sábado, 27 de febrero de 2016

HOMILÍA, TERCER DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C,, 28 DE FEBRERO 2008

LA URGENCIA DE LA CONVERSIÓN.

San Pablo escribe en el c. 10 de su Primera Carta a los Corintios, que acabamos de escuchar: "Todo esto sucedía como un ejemplo, y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, cuidado! que no caiga.". Unos momentos después, hemos escuchado estas palabras tremendas de Jesús recogidas por San Lucas en nuestro evangelio de hoy: "Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera", al referirse a unas noticias contemporáneos acerca de la caída de una torre y una matanza realizada por Pilato. Ambos sucesos costaron varias vidas. Estamos avanzando ya hacia la mitad de la Cuaresma, que comenzó con una a invitación urgente a la penitencia y a la conversión. ¿En concreto, qué significa este mensaje acerca de la urgencia de la conversión que nuestra Liturgia de la Palabra nos entrega hoy con tanta fuerza?

En primer lugar, preguntémonos por qué es tan urgente la conversión y en qué consiste. Para poder acoger el mensaje de Jesús y entrar en comunión con Él, lo primero que necesitamos es darnos cuenta del estado en el que nos encontramos. ¿Cómo es que Jesús tuvo una acogida mucho más positiva de parte de los que eran considerados "pecadores públicos" en la sociedad de su tiempo, siendo ejemplos claros de este tipo de gente, los recaudadores, es decir los corruptos de la época que se aprovecharon del cargo para enriquecerse, y las prostitutas? En cambio, la gente devota que se consideraba piadosa era la que más obstáculos ponía a la persona y al mensaje de Jesús. Para los que eran considerados los malos resultaba más fácil darse cuenta de que no todo iba tan bien en su vida. La predicación de Jesús atrajo a muchos enfermos y endemoniados .A ellos les resultaba fácil reconocer que no todo iba bien en sus vidas, que ellos solos no eran capaces de arreglar su situación. En cambio, los fariseos, que representaban a los devotos, que cumplían a la perfección las mil y una minucias de la ley, que oraba, daba limosna y ayunaba, dando así buen ejemplo a su prójimo, encontraron poco digerible el mensaje radical de Jesús, acerca de la llegada del Reino o reinado de Dios y la urgencia de la conversión. Por otra parte, la conversión no es nada fácil, porque a todos nos resulta difícil cualquier cambio, pues somos animales de costumbre y si no formáramos hábitos para realizar las tareas diarias, cada vez que realizamos una tarea común como conducir un coche como si fuera la primera vez, nos cansaríamos mucho. Los hábitos y las costumbres nos facilitan la vida y son necesarios. También se afincan en nuestra vida espiritual o de relación con Dios una serie de hábitos y costumbres que con el paso del tiempo vienen siendo una rutina. Rezamos oraciones sin siquiera pensar en las palabras.  Así es cómo la llamada urgente de Jesús a la conversión es algo difícil para la persona devota, como era el caso de los fariseos. Rompía sus esquemas dado que ellos daban demasiada importancia al cumplimiento de unas reglas que en muchos casos eran secundaras.

En segundo lugar, la conversión implica entrar en nuestra conciencia y ser implacables al descubrir nuestras hipocresías, cómo nos consideramos superiores a otros, nuestras envidias, impaciencias etc. . Si así no fuera no estaríamos constantemente criticando a los demás, ni nos dedicaríamos tanto a la murmuración y al chisme. Al dar inicio a su ministerio público, según el relato de San Marcos, Jesús invitó a la gente de convertirse y creer la buena noticia acerca de la llegada del Reino o reinado, o la soberanía de Dios. La palabra conversión en castellano tiene dos palabras correspondientes en griego: "metanoia" o cambio de mente, salir de nuestros esquemas comunes, los hábitos y costumbres que nos han llevado a la rutina, a ver toda la obra maravillosa de Dios en la creación y en la salvación como ordinaria; y "epistrophe" que significa dar vuelta en U como cuando vamos por un camino y vemos una señal que nos indica que vamos por un camino equivocado que no nos llevará a nuestra meta. Lógicamente nos damos la vuelta y buscamos el camino más adecuada para llegar a nuestro destino.

Cuando San Pablo escribe: "Todo esto sucedía como un ejemplo, y fue escrito para escarmiento nuestro", se refiere tanto a la Palabra de Dios recogida en toda la Sagrada Escritura como el episodio concreto del acontecimiento fundante del Pueblo de Israel, que es el Éxodo de Egipto de la mano de Moisés y la Alianza de Sinaí. En el caso concreto del episodio de la zarza ardiente, que hemos escuchado en la primera lectura, tomada del Libro del Éxodo, se trata de uno de los episodios más importantes y emblemáticos de toda la Biblia. Moisés se encuentra en el desierto de Madíán a donde se había escapado y está cuidando el rebaño de su suegro Jetró. Ve una zarza que se está quemando, pero no termina de quemarse. Se acerca y Dios sale a su encuentro y le manda quitarse las sandalias porque "la tierra que pisa es tierra sagrada. Esto significa que Dios no es un ser más en el mundo, sino que es de otra naturaleza totalmente diferente y el contacto con él nos exige una grandísima reverencia, darnos cuenta de esta realidad. Se presenta como el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, los antepasados de Moisés, a quienes se había revelado en otros tiempos y le manda sacar al pueblo de Egipto liberándolo de la opresión del Faraón. . Moisés le pregunta su nombre. El nombre es un aspecto muy importante de la persona dado que la identifica y la distingue de otros, saber el nombre de una persona nos permite entrar en relación con esa persona. La respuesta: "Yo soy el que es", no es un nombre cualquiera, y sobre este nombre grandes teólogos como San Agustin, Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura han reflexionado. Dios es el ser mismo, el principio y fundamento de todo lo que es, que no puede ser alguna cosa entre las cosas que existen en el mundo, uno entre tantos. El primer paso, pues en el proceso de la conversión a Dios es conocerlo, conocer su nombre que manifiesta quién es. Es lo que sucedió con Moisés en el episodio de la zarza ardiente. Dios es absoluto, trascendente, está más allá de todo lo que existe en nuestro universo, pero también se ha rebajado, se ha revelado primero a su Pueblo Elegido, Israel, y sobre todo se ha hecho cercano y asequible de modo totalmente inimaginable en la persona de Jesús, que es Dios mismo hecho uno de nostros.

Los contemporáneos de Moisés que experimentaron las obras maravillosas de Dios al liberarlos de la esclavitud de Egipto no tardaron mucho en olvidarse de ellas y se pusieron a quejarse contra Moisés por la mala comida. San Pablo invito a sus lectores a no caer en el mismo vicio. Dice que todo lo que sucedió en aquella época de Moisés sucedió "para escarmiento nuestro". Dios no se revela a nostros precisamente para satisfacer nuestra curiosidad sino para salvarnos, para que tomemos en serio nuestra vida y nuestro destino. Viendo lo que ha hecho en el pasado podemos y  debemos reflexionar acerca de quién es y la importancia de cumplir su voluntad. San Pablo termina su exhortación con estas palabras: "El que se cree seguro, cuidado! que no caiga". El gran matemático y apologeta francés del siglo XVII propone a los que dudan de la existencia de Dios, de que de verdad sea el creador del universo que al final nos juzgará, propone una apuesta: ¿ En el caso de no estar seguro si apostamos por Dios, su existencia y todo lo que nos promete, no perdemos nada, al contrario ganamos todo. Si apostamos en contra de Dios, no ganamos nada, perdemos todo lo que podíamos haber ganado. De ahí la urgencia de decidir y no considerarnos buena gente que no necesita de Jesucristo ni del Reino de Dios.

Las advertencias de San Pablo se nos hacen incluso más dramáticas en nuestro evangelio de hoy. Los peligros como los desastres naturales y el terrorismo provocan miedo en muchas personas en nuestro mundo de hoy. ¿Cómo interpreta Jesús este tipo de fenómenos que ponen en peligro nuestra vida. Los ve como una advertencia acerca de la urgencia de la conversión, igual que San Pablo cuando dice: "El que este de pie, que tenga cuidado, que no caiga". Tenemos una sola vida y el tiempo es breve. Esto lo recalca Jesús con la parábola de la higuera estéril. Si bien es cierto que el jardinero le pide al dueño dejar la higuera un año más para que puede cavar a su alrededor y echarle abono para ver si con eso da fruto. Éste es un mensaje oportuno para la Cuaresma. ¿Cuál de nosotros realísticamente puede prometerse un año más de vida? Dios es misericordioso, pero también el tiempo es corto. Nuestro evangelio de hoy termina con estas palabras: "Si no, el año que viene lo cortas".

En la segunda mitad del siglo XX, después de los tremendos desastres de la primera mitad, es decir, las dos guerras mundiales y toda la secuela de sufrimientos, destrucción  y muerte que provocaron, en el mundo occidental, y de manera especial en Europa y Norteamérica, se ha creado una situación de gran bienestar material, basado en los avances tecnológicos, una vida más cómoda, avances en la sanidad y la superación de muchas enfermedades que provocaban la muerte de muchos niños al poco tiempo de nacer, y la muerte temprana de otros etc. Pareciera que a la gran mayoría de las personas, los nuevos productos que se han introducido a los hogares han facilitado la vida; la revolución de las comunicación con la televisión, el Internet y los teléfonos móviles ha revolucionado nuestro modo de vivir. El hombre trabaja menos horas y se dedica mucho al entrenamiento, al turismo y otros pasatiempos. Confía en que el Estado se va a cuidar de él, le va a dar sanidad gratuita y otros bienes. Los Estados se han endeudado hasta las cejas para seguir proporcionando a la así llamada "ciudadanía" estos bienes que son considerados derechos adquiridos. ¿Todo este panorama color de rosa, satisface los anhelos más profundos del hombre?  ¿A qué precio viene este así llamado bienestar y calidad de vida? Uno de los precios es un narcisismo rampante  que lleva a la mayoría a anteponer el placer, la conveniencia personal, en una palabra el egoísmo y la arrogancia ante otros bienes como el necesario sacrificio y renuncia de muchos placeres y conveniencias para el bien de otros y para ser una persona responsable. No es de extrañar que con estos criterios se cometen millones de asesinatos de niños no nacidos al año, que debido a que muchos de los europeos no quieren tener hijos o cuando mucho uno, están entregando a la siguiente generación un continente poblado de ancianos y una sociedad inviable, o se están poniendo a merced de los inmigrantes musulmanes que traen consigo una cultura diametralmente opuesta a la  Según previsiones fiables ellos van a ser mayoría en Europa en pocas décadas. Sin embargo, según una  encuestas que se han  hecho en todo el mundo en las que se pregunta a la gente si se siente feliz y contenta, seis de los primeros diez países son países latinoamericanos. Claro, eso varía según los criterios que toman en cuenta para medir la supuesta felicidad. Además, así como no podemos garantizarnos un año más de vida, de hecho, ni un día, tampoco hay garantía de que el así llamado estado del bienestar, bienestar muchas veces mal llamado y basada en una montaña de egoísmo, podrá permanecer mucho tiempo. Nuestro mundo es precario, y siempre lo ha sido. Unos cambios en el solo o en el camo magnético de la tierra podrían traer consigo tremendos desastres como volcanes, terremotos,  cambios de clima que dificultarían las cosechas y provocarían hambrunas con millones de víctimas, y otros. Es algo que están previendo algunos científicos.  El cristiano se cree peregrino de camino hacia la verdadera patria que es el cielo, que significa estar con Dios Padre, con Jesucristo, el Espíritu Santo y todos los santos. ¿No parece que vale la pena hacer el esfuerzo de conversión necesaria para que no acabe nuestra vida  en la frustración del gran proyecto del amor de Dios para cada uno de nosotros y toda la humanidad debido a que nos hemos olvidado de lo más importante en nuestra vida y nos hemos ido por un camino equivocado. Todavía hay tiempo para cambiar de rumbo, para dar vuelta en U y acoger el mensaje urgente que el Señor nos presenta hoy en este tercer Domingo de Cuaresma. 














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