La pregunta no es
tan fácil de contestar como pudiera parecer. Primero, ¿en qué
consistiría tal protestantización?
Sabemos que el protestantismo tiene una serie de características
desde sus inicios con Lutero, Calvino y Zwinglio, siendo éstos los
principales protagonistas de la rebelión protestante en contra de la
Iglesia Católica en el siglo XVI. Sin embargo, como existen más de
36,0000 sectas protestantes, no es tan fácil distinguir en pocas
palabras las doctrinas protestantes. El fenómeno de la
multiplicación de las sectas proviene de una de las principales
ideas del mismo Lutero, es decir, el así llamado libre
examen de la Biblia. Pues el
Reformador consideraba que el sentido de la Biblia es patente y
cualquiera con fe la puede entender. Obviamente, los hechos dan un
profundo mentís a esta tesis simplona. ¿Acaso una serie de escritos
unidos en un solo libro, provenientes de un gran número de autores
(aunque el concepto de autor aplicado a la Biblia difiere bastante de
lo que entendemos hoy por auto) a lo largo de un período de más o
menos 1000 años, escritos en tres lenguas principalmente hebreo y
griego, con unos cuantos pasajes en arameo, no es tan fácil que
digamos. Parece obvio hoy en día que se necesita un serio estudio
del contexto histórico, cultural y religioso de las épocas a las
que se refieren los libros bíblicos. Lo mismo dígase de los varios
géneros literarios presentes en la Biblia, como el histórico, el
mítico, la novelesca, la poética, entre otros, además del hecho de
que lo que los autores antiguos concebían como historia no
corresponde a lo que hoy en día es considerado como historia. Los
otros elementos esenciales del protestantismo, además de la
sola sciptura, la
sola fides,
la sola gratia, y
en general una reducción de muchos elementos de la fe católica como
el caso de los siete sacramentos, el rechazo de la sucesión
apostólica de los obispos y del ministerio petrino. Otros
aspectos no menores de la doctrina propuesta por los Reformadores son
el énfasis en la justificación
del pecador
y la naturaleza de la Iglesia y su misión, el papel fundamental del
Magisterio de la Iglesia, éstas últimas siendo posiblemente los
más complicados. Además de todo este bagaje que proviene de la
rebelión del siglo XVI, hay otro tipo de protestantismo proveniente
de Estados Unidos que difiere bastante del protestantismo clásico.
Es producto de varios revival,
o
renovaciones de tipo emocional, que incluso dan una mayor importancia
a una experiencia subjetivo-emocional, llamado born
again
“vuelto a nacer”.
Voy a precisar un poquito estos elementos para intentar responder a
la pregunta planteada arriba.
El
protestantismo es una suerte de libro de bolsillo del cristianismo,
que no contiene elementos fundamentales que mantiene tanto la Iglesia
Católica como las Iglesias Ortodoxas.
Además
de todos estos aspectos doctrinales, aunque hay mucha diversidad,
existe también mucho subjetivismo, proveniente del mismo Lutero y la
época posterior a partir de la filosofía de Descartes, aunque éste
no fue protestante. Existen exegetas protestantes que ya no siguen
los presupuestos del protestantismo clásico del siglo XVI, pues los
estudios histórico-críticos, que se han realizado desde la segunda
mitad del siglo XVI no permiten una actitud tan ingenua acerca de la
Biblia. Sin embargo, particularmente en Estados Unidos, donde el
protestantismo tiene más fuerza, hay un gran porentaje de los
creyentes que son fundamentalistas y rechazan lo que aportan los
estudios histórico-criticos a la mejor comprensión de la Biblia.
Otro
aspecto del protestantismo clásico característico de Lutero es el
pesimismo
antrológico. Como
producto de su propia experiencia de escrúpulos y un concepto
equivocado de Dios a quien veía como un señor furioso dispuesto a
fulminarlo y mandarlo al infierno, juntamente con el sentido de la
propia incapacidad de superar el pecado, el hombre para Lutero, pese
al arrepentimiento de sus pecados, no logra ser verdaderamente
justificado. En el fondo, está lleno de podredumbre que no es
posible eliminar. En realidad se trata de una noción equivocada de
Dios, aunque Lutero no cuestionó nunca la doctrina trinitaria y
cristológica de los los concilios de la iglesia antigua. Pues se
trataría de un dios incapaz de santificar de verdad y a fondo al
hombre.
El
protestantismo y la secularización
En
cuanto a la doctrina moral, y en concreto la moral sexual, en general
las comunidades protestantes mantenían una doctrina coincidente con
la católica hasta el año 1930, cuando los Anglicanos en la
Conferencia de Lambeth declararon permisible el uso de los
anticonceptivos. A partir de allí, y sobre todo después de la
Segunda Guerra Mundial con el progreso de la así llamada revolución
sexual que tuvo un punto álgido en el año 1968, las divergencias
entre la doctrina moral católica en el tema de la sexualidad ha
divergido mucho. Podemos decir que la secularización ha golpeado más
duramente a las comunidades protestantes, con la excepción de
algunas de tipo fundamentalista en los Estados Unidos, de manera que
la Comunión Anglicana ha llegado a aceptar la homosexualidad e
incluso “ordenar” a obispas lesbianas. Uno de los resultados de
esta secularización masiva entre las comunidades protestantes
orgininarias ha sido un abandono cada vez más pronunciado de la
práctica religiosa. Más adelante vamos a intentar reponder si
existe la misma tendencia en la Iglesia Católica.
En
un primer intento de dar respuesta a la pregunta planteada podemos
afirmar en el seno de la Iglesia existen unas tendencias hacia la
secularización que se han dado con más fuerza entre los Anglicanos
y los protestantes, con resultados nefastos. Se ha ido perdiendo lo
que es específico en el ser cristiano. Si bien es cierto que los
protestantes han contado con menos diques de contención que la
Iglesia por no contar con un Magisterio al que le toca llamar la
atención y señalar cuál es la doctrina correcta, ha habido un
progresivo debilitamiento de la identidad católica entre muchos
católicos y una gan pérdida de la disciplina en la Iglesia. Este
proceso empezó con la crisis que se dio a partir del Concilio
Vaticano II, hasta el punto que el Beato Pablo VI llegó a decir que
“el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia”. El Concilio, en
palabras del Papa San Juan XXIII, quiso abrir las ventanas de la
Iglesia al mundo, pero este proceso se llevó a cabo con bastante
imprudencia, no de parte del mismo Concilio, sino de un grupo notable
de sus interpretadores,
Algunos
de los aspectos centrales del protestantismo clásico no afectan a
los católicos actuales, como es el caso del principio fundamental de
Lutero sola fide
justificación
. De
hecho, como producto del diálogo ecuménico se ha llegado a un
acuerdo sustancial sobre este tema en el año 1999. Tampoco otro
elemento esencial de la Reforma, es decir, la sola
scriptura ha
provocado problemas para la Iglesia en nuestro tiempo. Este principio
en parte es positiva en cuanto que se promueve de parte de los
católicos el conocimiento más profundo de la Sagrada Escritura,
cosa que se da más entre los católicos en países de mayoría
protestante, amén de ser algo vivamente promovido por el Concilio
Vaticano II. Sí se ha presentado problemas en relación con al fe y
la historia, es decir, las controversias acerca del Jesús histórico
y el Cristo de la fe. El estudio de este tema a través de la
aplicación de la metodología de la historografía de tipo
racionalista proveniente de la Ilustración y empezando en Alemania
en el siglo XVII, ha producido ciertos problemas, tanto para el
protestantismo como para el catolicismo. Sin embargo, no es que se
trate de una tema relacionado con los principios fundamentales de la
Reforma Protestante, pues en la época no se planteaban estos
problemas. Donde sí ha habido problemas para el Magisterio de la
Iglesia y una serie de intervenciones importantes en estas últimas
décadas, a partir del Vaticano II ha sido en la moral y la mediación
de la Iglesia y la importancia de su Magisterio. Vamos a examinar
algunos de estas controversias en un intento de responder a nuestra
pregunta.
La
controversia sobre los anticonceptivos y la Encíclica Humanae Vitae
La
primera gran contorversia que se dio en la Iglesia en el campo de la
moral después del Concilio Vaticano II has sido la de la moralidad
del uso de los anticonceptivos. Conviene
traer a la memoria algunos aspectos de esta controversia, que tuvo su
punto álgido el 1968 con la publicación de la encíclica Huamanae
Vitae
de parte del Beato Pablo VI.
Esta
importante carta enciclica se publicó precisamente en tiempo de
grandes convulsiones políticas y sociales como fueron las protestas
contra la Guerra del Vietnam en Estados Unidos como huelgas y
revueltas de trabajadores en Fracia, que remecieron al gobierno del
General Charles de Gaul, y abrieron el camino para lo que luego se ha
dado en llamar la revolución
sexual.
Esta última se había gestionado sobre todo en Estados Unidos en el
período de la entre guerra y propulsado hábilmente por el
investigador
farsante sobre la sexualidad Alfred Kinsey, en cuyas perversiones y
métodos criminales de adquirir sus falsos resultados, recogidas en
sus dos libros Sexual
Behavior in the Human Male
, (1948) y Sexual
Behavior in the Human Female
(1953) tuvieron una influencia enorme en la posterior revolución
sexual, amén de supuestas experiencias sexuales de infantes. No
puedo entrar en detalles acerca de los hechos horrorosos
protagonizados por Kinsey y su equipo de supuestos investigadores.
Cabe señalar que un gran porcentaje de los encuestados eran
delincuentes sexuales que poblaban las cárceles. En realidad lo que
pretendía sus supuestas investigaciones era justificar sus propias
aberraciones criminales. Pese a los hechos incontestables que
demuestran sus múltiples perversiones, Kinsey ha tenido una
influencia enorme en el campo de la así llamada educación sexual y
en la promulgación de leyes en este campo.
El
Papa Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, había reservado para
sí el pronunciamiento sobre el tema del control de la natalidad. Ya
su predecesor Juan XXIII había nombrado una comisión ad hoc para
estudiar el tema. En la época se había introducido la píldora
anticonceptiva y en algunos sectores de la Iglesia se pensaba que no
caía dentro de la tradicional prohibición de los anticonceptivos.
Pablo VI amplió el número de los integrantes en la comisión,
algunos de los cuales distaban de ser auténticos expertos en el
tema. En
realidad la comisión tenía una finalidad más amplia, la de
estudiar la población, la familia y la natalidad. Sin embargo, ha
sido llamada “La comisión sobre el control de la natalidad”.
El Concilio concluyó
sus sesiones el 8 de diciembre de 1965. La
comisión realizó sus labores entre los años 1964 y 1966. El
teológo moralista católico Germain Grisez, que colaboró con el P.
John Ford, S.I, uno de los mejores moralistas norteamericanos de la
época y fiel al Magisterio de la Iglesia, que era miembro de la
comisión. Según Grisez, el Papa Pablo VI no tenía ninguna
intención de intentar cambiar la doctrina de la Iglesia respecto a
la prohibición de los anticonceptivos, ya reinterada por la
encíclica del Papa Pío XI en su encíclica Casta
connubi
de 1931, que a su vez fue publicada como respuesta católica a la
decisión de los Anglicanos en la Conferencia de Lambeth del año
anterior de permitir el uso de tales medios de control de la
natalidad. La duda era si la nueva píldora era un anticonceptivo. En
realidad Pablo VI, al ampliar la comisión ya constituda por su
predecesor Juan XXIII, afirmó que no se trataba en manera alguna
cambiar la doctrina tradicional, reafirmada por Pío XI, que
condenaba los anticonceptivos. En
1967, el informe de la comisión, favorable al cambio de la doctrina
de la Iglesia respecto al control de la natalidad fue fugada a a
prensa. El Papa, siempre favorable al diálogo y a escuchar las
partes, según Grisez, quería saber si había algunos argumentos a
favor de un desarrollo de la doctrina tradicional.
Pablo
VI, siempre respetuoso de las opiniones de otros y a favor del
diálogo, manejó mal los tiempos y la composición de su Comisión
fue heterógena de manera que se creó una enorme expectativa acerca
de un supuesto cambio de la doctrina sobre el uso de los
anticonceptivos. El informe de la Comisión fue filtrada a la prensa
para aumentar la presión sobre el Papa para que dictara a favor de
la posición mayoritaria de la comisión. No contaron con el hecho de
que el Papa tuviera un gran sentido de la propia responsabilidad y
aunque tardó más de un año en publicar su en cíclica Humanae
Vitae, no dejó ninguna duda acerca de la posición de la Iglesia
sobre el tema. La opinión pública se había echado en contra de la
doctrina de la Iglesia y muchos, incluso obispos y cardenales daban
por seguro que el Papa iba a cambiar la doctrina. Por ello, se dio el
mayor episodio de disenso y rechazo de una doctrina moral de la
Iglesia de los últimos siglos.
Apenas
publicada el encíclica o incluso organizado antes se dio una
verdadera rebelión de parte de un gran número de teólogos algunos
de gran relieve como Bernard Haring, Karl Rahner, Charles Curran,
organizador del disenso en Estados Unidos, incluso varias
Conferencias Episcopales intentaron desdecir lo que claramente había
dicho el Papa en la encíclica con una supuesta aplicación pastoral.
Este disenso, fenómeno nuevo en la Iglesia, fue el primer paso de un
disenso mayor y rechazo de la práctica totalidad de la moral sexual
de la Iglesia y cuestionamiento de la misma autoridad de la Iglesia.
No está de más recordar que el Beato Cardenal Newman afirmaba que
la esencia de la religión revelada es precisamente la obediencia. El
mantra de muchos, obispos, sacerdotes y laicos llegó a ser “sigue
tu conciencia” al parecer sin importar si la conciencia había
logrado alcanzar la verdad. Se trata de una caída en el subjetivismo
en algunos aspectos similar a la rebelión de Lutero y sus secuaces.
Como en la época afirmaba el gran teólogo y cardenal Charles
Journet, “No tiene sentido levantar en lugar de la autoridad de la
Encíclica la autoridad de su conciencia personal” (In
the Light of the Encyclical, L'Osservatore Romano, 10-10-1968). El
Papa en la misma Encíclica (n 6) afirma que enseña con la misma
autoridad de Cristo, pero eso no desanimó a los opositores. Una
década más tarde, el San Papa Juan Pablo II dejó clara su voluntad
de afirmar y profundizar lo enseñado por su predecesor en la Humanae
Vitae, una
larga serie de catequesis que se han llamado La
Teología del Cuerpo. Se
llegó luego a hablar de un Magisterio
Paralelo,
es decir de los teólogos, que basados en su supuesta autoridad
derivada de sus estudios se consideraban autorizados a contradecir lo
que la Iglesia había enseñado desde siempre. En realidad, lo que
decían a los fieles católicos era esto: “El Papa ha reiterado lo
que la Iglesia siempre a enseñado respecto a la transmisión de la
vida humana. Él está equivocado porque no ha hecho caso a los
consejos que una gran mayoria de nosotros les hemos dado. Por lo
tanto, vosotros están autorizados por nostros, que sabemos más de
estos temas que el Papa, a no hacerle caso a loque enseña en la
Encíclica Humanae Vitae”. No es que hayan dicho esto en tantas
palabras, pero éste es el resumen de su posición. Por lo tanto, lo
considero como el mayor intento de protestantización de la Iglesia,
por desestimar la mediación del Magisterio y su autoridad
proveniente del mismo Señor a enseñar la doctrina de fe y moral.
Algunas
consecuencias del rechazo de la doctrina expuesta en la Humanae
Vitae.
Aunque
no es mi intención tratar con detalle las graves consecuencias para
la Iglesia en los fieles católicos de esta rebelión de parte ante
todo de obispos y sacerdotes y su intento de imponer su propia
opinión por encima de la doctrina de la Iglesia, sí quisiera
señalar brevemente algunas de sus consecuencias, que fueron lo que
provocaron la publicación de otra gran Encíclica, esta vez de San
Juan Pablo II, la Veritatis
Splendor
del
año 1993, en la que se propone “afimar los principios para el
discernimiento de lo que es contrario a la doctrina sólida”. Ya en
1984, el mismo papa dedicó una serie de catequesis para explicar y
profundizar en el sentido de la Humanae Vitae. Más adelante me
extenderé un poco sobre algunas de las consecuencias prácticas de
este rechazo de la doctrina de la Iglesia. Se
repetií mucho que la doctrina propuesta en la Humanae Vitae no es
infalible o no está defida dogmáticamente. Esto
para justificar el rechazo de la doctrina contenida en la encíclica
y propuesta con la autoridad del Señor concedida a los apóstoles y
sus sucesores, en primer lugar San Pedro y los Papas. San Juan Pablo
II en su enciclica de 1993 abordó algunas de las consecuencias que
provocó el rechazo de la Humanae
Vitae
en la teología moral de muchos. Por una parte se proponía una
teoría equivocada sobre la opción fundamental, según la cual si
uno tiene una orientacion general de la vida hacia Dios y su
voluntad, eso no se rompe con un acto. Así se fue creando confusión
acerca de la distinción entre el pecado moral y el venial. Se
propuso una nueva distinción entre pecados serios y graves o
mortales. El
Papa rechaza tanto la teoría del consecuencalismo que pone todo el
peso de la moral de la acción en la finalidad o las consecuencias de
la acción, sin tomar en cuenta el fin del acto. Igualmente rechaza
la teoría del proporcionalismo, según la cual un acto es bueno o
mal según la proporción de bien o mal que proviene de tal acto. De
esta manera rechazan la posibilidad de unas prohibiciones absolutas
sin excepciones. Resumiendo, todo esto proviene en un principio de
la desobediencia de muchos moralistas a la Iglesia al reafirmar el
Beato Pablo VI la doctrina sobre la procreación o el rechazo de los
anticonceptivos. En esto se asemeja la Reforma Protestante que fue
también una rebelión en contra de la autoridad de la Iglesia y un
rechazo de la Tradición en muchos aspectos.
Ya
en el año 1994, el escritor Vittorio Messori preguntaba al entonces
Cardenal Josef Ratzinger en su larga entrevista publicado bajo el
título Informe
sobe la Fe, la
posibilidad de que los católicos, teólogos y laicos estén atraídos
por el protestantismo. El Cardenal respondía:
“Desde
luego no es fácil explicarlo. Me viene a las mientes esta
consideración. El protestantismo surgió en los comienzos de la Edad
Moderna y, por lo mismo, está más ligado que el catolicismo a las
ideas-fuerza que produjeron la edad moderna. Su configuración actual
se debe en gran medida al contacto con las grandes corrientes
filosóficas del siglo XIX. Su suerte y su fragilidad están en su
apertura a la mentalidad contemporánea. No es extraño que teólogos,
católicos, que no saben ya qué hacer con la teología tradicional,
lleguen a opinar que hay en el protestantismo caminos adecuados y
abiertos de antemano para una fusión de fe y modernidad”.
Conclusión:
Habiendo
rechazado el principio de la mediación de la Iglesia y autoridad del
Magisterio, el protestantismo empezó con una gran debilidad. Se
multiplicó en un número enorme de sectas y se sometió al vaivén
de las corrientes secularistantes de la Ilustración de los siglos
XVII y XVIII. Aunque el la misma época, después del Concilio de
Trento, la Iglesia Católica tuvo que enfrentarse con grandes
desafíos como fueron el jansenismo, el absolutismo regio que intentó
a través del gallicanismo, febronianismo, josefinismo y en general
el embate de la Ilustración con su rechazo de la revelación,
gracias al hoy en día tan denostado centralismo
romano, se logró
mantener la unidad y la catolicidad de la Iglesia. El Concilio
Vaticano II abrió otra época en la vida de la Iglesia con sus
grandes desafíos y también oportunidades. El
secularismo y el relativismo ya no son fenómenos de élites
intelectuales, sino llegan a tocar al pueblo cristiano entero,
gracias a los medios masivos de comunicación. No pocos en la Iglesia
piensan que ella ha de enfrentarse con estos desafíos de manera
similar a lo que han hecho los Anglicanos y los comunidades
protestantes surgidas en el siglo XVI, no los evangélicos más o
menos fundamentalistas de Estados Unidos. Ya no es posible mantener
el orden y la disciplina dentro de la Iglesia como se hacía en otros
tiempos, por ejemplo, en el Pontificado de San Pío X cuando se
enfrentó con la crisis del modernismo, que en el fondo era un primer
de reaccionar al mundo secularizado y relativista como lo habían
hecho los protestantes a lo largo del siglo XIX. El Papa Pablo VI,
tan convencido del valor del diálogo y tan respetuoso de las
posiciones de otros, no consideraba que pudiera apagar el fuego del
disenso con los mismos métodos de su predecesor San Pío X. Ya
había muchos obispos y cardenales convencidos de los errores y
abiertos a aceptar doctrinas erróneas o pensar que la doctrina de la
Iglesia podía evolucionar para acoger más aspectos del mundo
secularizado y relativista.
Podemos
concluir que ha habido muchos intentos de protestantización de la
Iglesia al menos en algunos aspectos. San Juan Pablo II, con la ayuda
del entonces Cardenal Ratzinger, intentó ponerle un dique a estos
intentos, pero su éxito ha sido solamente parcial. Se ha visto en
los recientes Sínodos de Obispos convocados por el Papa Francisco un
resurgimiento de estos intentos de protestantización en la forma de
la propuesta del Cardenal Kasper de dar la comunión a los
divorciados y vueltos a casar, y en unas expresiones positivas
acerca de los homosexuales, que difícilmente podrían homologarse
con la doctrina de la Iglesia expresada en el Catecismo.
En
2013, el prestigioso Pew Institute con sede en Washington hizo una
encuestas sobre la moral en una cuarentena de países, y sobre lo
que los Católicos mantienen acerca de temas como el aborto y el uso
de los anticonceptivos. Los resultados pueden ser o no sorprendentes:
http://www.pewglobal.org/2014/04/15/global-morality/
Por
pone unos ejemplos: En Chile sólo el 16% de los encuestados
considera el sexo antes del matrimonio moralmente inaceptable; en
España 8%. En España 39% considera que no tiene nada que ver con la
moral, y así la totalidad de los países europeos. En cuanto a la
moralidad del uso de los anticonceptivos los
porcentajes son incluso mayores y muchos también consideran que el
aborto no es una cuestión que tenga que ver con la moral. Unos se
pregunta qué según ellos es la moral si matar a un niño en el seno
materno no es una cuestión que tenga que ver con la moral.
Hay,
pues un claro debilitamiento de la fe y su influjo en la vida real de
los católicos. Tiene muchos aspectos como la casi nula práctica del
Sacramento de la Penitencia en la totalidad de los países así
llamados desarrollados. Muchos dicen que “pido perdón a Dios en
mi corazón”, pero ni se les ocurre preguntarse si eso es lo que
Dios quiere o qué es lo que quiere. De los pocos que acuden al
sacramento no saben qué confesar o piensan que no tienen pecados.
Otros apelan a su propia interpretación de la Biblia y no lo que
enseña la Iglesia. En parte debido a la crisis de la pederastia en
la Iglesia, son bastantes los católicos que piensan que la Iglesia
debería de cambiar la tradición del celibato sacerdotal, gracias a
que lo que forma su conciencia no es lo que enseña la Iglesia sino
los medios masivos de comunicación. Están sujetos a lo que el
entonces Cardenal Ratzinger, a punto de ser elegido Papa, llamó la
dictadura del relavitismo. El mismo se preguntó a sí mismo al referirse a los últimos tiempos y su vuelta: "¿Cuando vuelva el hijo del hombre, encontrará fe en la tierra? " (cf. Lc 18,1-8). Según entiendo el tercer secreto de Fátima se refería a la apostasía de las naciones cristianas. Si es así, lo estamos constatando ya.
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