sábado, 20 de abril de 2019

LA PASCUA O LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

HOMILÍA PARA EL DOMINGO DE PASCUA, 21 DE ABRIL DE 2019.

¡Verdaderamente, Cristo ha resucitado! Veamos qué significa esta aclamación y su importancia. Los evangelistas cuentan cómo Jesús fue sepultado en una tumba perteneciente a José de Arimateo, miembro acaudalado del Sanhedrín que había ido con Pilato a pedir que le entregara el cuerpo de Jesús. Pilato consultó con el centurión para asegurarse de que Jesús había muerto ya y accedió a la petición de José. También los evangelistas nos aseguran que las mujeres estaban presentes, las mismas que acudieron al sepulcro en la mañana del domingo con la intención de  embalsamar el cuerpo en el caso de los Sinópicos o en el caso de San Juan, María Magdalena iba a llorar ante el sepulcro. Las mujeres, preocupadas sobre cómo iban a abrir el sepulcro porque estaba asegurado con una gran piedra de la forma de una rueda, encontraron que ya la piedra se había retirado y que el cuerpo de Jesús no estaba allí. María Magdalena llegó a la conclusión de que se había robado el cuerpo de su Señor y se fue a anunciar el hecho a Pedro y a Juan, que a su vez acudieron al sepulcro y encontraron las cosas como le había contado María. Juan da unos detalles sobre la sábana y el sudario con los que Jesús había sido sepultado, que no estaban tirados por el suelo sino doblados de manera que no daba la impresión de un robo de tumbas.

En primer lugar, en ningún caso las mujeres y los discípulos esperaban encontrar la tumba vacía. Posteriormente se dan unas apariciones de Jesús a los discípulos y a las mujeres, en primer lugar a María Magdalena que encuentra a Jesús en un jardín y en un primer momento lo confunde pensando que era el hortelano. El hecho de que la tumba estaba vacía es un dato importante y, aunque no es una prueba concreta ni contundente sobre la resurrección de Jesús, si hubiera estado el cuerpo todavía en el sepulcro, no hubiera sido posible proclamar la resurrección de Jesús.

Pasemos ahora a explicar lo que significa el concepto de resurrección (en griego anástasis). Se utilizar el verbo que se traduce por "despertar" o despertarse. En el judaísmo contemporáneo con Jesús, existía, de manera especial entre los fariseos, la doctrina de la resurrección de los justos al final de los tiempos cuando Dios iba a hacer justicia, establecer su Reino en Israel y en el resto del mundo. Esta doctrina, como sabemos de los evangelios y los Hechos de los Apóstoles,  la defendían de manera especial los fariseos, pero los saduceos y otros no la aceptaban por considerarla una novedad. Los cuerpos de los justos saldrían de las tumbas y entraría en el reino mesiánico, pero en ningún caso existía la creencia de que tal cosa pudiera adelantarse en el caso de Jesús o nadie más.

¿Entonces, qué significa la resurrección de Jesucristo? La resurrección más contundente la encontramos en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios c. 15 (3-8): Que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado, y que resucitó al tercer día según las Escrituras, que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce. Después  se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la  mayoría de los cuales viven todavía...Después se apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se apreció también a mí" . Como podemos constatar en el episodio del encuentro de Jesús resucitado con los dos discípulos en el camino a Emaús, la muerte de Jesús en la cruz no es una casualidad, sino algo que estaba previsto y quedó expresado en las Escrituras. Escribe el Papa Benedicto XVI: "es un acontecimiento que comporta un logos, una lógica; es un acontecimiento de la Palabra y retorna a la Palabra, la confirma y la cumple". Recordemos que la palabra logos tiene un significado profundo tal y como se encuentra en el Prólogo del Evangelio de San Juan y ya los filósofos griegos echaban mano de ella para expresar el sentido último de todas las cosas, un orden y una lógica.

La muerte de Jesús tiene que ver con nosotros, se realiza para salvarnos o redimirnos del pecado. La muerte de Jesús es otro tipo de muerte de la de nuestros primeros padres que queriendo ser como Dios le desobedecieron y cayeron en la muerte. La muerte de Jesús, lejos del egoísmo, es una muerte producto de la entrega constante y completa hasta la muerte y muerte en cruz. "Por tanto, es una muerte en el contexto del servicio de la expiación; una muerte que realiza la reconciliación  y se convierte en luz para los pueblos" (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret).

Pablo insiste en el hecho de que si Jesucristo no hubiera resucitado, tampoco nosotros resucitaremos, y en realidad el cristianismo no tiene sentido, la predicación del evangelio no pasaría de ser una farsa y el mismo Pablo sería un embustero. Igualmente, si Jesucristo no es más que un hombre sabio que hizo milagros y proclamó un mensaje de comunión y fraternidad humana, que fue detenido por los judíos y entregado a los romanos para ser ajusticiado en la cruz, el cristianismo no tendría ningún valor, no convencería a nadie. Mejor sería que nos dedicáramos a otra cosa.

El cristianismo no es eso porque Jesucristo realmente resucitó y él el el primogénito de entre los muertos. Nosotros en el bautismo hemos sido incorporados para participar no solo en su muerte sino también en su resurrección. Es lo único que da sentido a nuestra vida. No somos unos animale más evolucionados, sino que tenemos un alma espiritual que busca sentido, logos en nuestra vida. No nos basta el consumismo, el deporte, los viajes, y demás objetos que el mundo nos pude ofrecer.  Estamos abocados hacia la muerte como todo ser viviente, pero no nos deja satisfecho eso. A lo largo de la historia, incluso antes de que nos han llegado muchos testimonios de la historia sabemos que los seres humanos enterraban a sus muertos y esperaban que de alguna manera llegaban a una vida mejor después de muertos. Debido a esta creencia en una vida después de la tumba, los Faraones crearon las pirámides, los chinos hicieron el ejército de porcelana para proteger a su emperador, y así no ha habido ninguna cultura que no tuviera algún tipo de deidad.

Además, como ya he señalado, los discípulos no pudieron haber inventado la historia de la resurrección de Jesús, porque en ningún caso esperaban algo así. Si no se hubiera dado la resurrección de Jesús y la convicción profunda de que Jesús ya había alcanzado una vida nueva superior y que les invitaba a ellos a participar en ella con Él, no tendría ninguna explicación el fenómeno del cristianismo ni su rápida expansión primero dentro del Imperio Romano y luego a todo el mundo, ni la creación de una Civilización que llamamos la Occidental, que por mucho supera cualquier civilización que jamás se ha dado en la historia de la humanidad.

La proclamación de la resurrección de Jesús y nuestra futura resurrección con Él es lo único que nos da una verdadera esperanza. San Pedro en su Primera Carta dice que "nos ha regenerado a una esperanza viva". Escribía a unas comunidades dispersas que sufrían persecución y les animaba a perseverar sin perder esa grande y única esperanza.



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