sábado, 2 de abril de 2016

LA DIVINA MISERICORDIA

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA O LA OCTAVA, FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA.

Este domingo tradicionalmente se llama “Domenica in albis”, o “domingo en blanco”. Los neófitos que recibieron los sacramentos de la iniciación, el Bautismo, Confirmación y la Eucaristía en la Vigilia Pascual recibían un vestido blanco como símbolo de su nueva vida y la pureza o su participación en la victoria pascual de Jesucristo. Lo llevaban a lo largo de la semana durante la cual también acudían a la Iglesia para las catequesis mistagógicas que versaba sobre la Eucaristía. También es la octava de Pascua, es decir, la Iglesia en ésta la fiesta más grande cristiana extiende la solemnidad a lo largo de los primeros ocho días, lo mismo hace en la Navidad. Es más, la Pascua se extiende a lo largo de los 50 días que separan el Domingo de Pascua de la gran fiesta de Pentecostés, pero los primeros ocho días son de mayor solemnidad. Además, gracias al hecho de que el Papa San Juan Pablo II haya acogido la revelación privada hecha a Santa Faustina que pedía el establecimiento de la Fiesta de la Divina Misericordia en este día, también celebramos esta fiesta, que está en perfecta sintonía con la celebración de hoy de la Divina Misericodia.

En el evangelio de San Juan hemos leí
do la primera aparición de Jesús resucitado a los apóstoles. Aunque María Magdalena había sido la primera en encontrarse con el Señor resucitado, no le creían debido a la mentalidad de la época, pues no se fiaban del testimonio de una mujer. Podemos imagina la situación en la que se encontraban los discípulos de Jesús con un gran temor de las autoridades judías. En general en la Biblia las apariciones de ángeles o las comunicaciones del mismo Dios provocan miedo, como era el caso de María y el Arcángel Gabriel en la Anunciación. En la circunstancias del momento Jesús repite una y otra vez “Paz a vosotros”, que sería el saludo “shalom”, pero en este caso tiene un significado más profundo que un mero saludo convencional. También les enseñó las manos y los pies, gesto que les ayudarían a calmarse y darse cuenta de que era él mismo, no un fantasma.

Enseguida Jesús les da poder de perdonar los pecados “a quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis quedarán retenidos”. El Concilio de Trento,que se celebró en el siglo XVI, en respuesta al desafío de la Reforma Protestante, afirma que este texto es el principal texto que avala la institución del Sacramento de la Penitencia o de la Reconciliación de parte de Jesús. En la Iglesia Antigua, el Sacramento de la Penitencia se llamaba simplemente “la paz”. También el título de “Sacramento de la Reconciliación” es muy adecuada, dado que a través de este sacramento nos reconciliamos con Dios y con los hermanos. En estos tiempos de tanto odio y violencia tanto intrafamiliar como en la sociedad, Jesús resucitado proclama la paz por el perdón de los pecados y reitera lo que había dicho en la Última Cena cuando dijo “la paz os dejo, la paz os doy”. En realidad, el don de la paz está íntimamente relacionado con la misma salvación que Jesús trajo al mundo, y como repite San Pablo con frecuencia, nos reconcilió consigo y entre nosotros por su sangre derramada en la cruz.

A continuación deseo resumir brevemente la historia de la devoción a la Divina Misericordia que ha sido uno de los grandes movimientos espirituales de nuestro tiempo, como resultado de revelaciones privadas hechas a una monja polaca, Sta. Faustina Kowalska, pasando por el Papa San Juan Pablo II y llegando al Papa Francisco, quien como sabemos, ha declarado este año el Jubileo de la Misericordia.

Santa Faustina nació en Polonia el 25 de agosto de 1905, y dos días después fue bautizada en su parroquia con el nombre de Elena. . De la edad de 5-7 años tuvo sus primeras experiencias sobrenaturales. Su madre la encontraba durante la noche levantada y rezando, pues decía que su Ángel de la Guarda le había ordenado rezar. A los 9 años recibió la primera comunión y se confesó por primera vez. Formó luego el hábito de confesarse cadas semana. Ella ayudaba a su madre en las tareas de la casa y solo a loso 12 años, debido a las restricciones impuestas por Rusia que dominaba la parte de Polonia donde vivía. Al poco tiempo tuvo que dejar de estudiar porque a las mayores no les permitían ya en a la escuela. A los 15 años se fue trabajar en una casa con una señora. A los 18, estando en Varsovia, con la seguridad de que el Señor la llamaba a la vida consagrada, se acercó a una congregación dedicada a la Divina Misericordia. La Madre Superiora la obligó a trabajar un año más para juntar el dinero necesario para comprar lo necesario para ingresar en el convento. Como novicia tuvo grandes experiencias místicas, como conocer el purgatorio, el infierno y el cielo. Le tocaba trabajar en la cocina y su salud era precaria de manera que tuvo que ser internada en un hospital debido a la tubercolosis. Le costaba mucho levantar las ollas de patatas debido a su debilidad. Tuvo que enfrentarse con grandes pruebas y la misma Santa Sede intervino para prohibir promoción de de la devoción de la Divina Misericordia. Algo similar le tocó también al P. Pío. Este problema se resolvió favorablemente gracias a la intervención del entonces Cardenal de Cracovia, Karon Woyjtila.

Si Santa Faustina fue el instrumento de Dios para dar a conocer esta devoción a la Divina Misericordia, San Juan Pablo II fue el gran promotor de la misma. Le misericordia de Dios es una realidad muy presente y esencial tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En su segunda enccíclica Dives in misericordia, el Papa desarrolló profundamente el fundamento bíblico y teológico de la misericordia de Dios. Además, le tocó beatificar y canonizar a Sant Faustina. El Papa Benedicto XVI prosiguió por el mismo camino que su gran predecesor. Con el paso del tiempo se ha ido formando grupos de fieles que se dedican a rezar la coronilla de la Divina Misericordia. Se puede ver en muchísimas iglesias en todo el mundo la imagen de Jesús pintada por indicaciones del mismo Señor a Santa Faustina. Una de las grandes revelaciones que experimentó Santa Faustina fue precisamente en la capilla de su convento en una Hora Santa ante el Santísimo Sacramento. El Papa Benedicto XVI contribuyó notablemente a que en un gran número de parroquias se celebre cada jueves la Hora Santa ante Jesús sacramentado. Después del Vaticano II, algunos consideraban superada esta devoción. Ya de Cardenal, el Papa Benedicto escribió un libro llamado Introducción al Espíritu de la Liturgia, el que explica el fundamento teológico de la devoción eucarística.

Llegamos al Papa Francisco, que sin duda ha establecido la Misericordia de Dios como el gran tema de su Pontificado. Siguiendo la línea trazada por sus antecesores y la misma esencia del Evangelio, ha declarado un Jubileo Especial de la Misericordia a lo largo del presente año. La práctica totalidad de sus intervenciones a lo largo de este año han estado centradas en la Misericordia de Dios. Ha promovido e intentado facilitar que los católicos acudan al Sacramento de la Penitencia que es donde más íntimamente se puede experimentar la misericordia divina.

Que esta Fiesta de la Divina Misericordia y todo este año que tanta importancia tienen debido a la situación de odio, de violencia de todo tipo que se encuentra en nuestro mundo. Dios en su infinita misericordia no dejará de su mano a la humanidad, de la que un porcentaje notable se encuentra desviada y sin rumbo, olvidadizo de Dios y del verdadero sentido de la vida. Pidamos al Señor en este Fiesta y en este tiempo de Pascua que derrame su misericordia sobre el mundo entero. Pidamos también a María Santísima, Madre de Misericordia, que en tantas apariciones ha manifestado su solicitud por la situación de los hombre de estos tiempo, que interceda por todos nosotros.




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