CUARTO DOMINGO DE PASCUA, CILCO C, DOMINGO DEL BUEN PASTOR
Este cuarto domingo de
Pascua tradicionalmente se llama Domingo del Buen Pastor, y desde
hace unos 50 años el Beato Pablo VI lo declaró Jornada
Mundial de Oración por las Vocaciones. Las
vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada constituyen un aspecto
muy importante de la vida de la Iglesia, como fácilmente puede
reconocer cualquier católico. ¿Por qué el Papa sintió la
necesidad de instituir esta Jornada de Oración por las vocaciones?
Ciertamente, podemos recordar las palabras de Jesús en el Evangelio,
“la mies es
mucha y los operarios pocos”,
y la necesidad de orar para que el Señor de la mies mande operarios
a su mies. En la Biblia también es común la imagen de la viña y es
obvio la necesidad de labradores para que una viña dé frutos. Hoy en día, sobre todo en los países occidentales llamados desarrollados, escasean las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada. Muchos católicos se han subido al carro del secularismo, del consumismo y, gracias al uso prácticamente universal de los anticonceptivos, no quieren tener más de un hijo, si es que se casan y quieren tener alguno. Privan los valores materiales y pocos piensan en el verdadero sentido de su vida o en qué va a pasar después de al muerte. No les interesa la vida eterna, sino más bien con una confianza mágica en las posibilidades de la medicina, de la gimnasia etc, Lo que más les importa es alargar la vida. El mensaje de Jesús que enseña la Iglesia no atrae a muchos porque están empeñados en buscar una felicidad barata que excluya el dolor, el sacrificio, la entrega generosa a los demás. Quieren "calidad de vida" medida como bienestar material e inmediato, seguridad económica y que el Estado "niñero# los cuide. . No es de extrañar que los libros de autoayuda escritos por diversos gurús sean de los más comprados y leídos. Tampoco es de extrañar que se extienda la adolescencia hasta tal vez los 40 años, fenómeno denominado "Síndrome de Peter Pan". Con la difusión de esta mentalidad de parte de los medios masivos de comunicación, que escasean las vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada.
La
imagen de los reyes como pastores de su pueblo era común en tiempos
bíblicos, tanto en Israel como en los pueblos de alrededor. Si
echamos un vistazo a la imagen que la Biblia nos proporciona de los
reyes, descubrimos que casi todos ellos son considerados malos. Por
ello, Dios, a través del Profeta Ezequiel promete que él mismo
sería el pastor de su pueblo. También en el libro de Jeremías le
promete verdaderos pastores. Todas estas promesas se cumplen en
Jesús, que hoy en nuestro evangelio del décimo capítulo del
Evangelio de San Juan se presenta como EL BUEN PASTOR. Cabe señalar
que la palabra kalós
en griego puede traducirse tanto como bueno
como bello.
Hoy
en día se aprecia la belleza de una cara bonita o un cuerpo esbelto,
pero la verdadera belleza de la persona no consiste en eso.
Reconocemos que una bella persona es uno que es amable, servicial,
atento a las necesidades de los demás, alegre y solidaria. La
verdadera belleza de la persona consiste en la entrega a los demás,
en definitiva en la virtud y sobre todo la caridad. Así Jesús es el
bello pasto que “da la vida por sus ovejas”.
Veamos,
e primer lugar, el contexto de este breve pasaje del evangelio que
hemos escuchado hoy. Jesús estaba en Jerusalén en la ocasión de la
Fiesta de Janucá o de la Dedicación, también llamada Fiesta de las
Luces. Conmemoraba la rededicación del Templo en el año 165 . de C. de
parte de Judas Macabeo, después de la victoria sobre los griegos
bajo Antíoco Epifanes IV, que había conquistado Jerusalén y
desacrado el Templo, colocando en él una imagen del dios griego
Zeus. En esta ocasión, que se da en invierno, a mediados de
diciembre, casi coincidiendo con el solisticio de invierno y nuestra
Navidad, se colocaba
un candelabro de 9 brazos en
el templo y en las casas, y se encendía una lámpara cada día.
Esta
declaración de Jesus se da en el contexto de una gran polémica
entre Jesús y las autoridades judías en la que entra también el
episodio de la curación del ciego de nacimiento. Los fariseos son
unos guías ciego que no reconocen a Jesús como Mesías. De hecho,
al reivindicar el título de Buen Pastor, Jesús está indicando que
Él es el Mesías.
Quiero
comentar tres verbos que Jesús utiliza en este breve pasaje. En
primer lugar, dice “mis ovejas escuchan mi voz”. Se ha dicho que
la cultura del Pueblo de Israel es una cultura basada en la palabra,
más bien que la imagen, como había sido la cultura griega que tanto
apreciaba la belleza física y por ello visual. Dios dirige su
Palabra a su pueblo, primero a Ahraham, luego Moisés y los profetas.
La oración más importante de Isreal es la “Shema Israel”,
“escucha, Israel”. Dios se comunica con su Palabra y quiere que
su pueblo escuche. Con
el Salmo 94 con frecuencia se da inicio a la Celebración de la
Liturgia de las Horas diciendo: “Ojalá eschéis hoy su voz, no
como en Meribá, como Masá en el desierto”
Todo este proceso de hablar y escuchar culmina en Jesús, que es la
misma Palabra (Logos,
en
griego, según San Juan, que tiene una gran carga de sentido). El
cristianismo no es una “religión del libro”, como llegó a ser
el Judaísmo tardío debido al extraordinario énfasis en la Torá,
le ley escrita e interpretada por
los rabinos.
También el islam, siguiendo la influencia de los rabinos judíos, es
una religión de un libro, el Corán. Podemos decir que Dios tiene
una voz, viva que nos llega incluso a nosotros. No es lo mismo leer
un mensaje importante en un texto escrito que escuchar el mismo
mensa je a viva voz de una persona que lo comunica con pasión, en
entusiasmo, con garra. De manera que no es de extrañar que San Pablo
afirme que “la fe viene del oído” fides
ex audito,
y sigue reconociendo la importancia de que haya quien proclame con la
voz la Palabra, “cómo se va a oír si no hay quien proclame” .
El
cristianismo no es una filosofía o una ideología, como el
platonismo o el marxismo o tantas otras. En el fondo, se trata de una
voz que nos habla y se comunica con nosotros. Dice Jesús que las
ovejas “escuchan la voz” del pastor y lo siguen. A lo largo de
los siglos, la Iglesia siempre ha dado una gran importancia a la
Sagrada Tradición, además de la Palabra de Dios conservada en la
Biblia. Ciertamente, los apóstoles y los demás discípulos se
acordaron de la voz de Jesús, su modo de expresarse, su tono. Para
ellos, y luego para todas las generaciones católicas, el Evangelio
no es mera palabra escrita, sino palabra viva transmitida (que es lo
que significa la palabra “tradición”, que proviene de tradere
en latín que significa entregar).
No solamente leemos la Biblia, que es algo muy importante y
recomendable, sino que al ser proclamada la Palabra de Dios en la
liturgia de alguna manera se hace presente para nosotros la voz del
Señor, se hace presente en su palabra. La
voz del Señor perdura en la Iglesia también cuando nos hablan con
autoridad apostólica los papas y los obispos. El Beato Cardenal
Newman buscaba la viva voz de la Iglesia y se daba cuenta de que sólo
en la Iglesia Católica está presente, ha perdurado a lo largo de
los siglos y ha llegado a nosotros.
En
segundo lugar, Jesús dice “yo los conozco y ellas me siguen”. El
verbo conocer
en la Biblia no se refiere solamente aun tipo de conocimiento
intelectual o abstracto que se pueda adquirir del estudio de los
libros. Se trata de una relación íntima y personal como es el caso
de la relación entre los amigos o los esposos. Por eso, pudo decir
María al Ángel Gabriel, “no conozco varón”. Este tipo de
conocimiento queda magistralmente ilustrado en el Salmo 139: “Señor,
tú me escrutas y me conoces; cuando me siento y cuándo me levanto,
mi pensamiento calas desde lejos;… Sondéame, oh Dios, mi corazón
conoce, pruébame, conoce mis desvelos; mira no haya en mi camino de
dolor, y llévame por el camino eterno”. Así, los santos de todos
los tiempos se imbuían de la palabra de Dios, estaba en sus labios y
en su corazón y así podían seguir de verdad a Jesús hasta el
punto de poder decir con San Pablo: “para
mi vivir es Cristo” o “Juzgo que todo es pérdida ante la
sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien
perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo”
(Fil
3, 7-9). Así
podemos constatar que el concepto bíblico de conocimiento está
íntimamente relacionada con el amor. El Buen (Bello también) Pastor
conoce a sus ovejas y ellas lo conocen a Él, reconocen su voz, y lo
siguen.
En
tercer lugar, Jesús dice “yo
doy mi vida por ellas; no perecerán jamás; nadie las arrebatará de
mi mano”. La
belleza y la bondad de Jesús está sobre todo en su entrega hasta
el extremo de la cruz, como más adelante San Juan afirma al inicio
de su relato de la Cena y la Pasión, “los amó hasta el extremo”.
En Galilea y en general en Israel antes y después del tiempo de
Jesús, habían surgido no pocos falsos mesías que se presentaron
con auténticos libertadores del pueblo. No eran el verdadero Mesías,
porque no llevaban adelante un proyecto de Dios. También en nuestros
tiempos no faltan gurús que engañan a la gente, incluso dentro de
la Iglesia, hasta que fueron descubiertos como los farsantes que
eran. Jesús tiene todas las señales de la autenticidad, como las
tuvieron otros grandes santos como San Francisco, o en la actualidad
el Padre Pío o la Madre Teresa de Calcuta. La gente sencilla de
Galilea reconocía que Jesús no era como cualquier otro y que buscaba
su auténtico bien, que no buscaba su propio provecho. Los falsos
mesías de antes y de la actualidad siempre han sido descubiertos,
pero la figura de Jesús crece con el tiempo y en cada época surgen
santos que hacen presente unos un aspecto de su persona y su
ministerio, otros otro aspecto.
Al
celebrar este Domingo del Buen Pastor, tengamos delante de nuestra
mente y nuestro corazón la auténtica imagen de Jesús que se
encuentra delineada en el Evangelio, y reproducida en la vida de
tantos santos, también de nuestro tiempo. Pidamos que en estos
tiempos difíciles para la Iglesia y para el mundo entero, que el
Señor siga mandando al mundo a verdaderos pastores buenos y bellos,
en el sentido de lo que es la belleza de Jesús, la entrega de su
vida a favor de los más necesitados, de todos porque nadie puede
salvarse a sí mismo y sólo en Él hay salvación y sentido de la
vida. No es que el Señor pueda abandonar a su Iglesia y dejarla sin
los pastores que necesita, pero sí aquellos a quienes dirige su
llamada podrían ser mezquinos y poco generosos al y no querer
acoger la llamada de Dios. Pidamos, pues por todos los seminaristas,
por los religiosos que se dedican a la vida contemplativa en los
conventos y monasterios, que en palabras de San Juan Pablo II, son la
vanguardia de la
Iglesia,
por los religiosos y demás personas consagradas que se dedican a
todo tipo de actividades pastorales
y caritativas
y así hacen presente a Jesús, Buen Pastor en el mundo a través de
sus obras de caridad de evangelización. El Papa Benedicto XVI
afirmaba en su encíclica Deus
Caritas est
que por más bien organizados estén los servios sociales siempre
hay un gran campo de acción para la caridad cristiana.
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