sábado, 13 de abril de 2019

DOMINGO DE RAMOS O LA PASIÓN DEL SEÑOR

HOMILÍA PARA EL DOMINGO DE RAMOS O DE LA PASIÓN DEL SEÑOR, 14 DE ABRIL DE 2019.

En el siglo II, la Iglesia celebraba una sola fiesta a lo  largo del año, además del domingo, es decir, LA PASCUA, O PASCHA,  como se dice en latín y en griego. Surgió una disputa entre Roma y las iglesias de Oriente, es decir, más o menos las mencionadas en el Apocalipsis acerca de la fecha, estos últimos consideraban que se tendría que mantener la misma fecha del calendario lunar en la que los judíos celebran la Pascua, el 14 del mes de Nisán, que correspondería a la fecha de la muerte de Jesús en la cruz. En cambio, Roma y otras Iglesias pensaban que la Pascua había de celebrarse en domingo, dado que Jesús resucitó de entre los muertos en el un domingo, a los tres días de su muerte en la cruz. Al final, prevaleció la opción de Roma y quedó la Pascua en domingo. Se trataba de un solo misterio que es lo que se llama EL MISTERIO PASCUAL, es decir, el paso de la pasión y muerte en la cruz del Señor Jesús a la gloria de la Resurrección. También el Domingo de Pascua se denominaba "el octavo día", pues recordemos cómo el primer relato de la creación en el libro del Génesis cuenta que toda la obra de la creación la realizó Dios en seis días y el séptimo día descansó Dios de todo lo que había realizado. No es que Dios se canse, pero así se pone la celebración del sábado como un día de descanso en relación con el misterio de la creación. En cambio, lo que tenemos en la Pascua es que el Domingo de la Resurrección es el primer día de la nueva creación, y como dice el Papa Benedicto en su libro Jesús de Nazaret, se inaugura tanto la victoria de Jesús sobre el mal, el pecado y la muerte como la revelación de una nueva dimensión de la realidad, o el principio del cumplimiento del gran plan de Dios para todo el universo que ha creado.

Ya en el siglo III, se introdujo la Cuaresma como recuerdo de los 40 días de Jesús en ayuno en el desierto antes de su bautismo y el inicio de su ministerio público. Por ello,  también el momento propicio para una preparación intensa para el bautismo que juntamente con la confirmación y la primera comunión se celebraba en la gran Vigilia Pascual, como lógicamente era el momento culminante de todo el año cristiano y los cristianos de aquellos siglos pensaba que la vuelta gloriosa de Jesús al final de los tiempos pudiera darse en una Vigilia Pascual en la que ellos vigilaban y oraban la noche entera desde la medio noche hasta la aurora. Jesucristo es la luz del mundo y aparecerá en Oriente para completar su obra y llevar consigo al cielo a todos sus amigos.

Desde finales del siglo IV, cuando la Iglesia ya llevaba varias décadas libre de las persecuciones, se introdujo la celebración solemne de la Semana Santa en Jerusalén, obviamente el lugar más propicio para hacer memoria de los hechos protagonizados por Jesús en aquellos últimos días de su vida y en la misma Jerusalén. El sábado, víspera del Domingo de Ramos, salían hasta Betania que era el pueblo en el que vivían Lázaro, Marta y María, amigos de Jesús en cuya casa alojaba con frecuencia. Luego en la mañana siguiente, Jesús hizo su entrada triunfal en Jerusalén en el lomo de un burro, cumpliendo una profecía presente en el Libro del Profeta Zacarías, y la gente cantaba salmos y "Hosana al Hijo de David". Constantino había construido varias Iglesias en Jerusalén y en ellas se celebraba los diversos oficios correspondientes más o menos a los lugares donde Jesús había pasado en esos días, antes de llegar al Calvario para ser crucificado.

En la liturgia de hoy, que según la liturgia renovada a partir del Concilio Vaticano II, este domingo es Domingo de Ramos o Domingo de la Pasión, pues hoy se lee todos los años el relato de la Pasión según los evangelios sinópticos, Mateo, Marcos o Lucas, correspondiendo este año el de San Lucas. El relato de la Pasión según San Juan se lee el mismo Viernes Santo todos los años.

Por lo tanto, vamos a examinar brevemente algunos aspectos del relato de San Lucas que le son más características de este evangelista. San Lucas recoge una expresión de Jesús según la cual Jesús manifiesta el gran deseo que tenía de celebrar esta cena pascual con sus discípulos porque sería su última hasta que se volvieran a encontrar en su Reino. Sin embargo, los apóstoles no encuentran cosa más importante que hacer que disputar entre ellos sobre donde cada uno tenía que sentarse y cuál de ellos era el más importante. Jesús con gran paciencia les da una importante lección de humildad.

Terminada la cena Jesús y los discípulos salen hacia el Monte de los Olivos donde él tiene su gran agonía, pidiendo al Padre que este cáliz, es decir, la misma pasión que se avecina le sea quitado, pero siempre sometiéndose a la voluntad de su Padre. San Lucas, que habría sido médico, es el único en entregarnos el detalle de que Jesús sudó sangre. Según los médicos se trata de algo que se da muy raras veces y puede deberse al estrés extremo que puede provenir de grandes sufrimientos y la cercanía de la muerte, que es el caso de Jesús. No se ha estudiado mucho por ser raro. No debemos olvidar que Jesús era verdaderamente hombre y sometido a todo lo que nosotros sufrimos menos el pecado.

El Evangelio de San Lucas es el evangelio de la misericordia y la compasión. Es el único evangelio que tiene la Parábola del Hijo Pródigo, la resucitación del hijo de la viuda de Naín, la del Buen Samaritano, la del publicano Zaqueo, y en general tiende a manifestar la gran compasión de Jesús. Así su relato de la pasión es el único que contiene el episodio de las mujeres de Jerusalén que intentan consolar a Jesús en el camino hacia el Calvario. La respuesta de Jesús es interesante, dado que en realidad él es el que las consuela a ellas, porque prevé proféticamente la destrucción de Jerusalén y cómo ellas y sus hijos iban a sufrir tanto en el futuro. Es el único evangelio que nos entrega el episodio del así llamado Buen Ladrón. En realidad los dos no eran simples ladrones, pues no les hubiera tocado la pena capital por robar. Más bien eran lo que hoy en día llamamos terroristas, revoltosos que eran bastante comunes en la época y sobre todo provenían de Galilea. Aquí se ve un ejemplo del poder de la gracia que llevó a ese hombre a reconocer algo único y especial en Jesús y, por otro lado cómo Jesús en ese momento de gran dolor sobre la cruz cumplía su misión de ser el único Salvador. Imaginémonos os cómo se sentiría ese hombre que estaba a punto de morir debido a su vida de pecado escuchar las palabras de Jesús: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". A lo largo de la historia, ha habido otros muchos condenados a muerte que se han arrepentido y confesado unos momentos antes de morir y llegar también a estar con Jesús en el paraíso. Ciertamente, deberíamos de ser prudentes y confesarnos a tiempo para no tentar la misericordia de Dios dejando el negocio más importante de nuestra vida hasta el final y casi perder el tren, por así decirlo.

San Lucas termina su relato recogiendo las palabras de Jesús: "En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu", que es algo que todos nosotros deberíamos anhelar poder decir antes de abandonar este mundo para encontrarnos con el Señor. Qué estos aspectos del relato de San Lucas de la Pasión de Jesus nos estimule para que vayamos conociendo más y más cada día cómo es Jesús, su gran misericordia, su compasión, su entrega hasta el final, y disponernos para llegar a una muerte en union con él como el Buen Ladrón.



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