domingo, 6 de noviembre de 2016

MARTIRIO Y RESURRECCIÓN

HOMILÍA PARA EL XXXII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, 6 DE NOVIEMBRE DE 2016

Hace unos meses, una profesora de unos muchachos de 12 años de un colegio de un pueblo en Italia hizo un experimento. Les explicó con suficientes detalles lo que es el grupo terrorista se se llama Estado Islámico  las barbaridades que están haciendo. Luego les pidió que indicaran qué harían ellos si llegar el EI a su pueblo. El resultado fue que toda la clase menos uno respondió que se harían musulmanes para evitar perder la vida o tener que escaparse a otra parte. Hoy en día, cuando la cultura popular animada la televisión y el Internet considera que el sufrimiento es el mayor mal imaginable, y que vale cualquier cosa con tal de evitar el sufrimiento, muchos piensan que el martirio es absurdo. ¿Cómo puede una persona renunciar a la vida y enfrentarse con unas torturas increíbles? Afortunadamente, no todos piensan eso. Hay habido muchos casos tanto en Siria e Irak, como en partes de África que han peferido ser crucificados, degollados o quemados vivos por los terroristas islámicos, que por otra parte sólo están cumpliendo lo que manda el Corán y demás fuentes canónicas islamicas,  que renunciar a su fe cristiana. Uno de los casos más sonados hace poco más de un año fue el asesinato de 20 hombres de la Iglesia Ortodoxa Copta de Egipto que fueron asesinados en una playa en Libia. Ellos habían ido allí porque encontraron trabajo. Los vistieron de amarillo, porque los musulmanes detenidos en Guantanamo por los Estados Unidos los visten de amarillo. Les dieron la oportunidad de renunciar a su fe cristiana y hacerse musulmanes, pero todos rehusaron. Algunos de ellos repetían el nombre de Jesús momentos antes de que les cortaran la cabeza. Posteriormente, se supo que otro hombre africano de Chad los acompaba y aunque no era cristiano, movido por su testimionio (la palabra mártir) signfica testigo, también rechazó la oferta de hacerse musulmán y lo mataron con el resto.

Otro ejemplo sonado en estas úlitmas semanas ha sido el caso de la canonización del adolescente mexicano José Sánchez del Río, que a los  14 años dio su vida por su fe en Cristo y gritaba "Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!" El caso ha sido objeto de una película que salió hace unos 3 o cuatro años, llamada La Cristiada. El gobierno de tipo masónico liderado por el Presidente Plutarco Elías Calles inició una tremenda persecución en cotra de la Iglesia Cátolica en México, siendo católicos la grandísima mayoría de los mexicanos en el año 1926. Prohibieron el culto católico entre otras medidas y el pueblo católico se levantó en contra de este gobierno nefasto. El niño José, cariñosamente llamado Joselito quiso seguir el ejemplo de sus dos hermanos mayores y participar en el levantamiento. Despuès de mucho insistir le permitieron colaborar como auxiliar. Un día las tropas federales del gobierno atacaron a los cristeros cerca del pueblo de Cotija de la Paz en el Estado de Michuacán. Al caballo  general de los cristeros le alcanzó una bala y Joselito le ofreció su propio caballo, y resultó preso. Lo metieron preso en el baptisterio de la Iglesia de su pueblo, y después de poco más de un día le cortaron las plantas de los pies y lo llavaron por las calles al cementerio donde le habían preparado la sepultura. En medio de dolores horrorosos rechazaba las invitaciones de rechazar su fe en Jesucristo y repetía Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!. Allí lo mataron. Antes de unirse a los cristerios, decía que nunca ha había sido tan fácil alcanzar el cielo.

Creo que el motivo que han tenido todos los mártires que los ha llevado a anteponer su fe en Jesucristo a su misma vida la encontramos en nuestra primera lectura de hoy tomada de los Macabeos cuando uno de los siete hermanos martarizados por mantener sus tradiciones judías y no querer comer carne de cerdo, cosa prohibida por la ley de Dios, le responde al tirano que los mataba: Es preferible mmorir por manos de los hombres cuando Dios de la esperanza de estar con Él de nuevo resucitados" . Los libros de los Macabeos relatan el intento del Rey Antioco Epifanes IV de imponer a los judíos la cultura, las costumbres y la religión griega. Incluso, habían creado en Jerusalén un gimnasio donde hacía deportes estando desnudos, cosa escandalosa para los judíos. Además desescró el Templo de Jerusalé y se llevó los vasos sagrados del mismo. El Primer Libro de los Macabeso cuenta cómo en el pueblo natal de los hermanos Macabeos, su padre Matatías se opuso a los esfuerzos de los funcionarios del rey a imponer las costumbres griegas y se fueron al monte, iniciando así una gran revuelta que logró echar a los griegos de Jerusalén y volver a consagrar el Templo. Esta ocasión la celebran los judíos con la fiesta de Januca, que cae en diciemrbe, alrededor de tiempo de Navidad. Constatamos en el Evangelio de San Juan que Jesús celebró esa fiesta en Jerusalén uno de los años de su vida pública.

 Dios promete una vida nueva y mejor a partir de la resurrección. Este hecho nos lleva a comentar nuestro pasaje evangélico de hoy. Entre los judíos en tiempos de Jesús, había varias sectas. La que más conocemos a través del evangelio eran los fariseos Luego están los saduceos, los esenios, celotes y otros. Los saduceos eran, para utilizar el leguaje corriente hoy en día, conservadores. Sólo aceptaban el Pentateuco, o los primeros cinco libros de la Biblia que se pensaba eran escritos por Moisés. Además, tenían mucho interés en la política y contrariamente a los fariseos, eran más bien gente acomodada. Los Sumos Sacerdotes provenían de ellos. Dado que la doctrina de la resurrección era una doctrina bastante nueva y no se encuentra en el Pentateuco, sino en nuestra prmera lectura de hoy del Segundo Libro de los Macabeos, no la aceptaban. Intentan dejar a Jesús en el ridículo ante el pueblo con el caso rebuscado de la mujer que se había casado con los siete hermanos.

Jesús acepta el desafío y con su acostumbrada brillantez rechaza su argumento, acusándoles de desconocer la Escritura y el poder de Dios. En el proceso aprovecha para dar unas aclaraciones acerca de la verdadera naturaleza de la resurrección de los muertos y el plan de Dios. La nueva vida de la resurrreción, que ha inaugurado Jesucristo con su propia resurrección y que nos promete a nosotros a partir de nuestro bautismo, es por mucho superior a todo lo que pudieran imaginar los saduceos, o nosotros. No va a haber casamiento, y por lo tanto el nacimiento de nuevos hijos. Humanamente, podríamos pensar que la intimidad más profunda y completa es la del hombre y la mujer que se casan y que luego colaboran con Dios al traer al mundo nuevos hijos suyos como fruto de ese amor, que también Jesucristo ha bendecido como sacramento. Sin embargo, el plan de Dios mucho más maravilloso. Ya no pueden morir, porque serán semejantes a los ángeles y serán hijos de Dios. No podemos imaginar cómo va a ser esta nueva vida. Lo que sí sabemos que la resurrección de Jesucristo es una verdad real que se dio en la historia y que los apóstoles y demás discípulos que experimentaron las apariciones de Jesús resucitado dan testimonio, también con sus vidas de su realidad. El Papa Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret señala que se trata de una nueva dimensión de la realidad que se manifiesta en Jesús al volver de entre los muertos y compartir, incluso la comida con sus discípulos. Aparecía y desaparecía sin tener que pasar por las puertas. Este hecho cambió radicalmente sus vidas. Sabemos que los dos que iban camino de Emaús se iban a sus casas desconsolados y deprimidos. Veían todas la historia de Jesús como una gran espernaza pero que habia acabado en un fracaso. Sin embargo, con la experiencia del encuentro con Jesús resucitado, todo cambió para ellos. Fue un hecho tan revolucionario que cambió radicalmente la historia del mundo. Se llenaron de la certeza de que las promesas de Jesús son reales y que vale la pena cualquier sacrificio, incluso la propia vida con tal de alcanzar este premio estar con Èl eternamente como "hijos en el Hijo" Así se explicael hecho del martirio.

Jesús insiste en el hecho de que Dios es Dios de vivos no de muertos. En toda la Biblia está claro que Dios es la fuente de la vida, y totalmente opuesto a la muerte. Por eso dice: El Señor es Dios de Abrahán, Dios de Isaac y de Jacob. Es Dios no de muertos, sino de vivos porque todos viven para Èl". La vida consiste en la plenitud del ser y la perfección que sólo Dios tiene y quiere compartir con nosotros en la resurrección.




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