sábado, 4 de abril de 2015

Domingo de Resurrección

Homilía de Domingo de Resurrección

"Este es el día que ha hecho el Señor, la Fiesta de todas las Fiestas y nuestra Pascua: la Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne". Así proclama el Calendario de la Iglesia Occidental la celebración de la Pascua. Igualmente el Calendario de las Iglesias Orientales proclama: "El grande y sagrado domingo de la Pascua, en el cual celebramos la Resurrección de Nuestro Señor y Dios, Nuestro Salvador Jesucristo que nos da la vida". 

La alegría y la exaltación de esta fiesta, la más grande de todas las fiestas cristianas es evidente en los escritos de los grandes Padres de la Iglesia. San Agustín dice: "Ved qué alegría, hermanos míos, alegría por vuestra asistencia, alegría de cantar salmos e himnos, alegría de recordar la pasión y resurrección de Cristo, alegría de esperar la vida futura. Si el simple esperarla nos causa tanta alegría, ¿qué será el poseerla". San Gregorio de Nazianzo escribe: "La fiesta más alta  y la celebración más grande sobrepasa tanto no sólo las fiestas cívicas sino también los otros días de  fiesta del Señor, es decir, es como el sol en medio de las estrellas". 

A lo largo de los siglos se han desarrollado diversas tradiciones que expresan esta gran alegría de los cristianos en la ocasión de la celebración del Domingo de Pascua. En los primeros siglos del cristianismo los neófitos o recién bautizados eran vestidos con un vestido blanco luego de haber sido  bautizados y de haber recibido la unción con el crisma. A lo largo de la semana de Pascua llevaban su vestido blanco. De ahí se desarrolló la costumbre de los cristianos de estrenar vestidos nuevos en el Domingo de la Resurrección, como símbolo de la nueva vida que el Señor nos ha alcanzado en el bautismo y que se celebra en la Pascua. Otras costumbres tradicionales que hay en varias partes de Europa son: la de tocar las campanas de la iglesia intermitentemente a lo largo de todo el día Domingo de Pascua. La gente se abraza y se dice uno a otro: "Jesucristo ha resucitado" y el otro responde "Verdaderamente, Jesucristo ha resucitado". En Austria, terminada la Misa la gente de un pueblo iba pasando de una casa a otra a desearse una Feliz Pascua y en cada casa degustaban diversos alimentos típicos de la ocasión. En otros casos se tenía casa abierta para que los familiares y vecinos, incluso desconocidos pudieran compartir el almuerzo con la familia en este gran domingo. Otra costumbre era la de la risa pascual. El párroco, luego de los sermones lúgubres y pesados sobre las verdades eternas que se acostumbraba predicar en la Cuaresma, en el Domingo de Pascua les contaría a sus congregaciones historias chistosas y alegres con alguna lección moral que provocaba risa entre los congregados en la Iglesia. En fin, con otras muchas costumbres y con una multitud de himnos y cantos  la gente de aquellas épocas expresaban su gran alegría por la victoria de Jesús sobre el pecado, el mal y la muerte en la Pascua. 

El sepulcro

Sabemos que el Viernes Santo luego de morir en la cruz, el cuerpo de Jesús fue colocado de manera precipitada en el sepulcro de José de Arimatea debido a que dentro de poco tiempo se iniciaba el Gran Sábado, que según San Juan, coincidía en aquel año con el 14 de Nisán, la fiesta de la Pascua de los judíos. También se insiste en que las mujeres, las mismas presentes al pie de la cruz constataron que el sepulcro se había cerrado y como todos se retiraron a sus casas, pues según la Ley no podían hacer casi nada el día sábado, pudiendo caminar un cierto número de pasos. 

Creo que todos hemos experimentado el hecho de que los cementerios son lugares tranquilos que provocan en los que los visitan una sensación de paz, deseos de reflexionar sobre el sentido de la vida y la muerte. Como sabemos, es tradicional que se plante en ellos unos cipreses, que por ello nos recuerdan de ellos y de la muerte. Si vamos a visitar la tumba de algún ser querido, además de llevar flores y rezar por su eterno descanso, nos vienen a la memoria escenas de su vida, experiencias que hemos vivido juntos. Probablemente también pensamos en el hecho de que algún día nos llevarán a nosotros a un cementerio. Hoy en día con la introducción de la tecnología del crematorio se nos priva de ir a visitar el cementerio y rezar delante del sepulcro del ser querido y que pasen por nuestra mente los episodios dignos de recordar de la vida del difunto. La Iglesia permite la cremación, aunque recomienda que los cuerpos de los cristianos difuntos sean enterados como lo fue Jesús y como ha sido tradicional a lo largo de todos los siglos cristianos. 

María Magdalena, que era la que más amaba a Jesús, quiso llegar sepulcro con el corazón apesadumbrado para llorar y también para ungir su cuerpo. Al llegar a un sepulcro, lo último que podríamos esperar es alguna novedad o acontecimiento extraordinario, pero esto es lo que sucede en nuestro evangelio de hoy. Las mujeres están preocupadas sobre cómo van remover la piedra que cerraba la tumba de Jesús, trabajo que requeriría al menos tres hombres porque la piedra era como una rueda pesada de pura piedra. Al acercarse a la tumba María Magdalena encontró que la piedra había sido removida, lo cual le provocó un gran asombro y mucho temor, como es lógico y la llenó de temor. Fue corriendo a llamar a los apóstoles y acudieron corriendo San Pedro y San Juan. Luego el evangelio nos dice que Juan "vio y creyó", pero no dice exactamente lo que creó. 

Esta experiencia de María Magdalena y de otras mujeres, como cuentan los otros evangelios, no provocó en ellas lo que normalmente una visita a una tumba provoca en nosotros, un sentido de paz, de reflexión, de meditación acerca de la vida del difundo y la finalidad que implica la muerte. Provocó un gran asombro y temor. El encuentro de esta tumba vacía provoca un verdadero choque con nuestra mentalidad normal. Lo que parece seguir de las leyes de la naturaleza en realidad  no se da. Se da exactamente lo contrario. Revuelca todas nuestras concepciones comunes. De hecho, en el evangelio de San Mateo, el ángel que se encuentra dentro de la tumba, les dice a las mujeres: "¿Por qué buscan entre los muertos a aquel que vive?". ¿Qué lógica podía tener esa pregunta para las mujeres que había constatado el Viernes Santo que sí habían enterrado el cuerpo muerto de Jesús en esa misma tumba?

Empezando con el descubrimiento y siguiendo con las apariciones del Señor Resucitado, descubrimos y descubrieron las mujeres y los apóstoles que Jesús no está muerto, sino que vive, goza de un nuevo estado de vida superior y definitiva que ninguno de ellos habían imaginado, pese a las predicciones que Jesús había hecho en su vida terrena. La fe en la resurrección de Jesús y por ende de nuestra futura resurrección en Él, es absolutamente fundamental de tal manera que San Pablo puede afirmar: "Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio incluimos falsamente haber resucitado a Cristo" (I Co 15,14ss). El Papa Benedicto XVI añade en su libro Jesus de Nazaret: Efectivamente, si la resurrección no hubiera sido más que el milagro de un muerto redivivo, no tendría para nosotros en última instancia interés alguno. No tendría más importancia que la reanimación, por la pericia médica, de alguien clínicamente muerto. Para el mundo en su conjunto, y para nuestra existencia, nada hubiera cambiado... Los testimonios del Nuevo Testamento no dejan ninguna duda de que en la "resurrección del Hijo del Hombre" ha ocurrido algo completamente diferente (vol II 285). Afirma que se trata del descubrimiento de toda una nueva dimensión de la misma creación y de nuestra vida. Así podemos comprender la importancia capital que el misterio de la Resurrección de Jesucristo ha tenido y tiene en nuestra fe cristiana.

Conclusión

La alegría a la que la liturgia de este Domingo de la Resurrección del Señor nos invita no es algo que humanamente podemos alcanzar por más que nos esforcemos. Es un don que el Señor Resucitado concedió a las mujeres y a los apóstoles una vez que superaron el primero momento de asombro y temor. Es lo que celebramos no solamente en este Domingo de Pascua sino todos los domingos, que son también de Pascua. Por ello, el domingo se llama "el octavo día", es decir el primer día de la nueva creación. Recordemos que el libro del Génesis nos informa que Dios descansó en el séptimo de manera que el descanso sabático de los judíos es algo íntimamente relacionado con la creación. En cambio, el domingo como primer día de la semana y de la nueva creación que se inaugura con la Resurrección de Cristo al tercer día, y este Domingo de Pascua sobre todo nos introduce de alguna manera en el cielo, como hemos escuchado de la segunda lectura de San Pablo a los Colosenses. Es el comienzo de la gran obra que el Señor concluirá luego según las palabras del Apocalipsis: "Mira, hago nuevas todas las cosas ...Yo soy el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin: al que tenga sed, yo le daré del manantial del agu de la vida gratis" (21,9-10)


sábado, 28 de marzo de 2015

¿La Reforma Protestante fue una verdadera reforma?

No cabe duda de que la Iglesia Católica a inicios del siglo XVI tenía urgente necesidad de reforma. Desde ya hacía bastante tiempo había un clamor en muchos sectores de la Iglesia para una verdadera reforma "in capite et membris (en la cabeza y los miembros). La teología nominalista caracterizada por el voluntarismo del franciscano Ockman prevalecía en muchas de las universidades incluyendo Erfurt, donde estudió Lutero. El iniciador del protestantismo nunca conoció la teología de Santo Tomás de Aquino. Había mucha corrupción y abusos, entre ellos en los indulgencias, especialmente en Roma de manera que se compraba oficios. Papas como Alejandro VI, Rodrigo Borja, el más notorio de los papas corruptos de la época, y Julio II, el Papa Guerrero que también encomendó la pintura del techo de la Capilla Sixtina a Miguel Ángel, son algunos ejemplos de personas que nunca debieron llegar a ser Sucesores de San Pedro. El Papa León X, de la familia Medici,  que reinaba en 1517 cuando Lutero lanzó su rebelión contra la Iglesia con sus 90 tesis pegadas a la puerta de la Catedral de Wittenberg, no era la persona adecuada para enfrentarse con semejante desafío. Era superficial, pues se le atribuye la frase: "Dios nos ha dado el Papado, disfrutémoslo". Le gustaba la cacería y el teatro. Sin embargo, también había unas luces. En España la Reina Isabel la Católica con la colaboración del Cardenal Jiménez de Cisneros habían iniciado una reforma que dio sus frutos posteriormente cuando llegó el momento de evangelizar el recientemente descubierto continente americano.

En siglos anteriores, las reformas de la Iglesia provinieron de las grandes órdenes religiosas: Benedictinos de Cluny con unos abades santos en el siglo XI, Cistercenses con el extraordinario protagonismo de San Bernardo en el siglo XII,  y en el siglo XIII con santos como Francisco y Domingo y sus respectivas órdenes, entre otros. Aunque las reformas tuvieron sus inicios en estos grandes santos y las órdenes religiosas, siempre contaron con el eventual apoyo de los papas de la época, entre los cuales destacan San Gregorio VII, cluniacense él mismo, Inocencio III, entre otros en el caso de la fundación de los domínicos y los franciscanos.

¿Lutero, Calvino, Zwingli y demás reformadores protestantes contaban con un mandato divino de reformar la Iglesia?

La respuesta breve es que NO. Jesucristo fundó su Iglesia sobre los Apóstoles y en primer lugar San Pedro a quien le entregó la misión de apacentar sus ovejas (Jn 21, 17),  y de fortalecer a sus hermanos en la fe (Lc 22,31) y Jesús dijo a sus apóstoles: "El que a vosotros os escucha, a mí me escucha" La Iglesia, con su estructura jerárquica, es apostólica, es decir, a través de ella perdura en el mundo el misterio de la Encarnación y a través del Espíritu Santo el Señor la guía. La sucesión apostólica es una verdad fundamental de la Iglesia y ha sido resaltada de manera muy clara ya en el siglo II por San Ireneo y otros Padres en su lucha contra el gnosticismo. Los gnósticos sostenían que Jesús había entregado una doctrina secreta y que ellos tenían acceso a tal doctrina. San Ireneo y sus colegas obispos argumentaban que Jesucristo entregó toda su doctrina a los apóstoles y que esa misma doctrina está a disposición de todos de manera especial en las Iglesias fundadas por ellos. El mismo Ireneo indica que podría dar una lista de los sucesores de los apóstoles en las principales sedes, pero se limita a dar la de la Iglesia de Roma, por su potestad superior. A continuación entrega la lista de todos los obispos romanos hasta su día, alrededor del año 180. Ya antes, San Ignacio de Antioquía, mártir en Roma en 107 A.D:) enseña que nada se puede hacer en la Iglesia sin el consentimiento del obispo. Si bien es cierto que el Espíritu Santo puede mover a cualquiera a iniciar una reforma de la Iglesia, es también cierto que sin la aprobación de la jerarquía eclesiástica, y en primer lugar del Papa, no procede tal intento de reforma. San Francisco buscó y logró la aprobación del Papa Inocencio II y siempre fue fiel y obediente hijo de la Iglesia. Posteriormente, Santa Teresa de Jesús declaró en su lecho de muerte que era "hija de la Iglesia".

Por lo tanto, ni Lutero ni Calvino, ni ninguno de sus seguidores recibieron misión alguna de reformar la Iglesia Católica, menos de separarse de ella y formar comunidades aparte de ella con el argumento de que en algún momento (no dicen exactamente cuando) la verdadera Iglesia de Cristo había desaparecido, pese a la promesa de Jesús que perduraría hasta el fina de los tiempos.

¿Los reformadores protestantes pudieron presentar alguna prueba de que Dios les había encomendado realizar cambios drásticos en la Iglesia? 

Si Jesucristo como Dios hecho hombre vino al mundo a salvar la humanidad entera del pecado y la muerte, debemos suponer que la misma Trinidad tenía un plan para lograr tamaña empresa a lo largo de toda la historia. Ya en la antigua alianza Dios entregó a su pueblo escogido unas estructuras como son la Ley, el sacerdocio, la profecía y la realeza, juntamente con otras como el Templo. El hecho de haber escogido doce apóstoles obviamente indica su intención de formar su Nuevo Pueblo de Dios sobre este fundamento, como el antiguo pueblo se basaba en las doce tribus provenientes de los hijos de Jacob. Dado que Jesús terminó su vida en este mundo a los 33 años tuvo que asegurar la continuidad de su obra y por ello envió al Espíritu Santo: "El Defensor, el Espíritu Santo que enviará al Padre en mi nombre les enseñará todo y les recordará todo lo que les he dicho" (Jn 14, 26).

En el Evangelio de San Juan los milagros se denominan signos, es decir, apuntan a otra realidad, la verdadera naturaleza de Jesús. También en los sinópticos los milagros y la expulsión de los demonios son signos de su misión divina.  Jesús también prometió que su predicación sería acompañada de grandes signos y milagros: "en mi nombre expulsarán demonios hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes; si beben algún veneno, no les hará daño; pondrán las manos sobre los enfermos y sanarán" (Mc 16,17-18). También San Pablo, pese a haber recibido una aparición de Jesús resucitado en el camino a Damasco,sintió la necesidad de encontrarse con San Pedro y los columnas de la Iglesia como San Juan y Santiago, para "no correr en vano" : "Subí (a Jerusalén) siguiendo una revelación. En privado expuse a los más respetables la Buena Noticia que predicaba los paganos, no sea que estuviera trabajando o hubiese trabajado inútilmente". 

Ninguno de los reformadores protestantes se preocupó de presentar a sus oyentes algún tipo de prueba o autorización para avalar los cambios radicales que proponían en la Iglesia. Tampoco pudieron presentar algún signo proveniente de Dios para avalar su obra. Grandes santos y santas que han tenido una comunicación divina o una aparición de la Santísima Virgen han podido manifestar grandes milagros. en Lourdes desde las apariciones de María Santísima a Santa Bernardita, ha habido un grandísimo número de curaciones milagrosas, 67 de las cuales han superado el proceso rigorísimo que la Iglesia sigue para declarar oficialmente un milagro. Igualmente, en Fátima ha durante la última aparición a los niños se dio el fenómeno inaudito del sol bailando en el cielo visto por más de 100,000 personas.

Ningún reformador protestante ha podido presentar prueba alguna de poseer una misión divina para hacer cambios radicales en la Iglesia ni ha tenido alguna aprobación de una autoridad legítima para proceder a hace lo que hizo. Al contrario, la doctrina errónea de Lutero fue rechazado no solamente por el Magisterio de la Iglesia sino también por muchos teólogos de su tiempo. En su debate con Juan Eck, reconoció la radicalidad de sus propuestas. En 1521, en la Dieta de Worms, el Emperador Carlos V rechazó el intento de Lutero de reinterpretar el cristianismo prefiriendo quedarse con 1500 años de Tradición que las ideas de un solo fraile.

¿Cómo intentaron  los Protestantes justificar su reforma?

Como ya he señalado arriba, había mucha corrupción en la Iglesia a principios del siglo XVI, sea en la Curia Romana, en las diócesis y monasterios. Sin embargo, lo que más peso tenía no era la corrupción en el seno de la Iglesia, pues el mismo Lutero pertenecía a una rama reformada de la Orden de San Agustín, sino sus propios problemas psicológicos que tenían que ver con escrúpulos. El tema de la tormenta en la que cayó al volver una vez a su casa fue lo que provocó su ingreso en el convento, pues hizo una promesa a Dios que si se salvaba de los rayos ingresaría en un convento. En realidad, no parece que haya tenido una verdadera vocación, y si hubiera habido lo que hoy día se llama discernimiento vocacional, muy probablemente no hubiera sido aceptado. Ya en el convento tuvo que liberar un lucha tremenda contra los escrúpulos Intentaba cumplir a cabalidad todas las normas de la vida religiosa pero se sentía un pecador tremendo y no lograba ver cómo Dios iba a poder salvarlo. Obviamente tenía un concepto errado de Dios como un ajusticiador, que habría correspondido a su deficiente formación anterior.

Para liberarse de sus escrúpulos Lutero acudió a la Carta a los Romanos en la que descubrió la frase liberadora: que la justificación no viene por las obras de la ley sino por la fe, que es el principio fundamental de su doctrina, juntamente con su sola fide y sola gratia. Su motivo fundamental no fue la reforma de la Iglesia o la corrupción que ciertamente existía en ella en aquella época, sino su drama personal. También hay que decir que en parte su drama personal se debía a la teología nominalista mal enfocada que estudió en la Universidad de Erfurt donde estudió. Desconocía por completo la teología de Santo Tomás de Aquino, y pese a ello la despreciaba como basada solamente en Aristóteles.

¿Si los protestantes consideraban que la auténtica Iglesia de Jesucristo ya no existía cuando se lanzaron a su reforma entendida como intenta a volver a los orígenes como los entendía ellos, cuando, según  ellos, dejó de existir la verdadera Iglesia y durante cuánto tiempo no existió? 

Esta es una pregunta complicada para ellos porque, si bien es cierto que para justificar su supuesta reforma de la Iglesia, tienden a estar de acuerdo en que la Iglesia Católica se desvió tanto de lo que había establecido Jesucristo que en realidad ya no existía, pero no están de acuerdo sobre cuando se dio tal hecho, que en realidad debía de ser algo absolutamente fundamental y de una extraordinaria importancia. Se trataría, pues, del fracaso de  la misión de Jesucristo y el incumplimiento de su promesa de estar con su Iglesia "todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20), amén de su promesa del Espíritu Santo que les guiaría a los apóstoles y por ende a sus sucesores hacia la verdad plena (Jn 16,13).

Algunos de ellos afirman que a partir de Constantino la Iglesia se corrompió tanto que ya dejó de existir la verdadera Iglesia de Cristo tal y como existía antes de este Emperador. Para otros sería unos siglos más tarde, pero ninguno de ellos es capaz de señalar una fecha para un supuesto acontecimiento tan desastroso. Otros opinan que se dio poco a poco, pero si dejó de existir la verdadera Iglesia de Cristo, no puede ser que dejó de existir poco a poco, pues o existía o no existía. ¿Acaso Jesucristo Resucitado y Ascendido al cielo que está a la derecha del Padre  no fue capaz de cumplir sus promesas sobre la permanencia de su Iglesia y la asistencia del Espíritu Santo con al que contaría en todo momento o que durante 1200 años abandonó su Iglesia hasta llegaron Lutero, Calvino y demás reformadores?  ¿Y si ellos contaron con una misión divina de volver a establecer la verdadera Iglesia de Cristo luego de hasta 1200 años de inexistencia, como es que cada uno de ellos llegó con ideas distintas y contradictorias? ¿Acaso Dios o Jesucristo o el Espíritu Santo se contradicen? Al poco tiempo de iniciar su rebelión Lutero, se dio la rebelión de los campesinos y siendo anabaptistas eran más radicales que Lutero aunque se basaron en parte en sus ideas.

Conclusión

Los verdaderos reformadores de la Iglesia han sido siempre los santos. Uno de los primeros que nos viene a la memoria es San Francisco de Asís, que recibió el encargo de Dios de reconstruir la Iglesia. Él pensaba que se trataba de la Iglesia más o menos derruida de San Damiano en las afueras de Asís, y puso manos a la obra en esa tarea. Como Lutero, también él viajó a Roma, en su caso para lograr la aprobación del Papa de su obra, pues jamás pensaba en realizar una reforma de la Iglesia colocándose fuera de ella. En la época del Renacimiento cuando se dio la rebelión protestante el deseo de reformar la Iglesia in capite et membris era casi universal y ciertamente muy necesaria tal reforma. Hay que reconocer que a   Lutero y los demás reformadores no les faltaba razón ni un verdadero espíritu religioso, pero padecieron de unos defectos enormes y en el fondo no llegaron a ser verdaderos reformadores de la Iglesia, porque no eran hombres verdaderamente santos. Si Jesucristo "aprendió a obedecer sufriendo", ellos no tuvieron la humildad y la paciencia para no abandonar la verdadera Iglesia de Cristo y poder contribuir en esta obra de reforma tan necesaria en la época. En vez de una verdadera reforma, lo que hicieron fue desgarrar a la Iglesia y en vez de sumar restar.




DOMINGO DE LA PASIÓN O DOMINGO DE RAMOS

DOMINGO DE LA PASIÓN DE DE RAMOS.

Introducción

Al empezar la Semana Santa en este domingo nos toca escuchar la versión de la Pasión del Señor del Evangelio de San Marcos que corresponde al ciclo B, mientras los los otros dos años se leen la Pasión según los otros dos evangelios sinópticos y el Viernes Santo la Pasión según San Juan. Según algún autor los evangelios son un relato de la Pasión con una larga introducción. En cierto sentido es una observación correcta y en general el Misterio Pascual de la muerte y Resurrección de Jesús proyecta su sombra sobre el resto de los evangelios. Al estar de pie para escuchar el largo relato podríamos pensar que es algo ya bastante conocido, pero cada evangelista, pese a manejar los mismos datos fundamentales, tiene sus matices propios. Hoy vamos a fijarnos en cinco aspectos característicos del Evangelio de San Marcos de la Pasión.

1. San Marcos da inicio a su relato con una cena en la casa de Simón el Leproso. Allí se presenta una mujer con una jarra de alabastro lleno de un perfume muy costoso y lo vierte sobre la cabeza de Jesús. En aquella época los perfumes eran muy caros y eran traídos de países lejanos. Por ello, algunos de los presentes se escandalizan acerca de tal gasto, preguntando por qué no se había dado el dinero a los pobres. Sin embargo, Jesús defiende a la mujer y la generosidad de su gesto, diciendo que los pobres los tienen siempre con ellos, pero a Él no, y que los ha hecho la mujer se recordará siempre y en todas partes del mundo donde se predicaría el Evangelio, pues se trataba de una anticipación de la unción de su cuerpo para la sepultura. Jesús era plenamente consciente de su destino y que en aquella fiesta de la Pascua se cumpliría el plan de su Padre de su entrega total simbolizada por gesto de la mujer con el perfume. De hecho, el hecho de que acabamos de escuchar esto en el Evangelio de San Marcos confirma que lo que dijo Jesús se está cumpliendo. No se trata, pues, de un acto completamente razonable, sino más bien la mujer derrocha el perfume como manifestación de un gran amor. De la misma manera todo lo que Jesús hace en esta última semana de su vida parece extravagante y podríamos preguntarnos si realmente era necesario llegar a un extremo tal como morir en la cruz. Se trata no de la lógica humana sino de la del amor de Dios.

2. Al final de la Última Cena, en la que es fácil imaginarnos el ambiente de tristeza y expectación, pues Jesús sabía perfectamente lo que le iba a suceder y los apóstoles no tenían conciencia de la trascendencia de la hora que estaban viviendo. Jesús había realizado el gesto de tomar el pan y el vino y repartirlo entre ellos mandándoles a hacer lo mismo siempre en memoria de Él. Judas había partido para cumplir su pérfida traición. San Marcos escribe: “Y habiendo cantado un himno, salieron hacia el monte de los Olivos” (14,26). No parecería el momento oportuno para cantar considerando que Jesús sabía perfectamente la suerte que le esperaba al cruzar la ciudad y salir de ella hacia el Monte de los Olivos donde se encuentra Getsemaní. ¿Por qué canta Jesús? No podríamos imaginarnos o inventar este hecho. En la misa cantamos a pesar del hecho de que estamos conmemorando lo que sucedió en aquella noche tremenda y el día siguiente de Viernes Santo. Aquí se expresa la confianza del triunfo definitivo del amor, del bien sobre la terribles tinieblas de aquellas horas. En la misa, después de la consagración aclamamos: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús. La historia de Jesús no termina con la muerte sino que pasa por la resurrección y llega a su su segunda venida que esperamos.

3. Luego de ser preso Jesús y que los apóstoles se escaparan San Marcos comenta lacónicamente “se escaparon todos” y relata un episodio curioso. Había allí en la zona un joven que seguía a Jesús cubierto tan solo con una sábana, en griego sindona, que es la misma palabra que se utilizaba para el vestido que se colocaba sobre el cuerpo de los bautizados. Los guardias cogen el vestido y se escapa desnudo. Algunos exegetas opinan que se trataba del mismo San Marcos, pues la tradición nos indica que su madre fue la dueña de la casa donde Jesús celebró la Última Cena. Sea esto así o no, podemos ver aquí que seguir a Jesús es peligroso, porque su camino llega a la cruz. En la Iglesia antigua luego de un largo período de preparación el candidato para el bautismo era inmerso en el agua, lavándose simbólicamente todos sus pecados y luego era ungido, como símbolo de su participación en la triple misión de Jesús como Profeta, Sacerdote y Rey. El joven se escapa desnudo, lo cual significaría  en el caso del bautismo la entrada del neófito en la nueva vida, así como Adán y Eva antes de su caída en el pecado original en el paraíso. Gracias a nuestro bautismo también nosotros ingresamos simbólicamente en el nuevo Edén, el nuevo paraíso.

4. Enseguida después de la muerte de Jesús, Marcos nos informa que la cortina que dividía la parte interior del templo de Jerusalén, el Santo de los Santos, donde sólo una vez al año en la ocasión de la Fiesta de la Expiación el Sumo Sacerdote podía entrar para ofrecer el incienso. Ahora en cambio, con la muerte de Jesús, se abren las puertas de los más íntimo de Dios para que podamos entrar en pleno comunión con Él a través de Jesús.

5. El quinto episodio que quiero comentar en el relato de la Pasión según San Marco, es que después de la muerte de Jesús en la cruz, el centurión, es decir, el capitán del pelotón de los soldados que habían realizado el trabajo de la crucifixión de Jesús y los otros dos que fueron ajusticiados con Él, exclama: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”. Antes de ese momento San Marco presenta a las autoridades judías y a los mismos soldados “blasfemando” y burlándose de Jesús, diciendo que había salvado a otros,pero no puede salvarse a si mismo. Ahora de manera inesperada aparecen estas palabras de un oficial del ejército de los Romanos que expresan una verdad fundamental. Luego de haber asistido todo el drama de la muerte de Jesús y de haber contemplado la actitud de Jesús, este hombre pagano expresa esta verdad fundamental acerca de la identidad de Jesús. De hecho, en el mismo primer versículo del Evangelio de San Marcos, el evangelista expresa su objetivo fundamental al escribir: “La Buena Noticia (euangelion) de Jesús (nombre que significa Yahvé salva), hijo de Dios”. En el centro del evangelio, en el c. 8,29, tenemos la confesión de fe de San Pedro, el momento culminante y primera profesión de fe en quien es de verdad Jesús. A partir de ese momento siguen tres predicciones de la Pasión, muerte y resurrección de Jesús, y ahora en el momento de la muerte de Jesús este oficial militar romano proclama la misma verdad que San Pedro. Es más, San Marcos había planteado constantemente a lo largo de su evangelio la pregunta que afloraba en la mente de la  gente al contemplar las obras maravillosas que realizaba Jesús y escuchar  su mensaje, “¿quién es Jesús?”. La respuesta viene tanto de San Pedro, representando al Pueblo de Israel como de este soldado pagano representando a los gentiles, es decir todos nosotros.

Conclusión


Ojalá que estos cinco episodios que hemos recogido de San Marcos nos acompañen a lo largo de estos días de Semana Santa y también nosotros demos un paso nuevo en el conocimiento de Jesús y todo lo que significa para nuestras vidas.


sábado, 21 de marzo de 2015

Quinto Domingo de Cuaresma, Ciclo B: LA NUEVA ALIANZA

La Nueva Alianza prometida a través del Profeta Jeremías (31,31-34).

En este quinto domingo de Cuaresma nos toca escuchar uno de los pasajes más emblemáticos e importantes de todo el Antiguo Testamento e incluso de toda la Biblia. En primer lugar, veamos qué es una alianza en su sentido bíblico y su importancia a lo largo de toda la historia sagrada, luego pasaremos a comentar el hecho de que las alianzas se sellaban con sacrificios de sangre y la relación que todo este lenguaje de alianza es retomado por Jesús en la Última Cena al instituir la Eucaristía y nos es muy familiar debido a que forma parte de un momento central de cada misa que es la consagración.

1. ¿Qué es una alianza? 

San Ireneo, el gran Padre de la Iglesia del siglo II, afirmó que la alianza es el concepto clave de toda la Historia Sagrada. Una alianza, llamada en hebreo berit, es un pacto, pero no es exactamente igual que un contrato con el que se establece un acuerdo entre las partes para entregar bienes y servicios a cambio de un precio o algo semejante.  Se daban alianzas entre reinos en la antiguedad en las que se establecía unos acuerdos de cooperación, de amistad, de protección mutua en el caso de ataque de parte de otros etc. Estos pactos o alianzas podrían darse o entre iguales o entre un gran señor o rey y sus vasallos. En la Edad Media, se daba esto en el feudalismo. En el caso de Dios que hace unas alianzas con su pueblo hay una desigualdad infinita entre las partes. Se trata de una condescendencia, un rebajarse de parte de Dios para llegar a establecer tales alianzas. Existen varias alianzas en el Antiguo Testamento: la primera con Noé cuando al salir del Arca  Dios estableció una alianza con él prometiendo no volver a destruir la tierra con un diluvio y estableciendo el arco iris como señal o garantía de la alianza. Luego Noé hace un sacrificio de un animal para sellar la alianza. También Abrahán, al entrar en alianza con Dios, realiza un sacrificio y divide en dos las partes de los animales sacrificados y pasa una llamarada en medio de ellos. La alianza más grande e importante de Dios con su pueblo es la que se realizó en Sinaí con la mediación de Moisés. Se trata de una oferta generosa de Dios o Yahvé de ser su Dios y el pueblo se comprometía a cumplir la ley entregada por Dios en los diez mandamientos. En este caso también se sella la alianza con un sacrificio y Moisés rocía la sangre de los animales sacrificados alrededor del altar y sobre el pueblo. La última gran alianza se hizo con David y Dios prometió que su descendencia perduraría para siempre. Los sacrificios se celebraban en el templo a lo largo de casi 1000 años.

Todas las alianzas se sellaban con con la sangre de las víctimas, los animales que simbolizaban la entrega de la vida del pueblo a Dios y su deseo de cumplir las estipulaciones de la alianza. Se trataba de una comunión íntima de vida entre Dios y su pueblo, pues la sangre simboliza la vida en la mentalidad de la época. Sin embargo, debido a la constante infidelidad a la Alianza todos estos esfuerzos de Dios por lograr esta comunión y amistad entre su pueblo y él fracasaron. Este fracaso es un tema constantemente reiterado por todos los profetas. A Jeremías le tocó vivir en un  momento extremadamente delicado par el pueblo de Israel a unos 600 años antes de Cristo cuando el Rey de Babilonia, Nabocodonosor, amenazaba con la destrucción total del país, que de hecho se dio en el año 586 con la destrucción de Jerusalén y del Templo. Ni los reyes, ni los sacerdotes y otros líderes del pueblo le hicieron caso a las llamadas de Jeremías a la fidelidad a la alianza y a la Ley. En aquel momento se dio el exilio de muchos miles de los ciudadanos y una crisis tremenda para la fe de Israel. En tales circunstancias Jeremías pronuncia la profecía que hoy hemos escuchado.

Dios promete una nueva alianza que no será como la alianza hecha con sus padres al salir de Egipto, pues quebrantaron esa alianza. Dos promete colocar su ley dentro de sus corazones y "Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo".Un poco más adelante, con el Profeta Ezequiel, Dios prometió arrancar de ellos el corazón de piedra y colocar en ellos un corazón de carne. Además, promete perdonar sus pecados y olvidarse de su malicia.

2) La Nueva Alianza y la Eucaristía

Pasemos ahora a la escena de Jesús reunido con sus discípulos para la celebración de la Última Cena en recuerdo de aquel paso del pueblo antiguo de la esclavitud de Egipto a la Tierra Prometida. Ya conocemos las palabras de Jesús en la consagración del vino: "Tomad y bebed todos de él. Este es la copa de mi sangre, sangre de la nueva y eterna alianza derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados". Los apóstoles allí presentes no podían no recordar la culminación de la antigua alianza de parte de Moisés al aspersar la sangre de los animales sacrificados sobre el altar y sobre el pueblo, y también la promesa de la nueva alianza de parte de Dios por medio de Jeremías.

Esta nueva alianza ya no podría fracasar como pasó con la antigua, precisamente porque, como señala la Carta a los Hebreos, no está hecha en base a la sangre de animales sino de la sangre preciosa de Jesucristo el mismo Hijo de Dios hecho hombre. Se trata de una comunión y amistad con Dios mucho más profunda que la que se podía lograr con la antigua alianza. Jesús vino al mundo y como Hijo de Dios y Mesías le correspondía establecer el verdadero culto, lo que llama San Pablo, el culto "razonable" o "según el Logos", el culto en espíritu y en verdad, tal y como Jesús le dijo a la Samaritana. Nosotros somos incapaces de rendir el verdadero culto que corresponde a Dios como tampoco somos capaces de cumplir su Ley por nuestras propias fuerzas, como San Pablo enseña con toda claridad en su Carta a los Romanos. Él es la Cabeza de su Cuerpo que es la Iglesia y en unión con Él que se ofreció totalmente una sola vez en la cruz,  podemos ofrecer el el sacrificio espiritual que corresponde a nuestra naturaleza y que es la Eucaristía. Por ello, Santo Tomás de Aquino afirma que la Eucaristía es el verdadero cumplimento de la Ley.

Conclusión

En el evangelio que hemos escuchado hoy Jesús afirma: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere no produce fruto, pero si muere produce mucho fruto" y El que ama su vida la perderá, el que odia su vida en este mundo la guardará para la vida eterna". También dice que "una vez que soy levantado de la tierra, atraerá a todos hacia mí". En el Antiguo Testamento, a través de la Alianza, Dios se ofreció totalmente a su pueblo, pero fueron incapaces de responder. En la Nueva Alianza, Jesús es el Siervo y Testigo Fiel que no puede fallar, por eso se trata de la la alianza eterna y definitiva. Su vida es esencialmente una vida entregada desde el primer momento, lo que San Pablo escribiendo a los filipenses denomina "kenosis" o vaciamiento de sí hasta llegar al extremo de la muerte en la cruz (Fil 2,6-11). Si nosotros no llegamos a comprender la necesidad de vivir nuestra vida según este mismo patrón de entrega, de darnos, de no estar pensando " qué hay en eso para mí", no podemos entrar en la dinámica de la Nueva Alianza que se renueva cada vez que celebramos la Misa y que consiste una vida entregada hasta el extremo de la cruz, no hemos comprendido lo que significa seguir a Jesús.

La cultura actual en la que estamos inmersos nos enseña a exigir derechos y tanto los políticos como los medios de comunicación hablan de "ampliación de derechos", hasta extremos como inventar un derecho al aborto, es decir un derecho a matar, o supuestos derechos de animales. Si asumimos esta ideología de exigir más y más derechos sin darnos cuenta de que a cada auténtico derecho les corresponden unos deberes, será cada vez más difícil entrar en la lógica de la cruz, en la lógica de la vida entregada que es la de Jesús, de María y de todos los santos.

 Estamos llegando al final de la Cuaresma de este año 2015. La liturgia nos propondrá el seguimiento de los diversos pasos de Jesús en su pasión, muerte y resurrección, por ello tenemos una ocasión para examinar nuestra vida para ver si en realidad hemos asumido esta mentalidad de darnos y entregarnos y salir de la lógica de exigir que los demás nos sirvan y atiendan. Cuando recibimos la Santa Comunión, el ministro nos dice "El cuerpo de Cristo" y respondemos "Amén". Es decir, le decimos sí a Jesús y todo lo que significa su vida, sobre todo una vida entregada a Dios su Padre para la salvación de todos los hombres. Nos comprometemos, pues, en ese momento a entrar en comunión y amistad con Él para tener los mismos sentimientos y actitudes que Él. Obviamente no lo podemos hacer con nuestras propias fuerzas, pero Él nos da la fuerza para hacerlo cada vez un poco más.


sábado, 14 de marzo de 2015

Cuarto Domingo de Cuaresma

DOMINGO IV DE CUARESMA, CICLO B: EL AMOR Y LA MISERICORDIA DE DIOS.

Las tres lecturas de este cuarto domingo de Cuaresma nos comunican la quintesencia del mensaje de toda la Biblia, es decir, que Dios es Amor, y que todo lo que hay en Dios es amor. Nosotros tendemos a medir el amor de Dios y pensar que se asemeja al nuestro. Nuestro amor no es constante ni a toda prueba, pero la Biblia no se cansa de decirnos que no somos como Dios, que Él es Santo, es decir, separado a otro nivel y que su amor no tiene límites.

Hemos escuchado una lectura del segundo libro de las Crónicas. Similar a los libros de los Reyes, las Crónicas nos entregan resumen teológica de la historia de del Reino de Judá desde el siglo noveno hasta el sexto antes de Cristo. El pueblo constante falla, peca y es infiel y no les hacen caso a los mensajeros de Dios que son los profetas.

Se trata de una historia trágica de la continua infidelidad de los reyes y de todo el pueblo a la alianza hecha con ellos de parte de Dios y no haberle hecho caso al mensaje reiterado de los profetas que los invitaban a la conversión. Aquí el autor bíblico afirma que Dios puso en su contra al Rey de Babilonia que destruyó el templo y la ciudad de Jerusalén y éste llevó al exilio a un gran número de los ciudadanos de Judá. Sabemos que el mensaje de todo la Biblia se puede resumir en una sola frase y es que “Dios es amor”. El amor de Dios no es como el nuestro que podemos amar a otro durante un tiempo y luego dejar de amar. Dios es eterno e inmutable y todo lo que hay en Dios es divino y si es Amor, pues en todo momento y circunstancia Él ama. Sí la Biblia con frecuencia se refiere a la “ira de Dios”, pero no debemos comprender éstas afirmaciones como si Dios se enojara como pasa con nosotros. La ira de Dios es un aspecto de su amor. Se trata de su rechazo absoluto del pecado como reacción natural. La justicia de Dios se identifica con su amor, y significa la voluntad de rectificar las cosas, de restaurar el auténtico orden que Él ha establecido en el mundo y ha sido malogrado por el pecado constante del hombre.

Es difícil para nosotros captar lo que significaba para los judíos del tiempo del exilio la destrucción del templo de parte del Rey de Babilonia, Nabocadonsor. El templo era el lugar donde Dios mismo tenía su morada en medio de su pueblo, el lugar del culto en los diversos sacrificios, el centro de la vida religiosa y cultual del pueblo. Ellos tenían un concepto equivocado de la fidelidad de Dios a su alianza con el pueblo, de manera que pensaban que tenían una suerte de cheque en blanco debido a la promesa de Dios hecha a David a través del profeta Natán (1 S 7) de que la dinastía davídica perduraría para siempre. Además, la victoria de los ejércitos babilónicos la interpretaban como una victoria del dios de Babilonia, Marduk contra Yahvé. Por ello, era un escándalo mayúsculo. Sin embargo, se trataba de un castigo drástico debido a una situación extrema. La intención de Dios era la de purificar a su pueblo y reconstituirlo sobre mejores bases, de manera que aun en el castigo y la purificación Dios es Amor y no es vacilante como nosotros. No se trataba de un castigo pequeña, pues el exilio duró unos 70 años.

Nuestra primera lectura nos indica que también el rey pagano Ciro de Persia era un instrumento en la mano de Dios para el cumplimiento de sus planes, pues éste les permitió volver a Jerusalén y facilitó la reconstrucción del templo. De esta manera la gente podía ver la omnipotencia de Dios y su Divina Providencia al mover los hilos incluso de la historia de los reinos paganos para sus fines de salvación y purificación del pueblo, todo ello obra de su amor.

En el Evangelio de San Juan hemos escuchado una de las expresiones más emblemáticas de toda la Biblia acerca del amor de Dios cuando Jesús le dice a Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único hijo, para que el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (3,16). El amor trata de darse, entregarse al amado. Dios no retiene nada sino que entrega totalmente a su Hijo por amor a nosotros hasta el extremo de la cruz, donde incluso siente el abandono que es característico del pecado. Por ello, San Pablo pudo decir, que “se hizo pecado”.
San Pablo afirma en su Carta a los Efesios, que hemos escuchado en la segunda lectura, que Dios es “rico en misericordia”, frase que San Juan Pablo II utilizó como título de su Carta Encíclica sobre la misericordia de Dios. La misericordia es el aspecto más exquisito del amor de Dios. La palabra “misericordia” proviene del latín y signfica que nuestro corazón se conmueve ante la miseria de otro, en este caso que Dios es rico en misericordia, precisamente por el gran amor por nosotros que nos ha llevado a la vida con Cristo cuando estábamos muertos en el pecado” (1,4). El Papa Francisco ha declarado un Año de la Misericordia empezando el 8 de diciembre de este año. ¿Por qué lo ha hecho? Por la urgencia de que los hombres de nuestro tiempo experimenten el amor de Dios en su misericordia. En todo el Antiguo Testamento, aunque Dios manda a los profetas entregar un mensaje de castigo y de purificación, en ningún caso falta su misericordia hacia los que de verdad se arrepienten y comienzan a transitar por el nuevo camino del amor en vez del pecado. En nuestro tiempo hay mucho que se esfuerzan en convencer a la Iglesia que cambie su doctrina y considere lo que a lo largo de 20 siglos ha sido considerado como pecado grave, debido a la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo, su Señor. Esto se da particularmente en relación con pecados relacionados con el sexto mandamiento, porque gran parte de nuestro mundo ha subido al tren de la revolución sexual y ve la doctrina de la Iglesia en este tema como un obstáculo a lo que consideran progreso. En parte por este hecho y otros en muchos países hay una drástica reducción en la práctica del Sacramento de la Penitencia o la Reconciliación, que el momento privilegiado de la manifestación de la misericordia de Dios al pecador arrepentido.

San Pablo insiste en que la salvación es un don gratuito de Dios inalcanzable por nuestros propios esfuerzos, ni es una recompensa por algo que hayamos realizado nosotros.

Es muy fácil alargar los discursos sobre el amor y la misericordia de Dios, pero lo que hace falta es que lo experimentemos en nuestra vida hasta llegar a poder afirmar con San Pablo: “Me amó y se entregó por mí” (Gal 2,20). Nos encontramos tan involucrados en nuestra vida cotidiana con sus líos y problemas que no llegamos a levantar nuestra mente y nuestro corazón a Dios para poder acoger este amor y esta misericordia de Dios. Es más, nos parece normal y ordinario esta verdad que San Pablo expresaba con gran emoción. La Cuaresma es un tiempo para renovar los fundamentos de nuestra vida cristiana y en primer lugar está la oración. La oración ha de partir del asombro ante quien es Dios, qué es lo que ha hecho y hace por nosotros, hasta mandar a su Hijo a la muerte más horrorosa en la cruz por amor a nosotros y por las ganas que tiene en su misericordia de perdonarnos. En este Cuarto Domingo de Cuaresma, dejemos que esta verdad del amor de Dios que viene reiterada en las tres lecturas penetre en nuestro corazón y también pidámosle que podamos comunicar a aquellos que están a nuestro alrededor la verdad de que Dios es amor y misericordia porque la hemos experimentado nosotros. 

viernes, 6 de marzo de 2015

LOS DIEZ MANDAMIENTOS

Probablemente todos sabemos cuáles son los diez mandamientos y nadie duda de su importancia tanto para nuestra propia vida cristiana como para el verdadero bien de la sociedad entera. ¿Todos los sabemos de memoria? Si no, nos conviene ponernos a aprenderlos. Existen unos códigos de leyes muy antiguos provenientes de Mesopotamia, la región donde hoy se encuentra Iraq, el más conocido es el de Humarabi que data de alrededor de 1800 a.C. Parte de su contenido corresponde a lo que Dios ha revelado en los diez mandamientos. No es de extrañar que es posible descubrir algunos de estos mandamientos por la luz de la razón o lo que os teólogos denominan la Ley Natural. Sin embargo, Santo Tomás de Aquino, refiriéndose a la existencia de Dios,  también indica que es posible descubrirla por la luz de la razón, pero señala que fue moralmente necesaria su revelación de parte de Dios. Esto porque dice que pocos, luego de caer en muchos errores y de hacer grandes esfuerzos podrían descubrir la existencia de Dios racionalmente. Lo mismo dígase los grandes principios moral recogidos en el Decálogo. En primer lugar debemos darle gracias a Dios por habernos revelado estos mandamientos. La Iglesia, en el esfuerzo de proponernos en la Cuaresma la oportunidad de volver a los fundamentos de nuestra vida cristiana, nos invita a realizar hoy, Tercer Domingo de Cuaresma, una reflexión seria, amén de un examen de conciencia sobre nuestro cumplimiento de los diez mandamientos. Jesús los ha repetido y también ha ido más allá de la Ley de Moisés, proclamando la Nueva Ley, que es la gracia, que Santo Tomás de Aquino afirma que es el mismo Espíritu Santo que nos ha comunicado el Padre por su Hijo Jesús Resucitado.

Hagamos, pues en este domingo, un breve comentario sobre los 10 mandamientos.
Según la Biblia Dios reveló a Moisés los diez mandamiento en dos tablas, la primera contenía los primeros tres que se refieren a nuestros deberes hacia Dios; mientras la segunda contiene los otros siete que corresponden a nuestros deberes hacia nuestros prójimos

1. Yo soy el Señor tu Dios. Amarás a Dios sobre todas las cosas. 

Este primer mandamiento corresponde a la naturaleza misma de Dios como el creador de todo cuanto existe, de lo cual no tiene ninguna necesidad porque creó todo el universo y cada uno de nosotros por pura bondad y para hacernos partícipes de la vida eterna con Él, que solemos llamar el cielo. Dios nos prohíbe rendir culto a dioses falsas precisamente porque va en contra de la verdad de nuestra naturaleza y por ello nos hace una daño enorme,  El hombre, por su misma naturaleza, o rinde culto al verdadero Dios o convierte alguna otra cosa en su dios. Aquello que buscamos delante de todo lo demás, con todo nuestro ahinco es nuestro dios, el valor supremo que buscamos. Para algunos es el poder, y no solamente los políticos. Hay personas que son unos dictadores dentro de la propia familia o en su lugar de trabajo y buscan dominar a otros. y someterlos a sus caprichos. Muchos ponen todo su empeño en la acumulación del dinero, que en realidad no es algo, sino un mero símbolo gracias al cual pueden alcanzar o poder,, o placer o dominio, que en resumidas cuentas son lo que constituyen los dioses falsos. Hay algunos que tienen una afición tal al fútbol que lo convierten en su dios. Desde que se levantan en la mañana hasta cuando se acuestan piensan en aquello que es su falso dios. También podemos engañarnos y pensar que por ser religiosos y acudir regularmente a la Iglesia que de verdad adoramos al verdadero Dios, y no es así. Somos muy hábiles en engañarnos y encontrar cortinas de humo para dar la impresión de que somos buenos cristianos cuando en realidad todo nuestro ser está abocado a otra cosa. Por ello, nos conviene examinarnos hoy y preguntarnos si de verdad adoramos al verdadero Dios y no rendimos culto a otra cosa.

2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
Corresponde alabar, bendecir a Dios, darle gracias, pero hay muchos modos de ofender a Dios con la palabra y tanto los diez mandamientos como Jesús y Santiago en su carta nos advierten sobre el poder de la palabra y cómo debemos de cuidarla para no pecar, sino hacer el bien. Muchos ofenden a Dios invocando su nombre de forma grosera. Otros hacen juramentos en falso y incurren en el pecado muy grave del perjurio. Debemos evitar los juramentos frívolos, pues Jesús nos invita a no jurar porque entre sus seguidores debería de haber una confianza tal que no sea necesario el juramento. Lamentablemente hoy en día, hay una desconfianza tal en la sociedad que se pide declaraciones juradas con gran frecuencia y también cada vez a uno le piden la firma tiene que dar la huella de dedo. Se presupone que el otro va a engañar y estafar si puede. Esto se debe al olvido de la ley de Dios expresado en los diez mandamientos y en la palabra de Jesús.

3. Santificarás las Fiestas. 
En en Antiguo Testamento se decía santificar el sábado, pero el Catecismo de la Iglesia Católica en su compendio lo expresa de esta manera. Principalmente se trata del deber de todo Católico de responder a la invitación, la convocación (palabra que significa Iglesia, "los convocados fuera"). de participar en la Eucaristía y en general vivir el domingo como verdadero día de fiesta, de alegría, de gozo, de comunión con los hermanos, y por ello abstenerse de trabajos no necesarios. Lamentablemente en nuestro Perú, y en general en otras partes del mundo, prácticamente se ha perdido el sentido del domingo. La Iglesia considera que no se puede ser cristiano sin vivir y celebrar el domingo como Día del Señor. Se ha convertido en un día cualquiera en el que se realiza todo tipo de tareas, compraventa de productos, construcción, arreglo de autos, lo que sea. Muchas personas que acuden a la Iglesia para participar en la celebración de la Eucaristía tiene prisa para ir a comprar y hacer otros trabajos. Se quejan de la "misa larga" porque al parecer tiene cosa muy urgentes que hacer.  Antes no era así, la practica totalidad de las tiendas se cerraban los domingos, se realizaba actos de esparcimiento saliendo a jugar y pasear en los parque con la familia etc. Estamos en el mundo del trabajo total y no se desaprovecha un momento para intentar vender y ganar dinero. Entonces, se ve que no se cumple el primer mandamiento tampoco.
De otro lado, la persona que se ausenta de la Misa poco a poco va perdiendo relación con el Señor, va deformando la propia conciencia y lo que antes le parecía grave, ahora siguiendo los criterios mundanos propuestos por la televisión y el Internet, se va debilitando su fe y se convierte prácticamente en un pagano. Por eso, la Iglesia a lo largo de los siglos no ha dejado de exhortar a los católicos a participar en la Misa y comulgar siempre que pueden. No se trata solamente de estar físicamente presentes en la Iglesia durante la misa, sino de poner toda nuestra atención. A veces esto puede significar un esfuerzo, pero es lo que menos podemos ofrecer al Señor.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre

El Compendio del Catecismo nos indica que significa: honrar y respetar a "todos aquellos a quienes Dios ha investido con autoridad para nuestro bien". En primer lugar, se trata de los padres y otros familiares. La Biblia no deja de señalar el deber de los hijos de cuidar de sus padres en la vejez y enfermedad,. No es poco común que en una familia bastante numerosa varios desatienden este deber y lo cargan sobre un miembro sin hacer nada ellos para colaborar. También esta persona que se sacrifica para cuidar a sus padres ancianos suele sufrir de estrés que esta tarea normalmente provoca. Aquí hay un doble pecado porque no es justo que un miembro de la familia se cargue solo con esta responsabilidad. La Iglesia insiste a tiempo y destiempo acerca  del rol de la familia como base de toda la sociedad y, como sucede hoy en día, cuando la familia entra en crisis toda la sociedad tambalea.
El respeto a los padres tanto de parte de los menores como adultos, como las buenas relaciones entre los hermanos y otros familiares  no es algo se produce por generación espontánea. Hay que trabajar en ello y buscar tiempo para la comunión, el diálogo y compartir con ellos sobre todo en las ocasiones de las grandes fiestas como la Navidad y también cumpleaños y aniversarios. Los niños suelen tener lo que los psicólogos llaman "pensamiento mágico" hacia sus padres, pero ya de adolescentes, cuando llega la época de la rebeldía, se fijan tal vez demasiado en sus defectos. No olvidemos lo que dice San Pedro en su Primera Carta, "el amor cubre una multitud de defectos".

5. No Matarás
No es que piense que alguno de los presentes haya matado a alguien o vaya a matar, pero son conviene recordar que la vida humana es sagrada y es el mayor bien que poseemos en este mundo y tiene que ser respetada siempre. A nadie le es lícito por ningún motivo privar a ningún ser humano de este bien. Este mandamiento tiene una gran actualidad hoy en día debido a los millones de abortos que se dan en el mundo en este tiempo, al los atentados terroristas, la delincuencia común con el sicariato, como también el cada vez más frecuente recurso a la eutanasia aunque la persona enferma la pida etc. Es un atentado a Dios que es el único Señor de la vida y al prójimo. El catecismo incluye otros varios temas en su tratamiento de este mandamiento como son el cuidado de la salud, de los enfermos y los moribundos, el problema de la guerra, pero no podemos entrar en ellos ahora.

6. No cometerás actos impuros (formulación del Catecismo en vez de no cometerás adulterio, que es la formulación tradicional)

Entre los varios pecados que tienen que ver con el recto ordenamiento de la sexualidad humana tal y como la enseña la Iglesia  y que se llama la virtud de la castidad, el adulterio es de los más graves. La Iglesia, teniendo en cuenta todas las enseñanzas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, incluye bajo el sexto mandamiento todo lo relacionado con el recto uso de la sexualidad según el designio de Dios o la virtud de la castidad. "La castidad es la positiva integración de la sexualidad en la persona. La sexualidad es verdaderamente humana cuando está integrada de manera justa en la relación de persona a persona. La castidad es una virtud moral, un don de Dios, una gracia y un fruto del Espíritu Santo" (CIC, Compendio 488).  En el caso del adulterio se trata de una verdadera traición y nadie puede minimizar el dolor que provoca en la persona traicionada. Podemos imaginarnos el dolor que Jesús debió de sentir ante la traición de Judas. El daño que hace al matrimonio con frecuencia provoca el divorcio, y es de todos conocidos el efecto nefasto que esto tiene en los hijos, y no solamente los hijos pequeños, sino  también los que ya han llegado a la adultez. Además del adulterio hay una multitud de pecados contrarios al recto orden de Dios en el campo de la sexualidad, como la fornicación, la masturbación, las practicas homosexuales, la pornografía, las fantasías sexuales provocadas y no controladas, etc.

7. No robarás.
Seguramente todos hemos experimentado lo que uno siente cuando es injustamente despojado de algo de su propiedad a través del hurto y del robo. Para la persona sus pertenencias son una extensión de su persona y cuando les son injustamente y de manera especial si se trata de violencia provoca un sentimiento de haber sido víctima de una gran violencia. Lo mismo dígase de las estafas que suelen aprovecharse de la buena voluntad de las personas y nos engañan de manera que uno se siente manipulado y tratado como un trapo. Por ejemplo, cuando a uno le roban el celular o la billetera con todos los documentos y tarjetas bancarias, no es sólo el dinero, sino toda la molestia de ir a hacer trámites para reponer los documentos. A mí me ha pasado eso en un taxi en Lima y para colmo cuando uno va a denunciar el hecho en la Comisería, luego de no tener ni un centavo en el bolsillo, el funcionario policial te da una papeleta para ir al Banco de la Nación a pagar la denuncia. Es el colmo de la desgracia, pues al haber sufrido el hurto de la billetera, el Estado te cobra por la necesaria constancia policial pese a que uno no tiene dinero. En tal caso la rabia  contra los políticos que han aprobado una ley que manda esta barbaridad es justificada. El Catecismo trata de otros varios temas relacionados como el salario justo, falsificación de divisas, cheques sin fondos, fraudes fiscales, daños a la propiedad pública y privada, pero no podemos comentarlos en este momento.

8. No darás falso testimonio ni mentirás.

Este es uno de los pecados más comunes e incluso hay personas, no pocas, que piensan que "tienen que mentir" o confiesan la contradicción que es hablar de "mentiras piadosas". Se miente principalmente con la palabra, pero también con los hechos como es el caso de la insinceridad, el pretender lo que uno no es, un poco como los fariseos que aparentaban una santidad que no tenían. "El cristiano debe dar testimonio de la verdad evangélica en todos los campos de su actividad pública y privada; incluso con el sacrifico si es necesario de la propia vida. El martirio es el testimonio suprema de la verdad de la fe"  (CIC Compendio 521). Además, de las mentiras propiamente dichas y la insinceridad y la hipocresía, el Catecismo indica que el Octavo Mandamiento prohíbe el falso testimonio, la maledicencia. el perjurio, el juicio temerario, la difamación, y por otro lado, el halago, la adulación y la complacencia.
Conviene volver a señalar la importancia de nuestra palabra porque expresa lo que tenemos en nuestro interior. Si somos unos farsantes lo expresaremos con la palabra. Aunque no debemos de mentir, y hemos de recordar que la Biblia llama a Satanás, El Padre de la mentira, no estamos bajo una obligación de revelar siempre toda la verdad. A veces hay que evitar comunicar la verdad a una persona que quiere hacer un daño a uno o a otros. Además, existen los secretos sea por la naturaleza de la cosa o porque se nos ha confiado información privilegiada que no debemos divulgar. En todo caso, en tales circunstancias no hay que mentir, aunque los teólogos han desarrollado una doctrina llamada la reserva mental, pero no podemos entrar en eso ahora.

El noveno y décimo mandamiento: No codiciar ni la mujer ajena ni los bienes ajenos, según la formulación tradicional.

"El noveno mandamiento prohíbe consentir pensamientos y deseos relativos a acciones prohibidas por el sexto mandamiento" /CIC, Compendio 528)  El Papa San Juan Pablo II, en un libro que escribió cuando era obispo en Polonia indica que la respuesta adecuada a cada persona es el amor. El amor se construye sobre el respeto de la dignidad de la persona y nos lleva a huir de la tentación de aprovecharnos de otra persona para nuestra propia lujuria. Se llama también la pureza, que nos dispone a amar a Dios con todo el corazón, la pureza de los pensamientos y las miradas de manera que reconocemos a la otra persona como hijo o hija de Dios y con una gran dignidad. La castidad es el esplendor de la caridad, y la caridad es la reina de todas las virtudes. La Santísima Virgen María también se la Purísima, precisamente porque amaba a Dios con todo el corazón y y recibió el inestimable privilegio de la Inmaculada Concepción por la que fue concebida sin pecado original y liberada de todo pecado personal. Por ello, ella es nuestra gran abogada para poder alcanzar esta virtud de la pureza en un mundo lleno de podredumbre. Los jóvenes que suelen tener que realizar una gran lucha con la ayuda de la gracia de Dios, han de acudir a ella siempre con oración fervorosa para que alcance del Señor esta inestimable gracia para ellos.

La codicia de los bienes ajenos es un vicio muy común. Aunque digamos que lo que tienen otros y no tenemos no nos afecta, con mucha frecuencia queremos y codiciamos lo que tienen ellos. Hoy en día, el deseo de los bienes materiales afecta negativamente a muchas personas y cuando otro compra un auto u otra cosa quieren tener lo mismo ellos. Necesitamos rectificar constantemente nuestros deseos porque el deseo más grande, profundo y auténtico del hombre es ver a Dios, como tantas veces nos enseña la Biblia. Como enseña San Ignacio de Loyola, debemos usar de las criaturas tanto cuanto nos sirven para alcanzar nuestro fin último que es la gloria de Dios y la salvación de nuestra alma.

Conclusión.

A los que no han memorizado los diez mandamientos  o se les han olvidado, les invito a hacer este esfuerzo, pues este tiempo de Cuaresma es un momento propicio y nos ha de ayudar a examinar nuestra conciencia y tener en nuestra memoria los mandamientos de la ley de Dios. Para los que les gusta más una explicación amplia, pueden acudir al Catecismo de la Iglesia, en su edición completa. Para los menos dados a la lectura está el Compendio del mismo Catecismo está en forma de preguntas y respuestas como los catecismos antiguos. Lo importante es que nos ayude a iluminar la conciencia y cumpliendo mejor los mandamientos recordemos lo que dijo Jesús a los apóstoles en la Última Cena: "El que ama guardará mis mandamientos y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23). Podemos recordar también el refrán: Obras son amores no buenas razones. 







sábado, 28 de febrero de 2015

HOMILÍA, II DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B

DOMINGO II DE CUARESMA, CICLO B

Podría llamarnos la atención el hecho de que la Iglesia nos propone el episodio de la Transfiguración en este segundo domingo de Cuaresma luego de haber contemplado a Jesús luchando contra el demonio en el desierto el domingo pasado. En realidad, en todos los tres evangelios sinópticos este episodio se presenta en un momento central del misterio de Jesús en Galilea, y de manera particular en San Marcos. El Evangelio de San Marcos tiene su punto central en el episodio de la confesión de fe de Pedro en Cesarea Filipo. Ya desde el inicio del evangelio, se nos presentan la pregunta de ¿quién es Jesús? Tanto su predicación y sus milagros provocan asombro en sus oyentes porque ven su autoridad, su poder y la convicción con la que habla. Una primera gran respuesta viene con esta confesión de Pedro, que Jesús es el Cristo, o Mesías, el Hijo de Dios, que es precisamente lo que San Marcos se propone demostrar en el primer versículo.  de su evangelio: "Evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios". También le interesa corregir el posible mal entendido acerca de la naturaleza de la misión mesiánico de Jesús, porque a partir de este momento central en su evangelio comienza a insistir en el hecho de que Jesús va a ser condenado por los sacerdotes y  escribas, va a morir en la cruz y al tercer día resucitar. Sabemos que San Marcos acompañó a San Pedro en su predicación en Roma y le da mucha importancia a este episodio de la Transfiguración.

Los apóstoles, como nosotros también,  necesitamos el estímulo de la gloria de la resurrección,  adelantada en la Transfiguración para poder saber quién es Jesús y cómo vale la pena seguirlo hasta
la cruz. En primer lugar, escoge a tres de ellos, los más allegados a Él, Pedro, Santiago y Juan y suben a una montaña alta. En la Biblia la montaña tiene un lugar importante como escena del encuentro con Dios. Dios mandó a Abrahán sacrificar a su hijo Isaac en la Montaña de Moria, que es precisamente el lugar donde se encuentra Jerusalén. Moisés tuvo la visión de la zarza ardiente enfrente de la Montaña de Sinaí, donde luego se le entregó las tablas de la ley y se hizo la Alianza con Dios que es el fundamento de toda la vida del Pueblo de Israel. Elías se retiro a esta misma montaña, llamada también Horeb, donde también se le apareció Dios en la briza suave de la mañana. Jerusalén está sobre el Monte Sión. Jesús dio la nueva ley en el Sermón de la Montaña en el Evangelio de San Mateo. Se retiraba con frecuencia a una montaña a pasar toda la noche en oración. Finalmente ascendió al cielo en el Monte de los Olivos.

La subida a la montaña implica dejar por un tiempo los negocios del mundo y entrar en el silencio en el que se encuentra a Dios. Antiguamente la gente tenía mucho tiempo de silencio, por ejemplo los que trabajaban en el campo. Hoy en día, casi siempre están “conectados” escuchando música con los celulares, viendo la TV. Cuando les ponen electricidad a la gente pobre en la Sierra y en la Selva, lo primero que hacen es comprar un televisor, un instrumento que cambia radicalmente su vida familiar. La encienden desde cuando se levantan hasta que se acuestan y en vez de conversar y compartir en familia rinden culto a todo lo que sale en este aparato. Hace un par de días de dio una manifestación en Lima en contra de la “telebasura”. Claro, pero nadie les pone una pistola delante para que enciendan el televisor y lo vean. Un buen propósito para la Cuaresma sería, además de hacer ayuno en lo referente a los alimentos, ayunar de la televisión y demás medios electrónicos. Luego en el tiempo que rescatamos podemos dedicar un mejor esfuerzo a la oración, elevar la mente y el corazón a Dios. Recordemos que según San Lucas, Jesús estaba orando el el momento de la Transfiguración. La oración en nuestro caso requiere el esfuerzo de eliminar los obstáculos, las distracciones y demás bulla. . Jesús invita a entrar en el propio cuarto y cerrar la puerta para encontrar allí a Dios como Padre.

La palabra transfigurción, en griego metamorfsé, significa ir más allá de la forma. Es decir, a los apóstoles se les dio la posibilidad de descubrir a Jesús no ya en su forma natural que conocían, sino en una nueva dimensión, es decir, su verdadera naturaleza de Hijo de Dios. San Marcos entrega unos detalles que los otros evangelistas no dan, probablemente los recibió de San Pedro, como he señalado arriba: sus vestiduras se hicieron resplandecientes, más blancas de lo que pudiera hacer cualquier batanero del mundo. Resplandecientes debido a la luz que irradiaba de Jesús. Recordemos que cuando los ángeles aparecieron cantando ante los pastores en Belén, apareció una luz grande. San Juan afirma que “Dios es luz y no hay en él tiniebla alguna”. Las tinieblas representan todo el mal y el pecado que hay en nuestro mundo. Muchos de los delitos se cometen de noche, por ejemplo los atracos, asaltos a casas etc. La blancura es símbolo de pureza y de esplendor. Jesús dice en el Sermón de la Montaña, “vosotros sois la luz del mundo”. Eso en cuanto estamos unidos a él y llamados a iluminar el mundo y dispersar las tinieblas. ¿Con más de 1000 millones de católicos bautizados ¿cómo es que hay tanta tiniebla en el mundo, tanta matanza, corrupción,
arbitrariedad, peleas, malos tratos y demás males? Es que la luz de Cristo no ha penetrado de verdad en nosotros todavií. Somos expertos y lamentarnos del mal que hay en otros sin reconocer el que hay dentro de nosotros.

Jesús estaba hablando con Moisés y Elías, representando ellos la ley y los profetas. San Lucas dice que hablaban de su “éxodo” o salida que se iba a dar en Jerusalén. Es decir, toda la vida de Jesús está enfocada hacia el momento culminante de su entrega total en la cruz. Precisamente para ayudar a los apóstoles a sobrellevar el escándalo de la cruz les hizo partícipes de esta experiencia en la montaña y les revela una nueva dimensión de su ser. El Papa Benedicto XVI explica en su libro Jesús de Nazaret que la resurrección de Jesús inaugura una nueva dimensión de la realidad. Nuestra participación en la Eucaristía nos coloca en el umbral de esa nueva dimensión. .

Luego San Pedro habla, como casi siempre. Solemos pensar mal de Pedro por decir, “qué bueno es estar aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías!”. La tienda en la mente de un judío del siglo I le recordaría la Tienda del Encuentro en el desierto que era como un templo donde se encontraba el arca de la alianza con las dos tablas de la ley y a la que se podía acudir para orar ante el Señor. . Se trataría, pues de una ocasión para rendir culto a Dios. Además, Pedro no piensa en sí mismo ni propone que haya una tienda para él. Recordemos que una de las principales tareas de Jesús como Mesías iba a ser la de instaurar el verdadero culto, el culto razonable, es decir,  digno del hombre, y en espíritu y en verdad. Esta es una lección para nuestra vivencia de la Cuaresma, la de renovar nuestra participación en la Santa Misa, intentando poner más atención, que sea una ocasión de dar gracias al Señor (Eucaristía significa dar gracias), alabarlo, interceder por nuestro hermanos, vivos y difuntos y pedir lo que es conveniente, es decir, gracia para poder cumplir su voluntad. También podríamos hacer un esfuerzo por acudir a la misa algunos días durante la semana, participar en una hora santa o en el Via crucis.

También el evangelio que los apóstoles quedaron sobrecogidos de asombro. Al orar, también a nosotros nos conviene el asombro ante tanta maravilla que ha hecho y hace el Señor en nuestra propia vida y en el mundo entero. Luego, viene la voz del Padre desde la nube. La nube siempre señala la presencia de Dios en la Biblia. Sabemos que Jesucristo es la Palabra de Dios hecho hombre y todas sus palabras provienen del Padre, pero son raras las ocasiones en el evangelio en las que aparece la palabra misma del Padre. Aquí dice que Jesús es su Amado y manda escucharle. La escucha de la voz del Señor es oración. San Juan de la Cruz dijo que Dios en Jesús ha expresado todo lo que es y que no tiene ya nada más que comunicar. Podemos escuchar a Jesús a través de una atenta meditación del Evangelio, también a través de la voz de la Iglesia.  Dijo Jesús a los apóstoles en una ocasión: “el que a vosotros os escucha, a mí me escucha”. Escuchar no es fácil porque exige de nosotros atención y eso requiere un esfuerzo.


Ojalá hoy el Señor nos conceda la gracia de descubrir un poquito más quién es Jesús, avanzar en el conocimiento de Él. También el hecho de meditar en este episodio tan importante del Evangelio debe llenarnos de alegría y empujarnos a pedir al Señor la gracia de una experiencia más íntima y personal de él. Cuando Jesús se encontró con la Samaritana cerca del pozo y ella fue a comunicar a sus paisanos lo que había experimentado, y Jesús había ido al pueblo, ellos contestaron que ellos mismos lo habían conocido y encontrado de manera que no dependían de lo que les contó la mujer. . No basta tener noticia de Jesús, de quién es, necesitamos ir más allá y lograr una experiencia personal de Él.´Así podremos darnos cuenta de  que lo que nos pide no es una carga pesada que no podemos soportar, sino que su “yugo es suave y su carga ligera".