implementar
las reformas del Concilio de Trento; también San Francisco Solano,
San Juan Macías, por mencionar tan sólo a los más conocidos.
Una
de las normas más importantes del Concilio de Trento fue la de
ordenar que cada diócesis tuviera su seminario para que los futuros
sacerdotes recibieran una formación adecuada. .
También de manera especial en Francia en
el siglo XVII
fueron fundadas unas comunidades como la de San Vicente de Paúl
dedicados principalmente a la formación seminarística. Todo esto
mejoró enormemente la formación de los seminaristas y la vivencia
del celibato entre los sacerdotes. En todo caso, el Concilio de
Trento fue sometido a una presión enorme de parte del Emperador
Fernando de Austria y otros para eliminar el celibato del clero. Casi
lo primero que hicieron los protestantes fue precisamente acabar con
el celibato de sus ministros, el mismo Lutero casándose con una ex
monja. Igualmente, después del Concilio Vaticano I, cuando se separó
un grupo de católicos principalmente de Holanda, llamado “Viejos
Católicos”, por no querer aceptar el dogma de la infalibilidad
papal
definido por este concilio, y que constan actualmente de unos
400,000, eliminaron el celibato también.
También
la época de la Revolución Francesa fue un período de fuertes
sacudidas de la Iglesia,con la detención del Papa por Napoleón
entre otros atropellos. Como en otras épocas de revueltas y
revoluciones se dieron grandes ataques a la norma del celibato, pero
la Iglesia se mantuvo firme, como más tarde en el mismo siglo XIX en
Alemania y otros países.
El
celibato sacerdotal y la fundación
eucarística del celibato sacerdotal5
El
Papa San Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Pastores
dabo obispo
acerca de la formación
sacerdotal publicada en 1992 como fruto del Sínodo de Obispo del
mismo tema celebrado en 1990 afirma:
Es
particularmente importante que el sacerdote comprenda la motivación
teológica de la ley eclesiástica sobre el celibato. En cuanto ley,
ella expresa la voluntad
de la Iglesia, antes
aún que la voluntad que el sujeto manifiesta con su disponibilidad.
Pero esta voluntad de la Iglesia encuentra su motivación última en
la relación
que el celibato tiene con la ordenación sagrada, que
configura al sacerdote con Jesucristo, Cabeza y Esposo de la Iglesia.
La Iglesia, como Esposa de Jesucristo, desea ser amada por el
sacerdote de modo total y exclusivo como Jesucristo, Cabeza y Esposo,
la ha amado. Por eso el celibato sacerdotal es un don de sí
mismo en y con Cristo a su
Iglesia y expresa el servicio del sacerdote a la Iglesia en
y con el
Señor.
En
este texto el Papa en relación
el celibato sacerdotal
con el
hecho
que Jesucristo
es
Esposo de su Iglesia y la configuración del mismo con Él.
En este texto el santo Pontificio pone confirma la tesis de los
estudiosos arriba mencionados que ponen el celibato en relación con
Jesucristo cabeza de la Iglesia y no se contenta con darle un
fundamento meramente canónica, sino teológico y litúrgico. También
el Papa Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica Sacamentum
Caritatis retoma
el mismo tema de la relación esponsal de Cristo con su Iglesia como
como también el hecho de que el sacerdote actúa in
Persona Christi:
En
realidad, representa una especial configuración con el estilo de
vida del propio Cristo. Dicha opción es ante todo esponsal; es una
identificación con el corazón de Cristo Esposo que da la vida por
su Esposa. Junto con la gran tradición eclesial, con el Concilio
Vaticano II y con los Sumos Pontífices predecesores míos, reafirmo
la belleza y la importancia de una vida sacerdotal vivida en el
celibato, como signo que expresa la dedicación total y exclusiva a
Cristo, a la Iglesia y al Reino de Dios, y confirmo por tanto su
carácter obligatorio para la tradición latina. El celibato
sacerdotal, vivido con madurez, alegría y entrega, es una grandísima
bendición pa para
la
Iglesia y para la sociedad misma” (n. 24)
El
P. Keeffe afirma que debido a la importancia que los Padres de la
Iglesia le dan a la continencia sacerdotal e igualmente los Romanos
Pontífices, el celibato de sacerdotes no puede ser una mera
disciplina canónica. Más bien tiene que ver con la pureza y la
libertad necesarias para la oración, claramente sostenidas por San
Pablo en el capítulo 7 de su Primera Carta a los Corintios, y los
Padres siguiendo la huella dejada por el Apóstol.
Se tata
de la oración de intercesión inherente en el ministerio sacerdotal
realizado in
Persona Christi.
El
éxito de tal oración dependía
de lo que en latín se denomina pudicitia
o en castellano castidad.
Según
Cochini, la pureza litúrgica característica de los sacrificios
veterotestamentarios, es la única pureza que se ha mantenido en la
tradición apostólica, mientras todas las demás purezas como la
necesidad de los baños se ha eliminado en la nueva dispensación.
Hoy
en día algunos
que
desprecian el celibato sacerdotal porque piensan
que
está basado en una noción de pureza ritual proveniente del Antiguo
Testamento tendrían
que explicar cómo
es
que las demás fuentes de impureza ritual han quedado suprimidas en
el cristianismo, y ésta no.
Los Padres veían la pureza ritual requerida
del sacerdote para realizar un sacrificio
en el templo como prefiguración del único sacrificio de Jesucristo,
Sumo y Eterno Sacerdote, realizado en la cruz y perpetuado por sus
sacerdotes que actúan en la particular representación de Él que la
Iglesia denomina in
Persona Christi.
Pastores
dabo obispo
sí afirma
que no se exige el celibato a los candidatos al sacerdocio que se han
convertido al catolicismo de otra comunidad eclesial, aunque no
menciona si están bajo la obligación de vivir su matrimonio en
continencia de acuerdo con la antigua y universal tradición, en
parte abandonada por los orientales, y mantenida por la Iglesia
Católica. De manera semejante, pese a que el arriba mencionado
Cardenal Stickler había publicado dos estudios acerca de la
obligación de los diáconos de la Iglesia antigua de
en
vivir continencia después de su ordenación y publicados antes de la
introducción del diaconado permanente en la Iglesia Latina. Ni el
Papa Pablo VI, ni el Código de Derecho Canónico de 1983 aclaran
cuál es la situación de los diáconos casados respecto a la
tradición de continencia desde la Iglesia antigua6.
Aunque ellos no ofrecen el único sacrificio in
Persona Christi,
se consideraba que ellos estaban obligados a la misma norma de
continencia debido a la cercanía de su ministerio al mismo
sacrificio.
Cuestiones
prácticas.
En
el caso de los
que proponen la ordenación de “viri probati”, como queda
indicado arriba, parece que no han hecho un análisis de lo que su
propuesta implicaría para la Iglesia y sus consecuencias
inconvenientes. Se supone que estas personas de cierta edad estarían
casados y con su propia profesión como es el caso de los diáconos
permanentes.
Éstos
tienen
más bien una escasa formación académica para ejercer su
ministerio que es más bien subalterno o puede ejercitarse a tiempo
completo en puestos administrativos que no requieren mucha formación
teológica. En cambio, el sacerdote que tiene que dedicarse al
ministerio de la confesión ha de tener una buena formación en la
moral y el Derecho Canónico por la naturaleza del ministerio y
por ende bíblica, dogmática, litúrgica y pastoral.
Además, ¿le conviene a la Iglesia tener un clero que goza de una
larga y pormenorizada formación filosófica y teológica, y otro
clero que sería de segunda y se dedicara a tiempo parcial al
ministerio, pues tampoco se ve cómo pudieran las parroquias incluso
en países desarrollados solventar los gastos de un sacerdote con su
familia, máxime si ha sido un profesional exitoso con un sueldo
correspondiente a su profesión. No se excluya que tales sacerdotes
con poca formación bíblica y teológica comparado con lo que
actualmente tienen los seminaristas pudieran predicar o
resolver dudas de los fieles
mejor que éstos últimos. ¿Este
tipo clero “de segunda” que ejercería el ministerio en sus
tiempos libres sería una verdadera solución para la escasez de
vocaciones sacerdotales?
En
el caso de adoptar la disciplina vigente en las Iglesias orientales,
hay otros problemas que hay que considerar. Dado que en ningún caso
está contemplado en las Iglesias orientales
que los sacerdotes se casen una vez ordenados, ¿podemos afirmar que
se mejoraría la formación seminarística cuando además de todas
las exigencias que la vida del seminario tiene y los múltiples
aspectos de la formación que exige la Pastoes
dabo vobia,
hemos considerado el inconveniente
de que los seminaristas tendrían también a sus enamoradas y
tendrían que prepararse para un eventual matrimonio antes de la
ordenación? No hay experiencia ni tradición de este tipo en
nuestros seminarios. Por otra parte, el sacerdote ortodoxo cuenta con
una formación bastante inferior al sacerdote católico, y tiene
mucho menos prestigio en la comunidad. Es raro que un sacerdote
ortodoxo sea teólogo, pues éstos suelen ser profesores
universitarios. Creo que la razón por la que el sacerdote
católico cuenta con mayor prestigio ante los fieles y se tiene una
mayor confianza con él que es el caso de los sacerdotes ortodoxos o
los ministros protestantes es precisamente por su celibato.
En
cuanto a la noción que la eliminación del celibato o la
introducción del celibato opcional ayudaría a solucionar la escasez
de vocaciones, en realidad no hay ninguna prueba que esto se daría.
Por el contrario, parece que introduciría una serie de problemas que
hoy en día felizmente no tenemos
en la Iglesia católica. Además, el clero protestante en Estados
Unidos no cuenta con una abundancia de vocaciones. El divorcio es
bastante común entre ellos debido en parte a la gran presión que el
hecho de que el esposo y padre de la familia es el ministro. Los
feligreses esperan que la señora dé ejemplo participando en
diversas actividades etc. En el caso del sueldo que necesita el
pastor protestante para sustentar su familia, pese a que los
protestantes suelen contribuir a sus Iglesias el doble de los
católicos, comúnmente
tiene problemas económicos y con frecuencia está obligado a dar
clases, y cuidar a los hijos mientras la esposa está trabajando. Se
supone que el sacerdote católico casado tendría una familia
bastante numerosa
y no utilizarían
los anticonceptivos según lo que enseña la Iglesia. Las casas
parroquiales no están hechas para que vivan en ellas una familia.
Otro problema sería el escándalo de los eventuales
divorcios e infidelidad de curas, además de la mayor dificultad que
el obispo tendría en cambiarlos de parroquia, pues implicaría un
cambio muy grande para la familia, problemas
para la
señora que
posiblemente tendría que buscar trabajo en otra parte,
cambio de colegios etc.
¿Qué
pasaría en el Perú el sacerdote no cuenta con ningún sueldo, ni
en muchos casos con seguro de salud y cotizaciones para una pensión,
y ni siquiera tienen previsión para su entierro,
ni un lugar donde ir cuando ya le falla la salud en la vejez? Si
ahora muchos de ellos tienen que hacer el absurdo de sacar un título
universitario
para poder dar clases de religión para recibir un sueldo del Estado
y poder comer, después de haber pasado hasta diez años formándose
en un seminario. A
diferencia de lo que pasa en países europeos donde hay parroquias
pequeñas que pueden ser atendidas por un sacerdote que se dedica a
ser profesor de teología o capellán de cárcel, por ejemplo, en
América Latina las parroquias son de de
proporciones muy grandes. Simplemente atendería menos todavía la
parroquia y muchos más católicos
abandonarían
la Iglesia para las sectas protestantes, cosa
que en la situación actual se da cada vez más.
Otros se dedican a celebrar
una multitud de misas por difuntos y así a través de la simonía
tener dinero, convirtiendo
la pastoral y el ministerio en un negocio. Hay un dicho en Estados
Unidos que reza: “si algo no está roto, no lo arregles”. Creo
que es el caso aquí, meramente desde el punto de vista práctico que
es lo menos importante, en relación al celibato sacerdotal.
La
crisis vocacional se debe principalmente a factores como la
secularización
del mundo occidental, con la consiguiente crisis de la familia, el
hecho de que se está produciendo un suicidio demográfico y cultural
en países de antigua tradición cristiana como España, Italia,
Francia y Polonia. El Instrumentum
Laboris
o documento de trabajo para el reciente Sínodo
de Obispos de octubre
de 2014,
presenta
una imagen desoladora
en relación con el conocimiento y vivencia de la doctrina de la
Iglesia acerca de la sexualidad y la familia de parte de los fieles.
Un gran porcentaje de familias disfuncionales da como resultado el
aumento de la delincuencia y de los problemas psicológicos graves y
conflictos de diverso tipo.
En pocas palabras, la así llamada revolución sexual, que empezó
en los años 60 del siglo pasado y que ha producido un aumento
exponencial de la promiscuidad entre la juventud con el consiguiente
aumento de las enfermedades sexualmente transmitidas, de las madres
solteras y otros males, dificulta mucho la formación de familias
sólidamente cristianas de las que se puede esperar que se produzcan
las vocaciones. La
solución de la crisis vocacional no va por el camino de la
eliminación del celibato sacerdotal sino de la evangelización, la
catequesis familiar, entre otras iniciativas urgentes como
el mejoramiento de la formación en los seminarios y sobre todo la
formación permanente sobre todo en los primeros años de ministerio.
Además, de la escasez de vocaciones, la Iglesia tiene el problema de
la defección de un porcentaje no despreciable de sacerdotes jóvenes
que abandonan el minisiterio debido principalmente a la inmadurez
afectiva. Una mejor solución a la escasez de vocaciones sacerdotales
va por el camino de la potenciación de la pastoral familiar y
solucionar los problemas que provocan las defecciones mencionadas, buscando producir una nueva generación de sacerdotes santos que atraigan a los jóvenes dando testimonio de la belleza de la misión de dejarlo todo para seguir al Señor.
En
cuanto al argumento según el cual la crisis de la pederastia se ha
debido al celibato, no tiene sustento. En primer lugar, el problema
se debe a una inmadurez afectiva que igualmente se daría en las
mismas personas si estuvieran casados. Posiblemente,
algunos que padecen de este tipo de inmadurez se hayan sentido atraído
a la vida religiosa y al sacerdocio debido a la esperanza que con el
aura de santidad que caracteriza la vocación pudieran superar su
problema. Además, es evidente que ha habido fallos
en la selección de candidatos para los noviciados y seminarios.
De hecho, la
gran
mayoría de los casos de pederastia denunciados y conocidos (muchos
no se denuncian) tienen como perpetradores a familiares cercanos,
incluso padres. Técnicamente la gran mayoría de los casos de
sacerdotes con este problema no han sido de pedofilia, es decir
abuso de niños prepúberes, sino de efebofilia, abuso de
adolescentes de sexo masculino, lo cual indica que el problema ha
sido uno de homosexualidad. En los últimos años en Estados Unidos,
el número de casos ha disminuido drásticamente, gracias a las
medidas adoptados por la Santa Sede y la Conferencia Episcopal, como
también la mejora en la selección y
la formación en
los seminarios. En muchos seminarios se ha pensado que una persona
con la tendencia de preferencia por el propio sexo es tan capaz que
los demás de vivir el celibato. En realidad eso no es así, y el
Catecismo
enseña que
“los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” y
contrarios a la ley natural (no 2357). Aunque las personas que este
problema están obligados a vivir la castidad, como cualquier otro
cristiano y contarán con la gracia de Dios para ello, es obvio que
debido a que se trata de una verdadera desviación y trastorno, les
será más difícil. Por
ello incluso el sentido común indicaría la inconveniencia que estén
en una ambiente predominantemente masculino como es un seminario.
Debido
a la politización extrema del tema, es casi imposible hablar
racionalmente sobre la homosexualidad.
Conclusiones
Dentro
de un espacio breve, se ha intentado responder a algunos de los
argumentos propuestos para
que
la Iglesia la elimine
de la disciplina del celibato sacerdotal o
la convierta en opcional, que posiblemente sería lo mismo que
eliminarlo.
Creo que queda claro que la
propuesta de
celibato opcional es superficial
que no toma en cuenta por un lado los argumentos bíblicos,
patrísticos, teológicos y del magisterio que avalan la tradición
del celibato sacerdotal en la Iglesia de rito latino, ni
resolvería la problemática de la escasez de vocaciones que es el
principal motivo por el que se propone el celibato opcional. .Aunque
quedaría mucho más que decir acerca de los argumentos
históricos apenas esbozados siguiendo a los autores que los han
expuestos de una forma tan cabal y convincente desde los años 80 del
siglo pasado, e igualmente apenas hemos señalado el argumento de
íntima relación del celibato con la celebración de la Eucaristía
en la que el sacerdote actúan in
Persona
Christi, relación
esponsal entre Cristo y su Iglesia representado por su ministro. San
Pablo en su Primera Carta a Timoteo indica que el “obispo sea de
una sola esposa”7
Los
Padres de la Iglesia con
algunas excepciones
entendieron esta expresión en el sentido de que está casado
exclusivamente con la Iglesia, representando a Jesucristo Nuestro
Señor como esposo de la Iglesia. De
hecho, la infidelidad al compromiso de la continencia de parte de
clérigos era considerada como un verdadero
adulterio, pese que que estaban legítimamente casados con sus
esposas. Esto se debe a que había una incongruencia entre la
relación matrimonial del sacerdote con su esposa y su actuación in
Persona Christi,
en la Eucaristía, pues Jesucristo es Esposo de la Iglesia y
absolutamente fiel. Tal
incongruencia no llega a ser una incompatibilidad total, pues los
Romanos Pontífices en el ejercicio del poder de las llaves tienen la
capacidad de dar dispensas en casos excepcionales. La disciplina
introducida por el Concilio in
Trullo
de 691 ya mencionado, preveía una continencia temporal antes de la
celebración de la Eucaristía. De esta manera salvar una pequeña
parte de la tradición patrística que no veía compatible la
identificación del sacerdote que actúa in
Persona Christi con
el simbolismo de la unión matrimonial de dos en una sola carne, tal
y como la explica San Pablo a los efesios en el capítulo 5.
En
cuanto a la opcionalidad podemos señalar que podría pasar lo mismo
que pasó con el ayuno y la abstinencia en la Iglesia cuando después
del Vaticano II, los obispos decidieron sustituir la abstinencia de
carne los viernes, que era una práctica tan característica de los
católicos, por algún tipo de sacrificio indefinido. El resultado
ha sido la desaparición tanto de la abstinencia como del ayuno, que
solo obliga el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y en la
conciencia de los fieles ni se cumple en estas dos ocasiones. La
Iglesia ha considerado el celibato sacerdotal como un don inestimable
y un gracia extraordinaria de manera que reducirlo a una opción no
conviene en manera alguna.
¿Por
qué la Iglesia tendría que hacerle caso a las presiones sobre ella
de parte del mundo secularizado cuando este mismo mundo tiene un
desprecio supina hacia el verdadero matrimonio y la familia, un
caso evidente siendo el así llamado “matrimonio gay”, y el ataque al celibato forma parte de un ataque más amplio a toda la moral católica debido a que la Iglesia es la única fuerza en el mundo que se opone radicalmente a los presupuestos de la revolución sexual?.
Considera el goce sexual y con frecuencia meramente casual, gracias a
los anticonceptivos como un derecho
incluso de parte de adolescentes, con
el inevitable aumento de los embarazos juveniles y el olvido del
derecho fundamental del niño de ser criado por su padre y madre..
En vez de enseñar
a los jóvenes el autocontrol y la virtud se les está enseñando la
irresponsabilidad y la falta de respeto mutuo, con resultados bien
conocidos y nefastos.
La
Iglesia no debe transitar por el camino que ha seguido la Iglesia
Anglicana que ha intentado adecuar su doctrina a las exigencias del
mundo moderno. Recientemente han aprobado en Inglaterra la ordenación
de mujeres como “obispas”. Luego de haber aceptado el aborto,
ahora el anterior Arzobispo Anglicano de Canterbury ha hecho
declaraciones a favor de la eutanasia, cosa completamente lógica.
Además, a lo largo de todo este proceso de secularizaicón llevado a
cabo por los anglicanos durante
décadas en su intento de ser relevantes en el mundo de hoy, lo que
han logrado es vaciar sus iglesias. Las grandes catedrales anglicanas en Inglaterra se han
convertido en museos.
Tampoco
tenemos mucho que aprender de nuestros hermanos ortodoxos en este
tema. Ellos, como ya hemos señalado, se desviaron de la tradición
universal antigua haciendo concesiones a la debilidad de la
naturaleza, en vez de confiar plenamente en la gracia del Señor. No
nos conviene importar los problemas que ellos tienen. Al igual que el
caso del divorcio que permiten, en el que se han desviado de la
auténtica doctrina del mismo Señor, estas cosas se dieron debido a
su separación de la Cátedra de San Pedro.
Los
grandes santos del pasado, de manera especial San Gregorio VII, San
Juan de Ávila en el siglo XVI en España, San Carlos Borromeo y
tantos otros, nos han dado un ejemplo de cómo se puede reformar la
Iglesia a través de una renovación de la vida sacerdotal y el
celibato, en circunstancias que pudieran haber parecido insuperables.
Si nosotros seguimos el ejemplo de ellos, buscando en primer lugar la
santidad, que exige unos sacrificios notables y el rechazo del
espíritu del mundo, juntamente con una infinita confianza en la
gracia de Dios a través de la acción del Señor Resucitado que
prometió que estaría con su Iglesia hasta el fin del mundo y por la
fidelidad al Espíritu Santo, la Iglesia podrá tener suficientes
sacerdotes para atender las necesidades de los fieles, y ellos estará
convencidos de que son ellos juntamente con sus pastores
los primeros responsables de asegurar que a la Iglesia no le falten
los buenos pastores que necesita. A
lo largo de los siglos cuando la Iglesia parecía hundirse por los
problemas internos y externos que se abatían sobre ella siempre
ha podido sacar fuerzas de su interior, es decir del Espíritu Santo
que la guía según la promesa del Señor, Así ha sido en el siglo
XI, con la reforma de Cluny, en el siglo XII y
XIII
con grandes santos como San
Bernardo,
San Francisco y Santo Domingo y sus respectivas órdenes; en el siglo
XVI, cuando parecía que iba a desaparecer debido a la fuerza de la
rebelión protestante, en el silgo XIX con la Revolución Francesa.
Termino
con una anécdota. A principios del siglo los católicos japoneses
sufrieron una persecución tremenda cuyos
mártires mejor conocidos son San Pablo Miki y compañeros.
Además
de ellos, hubo
miles de mártires y los misioneros o murieron mártires o tuvieron
que abandonar el país. Sin embargo, unos grupos de católicos
japoneses conservaron la fe en lugares retirados
como la costa y las sierras
cerca de Nagasaki. Luego de unos 250 años cuando Japón empezó
abrirse a Occidente, llegó a Nagasaki un ministro protestante con
la misión de atender pastoralmente a los protestantes como pudieron
ser diplomáticos o hombres de negocios. Cuando se enteraron los
católicos japoneses que había mantenido su fe a escondidas y sin
clero en las afueras
de la ciudad,
decidieron
averiguar acerca del ministro que había llegado. Le preguntaron si
estaba casado, y obviamente les dijo que sí, por
lo cual supieron que no era sacerdote católico y por lo tanto no era
de fiar. Luego
de un tiempo más llegó un sacerdote misionero francés y otra vez
se acercaron y le hicieron las mismas preguntas. Cuando él les
dijo que obviamente no era casado porque era sacerdote católico se
abrieron con él y el contaron su historia y le invitaron ir a
conocerlos en sus casas en los lugares retirados de la ciudad.
2Pablo
VI, Encíclica, Sacerdotalis coelibatus, 19
http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/encyclicals/documents/hf_p-vi_enc_24061967_sacerdotalis_it.html
3
Christian Cochini, S.J., THE APOSTOLIC ORIGINS OF PRIESTLY
CELIBACY. With a Preface by Father Alfons M. Stickler. Translated by
Nelly Marans (San Francisco: Ignatius Press, 1990).
El libro tuvo su origen como tesis doctoral defendida en el
Instituto Católico de París. Cabe señalar que el jurado de la
defensa de la tesis fue presidida por el eminente patrologo el
Cardenal Jean Danielou. También con una carta de recomendación
del Cardenal Henri de Lubac y con la ayuda del Cardenal Stickler, la
tesis fue ampliado para publicarse como libro.
4El
estudio de Stickler, escrito en 1964, trata de “La continencia de
los diáconos, especialmente durante el primer milenium de la
Iglesia”. Se realizo como parte de los estudios hechos para
proporcionar a los Padres Conciliares puntos importantes de
reflexión tomados de la historia. Se trataba del momento en el que
se decidiía la introducción del diaconado permanente en la Iglesia
latina. Era Bibliotecario y Archivista de la Santa Iglesia Romana.
El estudio del P. Roman Cholij, Clerical
Celibacy in the East and West, (Leominster,
Herfordshire: Fowler Wright Books, 1989),
también
tuvo su origen como tesis doctoral
5Aquí
estoy siguiendo un estudio del Jesuita norteamericano Donald J.
Keefe, “The Eucharistic Foundation of Sacerdotal Celibacy”.,
http://www.renewamerica.com/columns/abbott/061118
6El
canonista norteamericano Edward Peters hace una defensa cerrada de
la necesidad de exigir a los diáconos permanentes la vivencia de la
continencia perfecta y permanente, basándose en el Canon 277, 1 del
actual Código de Derecho Canónico : “Los clérigos están
obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el
Reino de loas cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el
celibato que es un don particular de Dios, mediante el cual los
ministros sagrados pueden unirse fácilmente a Cristo con un corazón
entero y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los
hombres”. Su estudio fue publicado en “Canonical
considerations on diaconal continence”, originally published
in Studia
Canonica 39
(2005) at 147-180
y
http://www.canonlaw.info/a_deacons.htm
En
esta web vuelve sobre el tema y da una serie de invervenciones de
otros estudiosos que tienden a reforzar su tesis. Entre otros
argumentos
que propone está el hecho
de que las esposas de los candidatos al diaconado permanente tengan
que dar su consentimiento para la ordenación. Peters argumenta que
en ningún caso la posibilidad de recibir un sacramento ha dependido
del consentimiento de un tercero, y que la única justificación
para tal disposición sería el hecho de que a la esposa se le
estaría pidiendo la renuncia de sus derechos matrimoniales en
virtud del sacramento. También dice que el hecho de no haberles
dado a conocer a los candidatos no significa que se anule lo
requerido por el canon basado en la tradición constante de la
Iglesia, Por ello, considera que se necesita una intervención del
Magisterio pero pese a que hay algunas cartas individuales de la
Pontificia Comisión para la Interpretación de Textos Legislativos,
no constituyen una interpretación auténtica del canon, lo cual
requería una aprobación específica del Papa y su oportuna
promulgación, porque una interpretación auténtica tiene fuerza de
ley.
En
todo caso, el tema no tiene relación directa con el del celibato
sacerdotal, solo en cuanto que tiene a debilitar la argumentación a
favor del celibato sacerdotal también.
7La
Biblia de Jerusalén traduce “”que esté casado una sola vez”,
pero eso no es lo que dice el griego, “hymas gunaikós andra”m
es decir de una sola esposa.
Magnífico el estudio que hace el P. Thomas sobre el celibato y totalmente de acuerdo en que la solución de la crisis vocacional (como cualquier otro aspecto de la vida religiosa) no está en la eliminación del celibato, sino en una nueva evangelización que aborde los problemas actuales con realismo, insistiendo mucho en la catequesis desde los inicios de la vida cristina, comenzando por las familias,evangelizando "a tiempo y a destiempo" y procurando que las parroquias dejen de ser "oficinas de Sacramentos". Pedro Rodríguez Buzón
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