sábado, 5 de agosto de 2017

LA TRANSFIGURACIÓN

HOMILÍA EN LA FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN,, 6 DE AGOSTO DE 2017

San Hilario, uno de los grandes obispos del siglo IV cuenta cómo un pagano le preguntó: ¿Cristiano, donde está tu esperanza? San Pablo afirmaba que los paganos no tienen esperanza y que Jesucristo es nuestra esperanza. Hoy en día, cuando se propaga cada vez más de depresión, la angustia y la desesperanza, nos toca celebrar esta Fiesta de la Transfiguración de Jesús este domingo 6 de agosto de este año 2017. San Marcos coloca este episodio despúes de la importante confesión de fe de San Pedro en Cesarea de Filipo, que constituye en centro del Evangelio de San Marcos, que es el primero de los cuatro. A partir de ese momento, Jesús comienza a preparar a sus discípulos para el desenlace dorloroso y sumamente difícil de aceptar para ellos, es decir, el hecho de que su mesianismo iba a llevar a su muerte dolorosa en la cruz como un condenado, un tipo de condena decla rada como una maldición en la Biblia. San Marcos no intenta de ninguna manera encubrir los defectos y las debilidades de los discípulos y el hecho de que con no poca frecuenica Jesús tuvo que corregir sus actitudes equivocadas. En esta ocasión, sin embargo, se trata de un momento muy importante cuando Jesús lleva a los tres más cercanos a él a   una montaña alta donde se transfigura.

San Lucas, el evangelista que más resalta la costumbre que Jesús tenía de retirarse a las montañas y lugares separados a orar y a orar en los momentos más importantes de su vida, indica que en esta ocasión oraba también, En el griego original de los evangelios, la palabra que se usa es metamorphosis, que significa ir más allá de la forma. San Pablo dice a los Filipenses (2,6-11) de Jesús, que su forma era divina y no hizo alarde de su divinidad, sino se vació de sí mismo (kenosis) viviendo como uno cualquiera, llegando a entregarse en la cruz para luego ser exaltado y ser Señor de todo el universo. Ahora en esta ocasión, Jesús, que parecía "uno cualquiera" llega a situarse más allá de su forma normal humana y se vislumbra por poco tiempo su verdadera naturaleza, o se adelante lo que luego se dio en la resurrrección.

Lo que se da en la montaña es una Teofanía, o manifestación de Dios, algo que se da en varias ocasiones en el Antiguo Testamento y con carcterísticas similares como son el hecho de que se da en una montaña, una numbe y la voz del Padre que habla desde la nube y dice "Este es mi hijo predilecto. Escuchadle". El Hijo proviene del Padre  y expresa todo lo que Él es y quiere comunicar a nosotros, y da la orden de escuchar a Jesús. Escuchar signfiica ante todo atender, hacerle caso y obedecer, convertir en norma de vida todo lo que Jesús nos enseña. Dice Jesús en la Ültima Cena: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre vendrá a él y haremos morada en él".

San Pedro expresa lo que él y sus compañero sienten: "Que bueno es estar aquí. Hagamos tres tiendas , una para tí, una paa Moises y una para Elías". En efecto, Jesus converdaba con estos dos grandes profetas del Antiguo Testamento, pues estaba más allá del tiempo y del espacio  y pudo estar encontacto con ellos. También el hecho de que de Jesús y de sus vestiduras resplendecía una gran luz provocaba en San Pedro gran asombro y ganas de que aquella experiencia extraodinaria se prolongara. Nosotros tambien en algunas ocasiones, sobre todo al avanzar en edad podremos experimentar la ansia de la vida verdadera y vislumbramos la autora de esta luz, un poco como San Pedro y sus compeñeros experimentaron y quisieron que no terminara. Es que estando sumidos en muchos males, como dice San Agustín, sentimos qu etiene que haber una salida:  Qué consuelo nos queda en una sociedad humana como ésta, plagada de errores y de penalidades, sino la lealtad no fingida y el mutuo afecto de los buenos y auténticos amigos? Pero cuantos más tengamos repartidos por doquier, tanto más se agranda nuestro temor de que les suceda alguno de tantos males como se amontonan por este mundo. No nos causa preocupación solamente el que puedan ser víctimas del hambre, la guerra, la enfermedad o la cautividad, y de que puestos en esta servidumbre tengan que sufrir males que ni somos capaces de imaginar. Lo que nos preocupa con una amargura infinitamente mayor es que puedan caer en la infidelidad, la malicia o la perversión. Y cuando algo así nos sobreviene (y ocurre tanto más frecuentemente cuanto más numerosos y dispersos están los amigos) y la noticia llega hasta nosotros, ¿quién se dará cuenta del fuego que abrasa nuestro corazón, sino quien lo siente en su propio ser?  

Según Sa Lucas, Jesús hablaba con Moisés y Elías de "éxodo que se iba a dar en Jerusalén", es decir de su Pasión. El episodio de la Transfiguración fue para los apóstoles un consuelo ante la tremenda prueba con la que se iban a enfrentar ante la cruz. Si bien es cierto que nuestra vida, como decía Job,  es un serivico o trabajo forzado, pero al final llegaremos a la verdadera patria, donde ya no va a haber llanto, ni dolor, ni luto, ni angustia. La victoria de Dios y de Jesucristo sobre el demonio, el mal de todo tipo y la muerte está asegurada, y esta fiesta de la Transfiguración nos ha de dar ánimo para seguir luchado hasta el final para poder alcanzar esa victoria con Jesús  y colaborar pra que otros también la alcancen. San Pedro en su Primera Carta escribe que el Señor nos ha regenerado "a una esperanza viva".

La Iglesia en estos tiempos hace muchos esfuerzos para practicar la caridad hacia los pobres, enfermos y desamparados, pero ¿cumple su misión de dar también esperanza a los hombres de hoy? No se puede separar las tres virtudes teologales. Sin fe no hay esperanza, y sin esperanza, podríamos desfallecer ante tantas pruebas que se nos presentan y de la diligencia del demonio que "ronda como león rugiente para ver a quien devorar".              

 

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