Es bien conocido el hecho de que el Sacramento de la Penitencia o la Reconciliación, comúnmente llamado la Confesión, está en crisis en muchos países. Personalmente tengo la experiencia de haber estado en confesionarios durante bastantes horas sin que llegara ningún penitente. En parte eso pudo haberse debido a dificultades de horario, pues en nuestros días es común la queja de no tener tiempo. Se tiene tiempo para lo más urgente, pero no para lo más importante. También en otras ocasiones se acercan a confesarse personas bastante devotas que anuncian que no tienen ningún pecado, que son buenas personas. En ocasiones los fieles no encuentran que su párroco esté disponible para escuchar confesiones. Hay parroquias en las que no se prevé horas para confesiones. Debido al trajín de nuestro mundo actual muchos no encuentran tiempo para acudir a la parroquia más que el domingo para participar en la Santa Misa. Es cierto que en parroquias con más de un sacerdote se puede ofrecer confesiones durante la misa, pero muchas parroquias no tienen más que un sacerdote, máxime en estos tiempos de escasez de vocaciones. Las razones que explican la crisis del Sacramento de la Penitencia son muchas, pero curiosamente se nota que los programas de farándula con no poca frecuencia incluyen "confesiones" de gente famosa delante de las cámaras. Claro, eso no lo hacen gratis, pero al parecer el ser humano tienen necesidad psicológica de "confesarse". Si no lo hace con un sacerdote en el contexto del Sacramento de la Penitencia, lo hará de otro modo. Más allá del valor primario del Sacramento con reconciliación con Dios y con la Iglesia, del aumento de la gracia o la relación filial con Dios, la Confesión tiene un valor pedagógico para el mismo sacerdote que ejerce ese ministerio. En un reciente discurso a los participante en un curso sobre el Sacramento de la Penitencia promovido por La Penitencaría Apostólica, el Papa Benedicto XVI ha tratado de este tema (http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/march/documents/hf_ben-xvi_spe_20110325_penitenzieria_it.html) . Quisiera comentar algunos de los puntos que menciona en ese discurso.
El Papa Benedicto XVI se pregunta: "de qué manera el Sacramento de la Penitencia educa, sea al penitente, sea al ministro. Con no poca frecuencia el sacerdote es testigo de manera única y privilegiada en el Sacramento de la Penitencia al "esplendor de la misericordia", al ser testigo de milagros de conversión. "En el fondo, confesar significa asistir a tantas "profesiones de fe" cuantos penitentes haya, y contemplar la acción misericordioso de Dios en la historia, tocar con la mano los efectos salvíficos de la cruz y resurrección de Cristo, en todos los tiempos y en cualquier hombre. Con no poca frecuencia estamos ante verdaderos dramas existenciales y espirituales que no encuentran respuesta en la palabra humana, pero que son abrazados y asumidos en el amor divino que perdona y transforma".
El papa comenta luego cuánto puede aprender el sacerdote de penitentes fervorosos que examinan su conciencia con gran delicadeza, de la transparencia con la que reconocen sus propios pecados y su docilidad a la enseñanza de la Iglesia. Es más, podemos recibir lecciones profundas de fe y humildad del ejercicio de este ministerio. Nosotros no podemos en manera alguna escuchar las confesiones de nuestros hermanos, si no es porque hemos sido configurados a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, hechos capaces de actuar en su misma persona y en nombre de la Iglesia. "La celebración del Sacramento de la Penitencia tiene un valor pedagógico para el sacerdote en orden a su fe, a la verdad y la pobreza de su persona, y alimenta en él la conciencia de la identidad sacerdotal"
En cuanto al valor pedagógico del sacramento para el fiel, depende ante todo de la acción de la gracia y los efectos objetivos del él en el alma del fiel. Benedicto XVI afirma que probablemente el momento de la reconciliación en el sacramento es uno en el que se expresa con más fuerza la conciencia de la libertad personal y la conciencia de sí. El examen de conciencia tiene un valor pedagógico particular en cuanto que se pone uno delante de la verdad evangélica, examinando la propia vivencia de los diez mandamientos, las bienaventuranzas, y en particular la ley suprema de la caridad y se convierte así en "una escuela penitencial".
En un mundo tan lleno de distracciones el coloquio penitencial con el sacerdote puede ser uno de los pocos momentos disponibles para ser escuchado en profundidad. "Ser acogidos y escuchados puede constituirse también en un signo humano de la acogida de Dios hacia sus hijos". El penitente al confesar íntegramente sus pecados aprende una gran lección de humildad, como también la conciencia del poder de la gracia de Dios puede transformar la vida de la persona. Escuchar las palabras "Yo te absuelvo de tus pecados" puede ser una gran escuela de amor y esperanza que guíe a la plena confianza en la misericordia de Dios.
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