sábado, 27 de enero de 2018

¿Quién es este Jesús de Nazaret?

IV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO,  CICLO B,28 DE ENERO DE 2018. 

Si cualquier ser humano es un misterio, un enigma, incluso para sí mismo, y conocerse a uno mismo es una tarea fundamental en nuestra vida y también difícil, ¿qué decir de quién es Jesús? Contamos con los cuatro Evangelios que se completan mutuamente en su retrato de Jesús, pero no nos proporcionan todos los detalles que quisiéramos tener para conocerlo como nos gustaría.. En realidad, la mayoría de los católicos saben algo acerca de Jesús, pero no podemos afirmar que tienen un conocimiento acabado acerca de Él o que tienen con Él una relación personal. A lo largo de los domingos del Tiempo Ordinario de este año nos toca seguir paso a paso el relato evangélico de San Marcos. En su primer versículo, San Marco nos revela claramente lo que se propone, es decir, presentar "la buena noticia de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios". El nombre Jesús (Yesua) no era desconocido en su tiempo corresponde a Josué en el Antinguo Testamento, el que sucedió a Moisés como Jefe del Pueblo y lo guió en su entrada en la Tierra Prometida. A lo largo de su evangelio, San Marcos nos da pautas que nos ayudan a descubrir quién es Jesús. Nuestro pasaje de hoy es uno de los que nos ayudan. 

Empecemos con el pasaje que hemos leído del Libro del Deteronomio, palabra que significa "segunda ley". Se trata de un largo discurso dado por Moisés antes de que el pueblo ingresara en la Tierra Prometida. Habría que recordar que de todos los personajes del Antiguo Testamento, Moisés es sin duda el ma´s grande e importante. Dice Moisés: "El Señor tu Dios sucitará en edio de ti y de tus hermanos un  profeta semejante a mí. Este profeta hablará las palabras de Dios. Incluso da la impresión de tener mayor autoridad que el mismo Moisés. Estas palabras de Moisés no cayeron en oídos sordos entre los judíos, pues cuando apareción San Juan Bautista predicando y bautizando en el desierto, los enviados desde Jerusalén para averiguar quién era le preguntan "si es el Profeta". Se referían a esta pasaje del Deuteronomio. 

Todos los domingos escuchamos una lectura del Antiguo Testamento que tiene alguna relación con el evangelio del día. En el caso de hoy, la conexión es muy estrecha, pues el profeta anunciado por Moisés es Jesús que se presenta en la sinagoga de Cafernaum en Galilea un sábado para predicar. En la sinagoga aparece un hombre poseído por un espíirtu inmundo, es decir, un demonio, y comienza a graitar: "¿Que´quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos?Yo sé quien eres. El Santo de Dios". El demonio sabe quién es Jesús y lo proclama públicamente. Es el "Santo de Dios". La palabra santo se traduce como "separado" y todo lo relacionado con Dios es santo, tanto el pueblo como el templo, el culto etc. Este constituye uno de los títulos de Jesús juntamente con otros como Hijo de dios, HiIjo del Hombre etc. Jesús es el Santo y sabemos Dios es el tres veces santo, como se manifiesta en el episodio de la vocación del Profeta Isaías (c. 6) estando él en el templo. 

Jesús ordena al demonio terminantemente: "Calla, sal de él"y el espíritu impuro, gritando salió del hombre. La reacción de la gente es ante todo temor, algo que siempre se da en el Antiguo Testamento cuando hay una manifestación de Dios o de lo divino. Así también en el Nuevo Testamento, el ángel le dice a María "no temas", porque su aparición como mensajero divino provocaría temor. Obviamente, como resultado de las palabras determinantes de Jesús dirigidas al espíritu inmundo, la gente se dio cuenta de que allí se trataba de una clara intervención de Dios. Ya sabemos, como he indicado arriba, que San Marcos desde el inicio no hace ningún secreto del hecho de que Jesús es "el Hijo de Dios". Hay teólogos que piensan el Evangelio de San Marcos solo contiene lo que llaman "cristología baja", es decir, a diferencia del de San Juan que se abre con la clara declaración de que Jesús es el Verbo eternamente presente con el Padre y hecho hombre. No es así, Marcos y los otros dos evangelistas sinópticos tampoco tienen reparos en manifestar la divinidad de Jesús. 

Además, la gente en la sinagoga pregunta: "¿qué es esto? Una enseñanza nueva dada con autoridad. Ellos estaban acostumbrados a la enseñanza de los rabinos que se basaban en la doctrina de otro rabino de gran autoridad que a su vez se avalaba en otro en una cadena hasta llegar al final a Moisés, que, como he observado, era la máxima autoridad en el judaísmo. Ninguno de ellos presentaba sus enseñanzas con a propia autoridad. Jesús, en esto era único. No apelaba a ninguna otra autoridad más que la suya propia. Esto era inaudito y no sólo para los judíos. Ningún otro fundador de una religión se presentó de esta manera, ni Buda, ni Mahoma, ni ningún profeta. La autoridad que se otorga Jesús es inaudita. Tampoco ninguno pidió a sus seguidores lo que les pedía Jesús. Dice Jesús: El que ama a su padre, a su madre no es digno de mí; el que ama la   hijo o a la hija no es digno de mí" (Mt 10,7). ¿Quién puede atreverse a decir tal cosa si no es Dios? Pero Jesucristo es el Hijo eterno del Padre y lo puede decir perfectamente. Igualmente dice: El que no está conmigo, estña contra mí El que no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12, 30). Jesús es único y hay que tomar partido a favor o en contra de él y nadie puede quedar indiferente. Además, se declara mayor que Moisés, el que dio la ley, y mayor que Salomón, considerado el mayor exponente de la la sabiduría. Sí, San Pablo lo llama "la sabiduría de Dios".  

Preguntémonos si realmente conocemos a Jesús que es el único que nos salva y puede dar sentido a nuestra vida o simplmente tenemos noticia de él pero no nos preocupamos de avanzar en neustro conocimiento de él? Si, en palabras de San Jerónimo "ignornacia de la Sagrada Escritura es ignorancia de Cristo, y nuestro conocimiento de la Palabra de Dios es escasa, si no nos interesa ir conociendo a Jesús más a través del Evangelio, sino más bien nos quejamos si el sacerdote da la homilía un poco más larga de lo que queremos, ¿en qué quedamos? ¿Somos realmente serios acerca de  nuestra fe? ¿Y si no hacemos ningún esfuerzo por comunicar la fe a otros y animarles a conocer más a Jesús y su doctrina, cómo podemos considerarnos católicos serios que se preocupan de su destino eterno? Existe el pecado de la presunción  que implica suponer que nos vamos a salvar sin poner los medios necesarios para ello. 



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