CUATRO DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B, 11 DE MARZO DE 2018
En Dios todas las cualidades se identifican con su mismo ser, de manera que "todo lo que hay en Dios es Dios". Con frecuencia, la Biblia habla del amor compasivo y misericordioso de Dios y también de la ira de Dios. E Dios todo es una sola realidad, pero nosotros necesariamente tenemos que distinguir los diversos aspectos, de manera que cuando se habla de la ira de Dios, no se trata de un dios airado y enojón. Más bien, se trata de otro aspecto del amor de Dios. Esto lo descubrimos hoy en nuestra primera lectura tomada del Segundo Libro de las Crónicas, que es una relectura de la historia del Pueblo de Israel.
El Cronista recuerda la infidelidad y rebeldía de los jefes, sacerdotes el pueblo de Judea, que no obedeció al Señor y cometieron la aboninación de intruducir imágenes de los ídolos de otros países en el mismo templo del Señor. Ya hemos comentado en otras ocasiones acerca de la importancia fundamental del templo en la vida del pueblo. Obraron como si Dios les hubiera dado un cheque en blanco en cuanto que interpretaron mal la promesa de la perpetuidad de la dinastía davídica según lo que Dios reveló a David a través del Profeta Natán e el Ssegundo Lbro de Samuel. Dios con premuara y constancia mandó a los profetas para adveritr a los jefes, sacerdotes y pueblo acerca del camino de infidelidad que iban seguiendo, pero no hicieron más que burlarse de los profetas, de manera que "la ira de Dios para con su pueblo llegó al culmen". Aquí la ira significa el rechazo de Dios de todo pecado y rebelión.
Dios castigó a su pueblo por la mano de los caldeos, que llegaron a atacar Jerusalén, a destruir sus murallas, y a demoler el mismo templo. Aquí el Rey de Babilonia funge como instrumento de Dios para el castigo del pueblo. Además, llevó a la gente importante al exilio en Babilonia. Todo esto lo había revelado Dios a través del Profeta Jeremías, pero no le hicieron caso. Después de haberse cumplido el tiempo disignado por Dios para el castigo del exilio, a través del Rey de Persia, Ciro, Dios peritió que los israelitas retorasesn a su tierra. Otra vez se nota que Dios en su omnipotencia gobierna y dirige los destinos de los pueblos y se sirve de otro rey pagano para cumplir sus designios acerca de su pueblo elegido Israel. En todo manifiesta su amor, precisamente porque Dios es amor.
En nuestra segunda lectura de la Carta de San Pablo a los Efesios, sigue la misma lógica, Dios "rico en misericordia por el gran amor con el gran amor que nos manifiesta". También dice el Apóstol que por la resurrección estamos savados por el Señor. Y habla de la extraordinaria riequeza de la gracia de Dios. La palabra gracia etimológicamente significa benevolencia, pero es una palabra cargado con un gran sentido teológico. Dios por su gracia nos libera de la esclavitud del pecado, la muerte y la condena al infierno y nos lleva a ser hijos e su Hijo Jesucristo. Es lo que en el hebreo del Antiguo Testamento se llama hesed.
Pasando al Evangelio de hoy, encontramos este versículo extraordinario: "Dios ha amado tanto al mundo que entregó su unigénito para que el que crea en Él no se pierda sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16), uno de los versículos más emblemáticos de toda la Biblia precisamente porque sintetiza todas la obra de Dios a favor del hombre que ha pecado y rebelado, otro modo de expresar lo que en en el Antiguo Testamento hemos visto que se llama hesed. También, hay que decir que según San Juan el que rehúsa creer ya está condenado. Los grandes signos o los milagros demuestran quién es Jesús y son una invitación a la fe y el que los rechaza no puede entrar en la vida eterna.
Como hemos visto, todas las lecturas de hoy coinicden en el mismo mensaje acerca del amor misericordioso de Dios que nos salva y nos lleva a ser hijos suyos. Este cuatro domigo de Cuaresma tradicioalmente se denomina "Domingo de Alegría". La alegría es fruto del amor y el mensaje que se nos quiere comunicar es que la disciplina de la Cuaresma, la oración, el ayuno y la lismosna que impican renuncia a nuestros caprichos y colocar a Dios en el primer puesto en nuestra vida es fuente de alegría. Además, la penitencia y la mortificación no tienen un fin en si mismas simo que forman parte del camino hacia la Pascua que es entregar la vida para alcanzar la verdadera vida. Jesús pasó por el dolor de la Pasión y la muerte para alcanzar la gloria de la resurrección, y nosotros tenemos que seguir el mismo camino, pues nos ha unido a Él en el bautismo.
sábado, 10 de marzo de 2018
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