sábado, 6 de abril de 2019

LA LEY Y LA MISERICORDIA

HOMILÍA DEL V DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C, 7 DE ABRIL DE 20019.

En nuestros días, especialmente desde las revelaciones hechas a la monja polaca Santa Faustina en las primeras décadas del siglo XX, ha habido mucho énfasis en el tema de la misericordia divina. Al inicio de su Pontificado San Juan Pablo II publicó una encíclica titulada Dives in misericordia o Rico en misericordia. Siendo polaco, beatificó la canonizó a Sor Faustina y se extendió esta devoción a la divina misericordia a toda la Iglesia, y cumplió la petición de Jesucristo a Santa Faustina sobre la introducción de la Fiesta de la Divina Misericordia que se celebra el segundo domingo de Pascua o la Octava de Pascua. Nuestro evangelio de hoy, el quinto domingo de Cuaresma, el de la mujer descubierta en el adulterio nos plantea un gran contraste entre la mentalidad de los fariseos y en general los encargados del templo que intentan utilizar la ley como arma arrojadiza para no solo humillar a esta mujer sino para acabar con su vida. Veamos el desenlace de este episodio y el triunfo de Jesús y la misericordia divina.

En el c. 10 y 11 del Libro del Profeta Ezequiel, se da la escena de la retirada de la gloria del Señor del Templo de Jerusalén en la forma de una nube que se levantó y se fue hacia oriente, es decir, hacia el Monte de los Olivos, La gloria del Señor abandonó el templo debido a la corrupción de los reyes, los sacerdotes, y falsos profetas, pero Dios prometió que volvería. El contexto de este pasaje del evangelio que escuchamos hoy es que Jesús llega al templo desde el Monte de los Olivos que está al oriente de la ciudad y del templo. Ya sabemos desde el c. 2 del Evangelio de San Juan cuando Jesús expulsa a los vendedores del templo, que el templo se ha convertido de ser una casa de oración, de sacrificio, de culto y alabanza de Dios a una cueva de ladrones, o sea otra vez se ha corrompido. Jesús es el verdadero templo, es decir, su cuerpo. Por ello, el evangelista presenta a Jesús viniendo desde el Oriente, desde el Monte de los Olivos para volver a apoderarse del templo y establecer el verdadero culto, el culto en Espíritu y en la verdad.

Pasemos ahora a la acción de los fariseos y cómo encontraron a la mujer in flagrante cometiendo adulterio. Uno se pregunta cómo es que estos hombres pudieron pillar a esta mujer en flagrante adulterio, cómo se dedicaron a espiarla. Además, es obvio que para que hubiera adulterio, se necesita también a un hombre, pero este no aparece por ningún lado. Ellos son los guardianes de la ley, y no les importa humillar a esta mujer de forma extrema, llevarla al templo ante una muchedumbre, pues en el templo siempre había mucha gente, y a la vez ponerle a Jesús una trampa. Aquí se ve como es posible aprovecharse de la ley, y aparecer como justos y cumplidores de la voluntad de Dios, como es fácil aprovecharse de la desgracia de otra persona para aparecer virtuoso. Es algo que comúnmente se hace hoy en día. Se denomina "señalar la virtud", es decir la propia, a expensas de otros y sin una pizca de misericordia ni de respeto dado que se aprovecha de la desgracia de la otra persona para presentarse como virtuosos y fieles a la ley. Al mismo tiempo ellos aprovechan para poner a Jesús en un apuro. Si les dice que hay que cumplir la ley de Moisés y apedrearla, aparecería como cruel y poco misericordioso, y si les dice que hay que soltarla, entonces le acusarían de saltar a la torrera la ley de Dios, y de una u otra manera lograrían desprestigiar a Jesús ante la multitud, cosa que intentaron hacer en varias otras ocasiones. No pensemos que este tipo de comportamiento es ajeno a nosotros, que también podemos intentar condenar a otros y humillarles a través del chismorreo y presentándonos como los virtuosos, cumplidores de la ley de Dios.

Jesús se agacha y se pone a escribir en el suelo. Es la única vez en los evangelios que encontramos que Jesús escribe algo. Según San Agustín, que describe esta escena con dos palabras miseria  y misericordia, lo que escribe Jesús es los pecados de los acusadores. En realidad no sabemos, pero es posible y así se explicaría la reacción de los presentes. Además, Jesús pronuncia una frase que es probablemente una de las más emblemáticas de todos los evangelios: El que esté sin pecado, que tire la primera piedra. Con esto, se puede entender la especulación de San Agustín sobre lo que escribía Jesús, o que tendrían miedo de que manifestaría sus propios pecados. En todo caso, el evangelista nos señala que los presentes empezaron a retirarse, empezando por los más viejos. Dado que en los evangelios no hay ninguna afirmación que no tenga su sentido e importancia, pues el hecho de que diga que empezaron a retirarse los más viejos, es significativo. Podemos suponer que los más viejos habían tenido más oportunidades de pecar.

Al final, Jesús se levanta y encuentra que se han ido todos, y pregunta a la mujer: ¿Nadie te ha condenado? ¿Tampoco te condeno yo. Vete y no peques más? Estas palabras también son de gran importancia dado que Jesús entiende que para acoger la misericordia de Dios hay que arrepentirse de los pecados y como se hace en la Confesión, hacer un propósito de enmienda, es decir, no volver a pecar. Ya en el año 1948, el Papa Pío XII decía que el gran pecado de nuestra época es la pérdida del sentido del pecado. Si era verdad entonces, es muchísimo más verídico ahora. Como señalaba arriba, la devoción a la Divina Misericordia revelada por Santa Faustina y extendida a toda la Iglesia por San Juan Pablo II ha sido una gran gracia y una ocasión para descubrir el verdadero rostro del Dios misericordioso como hemos reflexionado el domingo pasado al comentar sobre la Parábola del Hijo Pródigo o el Padre Misericordioso. Sin embargo, existe hoy un día un peligro de enfatizar tanto la misericordia de Dios y considerar que se puede acogerla sin el  verdadero arrepentimiento. Hay una campaña en la Iglesia de parte de no pocos obispos y sacerdotes de acoger a los así llamados LGTB, pero olvidando lo que dijo Jesús a la mujer, "vete y no peques más".  También se propone dar la Sagrada Comunión a los que están divorciados y ni están casados y están en una nueva unión de manera que no han dejado de pecar, y se dice que hay que aplicarles la misericordia. Este es un gran engaño porque es imposible que la misericordia de Dios sane o sea acogida por uno que no se arrepiente y no deja de cometer los pecados, como por otro lado, hizo el Hijo Pródigo, cuando se dio cuenta de su situación y decidió levantarse y volver a la casa del padre.


Tenemos el peligro mencionado de utilizar la ley como arma arrojadiza en contra de otros, humillarlos y por otro el peligro de una falsa misericordia que piensa que Dios es un bonachón que siempre perdona los pecados, pero que no exige un cambio de vida, que no nos dice "no peques más". Acerca de la misericordia, recordemos también las obras tanto corporales como espirituales de la misericordia. La primera de las obras espirituales de la misericordia es "amonestar a los pecadores", Este es un ejercicio de la caridad y se tiene que hacer con humildad y tino para que tenga un efecto positivo. Se trata, pues de la corrección fraterna, que dado que es difícil de practicar mayormente decidimos no meternos en líos y no meternos en la vida de otros. Sin embargo, recordemos que no tenemos que tener la actitud de Caín que cuando Dios le preguntó sobre donde estaba su hermano, respondió "¿Acaso soy yo guardián de mi hermano?  Pues, si lo somos, pero para cumplir este deber, hemos de reconocer nuestros propios pecados y ser humildes, pues no hay nadie que sea perfecto en esta vida.

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