sábado, 7 de octubre de 2017

LA VIÑA

HOMILÍA DEL DOMINGO XVII DE TIEMPO ORDINARIO, 8 DE OCTUBRE DE 2017.

Sin duda, la imagen de la viña es una de las más caracterísitcas de la Biblia capaz de expresar el amor increíble de Dios para su pueblo y para cada uno de sus fieles. El tema de la viña aparece también en Oseas, Jeremías y Ezequiel, y como sabemos lo retoma Jesús en nuestro pasaje evangélico de hoy.  El c. 5 del  libro de Isaías, que hemos escuchado en la primera lectura de hoy, es una pequeña obra maestra, que con la ayuda de varios detalles, expresa el amor incondicional y la solicitud amorosa de Dios hacia su pueblo, y también el hecho de que  existe también el castigo justo. El v. 1 habla de una canción de amor de Dios por su viña. Hay que decir que probablemente el cultivo de la vid es es el que más cuidado requiere para que se den buenas uvas y luego buen vino. El texto de Isaías nos entrega una serie de detalles acerca de la labor que hay que realizar para que se pueda dar buenos frutos: que esté en una loma fértil, donde obviamente se da el sol. Se tiene que cavar y eliminar las piedras. Luego dice que platnó "una cepa exquisita", edificó una torre, y cavó un lagar. Con gran dolor, el profeta expresa la infidelidad del pueblo con la imgan de la falta de fruto de la viña: "Y esperó que diese uvas, pero dio agraces". Dios prosigue: "¿Qué  más se puede hacer ya a mi viña que no se lo haya hecho yo? ¿Que hace Dios con su viña? La respuesta es tremenda y veremos que es la misma que da Jesús en nuestro pasaje evangélico de hoy: Quiitará su cerco, permitirá que sean pisoteada, se llenará de zarzas y espinos y no le dará lluvia. Eso es precisamente lo que hizo cuando llegó el Rey de Babilonia que destruyó la Ciudad Santa de Jerusalén y su templo que se había convertido en lugar donde introducían imágenes de los dioses falsos de los pueblos poderesosos de alededor.

La Liturgia de la Palabra es una llamada, una interpelación para nosotros. Aquí Dios manifesta el amor extraordinario y sin límites  que ha tenido para su pueblo infiel. Si leeemos atentamente la Biblia descubriremos que una gradrísima parte de ella expresa por un lado el amor constante de Dios y la infidelidad, la triación del pueblo. No pensemos que somos mejores que aquellos israelitas de tiepos del Profeta Isaías.

Si bien es cierto que  Dios es misericordioso, pero la misericordia no puede manifestarse sin nuestro arrepentimiento. Cuando Jesús se puso a predicar, su primer menseje, según el Evangelio de San Marcos, el primero de los cuatro, es: "Arrepentíos y creed en el Evangelio", o la buena noticia del Reino, de la soberanía de Dios. Otro tema recurrente en la práctica totalidad de los profetas es el del resto fiel. Pese a todo, Dios es fiel a sus promesas y queda un resto de fieles que serán la semilla de donde nace Jesús y conservarán lo mejor de todo lo que  Dios ha sembrado a lo largo de los siglos en su pueblo Israel, a pesar de tanta infidelidad. Pasa lo mismo con la Iglesia.

Pasemos ahora a nuestro Evangelio de hoy. Llegamos a la parte final del relato de la vida pública de Jesús y probablemente esta pasaje se coloca en los últimos días de su predicación en Jerusalén.  Se dirige a los sacerdotes y a los ancianos de Israel. En este caso, se trata de los mimsos cuidadnos de la viña que hemos constatado en el pasaje de Isaías. Obvimente, los oyentes de Jesús recordarían el pasaje del profeta, pues hay mucho paralelismo entre ambos. En este paso, el dueño de la viña la alquila a unos labradores. Ellos rehúsan pagar el arriendo. Mandó a sus siervos a cobrar, pero esos viñadores malvados los atacan, los apalean y apedrean a uno.  Curiosamente, el dueño manda a otros siervos, ma´s numerosos que los anteriores y los tratan de la misma manera, pero hacen lo mismo, y luego manda a su hijo y lo sacan fuera de la viña y lo mataron.

Los oyentes fácilmente podían darse cuenta de que la parábola se refería a los profetas rechazados por el pueblo. Como en el caso de la parábola de la oveja perdida, o la moneda perdida de la señora, hay una paciencia de Dios que no se da entre nosotros. ¿Qué pastor dejaría 99 ovejsa en el desierto para buscar una? ¿Qué propietario de una viña ante unos inquilinos que no y son tan malvados que maltratan a sus servidores, va a enviar más e incluso a su hijo para lo que maten a más de ellos e incluso el hijo? Eso no lo hace nadie en el mundo. Ninguna persona tiene tanta paciencia.

Al final, el dueño de la viña aplica la justicia y echa a los inquilinos y entrega su viña a otros, que darán su fruto en el momento oportuno.   Luego Jesús cita la Escritura, el salmo 117, que afirma que "la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular".   El mismo Jesús es la piedra angular de su Iglesia y el que no esté en comunión con El no podrá formar parte de este edificio.

Tanto la lectura del Profeta Isaías como nuestro pasaje del Evangelio de San Mateo nos dejan una importante lección. En primer lugar, está el amon infinito de Dios que se nos manifiesta en un sin find de detalles, pero si nosotros no acogemos al Señor, si somos necesio y nos olvidamos de Deios, de Jesús, si establecemos a un dios falso al que rendimos culto en nuestra vida,  eso tendrá consecuencias muy graves para nosotros. Dios Nuestro Señor no es un bonachón que acoge a todos en el cielo, sino respeta nuestra opciones libres que tiienen sus consecuencias graves. No nos sirve pensar que el infierno no existe, pues Jesús lo afirmó al menos 14 vecees en el Evangelio. Tampoco sirve lo que muchos piensan, que sí existe el infierno pero que no va nadie allí. No nos creemos que eso lo piensan solamente personas  ignorantes o de poca educación. Lo piensan hasta famosos teológos, pero para poder concluir esto, tienen que filtrar muchos de los dichos más importantes de Jesús. ¿A quién vamos a creer, a Jesucristo Nuestro Señor, o a un teólogo que por más brillante que sea, se equivoca?.  
   

 

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