viernes, 25 de marzo de 2016

EL ORIGEN Y SENTIDO DE LA PASCUA



La Pascua (pesaq) era la primera de las grandes fiestas que celebraban los judíos a lo largo del año, y la siguen celebrando. Sería su principal fiesta, dado que lo que celebra es el evento fundante del Pueblo de Israel, el Éxodo o la liberación del pueblo de la opresión del Faraón en Egipto y el primer paso de su historia como Pueblo de Dios que llega a ocupar la tierra prometida, no antes de haber realizado la Alianza de Sinaí y de haber recibido el Decálogo por la mediación de Moisés. De igual manera la Pascua llegó a ser desde los primerísimos tiempos de la Iglesia la principal fiesta de los cristianos, y como veremos más adelante, durante bastante tiempo la única fiesta en el calendario anual. El hecho de que Jesús haya celebrado la Última Cena, haya sido apresado, condenado y haya muerto en la cruz en la ocasión de una Fiesta de Pascua no es fortuito. Todas las grandes intervenciones de Dios en la historia a favor de su pueblo Israel tienen su cumplimiento y su razón de ser en la persona de Jesús y en su misión, que culmina en el Misterio Pascual de su Pasión, Muerte y Resurrección. Por lo cual conviene examinar brevemente el origen y la naturaleza de la Pascua tanto en el caso del Pueblo de Dios de la Antigua Alianza, como entre nosotros los cristianos.

Orígenes remotos de la Pascua

Según la opinión común de los estudiosos, la Pascua del Pueblo de Israel tuvo su origen en una fiesta de primavera de los pastores tal vez por el nacimiento de los nuevos corderos y la transhumación de aquellos pueblos nómadas y semi-nómadas. Sabemos por el Libro del Génesis que Abrahán y su sobrino Lot era unos semi-nómadas que procedían originalmente de la Mesopotamia. Este hecho queda recogido en el Libro del Deuteronomio en lo que se llama el credo histórico del pueblo: “Mi padre ea un arameo errante qae bajó a Egipto y fue a refugiarse allí siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, poderosa y numerosa” (26, 5-6). Habría sido una fiesta de la familia o del clan de arte de aquellos pastores paganos con el fin de encomendarse a su dios pidiendo buena suerte y alejar a los malos espíritus. Se habría matado un cordero y celebrado un banquete, luego de haber untado los postes de las tiendas con la sangre del cordero.

En los capítulos 12 y 13 del Libro del Éxodo encontramos las prescripciones para la celebración de la Pascua. De hecho, Moisés y Aarón le habían pedido al Faraón permiso de salir de Egipto para celebrar una fiesta por orden de Yahvé: “Deja salir a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto! (Ex 5,2). Suponemos que tal fiesta sería la Pascua. Si bien los hebreos llevaban bastante tiempo viviendo en Egipto, por lo cual ya habían abandonado sus raíces pastoriles, es probable que habrían mantenido la tradición de esa fiesta pastoril de antaño.

Más que hacer celebraciones relacionadas con las estaciones, Israel celebraba las intervenciones maravillosas y poderosas de Yahvé a favor de su pueblo, la más grande de todas siendo el Éxodo o la liberación de la esclavitud de Egipto y su eventual ocupación de la Tierra Prometida por Yahvé ya a Abrahán. La descripción de la fiesta con sus normas que se recoge en el Éxodo sería una retroproyección de costumbres posteriores, pero lo importante es que ya no tiene que ver con una pueblo semi-nómada sino con la intervención de Yahvé que los salvó de la mano del ángel exterminador mandado a matar a los primogénitos de Egipto. Hay mucha discusión acerca del sentido de la palabra pezaq. Volveremos a esto más adelante. La fiesta se caracterizaría por ser una celebración hecha de prisa antes de la huida de Egipto, pues la tenían que celebrar “con los lomos ceñidos” como quien se prepara para huir. Posteriormente se les dio a los varios alimentos consumidos en la Pascua un significado simbólico relacionado con el éxodo de Egipto.

También el c. 12 del Éxodo nos entrega unas normas acerca de la fiesta de los Ázimos: “Durante siete días comerséis panes ázimos; ya desde el primer día quitaréis de vuestras casas la levadura. Todo el que coma pan fermentado ése tal será exterminado de en medio de Israel” (15). Obviamente no se trata ya de nómadas ni semi-nómadas con sus ovejas y cabras, sino de un pueblo asentado en la tierra que cultivo cereales como el trigo y la cebada. Habría sido una fiesta que probablemente los israelitas encontraron en Caná y asumieron, aunque le dieron un nuevo significado relacionado con la intervención poderosa de Yahvé y la unieron a la Pascua. Dado que la levadura la hacían dejando fermentarse un poquito de la masa anterior, la fiesta de los panes ázimos y el mandamiento de eliminar todo rastro de levadura de la casa simboliza un nuevo comienzo. Este nuevo comienzo se conjuga bien con el sentido de la Pascua.

En cuanto al significado de la a lo largo de los siglos de la monarquía en Israel, parece que seguía siendo una fiesta celebrada en familia en tiempos antes y durante casi todo el tiempo de la monarquía. Luego alrededor del año 621, a. C. vino la reforma promovida por el Rey Josías, a partir del descubrimiento del libro de la Ley en el templo (2 Re 22-24, y de manera especial 24,21-23). La centralización del culto en el templo de Jerusalén era un elemento fundamental de tal reforma. De hecho, se podría deducir que la celebración de la Pascua había caído en el olvido, cosa bien posible debido a la corrupción religiosa y la imposición de cultos extraños en el mismo templo de Jerusalén: “El rey dio esta orden a todo el pueblo: “Celebrad la Pascua en honor de Yavéh, vuestro Dios, según está escrito en este libro de la alianza. No se había celebrado la Pascua como está desde los días de los Jueces que habían juzgado Israel ni en los días de los reyes de Israel y delos reyes de Judá. Tan sólo en el año dicieocho del rey Josías se celebró una Pascua así en honor de Yavéh en Jerusalén”.

En tiempos de Jesús, la pascua se celebraba en las casas, pero se llevaba los animales a ser matados en el templo, de manera que al menos en parte la fiesta tenía relación con el templo. Según el evangelio de San Juan, la muerte de Jesús tuvo lugar en el día de la Pareseve, es decir, la víspera de la Pascua, precisamente cuando en el templo se realizaba la matanza de los corderos para la pascua. Aquí el simbolismo es obvio en cuanto que Jesús es el “verdadero cordero” que con su sacrificio en la cruz quitó el pecado del mundo, y así puso fin a la multitud se sacrificios realizados en el templo, poniendo fin también a sentido del mismo templo. Es el sentido que Juan da al gesto de la expulsión de los vendedores del templo: “Destruid este santuario y en tres días lo levantaré” y e evangelista explica que “el hablaba del Santuario de su cuerpo” ( cfr. Jn 2,13-22).

En tiempos del Nuevo Testamento no hay noticia de la celebración de la Pascua cristiana de parte de los fieles de las primeras generaciones. Según lo que podemos deducir del Libro de los Hechos, acudían al templo donde oraban, celebraban la “fracción del pan” en las casas. Podemos suponer que esta celebración, en cumplimento del mandato del Señor dado en la Última Cena “Haced esto en memoria mía”, lo realizarían en la noche del sábado, que según la costumbre judía de contar los días, sería ya domingo, como es el caso todavía hoy en día en las grandes fiestas y los domingos cuando se celebra la Eucaristía en la tarde del sábado o la víspera de la fiesta, debido a que se consideraba que el día empezaba en la tarde del día anterior. En el Apocalipsis leemos: “”Caí en éxtasis un día del Señor...” (1,10), de lo cual podemos deducir que la primera fiesta cristiana era El Día del Señor en té kyriaké heméra o en latín dies dominica. Esto indica que ya a finales del siglo I cuando se escribió el Apocalipsis, el día domingo era ya día festivo establecido, aunque era día de trabajo hasta tiempo de Constantino. Sería la única fiesta cristiana.

Ya a mediados del siglo II, aparecen los primeros indicios de la celebración de la pascha en las Iglesias cristianas. En la segunda mitad del siglo se dio lo que fue posiblemente la primera gran controversia en la Iglesia y se trataba de la fecha en la que se tendría que celebrar la Pascua. Las Iglesias de Asia menor, apoyándose en una tradición apostólica que probablemente se remontaba a San Juan el evangelista, insistían en celebrar la fiesta en el mismo día en el que los judíos celebrabansu Pascua, es decir, el 14 del mes lunar de nisan, aunque cayera entre semana. A estos se les ha denominado cuatridecimano. En cambio, las otras Iglesias, con Roma a la cabeza consideraba que Pascua cristiana, debía de celebrarse en el domingo, pues Jesús había resucitado el domingo. El domingo era considerado el octavo día, el primer día de la nueva creación inaugurada por la resurrección de Jesús, el principio del nuevo mundo en el que Jesús nos ha introducido por el bautismo. A mediados del siglo, San Policarpo, que había sido discípulo de San Juan Evangelista de joven en su ciudad de Esmirnia, ahora en Turquia, donde fue martirizado en el año 156, viajó a Roma y discutió con el Papa Aniceto sobre este tema, pero no lograron ponerse de acuerdo. El Papa Víctor a finales del siglo II decidió excomulgar a aquellos cristianos que seguían la costumbre de celebrar la fiesta el 14 de nisan. San Ireneo, a su vez discípulo de San Policarpo en Esmirnia, y que se habia trasladado a Occidente llegando a ser Obispo de León, sobre el Río Ródano, en Francia, escribió al Papa Víctor, pidiéndole que evitara medidas de fuerza y a resolver el tema pacíficamente. El nombre Ireneo, que proviene de eirené en griego, significa precisamente paz. No se sabe cómo al final se resolvió la controversia, pero con el paso del tiempo aquellas Iglesias de Asia Menor se sumaron también a la costumbre romana y del resto de las Iglesias y dejaron atrás sus costumbre de celebrar la fiesta de la Pascua el 14 de nisan. Todavía en el siglo IV parece que hubo problemas con el modo de fijar la fecha de la fiesta de la Pascua porque intervino el Concilio de Nicea (325 A.D.) y estableció que tendría que celebrarse el primer domingo después de la luna nueva de marzo, que es lo que todavía tenemos.

La Pascua en la Iglesia Antigua.

Aunque se dio esta diferencia de criterio acerca de la fecha de la Pascua, en lo que todos estaban de acuerdo era que antes de la celebración tenía que realizarse al menos un día de ayuno, o tal vez dos. Se trataba de ayuno completo, privándose de todo alimento, excepto en el caso de los enfermos y de las mujeres embarazadas. La celebración de la Vigilia Pascual se llevaba acabo a partir de media noche hasta la madrugada. El énfasis no estaba en una memoria histórica de los hechos protagonizados por Jesús antes de su muerte, como llegó a ser en la Edad Media, sino una vivencia del misterio del paso de Jesús a través del dolor y la muerta a la vida nueva de su victoria definitiva en la resurrección. En este contexto se puede comprender la importancia que tenía el bautismo dentro de la celebración de la gran vigilia. En aquellos primeros tiempo en medio de las persecuciones y las burlas de los vecinos paganos que los consideraban caníbales,los acusaban de incesto y otras barbaridades, los cristianos celebraban la Vigilia Pascual con la máxima alegría y con la esperanza del retorno del Señor, pensando que seguramente se daría precisamente en una noche de Pascua. La veían como prolepsis o anticipación de la segunda venida del Señor. Se leía hasta 12 lecturas bíblicas. Los ritos podían variar de una zona a otra, pero igualmente coincidían en lo principal. El bautismo se realizaba por inmersión, ya no en agua corriente como indica la Didajé que podría ser de Siria y de alrededor del año 100 A.D., pero no necesariamente se cubría la cabeza con el agua. Los neófitos llegaban vestidos de sayal en señal de penitencia. Se volvían hacia occidente, que simbolizaba las tinieblas y el mal, y renunciaban a Satanás y al mundo. Luego vueltos hacia oriente, que simboliza la luz, a Jesucisto Luz del Mundo, el verdadero Sol de la Justicia, y expresaban su fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se realizaba también las unciones pre y post bautismales y lo que hoy llamamos el Sacramento de la Confirmación, llamado por los griegos myron. Al haberse desnudado, ingresaban el la pila de bautismo también desde occidente y los diáconos ayudaban de manera que se les echaba el agua sobre la cabeza y salían hacia oriente. En ese momento se les colocaba el vestido blanco simbolizando la nueva vida que había nacido en ellos, y procedían a participar por primera vez en la celebración de la Eucaristía, en la que además de participar en en cuerpo y la sangre del Señor, participaban en otra copa que contenía una mezcla de leche y miel, simbolizando su ingreso en la verdadera Tierra Prometida, pues en el Antiguo Testamento se trataba de una tierra que manaba leche y miel.

Toda la ceremonia, con las 12 lecturas, una homilía del Obispo que podía durar una hora y el canto de himnos y salmos terminaría al amanecer, cuando los fieles volverían a sus casas llenos de una intensa alegría. En el siglo tercero se fue introduciendo el catecumenado y la Cuaresma como elementos importantes en la preparación de los candidatos al bautismo. A partir de la época de Constantino, cuando por mandado del mismo Emperador, los funcionarios tenían que ser cristianos, la Iglesia estableció un catecumenado con mayor rigor para evitar que ingresaran conversos poco preparados y con intenciones equivocadas en la Iglesia. De esta época contamos con una serie de catequesis pre-bautismales de algunos de los Padres de la Iglesia tanto de Oriente como de Occidente. Como son las de San Cirilo de Jerusalmén, San Juan Crisóstomo y Teodoro de Mopsuestia; en Occidente los Padres más conocidos e influyentes en cuanto a la predicació pascual son San Ambrosio y San Agustín. El mismo San Agustín entrega algunos datos acerca de su propio bautismo en Milán de la mano de San Ambrosio.

En una carta escrito a un tal Genaro, que le había enviado otra carta con unas consultas, San Agustín explica magistralmente el sentido de la Pascua como misterio y no mera conmemoración de un acontecimiento pasado. Hay que señalar que la palabra sacramento en griego se dice mysterion:

Hay sacramento en una celebración cuando la conmemoración de lo acaecido se hace de modo que se sobreentienda al mismo tiempo que hay un oculto significado y que ese significado debe recibirse santamente. Es lo que hacemos cuando celebramos la Pascua: no nos contentamos con traer a la memoria el suceso, esto es, que Cristo murió y resucitó, sino que lo hacemos sin omitir ninguno de los demás elementos que testimonian su relación al significado de los sacramentos. Dice el Apóstol: Murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación1. En esta muerte y resurrección del Señor queda consagrado el tránsito de la muerte a la vida. El mismo vocablo pascua no es griego, como suele pensar el vulgo, sino hebreo; así lo dicen los que conocen ambas lenguas. La realidad que se anuncia con esa palabra hebrea no es la pasión, pues padecer se dice en griego pásjein, sino el tránsito de la muerte a la vida, como he dicho. En el idioma hebreo, el tránsito se denomina pascha, como dicen los que lo saben. A eso aludió el mismo Señor al decir: Quien cree en mi, pasa de la muerte a la vida2. Se entiende que eso es principalmente lo que expresó el evangelista cuando decía de la Pascua que iba a celebrar el Señor con sus discípulos, y en la que les dio la cena mística: Habiendo visto Jesús que era llegada la hora de pasar de este mundo al Padre3. Lo que se celebra, pues, en la pasión y resurrección del Señor, es el tránsito de esta vida mortal a la inmortal, de la muerte a la vida.
http://www.augustinus.it/spagnolo/lettere/index2.htm

San Agustín explica que el tránsito que se ha de dar en nosotros de la muerte a la verdadera vida se realiza en la fe y en la esperanza en cuanto que todavía no se ha realizado plenamente en nosotros mientras estamos en este mundo. En la misma carta el Santo de Hipona explica por qué se celebra la Pascua en domingo y no el día que corresponde según el mes. El domingo es día de descanso y vuelve al Libro del Génesis para recordar el sentido del descanso, aunque en el paraíso el descanso se daría pero no sería sempiterno.:



Ahora caminamos en fe y en esperanza de lo que, como arriba expliqué, tratamos de alcanzar con el amor: un santo y perpetuo descanso de toda fatiga y de toda molestia. A ese descanso hacemos desde esta vida el tránsito, que nuestro Señor Jesucristo se dignó anunciar y consagrar en su pasión. En aquel descanso no reina una pereza desidiosa, sino una inefable tranquilidad de la actividad reposada. Al fin se descansa de las obras de esta vida, para empezar a gozar de la actividad de la otra. Tal actividad se emplea en la alabanza de Dios, sin fatiga de miembros, sin ansia de preocupaciones; no se entra en ella por el descanso de modo que le siga la fatiga; es decir, no empieza a ser actividad de modo que deje de ser descanso. No se vuelve a trabajar y preocuparse; permanece en actividad lo que produce el descanso, sin trabajar en fatigas ni vacilar en pensamientos. Y ya que por ese descanso se vuelve a la vida primitiva, de la cual cayó el alma al pecar, ese descanso está simbolizado en el sábado. La vida primitiva, que se devuelve a los que regresan de la peregrinación y reciben su primera estola56, es figurada por el primer día de la semana, que llamamos domingo. Si te fijas en los siete días del Génesis, hallarás que el séptimo no tiene tarde, porque simboliza el descanso sin fin57. La vida primitiva no fue sempiterna para el pecador; en cambio, el descanso último es sempiterno. Por eso, el día octavo es la bienaventuranza sempiterna; ese descanso, que es sempiterno, desemboca en el día octavo sin anochecer; de otro modo no sería eterno. Luego el día octavo será como el primero, porque no nos quitan la vida primitiva, sino que nos la devuelven eterna. (# 17)


Los cambios que se dieron a finales de la Edad de los Padres y  en la Edad Media, 


En los siglos posteriores, a lo largo de la Edad Media, se fue perdiendo este sentido de la Pascua como misterio, y se fue perdiendo el sentido originaria de la Pascua cristiana de los primeros siglos. Se trataba de un único misterio del paso o tránsito del Señor a través del dolor de la Pasión y la muerte hasta la gloria de la resurrección, y nuestro tránsito de la mano del Señor a la nueva vida prometida e inaugurada en el bautismo y llamada a ser completada en la vida gloriosa del cielo. El primer paso en este sentido se dio en a finales del siglo IV en Jerusalén que es donde se estableció lo que ahora llamamos La Semana Santa. Nuestro conocimiento de estos hechos lo tenemos gracias a la virgen Egeria que realizó una peregrinación a Oriente incluyendo Tierra Santa y fue testigo de las celebraciones de lo que sería la Semana Santa, comenzando en la víspera del Domingo de Ramos con una salida hacia Betania en recuerdo de la estadía de Jesús allí con Lázaro y sus hermanas. En canto al Domingo de Ramos cuenta con notables detalles cómo se realizaba la procesión con las palmas y olivos:
Todos los niños que hay por aquellos lugares, incluso los que no saben andar por su
corta edad, van sobre los hombros de sus padres, llevando ramos, unos de palmas, y
otros, ramas de olivo (cf. Mat. 21, 8). De este modo es llevado el obispo de la forma que
entonces fue llevado el Señor

Prosigue Egeria con el relato de los diversos oficios que se realizaban de Lunes Santo hasta el Miércoles Santo. El Jueves Santo la misa se celebraba a eso de las 4.00 de la tarde y dice posteriormente acerca de la salida del Obispo y del Pueblo hacia Getsemaní en la noche:

Luego, bajan a pie cantando himnos a Getsemaní con el obispo hasta el más pequeño
de los niños, donde una gran multitud de gente, cansada de tanta vigilia y agotados por
los diarios ayunos, van bajando de tan elevada montaña muy lentamente, poco a poco,
cantando himnos hasta el monte Getsemaní. Se tienen encendidas muchísimas antorchas
en la iglesia para iluminar al pueblo

El enfoque de la celebración del Viernes Santo era la cruz que era venerada por el pueblo y luego una serie de lecturas, salmos e himnos. Este proceso de ampliación de la celebración de la Pascua a toda la semana, sobre todo en Jerusalén donde están los lugares santos, en cierto sentido contribuyó a la pérdida del sentido original del misterio de la Pascua y la convirtió en un memorial histórico de los acontecimientos. Posteriormente, con el desarrollo de la liturgia y la pérdida de la particpación activa de los laicos en ella, se iba desarrollando lo que llamamos la religiosidad popular. La liturgia era un asunto exclusivo del clero y los monjes. Este proceso se aceleró a partir del siglo II, cuando se aumentó el comercio y la urbanización. Se formaron los gremios, cada uno con su santo protector y se solía celebrar su fiesta con una procesión. Igualmente se fueron formando las cofradías que fueron facilitando la participacíón de los laicos y la formación de una suerte de liturgia paralela en la calle con las procesiones del Corpus y de la Semana Santa. A lo largo del primer milenio, los crucifijos solían representar al Señor glorioso y vestido, siguiendo la línea expresada en el Evangelio de San Juan, según la cual la cruz es manifestación de la gloria de Jesús, su triunfo. En cambio, se puede constatar en el segundo milenio la diferencia de sensibilidad en el arte con la multiplicación de las Piedades, los Cristos Nazarenos, las llagas de Jesús en la Cruz, himnos como Stabat Mater Dolorosa, que apelan a los sentimientos acerca del dolor de Jesús en la Pasión y de la Santísima Virgen Dolorosa. A partir del Concilio de Trento la predicación emotiva e incluso las flagelaciones de parte del mismo predicador se hicieron comunes. La reforma litúrgica, promovida por el Movimiento Litúrgico que empezó alrededor de la época de la Primera Guerra Mundial, dio sus primeros frutos con la publicación de la Encíclica Mediator Dei del Papa Pío XII y la reforma de la celebración del Triduo Pascual puesta en marcha por el mismo Papa. El Vaticano prosiguió en el mismo sentido con un notable esfuerzo por recuperar el verdadero sentido de la Pascua con las celebraciones del Triduo Pascual. No se trata de perder los aspectos positivos que se lograron en el segundo milenio, sino de poner en el centro de toda la celebración la Gran Vigilia Pascual, “Madre de todas las Vigilias” en palabras de San Agustín. No se puede esperar que costumbres que llevan siglos se cambien de un día para otro. Muchos de los fieles le dan más importancia a la celebración del Domingo de Ramos que la de la Vigilia Pascual, el Domingo de Pascua. La multiplicación de las celebraciones tiene sus inconvenientes en cuanto que tiende a oscurecer la principal de ellas que es la Gran Vigilia.

Conclusión

Las tres grandes fiestas del pueblo de Israel eran la Pascua, que conmemoraba la liberación del pueblo de la opresión del Faraón en Egipto, la Fiesta de las Semanas, 50 días más tarde que conmemoraba la Alianza de Sinaí, y la Fiesta de las Tiendas o Sucot, que era una fiesta de la cosecha en el otoño. Por razones obvias desde los primeros tiempos de la Iglesia la más importante de estas fiestas para los cristianos era la Pascua, en cuanto que la muerte y resurrección de Jesús, su Pascua, o paso a través dela muerte a la victoria de la resurrección se dio precisamente en tiempo de Pascua. También en la ocasión de la Fiesta de las Semanas o Pentecostés, que significa cincuenta días, según el relato de San Lucas en los Hechos de los Apóstoles se dio la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y el nacimiento de la Iglesia, de manera que estas dos fiestas, en primer lugar la Pascua, llegaron a ser las principales fiestas a lo largo del año. Si bien es cierto, que la celebración del domingo, día del Señor, seguramente precede a la fiesta anual de la Pascua, ya a mediados del siglo II, era común la celebración d  la Pascua, con gran solemnidad. A lo largo de los siglos, la extensión de la Pascua originaria a incluir toda la semana empezando con el Domingo de Ramos, y luego otras fiestas ha tendido a dejar en cierto sentido en la sombra,  al menos en parte, la Pascua como como leatissimum spatium (un gran tiempo de alegría) como la llama San Agustín. La reforma litúrgica promovida por el Vaticano II ha querido volver a poner en su lugar la celebración de la Pascua y sobre todo la Vigilia Pascual, aunque en la mente de muchos de los fieles, la multitud de signos contenidos en esta celebración nocturna dice poco. En algunos países donde se utiliza el Rito de Iniciación Cristiana de los Adultos y se celebran los sacramentos de la iniciación cristiana en la Vigilia, se está progresando. Lamentablemente muchos, no solo fieles laicos,  prefieren guiarse por criterios prácticos y no valoran la importancia que la liturgia da al la Vigilia. Privan criterios mundanos según los cuales en la mentalidad actual la gente le da más importancia a alagar la vida que alcanzar la vida eterna. Los cristianos de los primeros tiempos más bien celebraban la Pascua ´con una grandísima alegría como anticipación de la alegría sin fin que deseaban alcanzar en la vida eterna. 




























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