HOMILÍA, XXIII DOMING DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO A, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2017.
En las lecturas dominicales, suele haber una conexión entre la primera lectura tomada del Antiguo Testamento y el pasaje evangélico. Veamos cómo se da este hecho hoy. La primera lectura está tomada del libro del Profeta Ezequiel, uno de los cuatro llamados grandes profetas que nos han dejado escritos. Ezequiel era de una familia sacerdotal ´de Jerusalén y fue exiliado en la primera de las tres deportaciones que se dieron de parte del Rey de Babylonia, cuando se destruyó Jerusalén y el templo. Esto se dio en el año 593 a.C. Por lo tanto, es el único de los profetas que ejerció su ministero fuera de Israel. Su libro es muy interesante y dramático y contiene muchas visiones y actos simbólicos. Recomiendo tomarlo y leerlo entero, pues así podemos captar mucho mejor el contexto, especialmente si nos ayudamos de una intorducción y algún comentario.
El pasaje de hoy tiene una notable importancia porque trata de la culpabilidad personal que todos tenemos psor nuestros pecados. Resulta que lo que para nosotros parece una obviedad, no lo fue para el pueblo de Israel en el momento en el que escribió Ezequiel. Se tenía una notable conciencia de la solidariedad del pueblo sea en las buenas acciones como en las malas. El pueblo pecaba por no obedecer a Yahvé su Dios o por preferir otros dioses. Ellos eran bastante pragmáticos acerca de la religión. Si después de orar a Dios para pedirle lluvia y buenas cosechas y no se las daba, entonces acudían a Baal, el dios pagano de los cananeos, originales habitantes de la tierra que llegó a ser Israel. Este pasaje es un progreso en la revelación de parte de Dios de sí mismo a su pueblo, pues se trata de afirmar la responsabilidad personal de cada uno, y según sus obras será salvado o condenado.Vemos a ver, sin embargo, que la solidariedad del pueblo en los pecados comunes es un aspecto que es importante que no hay que descartar. Así es cómo se explica en parte la doctrina del Pecado Original. Además, los estudios psicilógicos acerca del delito nos indican que un niño criado en un ambiente de delincuencia y mal ejemplo, difícilmente se salvará de involucrarse en el crimen una vez que llega a la adolescencia.
El pasaje evangélico se sitúa en un discurso que en el que San Mateo junta diversos dichos (llamados en griego logoi) acerca de la vida de la comunidad. Todos nosotros tenemos una red de relaciones y nuestros actos y palabras influyen en otros, positiva o negitavmente en nuestro entorno, entre nuestros familiares, amigos compañeros de trabajo. Si sabemos escuchar al otro, si estamos dispuestos a hacerle favores al otro, a perdonar, si les manifestamos paciencia, si evitamos habar mal de ellos, entonces tendremos una influencia positiva sobre ellos. En cambio, si somos impacientes y rápidos en caer en la ira, la intolerancia, si levantamos la voz, si no somos capaces de perdonar sino más bien guardamos rencor etc. entonces tendremos un efecto negativo sobre los demás creando un ambiente negativo y de intolerancia.
En la vida comunitaria, es inevitable que haya roces, conflictos y mal entendidos. Rcordemos que Jesús proclama una de las Bienaventuranzas afiirmando que los pacíficos serán bienaventurados. Jesús pone el caso de uno que es ofendido por otro, obviamente en algo suficientemente grave o importante para quere solucionar el problema. Pone tres opciones, primero intentar arrglar el problema a solas con el hermano, y si reconoce el mal que ha hecho, aunque haya sido sin querer, y pide disculpas, el probema queda solucionado. El siguiente paso trata de lo que hay que hacer cuando el otro no acepta o no reconoce el mal que ha hecho. Jesús propone entonces, que acudan a la comunidad. No es necesario que sea una venitalción del problema en una reunión comunitaria. En las parroquias, a veces se dan conflictos entre varios agentes de pastoral o miembros de un grupo y otro por malos entendidos, por por diversas prioridades etc. En tal caso, los que tienen el conflicto deberían de acudir al párroco como respresentante del Señor en la comunidad parroquial para habiendo escuchado los dos puntos de vista dé una solución. Pudiera también, por ejemplo, pedir una consulta con otra otra persona prudente. Si uno de los dos no acepta el juicio del párroco y eventualmente de otro de juicio objetivo y prudente, entonces habría proceder a una amonestación, o de ser grave la cosa, suspenderlo del grupo por un tiempo para que reflexione. Jesús habla de tratarlo como un publicano, es decir, una excomunión. Obviamente, esto tendría que darse sólo en ocasiones raras y graves.
Aquí volvemos a la importancia de la comunidad y la necesidad de mantener la armonía y buenas relaciones entre sus miembros, y también la necesidad de evitar en cuanto posible el escándalo. No debemos de olvidar los efectos positivos que pueden tener nuestras buenas acciones en los demás, y por otro lado, los efectos negativos que tendrán nuestras malas acciones. No vivimos ne un vacío. Además, no debemos seguir el mal ejemplo de Caín que dijo "¿Acaso soy yo guardían de mi hermano?" No podemos prescindir de la comunidad, recordando que Dios ha creado la comunidad humana, con su primer fundamento la familia. Lo mismo, al escoger a Abrahán y los Patriarcas, a Moise´s y los Profetas, quiso formar un pueblo propio suyo. Luego lo mismo con la Iglesia fundada sobre la roca de los apóstoles es una comunidad y no podemos ser indifernetes a la suerte de los demás. Ante todo lo demás, sea la salud, o el bienestar de los demás, lo que más nos ha de preocupar y estimular es el intento de colabor con nuestro buen ejemplo y nuwstras palabras en la obra de la salvación de los demás, especialmente los más cercanos, que es lo que significa la palabra "prójimo". Aquí entra también la corrección fraterna.
Hay un refrán que reza: "El que calla otroga", por lo tanto, si otro amigo o persona cercana está poniendo su salvación eterna en peligro, deberíamos de intervenir como acto de caridad para intentar el mal camino. Es algo muy delicado y exige de la persona que intenta corregir a otro una buena dosis de humildad, de buenas formas, en una palabra de prudencia, para que su intervención surja efecto y no sea rechazada. Por nuestra parate, deberíamos de evitar el exceso de sensibilidad y las ganas de defendernos con demasiada prontitud. Por parte del que desea realizar la corrección fraterna, ha de buscar un momento adecuada, hacerla con humildad y verdaderas ganas de ayudar caritativamente al otro. Hay quienes tienen la obligación de corregir a otros por oficio, en primer lugar los padres. Flaco favor se hace a un niño si se le deja hacer lo que le da la gana. Hay que tener en cuenta que los años claves de la vida del niños son de unos 2 a 4 años. Si el niño no quiere obedecer y echa un berinche, pues que darle tiempo para que se calme. Una vez que se haya calmado y se ve que ha superado el berinche, darle a entender que uno está contento con él. Así va a ir aprendiendo que la mejor estrategia es colaborar, obedecer y controlar sus instintos, y de esa manera los padres estarán más contentos con él y le manifestarán cariño.
Hoy en día en una época de extrema individualidad, muchos piensan que sus actos son personales y no afectan a otros. El que se dedica a ver pornografía o a matsurbarse podrá pensar que se trata de vicios solitarios que no afectan sus relaciones con los demás, pero eso es un error grave. Dios ha dispuesto que el hombre tenga unos instintos fuertes, que a veces le dan una buena batalla, pero quiere quiere, en el caso del instinto sexual, que aprenda a dominarlo y que sepa que su ejercicio está restiirngido por Dios a los que están legítimamente casados, pues su fnalidad primordial es la procreación de hijos y no solo darles placer a los que lo practican. Si un joven o un adulto se dedica a estos vicios así llamados solitarios, se está haciendo daño, y privando a la comunidad de su contribución de amor, de bien, y de solidariedad, y la práctica de tales vicios lo hacen una persona más miserable que no es capaz de superar estos vicios y entregarse a las buenas obras a favor de sus hermanos. La persona se perfecciona ante todo con la práctica del amor a Dios y al prójimo, y ese amor le exige una lucha y unos grandes esfuerzos para superar el egoismo que lo disminuye como persona y les priva a los demás del bien que debería de hacerles. De esa manera podemos ver que en parte la actitud de los israelitas antiguos acerca de la dimensión social del pecado era correcto, pero con el profeta Ezequiel Dios les insitía en la dimensión personal de la culpa, pues ambos apsectos tienen su importancia.
sábado, 9 de septiembre de 2017
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