viernes, 6 de marzo de 2015

LOS DIEZ MANDAMIENTOS

Probablemente todos sabemos cuáles son los diez mandamientos y nadie duda de su importancia tanto para nuestra propia vida cristiana como para el verdadero bien de la sociedad entera. ¿Todos los sabemos de memoria? Si no, nos conviene ponernos a aprenderlos. Existen unos códigos de leyes muy antiguos provenientes de Mesopotamia, la región donde hoy se encuentra Iraq, el más conocido es el de Humarabi que data de alrededor de 1800 a.C. Parte de su contenido corresponde a lo que Dios ha revelado en los diez mandamientos. No es de extrañar que es posible descubrir algunos de estos mandamientos por la luz de la razón o lo que os teólogos denominan la Ley Natural. Sin embargo, Santo Tomás de Aquino, refiriéndose a la existencia de Dios,  también indica que es posible descubrirla por la luz de la razón, pero señala que fue moralmente necesaria su revelación de parte de Dios. Esto porque dice que pocos, luego de caer en muchos errores y de hacer grandes esfuerzos podrían descubrir la existencia de Dios racionalmente. Lo mismo dígase los grandes principios moral recogidos en el Decálogo. En primer lugar debemos darle gracias a Dios por habernos revelado estos mandamientos. La Iglesia, en el esfuerzo de proponernos en la Cuaresma la oportunidad de volver a los fundamentos de nuestra vida cristiana, nos invita a realizar hoy, Tercer Domingo de Cuaresma, una reflexión seria, amén de un examen de conciencia sobre nuestro cumplimiento de los diez mandamientos. Jesús los ha repetido y también ha ido más allá de la Ley de Moisés, proclamando la Nueva Ley, que es la gracia, que Santo Tomás de Aquino afirma que es el mismo Espíritu Santo que nos ha comunicado el Padre por su Hijo Jesús Resucitado.

Hagamos, pues en este domingo, un breve comentario sobre los 10 mandamientos.
Según la Biblia Dios reveló a Moisés los diez mandamiento en dos tablas, la primera contenía los primeros tres que se refieren a nuestros deberes hacia Dios; mientras la segunda contiene los otros siete que corresponden a nuestros deberes hacia nuestros prójimos

1. Yo soy el Señor tu Dios. Amarás a Dios sobre todas las cosas. 

Este primer mandamiento corresponde a la naturaleza misma de Dios como el creador de todo cuanto existe, de lo cual no tiene ninguna necesidad porque creó todo el universo y cada uno de nosotros por pura bondad y para hacernos partícipes de la vida eterna con Él, que solemos llamar el cielo. Dios nos prohíbe rendir culto a dioses falsas precisamente porque va en contra de la verdad de nuestra naturaleza y por ello nos hace una daño enorme,  El hombre, por su misma naturaleza, o rinde culto al verdadero Dios o convierte alguna otra cosa en su dios. Aquello que buscamos delante de todo lo demás, con todo nuestro ahinco es nuestro dios, el valor supremo que buscamos. Para algunos es el poder, y no solamente los políticos. Hay personas que son unos dictadores dentro de la propia familia o en su lugar de trabajo y buscan dominar a otros. y someterlos a sus caprichos. Muchos ponen todo su empeño en la acumulación del dinero, que en realidad no es algo, sino un mero símbolo gracias al cual pueden alcanzar o poder,, o placer o dominio, que en resumidas cuentas son lo que constituyen los dioses falsos. Hay algunos que tienen una afición tal al fútbol que lo convierten en su dios. Desde que se levantan en la mañana hasta cuando se acuestan piensan en aquello que es su falso dios. También podemos engañarnos y pensar que por ser religiosos y acudir regularmente a la Iglesia que de verdad adoramos al verdadero Dios, y no es así. Somos muy hábiles en engañarnos y encontrar cortinas de humo para dar la impresión de que somos buenos cristianos cuando en realidad todo nuestro ser está abocado a otra cosa. Por ello, nos conviene examinarnos hoy y preguntarnos si de verdad adoramos al verdadero Dios y no rendimos culto a otra cosa.

2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
Corresponde alabar, bendecir a Dios, darle gracias, pero hay muchos modos de ofender a Dios con la palabra y tanto los diez mandamientos como Jesús y Santiago en su carta nos advierten sobre el poder de la palabra y cómo debemos de cuidarla para no pecar, sino hacer el bien. Muchos ofenden a Dios invocando su nombre de forma grosera. Otros hacen juramentos en falso y incurren en el pecado muy grave del perjurio. Debemos evitar los juramentos frívolos, pues Jesús nos invita a no jurar porque entre sus seguidores debería de haber una confianza tal que no sea necesario el juramento. Lamentablemente hoy en día, hay una desconfianza tal en la sociedad que se pide declaraciones juradas con gran frecuencia y también cada vez a uno le piden la firma tiene que dar la huella de dedo. Se presupone que el otro va a engañar y estafar si puede. Esto se debe al olvido de la ley de Dios expresado en los diez mandamientos y en la palabra de Jesús.

3. Santificarás las Fiestas. 
En en Antiguo Testamento se decía santificar el sábado, pero el Catecismo de la Iglesia Católica en su compendio lo expresa de esta manera. Principalmente se trata del deber de todo Católico de responder a la invitación, la convocación (palabra que significa Iglesia, "los convocados fuera"). de participar en la Eucaristía y en general vivir el domingo como verdadero día de fiesta, de alegría, de gozo, de comunión con los hermanos, y por ello abstenerse de trabajos no necesarios. Lamentablemente en nuestro Perú, y en general en otras partes del mundo, prácticamente se ha perdido el sentido del domingo. La Iglesia considera que no se puede ser cristiano sin vivir y celebrar el domingo como Día del Señor. Se ha convertido en un día cualquiera en el que se realiza todo tipo de tareas, compraventa de productos, construcción, arreglo de autos, lo que sea. Muchas personas que acuden a la Iglesia para participar en la celebración de la Eucaristía tiene prisa para ir a comprar y hacer otros trabajos. Se quejan de la "misa larga" porque al parecer tiene cosa muy urgentes que hacer.  Antes no era así, la practica totalidad de las tiendas se cerraban los domingos, se realizaba actos de esparcimiento saliendo a jugar y pasear en los parque con la familia etc. Estamos en el mundo del trabajo total y no se desaprovecha un momento para intentar vender y ganar dinero. Entonces, se ve que no se cumple el primer mandamiento tampoco.
De otro lado, la persona que se ausenta de la Misa poco a poco va perdiendo relación con el Señor, va deformando la propia conciencia y lo que antes le parecía grave, ahora siguiendo los criterios mundanos propuestos por la televisión y el Internet, se va debilitando su fe y se convierte prácticamente en un pagano. Por eso, la Iglesia a lo largo de los siglos no ha dejado de exhortar a los católicos a participar en la Misa y comulgar siempre que pueden. No se trata solamente de estar físicamente presentes en la Iglesia durante la misa, sino de poner toda nuestra atención. A veces esto puede significar un esfuerzo, pero es lo que menos podemos ofrecer al Señor.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre

El Compendio del Catecismo nos indica que significa: honrar y respetar a "todos aquellos a quienes Dios ha investido con autoridad para nuestro bien". En primer lugar, se trata de los padres y otros familiares. La Biblia no deja de señalar el deber de los hijos de cuidar de sus padres en la vejez y enfermedad,. No es poco común que en una familia bastante numerosa varios desatienden este deber y lo cargan sobre un miembro sin hacer nada ellos para colaborar. También esta persona que se sacrifica para cuidar a sus padres ancianos suele sufrir de estrés que esta tarea normalmente provoca. Aquí hay un doble pecado porque no es justo que un miembro de la familia se cargue solo con esta responsabilidad. La Iglesia insiste a tiempo y destiempo acerca  del rol de la familia como base de toda la sociedad y, como sucede hoy en día, cuando la familia entra en crisis toda la sociedad tambalea.
El respeto a los padres tanto de parte de los menores como adultos, como las buenas relaciones entre los hermanos y otros familiares  no es algo se produce por generación espontánea. Hay que trabajar en ello y buscar tiempo para la comunión, el diálogo y compartir con ellos sobre todo en las ocasiones de las grandes fiestas como la Navidad y también cumpleaños y aniversarios. Los niños suelen tener lo que los psicólogos llaman "pensamiento mágico" hacia sus padres, pero ya de adolescentes, cuando llega la época de la rebeldía, se fijan tal vez demasiado en sus defectos. No olvidemos lo que dice San Pedro en su Primera Carta, "el amor cubre una multitud de defectos".

5. No Matarás
No es que piense que alguno de los presentes haya matado a alguien o vaya a matar, pero son conviene recordar que la vida humana es sagrada y es el mayor bien que poseemos en este mundo y tiene que ser respetada siempre. A nadie le es lícito por ningún motivo privar a ningún ser humano de este bien. Este mandamiento tiene una gran actualidad hoy en día debido a los millones de abortos que se dan en el mundo en este tiempo, al los atentados terroristas, la delincuencia común con el sicariato, como también el cada vez más frecuente recurso a la eutanasia aunque la persona enferma la pida etc. Es un atentado a Dios que es el único Señor de la vida y al prójimo. El catecismo incluye otros varios temas en su tratamiento de este mandamiento como son el cuidado de la salud, de los enfermos y los moribundos, el problema de la guerra, pero no podemos entrar en ellos ahora.

6. No cometerás actos impuros (formulación del Catecismo en vez de no cometerás adulterio, que es la formulación tradicional)

Entre los varios pecados que tienen que ver con el recto ordenamiento de la sexualidad humana tal y como la enseña la Iglesia  y que se llama la virtud de la castidad, el adulterio es de los más graves. La Iglesia, teniendo en cuenta todas las enseñanzas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, incluye bajo el sexto mandamiento todo lo relacionado con el recto uso de la sexualidad según el designio de Dios o la virtud de la castidad. "La castidad es la positiva integración de la sexualidad en la persona. La sexualidad es verdaderamente humana cuando está integrada de manera justa en la relación de persona a persona. La castidad es una virtud moral, un don de Dios, una gracia y un fruto del Espíritu Santo" (CIC, Compendio 488).  En el caso del adulterio se trata de una verdadera traición y nadie puede minimizar el dolor que provoca en la persona traicionada. Podemos imaginarnos el dolor que Jesús debió de sentir ante la traición de Judas. El daño que hace al matrimonio con frecuencia provoca el divorcio, y es de todos conocidos el efecto nefasto que esto tiene en los hijos, y no solamente los hijos pequeños, sino  también los que ya han llegado a la adultez. Además del adulterio hay una multitud de pecados contrarios al recto orden de Dios en el campo de la sexualidad, como la fornicación, la masturbación, las practicas homosexuales, la pornografía, las fantasías sexuales provocadas y no controladas, etc.

7. No robarás.
Seguramente todos hemos experimentado lo que uno siente cuando es injustamente despojado de algo de su propiedad a través del hurto y del robo. Para la persona sus pertenencias son una extensión de su persona y cuando les son injustamente y de manera especial si se trata de violencia provoca un sentimiento de haber sido víctima de una gran violencia. Lo mismo dígase de las estafas que suelen aprovecharse de la buena voluntad de las personas y nos engañan de manera que uno se siente manipulado y tratado como un trapo. Por ejemplo, cuando a uno le roban el celular o la billetera con todos los documentos y tarjetas bancarias, no es sólo el dinero, sino toda la molestia de ir a hacer trámites para reponer los documentos. A mí me ha pasado eso en un taxi en Lima y para colmo cuando uno va a denunciar el hecho en la Comisería, luego de no tener ni un centavo en el bolsillo, el funcionario policial te da una papeleta para ir al Banco de la Nación a pagar la denuncia. Es el colmo de la desgracia, pues al haber sufrido el hurto de la billetera, el Estado te cobra por la necesaria constancia policial pese a que uno no tiene dinero. En tal caso la rabia  contra los políticos que han aprobado una ley que manda esta barbaridad es justificada. El Catecismo trata de otros varios temas relacionados como el salario justo, falsificación de divisas, cheques sin fondos, fraudes fiscales, daños a la propiedad pública y privada, pero no podemos comentarlos en este momento.

8. No darás falso testimonio ni mentirás.

Este es uno de los pecados más comunes e incluso hay personas, no pocas, que piensan que "tienen que mentir" o confiesan la contradicción que es hablar de "mentiras piadosas". Se miente principalmente con la palabra, pero también con los hechos como es el caso de la insinceridad, el pretender lo que uno no es, un poco como los fariseos que aparentaban una santidad que no tenían. "El cristiano debe dar testimonio de la verdad evangélica en todos los campos de su actividad pública y privada; incluso con el sacrifico si es necesario de la propia vida. El martirio es el testimonio suprema de la verdad de la fe"  (CIC Compendio 521). Además, de las mentiras propiamente dichas y la insinceridad y la hipocresía, el Catecismo indica que el Octavo Mandamiento prohíbe el falso testimonio, la maledicencia. el perjurio, el juicio temerario, la difamación, y por otro lado, el halago, la adulación y la complacencia.
Conviene volver a señalar la importancia de nuestra palabra porque expresa lo que tenemos en nuestro interior. Si somos unos farsantes lo expresaremos con la palabra. Aunque no debemos de mentir, y hemos de recordar que la Biblia llama a Satanás, El Padre de la mentira, no estamos bajo una obligación de revelar siempre toda la verdad. A veces hay que evitar comunicar la verdad a una persona que quiere hacer un daño a uno o a otros. Además, existen los secretos sea por la naturaleza de la cosa o porque se nos ha confiado información privilegiada que no debemos divulgar. En todo caso, en tales circunstancias no hay que mentir, aunque los teólogos han desarrollado una doctrina llamada la reserva mental, pero no podemos entrar en eso ahora.

El noveno y décimo mandamiento: No codiciar ni la mujer ajena ni los bienes ajenos, según la formulación tradicional.

"El noveno mandamiento prohíbe consentir pensamientos y deseos relativos a acciones prohibidas por el sexto mandamiento" /CIC, Compendio 528)  El Papa San Juan Pablo II, en un libro que escribió cuando era obispo en Polonia indica que la respuesta adecuada a cada persona es el amor. El amor se construye sobre el respeto de la dignidad de la persona y nos lleva a huir de la tentación de aprovecharnos de otra persona para nuestra propia lujuria. Se llama también la pureza, que nos dispone a amar a Dios con todo el corazón, la pureza de los pensamientos y las miradas de manera que reconocemos a la otra persona como hijo o hija de Dios y con una gran dignidad. La castidad es el esplendor de la caridad, y la caridad es la reina de todas las virtudes. La Santísima Virgen María también se la Purísima, precisamente porque amaba a Dios con todo el corazón y y recibió el inestimable privilegio de la Inmaculada Concepción por la que fue concebida sin pecado original y liberada de todo pecado personal. Por ello, ella es nuestra gran abogada para poder alcanzar esta virtud de la pureza en un mundo lleno de podredumbre. Los jóvenes que suelen tener que realizar una gran lucha con la ayuda de la gracia de Dios, han de acudir a ella siempre con oración fervorosa para que alcance del Señor esta inestimable gracia para ellos.

La codicia de los bienes ajenos es un vicio muy común. Aunque digamos que lo que tienen otros y no tenemos no nos afecta, con mucha frecuencia queremos y codiciamos lo que tienen ellos. Hoy en día, el deseo de los bienes materiales afecta negativamente a muchas personas y cuando otro compra un auto u otra cosa quieren tener lo mismo ellos. Necesitamos rectificar constantemente nuestros deseos porque el deseo más grande, profundo y auténtico del hombre es ver a Dios, como tantas veces nos enseña la Biblia. Como enseña San Ignacio de Loyola, debemos usar de las criaturas tanto cuanto nos sirven para alcanzar nuestro fin último que es la gloria de Dios y la salvación de nuestra alma.

Conclusión.

A los que no han memorizado los diez mandamientos  o se les han olvidado, les invito a hacer este esfuerzo, pues este tiempo de Cuaresma es un momento propicio y nos ha de ayudar a examinar nuestra conciencia y tener en nuestra memoria los mandamientos de la ley de Dios. Para los que les gusta más una explicación amplia, pueden acudir al Catecismo de la Iglesia, en su edición completa. Para los menos dados a la lectura está el Compendio del mismo Catecismo está en forma de preguntas y respuestas como los catecismos antiguos. Lo importante es que nos ayude a iluminar la conciencia y cumpliendo mejor los mandamientos recordemos lo que dijo Jesús a los apóstoles en la Última Cena: "El que ama guardará mis mandamientos y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23). Podemos recordar también el refrán: Obras son amores no buenas razones. 







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