sábado, 8 de julio de 2017

JESÚS EL REY DE LA PAZ.

HOMILÍA, DOMINGO XIV DE TIEMPO DURANTE EL AÑO, 9 DE JULIO DE 2017.

En nuestro evangelio de hoy, Jesús dice: Todo me ha sido dado por mi Padre", es decir, Jesús es el Rey del Universo, pero como podemos constatar en la primera lectura del libro de Zaquerías, es Rey de la Paz. San Agustín define la paz como "la tranquilidad en el orden". Lamentblemente,  en nuestro mundo podemos constatar todos los días que no hay mucha paz, y hay poco orden. Jesús proclamó el Reino o reinado de Dios en el mundo en su predicación y tanto todo lo que hizo como su misma persona son claras manifestaciónes de la llegada de este reino. De momento, se parece a una semilla de mostaza que todavía no ha alcanzado su pleno desarrollo, y como que sufre de plagas que perjudican su crecimiento. Aunque el Reino de Jesús no se manifiesta plenamente todavía, sí hay motivos de alegría y esperanza, como el mismo Jesús siente cuando da gracias a su Padre: "Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabio y los doctos, se los has revelado a los más pequeños". Éstos últimos tienen su fe y su esperanza puesta en Jesús y su Padre y por ello son dichosos Dios les ha revelado los secretos  del reino a los más pequeños, es decir, a los humildes y sencillos.

Pasamos a la primera lectura de hoy del Libro del Profeta Zacarías, de unos 450 años antes de Cristo. Se trata de uno de los libros proféticos más citados en el Nuevo Testamento. El profeta se dirige a Jerusalén, frecuentemente llamada "Hija de Sión", ésta, siendo la colina en la que estaba construido el tiemplo, y la invita a exultarse porque el Rey viene. En el c. 7 del segundo Libro de Samuel, Dios a través del profeta Natán le comunica a David que su dinastía perduraría. Sin embargo, en el año 587/586, Jerusalén fue destruido juntamente con el temmplo, el rey y gran parte de la gente pudiente exiliado a Babilonia, de manera que la profecía de Natán no se cumplió, al menos en el modo en que esperaban. Sin embargo, los judíos de tiempo de Zacarías no habían perdido la esperanza del cumplimiento de la promesa de Dios, aunque fuera de un modo desconocido para ellos. El profeta habla de un rey que  que es justo y victorioso, pero que cabalga sobre un asno. El rey, en el caso de ir a la guerra, iría montado un un caballo con toda su armadura. En el caso de llegar montado en un asno, significa que viene en plan de paz. Jesús es "Rex Pacificus", El fin del un gobierno es mantener el orden, que en el fondo signfica establecer y manatener la armonía que Dios ha querido desde el inicio de su creación, Por eso,a  Adán y Eva los coloca en un jardín, que es un lugar perfectamente ordenado y hermoso. Cuando se rebelaron y no cumplieron el plan de Dios para ellos de ser su Virrey, los expulsó del jardín. Todo el resto de la historia de la salvación es un gran esfuerzo de parte de Dios de reestablecer ese orden, en primer lugar, con la elección de Israel como su Pueblo y la entrega de la ley con Moisés. En el Padre Nuestro, Jesús nos propone pedir "venga tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". Así es como se estabalece el orden que Dios ha querido y cómo Él va reinando sobre todo a través de la misión de Jesús culminando en su entrega total a la voluntad del Padre en la cruz y su victoria en la resurrección. Este orden incluye la restauración del culto verdadero "en espíritu y en verdad" y el nuevo mandamiento de Jesús de amarnos mutuamente como Él nos ha amado.

El Reino de paz, de amor y de libertad que vino a establecer Jesús en el mundo encuentra un gran obstáculo en el interior  de cada hombre. Si bien es cierto que el bautismo supera el Pecado Original, es decir la situación de la pérdida de la amistad con Dios, de la ausencia de la gracia santificante con la que nacemos, no elimina lo que se llama la concupiscencia. Este concepto teológico es muy importante y significa que el hombre, se encuentra con una debilidad innata de manera que resulta difícil, e imposible sin la gracia de Dios, integrar las fuerzas pasionales e instintivas dentro del proyecto de Dios en el que tiene que dominar en nuestra vida la voluntad guiada por la fe y la gracia. Sin la ayuda de la gracia, invetablemente, tarde o temprano vamos a caer en el pecado. Por eso nos ayuda lo que dice San Pablo en la segunda lectura.

El Apóstol nos dice que no estamos bajo el dominio de la carne, sino del Espíritu que habita en nosotros. Cuando san Pablo habla de la carne, normalmente se refiere a la misma realidad que hemos llamado concupiscencia, es decir, esa debilidad innata que sentimos que hace que nos sea muy dificil hacer el bien y bastante fáicil no hacerlo o hacer el mal. Está escribiendo a personas bautizadas, cristianas que llama santos. El bautismo es una consagración, es decir una separación y superación del poder del mal y del demonio al que hemos renunciado y también juntamente con la Confirmación nos da la inhabitación del Espíritu Santo en nuestra alma. Para que podamos ver la fuerza y el poder que tiene el Espíritu Santo, Pablo nos recuerda que esto fue precisamente lo que provcó la resurrección de Jesús de entre los muertos  y también nosotros participamos en esta victoria. No sólo nos dará la fuerza de vivir según la ley de Dios, que no es una imposición externa sino el mismo Espíritu Santo que habita en nosotros, sino que también resucitará nuestros cuerpos mortales y los converitrá en gloriosos como el de Jesús. Además, dce que si vivimos según la carne, es decir, según nuestros caprichos y dejándonos guiar por el demonio, moriremos. Aquí no se trata de la muerte biológica a la que todos estamos sometidos, sino la muerte eterna o la segunda muerte que llamamos el infierro. Si colaboramos activamente con la acción del Espíritu Santo que habita en nuestro interior si no hemos perdido la amistad con Dios por el pecado grave, entonces Jesucristo  reinará en nuestro interior manteniendo ese orden justo que Dios ha establecido desde el inicio, pero que se había perdido por el pecado, y alcanzaremos la paz.

Así pues, pidamos a Dios con esta petición que forma parte  una de las fórmulas de bendición que se puede hacer en la despedida a la Misa, que nos dé su paz y que Jesucristo, el Rey de la Paz, domine en nuestros corazones y en el mundo entero:

La paz de Dios,
que supera todo lo que podemos pensar,
custodie sus corazones y sus pensamientos,
en el conocimiento y en el amor de Dios
y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.          
            

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