sábado, 12 de noviembre de 2016

PACIENCIA y PERSEVERANCIA JUNTAMENTE CON UNA GRAN CONFIANZA EN EL SEÑOR QUE VIENE

XXXIII DOMING DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 13 DE NOVIEMBRE DE 2016.

Estamos en el penúlitmo domingo de nuestro año litúrgico y siguiendo el orden que se encuentra en los tres primeros evangelios, llamados sinópticos, la Iglesia nos presenta parte de lo que se llama el discurso escatólogico de Jesús. En el caso de San Lucas, hay una gran expectación a lo largo de muchos capítulos mientras Jesús se dirige a Jerusalén donde se va dar el desenlace final de su vida terrena, el aparente fin de todas las esperanzas que sus seguidores habían puesto en Èl, su victoria totalmente inesperada en la resurrección y su Ascensión al cielo, juntamente con la extraordinaria venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Todos estos acontecimientos definitivos de la historia de la salvación se dan en Jerusalén.

En estos días en los que nosotros vivimos, mucha gente ha quedado conmovida por todos los acontecimientos que se han dado en torno a las elecciones de los Estados Unidos. No pocos de la banda que perdió las elecciones han llorado desconsoladamente y se han lanzado a las calles en lo que parecen unas manifestaciones concertadas para no aceptar los resultados. Mientras tanto, los de la otra banda consideran que han alcanzado una victoria notable en contra del globalismo, que quiere acabar con las naciones/estado e instalar algún tipo de gobierno global, que al parecer es la agenda tanto de las Naciones Unidas como la Unión Europea. Hay no pocos, particularmente entre los Protestantes,  que echan mano de la Biblia y de manera especial del libro del Apocalipsis y de estos discursos escatólogicos de Jesús como el de San Lucas que hoy hemos escuchado, para intentar  demostrar que efectivamente estamos en los últimos tiempos, que viene una hecatombe tremenda etc. Quisiera con a la ayuda de nuestra primera lectura y el evangelio responder de alguna manera a esta situación en la que vivimos y en general tomando en cuenta los muchos males que constatamos en nuestro mundo actual, encontrar la respuesta que Jesús nos entrega en nuestra Liturgia de la Palabra de hoy.

Empezamos con una breve lectura del libro del Profeta Malaquías, situada a unos 450 años antes de Cristo cuando un buen número de los judios había regresado del exilio en Babilonia y habían reconstruido el templo. La promesa de la llegada del "Día del Señor" y el juicio juntamente con la condena de los malos y el premio de los buenos se repite con frecuencia en los libros proféticos, y aquí lo vemos en Malaquías. La Divina Comedia de Dante se llama  comedia no porque se trate de una obra que provoca risa y sea un buen entretenimiento, sino porque comienza mal, con Dante perdido en un selva oscura, simbolizando una vida de pecado, y termina bien o felizmente en el Paraíso. La Biblia, en cambio, comienza bien con la obra maravillosa de Dios en la creación según la relatan los primeros dos capítulos del Libro del Génesis, pero con la caida de Adán y Eva en el pecado en el tercer capítulo se da inicio a una serie interminable de males. En gran medida el resto de la Biblia es una historia de la infidelidad del pueblo de sus interminables pecados, sobre todo el pecado por antonomasia en la Biblia que es la idolatría. Pese a todo el cúmulo ingente y  aparentemente infinito de pecados, Dios jamás abandona su pueblo ni se olvida de él.  La Biblia termina con un gran mensaje de esperanza en el Libro del Apocalipsis: Dice el que da testimonio de todo esot: "sí,pronto vendré. Amen, ven, Señor, Jesús". 

Los justos siempre tenían la confianza de que vendría una intervención definitiva de Dios, que se daría en el Día del Señor en el que rectificaría todo y se daría la victoria de Dios, de su justicia y la condena de los malvados. Terminado el período de los profetas se dieron unos libros llamados apocalípticos, algunos formando parte de la Biblia y otros no entraron en el canon. Utilizan una gran variedad de símbolos y hablan de grandes desastres. Así fue también en tiempos de Jesús y la misma aparición de Juan Bautista predicando un juicio definitivo de parte de Dios aumentó esta expectación.

Jesús y sus discìpulos llegan a Jerusalén que se encuentra un tierra alta y ven el templo con toda su majestuosidad, pues era considerado una de las grandes obras de arquitectura del mundo antiguo. Quedaron muy impresionados por la grandeza de los edificios y de la calidad de la decoración. Jesús llega a decir que todo eso, que parecia tan maravilloso, iba a quedar en nada, que no quedaría una piedra sobre otra. Se piensa que San Lucas escribió su evangelio en los años 80 de nuestra era, de manera que sería despuès de la destrucción del templo de la mano del Emperador Tito en el año 70. Los discípulos le preguntan cuando van a suceder estas cosas. Como en otras ocasiones, Jesus se abstiene de hablar de tiempos concretos, sino que  toma pie de este hecho histórico que profetiza para pasar a hablar de lo que se puede esperar antes del final de los tiempos. Tened cuidado de no dejaros engañar. Muchos vendrán en mi nombre diciendo que "soy yo", y tiempo está cerca". No vayáis detrás de ellos".  Luego habla de noticias de guerras y grandes desastres. De estas palabras de Jesús, podemos deducir que es fácil engañarse y pensar que ya pronto es la vuelta del Señor en su gloria, pero no es así. A este gran acontecimineto tendrán que preceder muchos acontecimientos dolorosos. Lo cierto es que cuando llegue El, no va a haber ninguna duda y será un acontecimiento tan portentoso que todo mundo se dará cuenta. Profetiza persecuciones de los cristianos. Ciertamente, en nuestros días se está dando una gran persecución de los seguidores de Jesucristo en muchas partes del mundo y en el mundo supuestamente libre, se viene dando discriminación y, leyes dictatoriales, unas imposiciones de la mano de leyes que prohiben lo que se llama "lenguaje de odio" (hate speech). Así, por ejemplo un ministro Protestante fue llevado ante un juez en Canadá por predicar la doctrina bíblica sobre la homosexualidad, y un consejala francés fue multada por lo que dijo sobre el mismo tema.

Jesús reconoce que va a haber mucha persecución y otros males, pero lo que intenta resaltar es que sus discìpulos deben de mantener siempre una gran confianza en Èl y en Dios su Padre, pues ni un cabello de su cabeza se escapa de cuidado del Padre. Por ello, exhorta a que tengamos paciencia y perseverancia. Los dos conceptos con muy similares. La paciencia, según la etimología de la palabra signfica la capacidad de sufrir. El sufrimiento es inevitable en un mundo imperfecto y marcado por el pecado como el nuestro desde el inicio de la historia con la introducción del pecado que es una suerte de idolatría. Tanto la paciencia como la perseverncia están estrechamente relacionadas con la esperanza. La perseverancia se alimienta de la esperanza porque con una gran confianza en Dios que está cerca de nosotros, que con su Providencia maravillosa gobierna el mundo y al final restaurará todas las cosas en Jesucristo, no debemos de perturbarnos ante los muchos peligros que podemos constatar en nuestro mundo. La victoria está asegurada porque Jesucristo tomó sobre sí todos los dolores de nuestro mundo en la cruz, y triunfó sobre el pecado, sobre todo posible mal y Èl ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fnal de los tempos. La vigilancia va de la mano con la paciencia y la perseverancia, porque debido a nuestra debilidad y las heridas que nos han dejado el Pecado Original, el cúmulo de pecado que hay en el mundo como un poder que pese sobre cada uno y sobre la misma Iglesia, estamos todavía en peligro de caer, o de tropezar. San Pablo, en su Carta a los Romanos c. 5, explica ese poder del pecado (hamartía), pero tiene la seguridad de ser liberado por la victoria de Jesús resucitado. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas (Lc 2,19), Más adelante dice Jesus: Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, poru ese aceca vuestra liberación.

Un examen cuidadoso de las palabras de Jesús en este discurso nos asegura que no es su intención provocar miedo o perturbar a sus discípulos ni a nosotros, sino que seamos realistas. Su misión es una batalla, una lucha en contra del mal cuyo capataz es Satanás. No debemos de extrañarnos de que las fuerzas del demonio se pongan muy diligentes en su intento de separar a muchos cristianos de su Señor a través del pánico. San Juan Pablo II al inicio de su Pontificado proclamó con gran fuerza "No tengáis miedo y repitió este mensaje a lo largo de sus casi 26 años de Papa. Como cantamos en el Salmo 17, El Señor es mi fuerza, mi luz y mi salvación. Mantegamos estas palabras en nuestro corazón siempre que nos encontramos agobiados por los muchos sufrimientos que inevitablemente tendremos que enfrentar.




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