sábado, 24 de junio de 2017

¿QUÉ TEMEMOS?

HOMILÍA, XII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, 25 DE JUNIO DE 2017,

Nuestra primera lectura de hoy está tomada del Libro del Profeta Jeremías. Es uno de los profetas más grandes e importantes y le tocó vivir en una época trágica. Es un profeta muy humano, que al ser llamado a la vocación profética le dijo a Dios que era muy jóven, un muchacho. Se calcula que tendría unos 18 años. Dios no le encomendó entregar un mensaje optimista y positivo al pueblo y a los reyes de su tiempo. Se trata de la época anterior al exilio en Babilonia, considerada la prueba más tremenda sufrida por el pueblo de Israel. El pueblo, los reyes, sacerdotes y otros profetas, mayormente falsos  estaban convencidos de que en cuanto  realizaban los sacrificios y el culto en el templo, seguramente Dios los iba a liberar del poder del gran imperio del momento, el de Nabocodonosor, Rey de Babilonia. Unos 350 años antes, Dios había entregado una profecía al Rey David a través del Profeta Natán,  prometiendo que la dinastía davídica perduraría. Se sentían con garantía de parte de Dios que el Rey de Babilonia no iba a acabar el reino y  destruir el templo construído por Salamón, hijo de David. Las promesas de Dios presupenen la fidelidad del pueblo para que se puedan cumplir. Las autoridades y el pueblo en general se había olvidado de Dios en gran medida, y cuando los imperios exigían tributo a los reyes de los pequeños pueblos, exigían también que se colocara la imagen de su dios en el templo, cosa que se había ddo en Jerusalén. A Jeremías le tocaba denunciar esta falsa confianza y los demás males que se cometían. Como nadie le gusta que denuncien públicamente los males que comete, menos un rey, u otras autoridades. Jeremías tenía una relación íntima con el Señor, pero le costaba soportar tanta oposición y amenazas de grandes males.

El profeta Jeremías vivió en una época en algunos aspectos similar a la neustras con mucha apostasía y abandono del camino del Señor. No es que fuera por gusto que se dedicara a denunciar los males de los poderosos y del pueblo llano también. Sin embargo, como tenía una fortísima conciencia de la misión que había recibido de Dios, no tenía más remedio que hacerlo, aunque le provocaba grandes sufrimientos. Muchos lo llaman el profeta lloricón, pero pese a todo, como constatamos en esta lectura de hoy, tenía su confianza puesta en Dios y sabía que tarde o temprano el plan de Dios prevalecería. Nosotros, que vivimos en un mundo carcterizado por muchos males y escándalos, a veces en la misma Iglesia, no debemos de desfallecer sin a ejemplo de Jeremías no dejarnos vencer por el miedo a lo que dirán otros de nosotros o a que nos rechacen o se burlen de nosotros.

Dice Jesús: "No tengáis miedo de los hombres..." Preguntémonos, ¿qué me da miedo? ¿Tengo miedo de quedarme sin trabajo, sin dinero,? ¿Tengo miedo de que los demás se burlen de mí, hablen mal de mí? Cuando yo era niño había un dicho que rezaba: "Los palos ylas  piedtras pueden quebrarme los huesos,  pero los nombres nunca me causarán heridas". Hoy en día las cosas han cambiado. Para muchos en el mundo occidental, lo peor es ser llamados nombres como intolerante, homófoba, islamñofoba, racista, fascista, rígido  y otras descalificaciones por el estilo. El que era el Embajador de Éstados Unidos en Alemania en 1933 cuando subió Hitler al poder, comentaba que muchos alemanes no querían a Hitler y sus Nazis. Los consideraban matones y sinverguenzas, pero no decían ni hacían nada. Mientras tanto, Hitler llevaba adelante sus planes nefastos,y cuando ya se dieron cuenta de lo peligroso que era, había logrado tanto poder que nadie era capaz de pararlo. Esto pasa tambiñen en la Iglesia. Hay obispos que no toman las medidas adecaudas  ni aplican lo que está mandado en el Derecho Canónico por miedo a ser criticados en la prensa, en definitiva priva el respeto humano y gobernar es difícil. No quieren meterse en líos. Se da con católicos laicos también. Hace un par de años, estando yo en la Parroquia de mi hermana en Irlanda, al final de la misa cuando salía la gente del templo, había un señor pidiendo firmas en una campaña contra el aborto y casi nadie le daba su firma. Por miedo. ¿Miedo a qué? Dentro de de un año va a haber un referendum sobre el aborto en Irlanda y seguramente los que proponen la masacre de niños no nacidos van a ganar. ¿Por qué,? Porque esa gente que va a misa, no se atreve por miedo al qué dirán a hacer nada, nisiquiera a dar su firma.

Prosigue Jesús: "No tengáis miedo a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden matar el alma. Temed más bien a aquel que puede hacer que llegue a la Gehena tanto alma como cuerpo". Nos preocpua enormemente de la salud de nuestros cuerpos y si nos pasa algo enseguida acudirmos al médico. ¿Y el alma? Los que tienen hijos, tan campanates les entregan teléfonos móviles con acceso a Internet y con gran facilidad par alacanzar ver pornografía y otros males allí? !Cuántos padres se despreocupan del hecho de que se le puede estropear el alma de su hijo o hija este hábito de la pornografía, o pueden estar en contacto con personas inconveniente a través de ese dispositivo sin el control de los padres. No ejecen ningúnn control sobre este aspecto, ni siquera instalar unas aplicaciiones que bloqueen este tipo de material, o simplemente no permitirle tener un aparato de estos. ¿O qué van a decir los demás padres y qué vana decir los compañeros si no tiene móvil?

Pregúntemonos cómo actuaban los santos ante tales miedos. El joven de 14 años, y mártir José Sánchez del Río, en México durante la persecución cristero, pese a su corta edad quiso participar en la lucha  contra el gobierno masónico que prohibía el ejercicio del culto católico. Decía que nunca había tenido una oportunidad de llegar al cielo tan rápidamente.   Cuando lo cogieorn y le sometieron a grandísimas torturas, no manifestó ningún miedo, sino gritaba "Viva Cristo Rey, y la Virgen de Guadalupe, Santa Teresa de Calcuta, una vez que descubrió su vocación de atender a los mñas pobres de los pobres en los barrios horrorosos de la ciudad, dejó a un lado sus miedos y se puso  con todas sus fuerzas a cumplir la misíón que Dios le había confiado. Más adelante, ya famosa, Premio Nobel de la Paz, asistió a un Desayuno de Oración en Washington, y en presencia del Presidente, la Primera Dama,  y otras personas de alta alcurnia los invitó a defender la vida y a oponerse al aborto. SE podrái traear a la memoria tanto sotros santos que no tenían miedo de lo que pudieran pensar los demás, sino que cumplían su misión pensando en la salvación de las almas. San Juan Pablo II, durante la ocupación Nazi de su país se dedicaba entre otras cosas a reunir poesías en polaco, parte del patrimonio cultural de su país. Participaba en un teatro clandestino. Sabía que si los alemanes se enteraran, pudiera haber consecuencias graves. Vivió bajo el Comunismo durnate tres décadas, pero el 22 de octubre de 1978, en la inauguraciónd e su Ponitificado gritó con gran fuerza: "N tengáis miedo:
http://es.radiovaticana.va/storico/2013/10/22/memoria_de_juan_pablo_ii_%C2%AB%C2%A1no_tengan_miedo!_%C2%A1abran_las_puertas_a/spa-739354

Si realmente creemos en Dios como Padre bondadoso  misericordioso, si estamos convencidos que nuestro destino es la comunión definitiva y eterna con Él, con Jesucristo su Hijo y el Espíritu Santo junto con todos los ángeles y santos, ¿por qué nos a de dar miedo de perder  bienes materiales o la misma vidac como ha sido el caso de todos los mrtirés a lo largo de los siglos? Como los apóstoles dberìamos de alegrarnos por la gracia de sufrir un poco por el nombre de Jesús. Así sea.

             

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