sábado, 27 de abril de 2019

EL APOCALIPSIS

HOMILÍA II DOMINGO DE PASCUA CICLO C  DE 2019.

En este tiempo de Pascua la Iglesia nos propone una serie de lecturas sacadas del Libro del Apocalipsis. ¿Por qué será? Pues, aunque ciertamente no es el libro bíblico más leído o con el que el católico normal está muy familiarizada. En el lenguaje común la palabra "Apocalipsis" significaría una hecatombe o una catástrofe, o tendría que ver con el fin del mundo. Por otra parte, los pocos más o menos valientes que han intentado leer el libro lo han encontrado muy difícil porque está lleno de un tipo de simbolismo que hoy en día desconocemos. Ciertamente, hay otros libros bíblicos que son poco leídos y conocidos como es el caso del Libro del Levítico o el Libro de los Proverbios. Aquel da mucha información acerca de las leyes del culto judío del templo, las normas sobre los ritos y la impureza ritual y éste contiene una serie de dichos populares producto en mayor medida de la sabiduría popular y o de hombres sabios que se dedicaban a enseñar al pueblo a vivir bien. El Apocalípsis tiene también antecedentes importantes en el Antiguo Testamento como son el libro de Isaías, y de manera especial el Libro de Daniel que es el que más se le asemeja.

Primero, vamos a examinar la etimología de la palabra "apocalipsis". Proviene del griego en el que todo el Nuevo Testamento está escrito y significa "retirar el velo" o "desvelar". Imaginémonos un teatro con el telón que separa lo que pasa atrás de los espectadores que están delante y al inicio de la obra se recorre. Podría recorrerse parcial o totalmente. Así se "desvela" el drama que se realiza en el escenario. Por ello, al traducir el Nuevo Testamento al latín se llamó "Libro de la Revelación" a este, el último libro de la Biblia. Por otro lado, no es casual que se haya colocado este libro al final de la Biblia. Se trata de la culminación de todo el gran drama de Dios a favor de su pueblo, desde el inicio con la creación en el Génesis, pasando por el éxodo y la alianza en Sinaí y toda la historia posterior del Pueblo de Dios culminando en el nacimiento, la vida, muerte y resurrección de Jesús, la venida del Espíritu Santo y con él el nacimiento de la Iglesia y sus primeros pasos en el mundo con el Libro de los Hechos de los Apóstoles y las cartas apostólicas, sobre todo las de San Pablo.  San Pablo en 1Cor c. 15 afirma con gran contundencia la importancia fundamental de la resurrección de Jesucristo de entre  los muertos y nuestra gran esperanza de resucitar con Él llegando a participar plenamente en su vida nueva junto a Dios su Padre.

El autor de la obra da su nombre: Juan. Comúnmente se piensa que se trata del apóstol Juan, hermano de Santiago e hijo de Zebedeo, que en el cuarto evangelio se le refiere como "el discípulo que Jesús amaba", aunque ya en el siglo III había quien opinaba que se trataba de otro Juan y que algunos llamab "Juan el Presbítero". En nuestro pasaje de hoy se dice que era "compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús y estaba desterrado en la Isla de Patmos por haber predicado la palabra de Dios y haber y haber dado testimonio de Jesús", Aquí indica que se trataba de un período de persecución. Además, Patmos, una isla en el Mar Egeo, una de las muchas islas que pertenecen a Grecia y no muy lejos de Tierra Santa, Se trataba de una isla penal donde los romanos mandaban a gente revoltosa. Se piensa que sería alrededor del año 96, durante el reinado del Emperador Domiciano, que era el tercer Emperador de la dinastía Flavia, que había sucedido a Vespasiano y Tito, estos últimos habiendo sido los que sofocaron la rebeldía de los judío y siendo Tito el hijo de Vespasiano quien destruyó el templo de Jerusalén en el año 70 A.D.  Dominicano es conocido como emperador que promovió mucho el culto al emperador como dios y persiguió cruelmente a sus enemigos mandando matar a muchos de los mismos senadores. Luego ellos lograron deshacerse de él matándolo.

Juan dice que el Día del Señor, cayó en éxtasis "oí a mis espaldas una voz potente que decía: 
—«Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia.» Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho".  La voz potente es la de Jesús resucitado y a en el cielo. Manda al vidente escribir en un libro lo que ve y enviarlo a las siete iglesias de Asia.  En este pasaje aparece el número siete dos veces, número bíblico bien conocido como perfecto. En los capítulos siguientes se encuentra el mensaje a cada una de esas Iglesias. Las cartas no están destinadas solo a esas siete Iglesias sino a todas las Iglesias y contienen un mensaje importante para la Iglesia de nuestros tiempos, del siglo XXI como para todas las épocas de la historia de la Iglesia. Se menciona siete candelabros de oro. Un judío de la época, aunque el templo ya estaba destruido, reconocería que lo de los siete candelabros de oro se refería al templo de Jerusalén, donde una vez al año, el Sumo Sacerdote ingresaba en la sala interior del mismo llamada Santo de los Santos, y ofrecía incienso por el pueblo y el perdón de sus pecados. El personaje celestial, obviamente Jesús en su gloria, está vestido como Sumo Sacerdote y es el que en la cruz ha sido el Cordero que quitó los pecados del mundo, como decimos en todas las Misas. De hecho, como veremos más adelante, el título favorito con el que  autor del Apocalipsis se refiere a Jesús  es "El Cordero".  Jesús se da a conocer con estas palabras: «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Como es común en toda la Biblia, el que recibe una comunicación de Dios o una visión como la presente siente temor y se le asegura diciéndole que no tema. Pasó lo mismo con María cuando llegó el Arcángel Gabriel a anunciar que iba a ser la Madre del Hijo de Dios. Jesús manda a vidente que escriba lo que ve y lo que va a suceder más adelante. 

Volveremos los próximos domingos a comentar el resto de los pasajes que nos tocarán en estos días de Pascua. Para terminar hoy, conviene recordar que el Apocalipsis es el último libro de la Biblia y como tal es de gran importancia dado que coloca el broche de oro a todo lo que Dios ha revelado a lo largo de los siglos. No se trata de un mensaje horrendo de destrucción, sino de consuelo y aunque dice que va a suceder pronto, lo que eso significa que se aplica a la Iglesia de todos los tiempos y a cada uno de nosotros. Un aspecto esencial del mensaje de Jesús era el de la vigilancia expresada en varias parábolas como la de las Vírgenes Prudentes y las Necias, como en la otra en la que el maestro de los esclavos se va de viaje y regresa cuando menos esperan. También en el Jardín de Getsemaní Jesús advierte a los apóstoles: "Vigilad y orad para que no caigáis en la tentación. El peligro del Imperio Romano no era tanto el de las persecuciones físicas sino el peligro de acomodarse a sus atracciones y no poner el seguimiento de Jesús en primer lugar.


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