sábado, 14 de octubre de 2017

LA PARÁBOLA DEL BANQUETE DE BODAS

HOMILÍA, XXVIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO A, 15 DE OCTUBRE DE 2017.

Esta parábola de Jesús del rey que organiza la boda de su hijo y con tiempo manda invitaciones a los que deseaba estuvieran presentes en una ocasión tan importante para él y para todo el reino como es la boda del hijo del rey. Resulta que los inivtados lo desairan y presentan unas excusas y no quieren par ticipar en la fiesta de bodas. Obviamente, el rey se enoja con ellos, y según la parábola, el rey manda su ejército a matar a esa gente y a quemar su ciudad. Esta es una de las partes de la parábola que choca con la sensibilidad de muchas personas hoy en día. Obviamente, Jesús quiere que sus oyentes entiendan que el rey representa a Dios. Muchos no entienden cómo Dios pudiera actuar de esta manera. Hay que señalar dos puntos para comprender esto. Primero, la parábola no es una alegoría y por lo tanto, todos los detalles que contiene no se aplican a la lección que se quiere enseñar. En segundo lugar, Jesús utiliza aquí  en otras partes del Evangelio la figura retórica del hpiérbola, o exageración para lograr sacudir nuestras conciencias y que tomemos en serio la lección que la parábola contiene. Pasa lo mismo cuando dice que es más fáicl que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos. Además, Jesús logra comunicarse con sus oyentes con la ayuda de lenguaje sencillo e impactante, no teorías filósoficas abstrusas. Otro punto que llama la atención es el del señor que no tiene puesto el traje de bodas. Pareciera injusto a nuestra mentalidad echarlo fuera a las tinieblas por una falta tan pequeña.El traje de bodas simboliza la necesidad de conformar nuestro comportamiento a lo que Dios manda en sus mandamientos y para poder entrar en el cielo, hemos de arrepentirnos, que significa cambiar de mentalidad y de actitud y comportarnos según los criterios de Dios que Jesús nos entrega.

El tema del banquete y más concretamente un banquete de bodas como imagen  del cielo es recurrente en la Biblia. En todas las culturas e incluso hoy en día todavía, la celebración de una boda es una ocasión de gran  alegría y festejo. Hay un dicho árabe que reza: "Hay una boda en el cielo, y las mujeres colocan escaleras para subir". Así en nuestra primera lectura de hoy del Profeta Isaías tenemos un banquete con manjares succulentos y vinos exquisitos que se da en el Monte Sión, que es parte de Jerusalén. Es más, Dios promete elimnar la muerte secará las lágrimas de nuestros ojos. Estas son imágnes que nos ayudan a comprender lo que significa la vida eterna, pues, "ojo no ha visto, ni oído escuchado las cosas que Dios ha preparado para aquellos que lo aman". No debemos de pasar por alto tales promesas de Dios sino más bien alimentar nuestra esperanza de una vida nueva y superior, que en realidad ha sido inaugurado en la resurrección de Jesús de entre los muertos, y en nuestro caso, empezamos a participar de manera todavía muy incompleta de este banquete. Nuestra participación en la Santa Eucaristía es un adelanto, un primer platillo de aquel banquete. En ella, el cielo y la tierra se unen de manera más estrecha que en otros momentos de nuestra vida. También la comunión fraterna, el amor mutua, la celebración de las grandes fiestas como la Navidad y la Pascua constituyen unos momentos claves en los que también el cielo y la tierra se unen. Cuando realmente experimentamos el amor mutuo, la caridad fraterna, momentos fuertes de la gracia de Dios, cuando experimentamos fuertemente la belleza de la creación, del arte, buenas obras y sacrificios que  otros hacen a favor nuestro y nosotros hacemos a favor de ellos, en todas estas ocasiones y otras llega un poquito del cielo a nuestra vida y nos llena de alegría, que nos ayuda a vislumbrar la alegría sin fin a la que estamos llamados en la vida verdadera y eterna.

Ante todo, esta parábola nos ha de ayudar a comprender la grandeza de nuestra vocación como seguidores de Jesús, y la superficialidad con la que dejamos a un lado todo lo que Dios nos ofrece para preferir unas actividades secundarias. En la parábola, las excusas son ridículas. ¿Quién se iría a probar el campo que ha comprado cuando se le presenta una invitación del Rey a participar en el baquente de bodas de su hijo?   Una persona normal se sentitiría realmente feliz y procuraría ir bien vestido como corresponde a una ocasión tan transcendente. Otro dice que se acaba de casar, cómo si no fuera a convivir con su esposa muchos años, etc. En nuestro caso, tantos que se dicen católicos no practicantes, como se tal opción fuera una válida, o dicen que son "católicos a su manera", pasan de la misa dominical, porque dicen que no tienen tiempo. Esta es la excusa más ridículo y tonto que podemos inventar. "El trabajo se dilata para llenar el tiempo disponible". Muchos me dicen, "yo tengo que trabajar en el campo y no puedo venir".  Tienen tiempo para ver la telebasura que se emite en la televión, Las excusas que se ponen hoy en dia son igual de ridículas como las que incluye Jesús en la parábola. La verdadera razón es que tienen una fe muy débil y casi mortecina. No se atreven a pensar en lo más importante en la vida, que es descubrir que´sentido tiene esta vida, por qué tenemos que sufir y morir. Decimos que creemos en Dios, pero como dice Santiago en su carta, nuestra fe sin obras está muerta. Decía San Agustín: "Nos has hecho para tí y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en tí". Intentamos llenar el vacío que sentimos en el interior con acumular cosas, distracciónes, diversiones para que nuestra mente no llegue a ocuparse de los pensamientos más importantes. El hombre no puede encontrar la verdadera felicidad o paz en este mundo. Es un don de Dios que nos regala parcialmente y en momentos en este mundo y plenamente en el futuro.            
No echemso en saco roto la invitación que Dios nos hace de particpar en su vida de amor, de alegría sin fin y no nos contentemos con las migajas de felicidad que podemos alcanzar efímeramente en este mundo.

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