sábado, 10 de septiembre de 2016

UN DIOS QUE AMA HASTA EL EXTREMO.

DOMINGO XXIV DE TIEMPO DURANTE EL AÑO,CICLO C, 11 DE SEPTIEMBRE DE 2016

Se habla bastante acerca de la búsqueda de Dios de parte de muchas personas. Sin embargo, en toda la Biblia lo que prevalece no es la búsqueda de Dios de parte del hombre, sino al contrario, el empeño constante y permanente de Dios de salir al encuentro del hombre. Este domingo nuestro pasaje del Evangelio de San Lucas nos pesenta tres parábolas nos demuestran cuál es la lógica de Dios, de Jesús, y que no coincide con lo  que nosotros consideramos razonable. Hace unos quince años, todavía  en el Pontificado de San Juan Pablo II, le tocó al cardenal vientamita Van Tuan dirigir los Ejercicios Espirituales anuales que dan en el Vaticano durante la Cuaresma. Este cardenal sufrió unos 15 años de prisión y trabajos forzados en Vietnam cuando los comunistas de apdoeraron del país en el año 1975. Una de las cosas que dijo en este retiro, que luego fue publicado como libro, fue que "Jesús no sabe matemáticas". Vemos en las tres parábolas que hoy hemos escuchado Dios procede de manera completamente diferente de la nuestra. 

En primer lugar, tenemos la Parábola de la Oveja Perdida. Jesús dice: ¿Quién de vosotros, si tiene cient ovejas, si pierde una, no deja las 99 en el desierto y va tra la perdida? Según nuestra lógica la respuesta es evidente. NINGUNO. Parece una opción de verdadero loco abandonar a las 99 ovejas a merced de lobos y posibles ladrones para ir a buscar una que se perdió. Desde el punto de visto del análisis económico, no tiene sentido. Cualquiera diría: se ha perdido una y no vale la pena buscarla y poner en peligro al resto del rebaño. Si una pareja que tiene,  por ejemplo, seis hijos, y se muere uno, a nadie se le ocurre decirles, "No se preocupen, todavía quedan cinco". Así es con Dios, ama a cada uno como si fuera el único en el mundo y no hace el tipo de cáclulos que nosotros acostumbramos hacer. 

Veamos el otro ejemplo, el de la moneda perdida, que es incluso más exagerado. Una señora pierde una moneda en su casa. ¿Pero cuanto valía esa moneda? Pues casi nada, tal vez unos cinco céntimos. Cualquiera diría, se ha perdido esa moneda, pues no importa porque vale muy poco y no vale la pena gastar tiempo y esfuerzo en buscarla. Sin embargo, la señora de la parábola, se pone a barrer diligentemente la casa entera hasta que encuentra la moneda. Luego, hace una cosa que parece más loca todavía. Llama a sus vecinas y amigas y las invita a celebrar con ella por haber encontrado su moneda de 5 céntimos!¿Quién haria eso? NADIE. Además, si alguno hiciera una cosa semejante, caeria en el ridículo al celebrar con las amigas el hecho de haber recuperado una moneda de cinco centímos" Sacando la lección que Jesús nos quiere entregar, podemos decir, que no hay nadie que no tenga valor delante de Dios. Dios se preocupa de la persona que pudiera parecer a nosotros la más despreciable, la más humilde, la más ignorante, delincuente. Pongamos todos los calificativos que queramos, todo mundo tiene un valor y una dignidad infinita ante Dios. En realidad, lo que se enseña aquí lo resume San Pablo en la frase: "Dios no salvó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros". 

Llegamos ahora a la conocidísma Parábola del Hijo Pródigo. La actitud del hijo es verdaderamente despreciable. Lo que le dice al padre al pedir que reparta la herencia cuando el padre vive aun es que quisiera que hubiera muerto. En la época nadie haría eso. Sin embargo, el padre accede y el hijo se marcha a "un país lejano" y "derrochó su fortuna viviendo perdidamente". Cuando vivía en Estados Unidos en los años 70 del siglo pasado, me tocó conocer un caso semejante a éste de la Parábola. Un chico, hijo de una familia acaudalada, que había estudiado en un colegio de Jesuitas, se fue de"hippy" a Arizona, siendo él de un lugar cercano a Nueva York. Luego de unos años, regresó a casa en compañía de su novia. El padre, que era un católico tradicional al que le había dolido muchísmo todo este recorrido del hijo que andaba de vago, tomaba droga, y ahora se presenta en casa con una chica, lo echó. Sin embargo, más adelante, tuve ocasión de visitar a la famila, constaté que padre e hijo se habían reconciliado y estaba felizmente de regreso en su casa. No son pocos los padres que han sufrido este tipo de episodio con sus hijos. 

Aunque tradicionalmente la parábola se titula "El Hijo Pródigo", en realidad lo que más se resalta es la actitud del padre, que una vez más es completamente contaria a la que a nosotros nos parecería lógica y razonable. Es la lógica del perdón y la reconciliación, en una palabra, del amor,  y no la de la contabilidad. En primer lugar, el padre le entrega los bienes, sin tener en realidad ninguna obligación de hacerlo, y lo deja irse. La parábola indica que el padre lo vio de lejos, por lo que podemos suponer que nunca perdió la esperanza de que el hijo volviera. Conviene señalar que San Lucas indica que la ocasión que provocó que Jesús contara estas parábolas fue que algunos lo criticaban diciendo:Ese acoge a pecadores y come con ellos. Es decir, Jesús quiso demostrar a sus críticos lo equivocado que era su actitud. Todos los detalles que contiene la parábola acerca de la acogida del padre hacia el hijo, el beso, el ponerle una túnica nueva, matar el becerro cebado y hacer un banquete, juntamente con el contraste con la actitud del hijo mayor, tienden a demostrar lo que es la lógica del amor de Dios como Padre. 

También nuestra primera lectura del libro del Éxodo, que relata el episodio del becerro de oro, manifiesta por un lado, la facilidad que tiene el hombe para pecar, pese a las evidentes manifestaciones del amor y la solicitud de Dios para con su pueblo. En este caso, esto se da poco después de la manifestaicón extraordinaria del poder de Dios al haberles librado del poder del Faraón haciendo posible su escape al cruzar el mar. En realidad, a lo largo de toda la Bibla, sean los libros llamados históricos, sean los libros proféticos, no hacen más que abundar en el mismo tema, la infidelidad del pueblo que una y otra vez cae en la idolatría, que en la Bibla es el pecado por antonomasia, En los libros históricos constatamos que la casi totalidad de los reyes son malos, y no cumplen la alianza que Dios ha hecho con su pueblo. Lo mismo en todos los profetas. Ellos advierten acerca de la infidelidad del pueblo, y el castigo que les espera, pero Dios nunca pierde la paciencia con un pueblo "duro de cerviz", como hemos escuchado en la primera lectura. La finalidad de los castigos de Dios es la de lograr que se corrija el pueblo. En todo caso, no fracasa el proyecto de Dios porque siempre queda un resto fiel. 

También San Pablo en nuestra segunda lectura de la Primera Carta a Timoteo, escribe: Es palabra digna de credito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia y para que me conviertiera en uno de los que han de creer en él y tener vida eterna.

En mis casi 35 años de ministerio sacerdotal, me ha tocado encontrarme con algunas personas que están convencidas de que no tienen pecados. Las hay que vienen a confesar los pecados del esposo. Si son delincuntes, y no tienen problemas con la ley se consideran buenas personas y que no tienen pecados. En el silgo IV había un señor muy devoto, que era director espiritual de bastantes personas en Roma. Se llamaba Pelagio, y él pensaba que dado que Dios nos ha dado el libre albedrío, podemos ejercerlo y evitar el pecado si queremos. Tenemos esa fuerza por naturaleza. Según él, Jesucristo es tan sólo un buen ejemplo que nos ha de estimular en lo que por naturaleza ya podemos hacer. La Iglesia de la época y de todas las épocas posteriores, ante todo en la persona de San Agustín, que es Doctor Gratiae. San Pablo reconocía que había sido un gran pecador y perseguidor de la Iglesia, y que Jesucristo se compadeció  de él. Eso para que llegase a creer en Jesucristo y  a alcanzar la vida eterna. 

Jesús, al dar inicio a su ministerio público, según leemos en el Evangelio de San Marcos, proclamó: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado, creed en el Evangelio" (Mc 1,15). Desde el mismo incio de su predicación Jesús invitaba a sus oyentes a un cambio de mentalidad, un cambio de sentido, como si anduviéramos por un camino equivocado y tuivéramos que dar vuelta en U. Nuestras lecturas de hoy nos han señalado con más detalle en qué estamos equivocados. Nuestras actitudes no son las de Dios, sino del mundo, marcado por el pecado, el mal y la muerte. Si Dios es amor, es obvio que va a actuar de acuedo con lo que es el amor, como vemos en el caso del padre del hijo pródigo. Incluso lo que humanamente nos parece razonable, como sería dejar perderse la oveja extraviada, o dejar perderse una moneda que aparentemente no tiene valor, está equivocado porque no corresponde a la lógica de Dios, que ama infinitamente a cada uno por más mal que haya hecho. No seamos, pues, seguidores de Pelagio que pensaba, como hemos visto que cada uno puede salvarse, sino más bien convenzámonos de lo que dice San Pablo, que Jesucristo se compadeció de él y y sólo se compadecerá de nosotros si reconocemos la verdad de nuestra vida, que todos somos pecadores, no sólo los delincuente so los terroristas. Si San Pablo y todos los santos se consideraban grandes pecadores, ¿cómo es que nosotros podemos llegar a considerarnos carentes de pecado? Alguno ha dicho que hay dos categorías de personas, los santos que se consideran pecadores y los pecadores que se consideran santos. Dios quiera que nos nos enceguemos nosotros y nos pongamos entre las filas de los primeros.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario