sábado, 24 de septiembre de 2016

LA POBREZA

HOMILÍA PARA EL VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO DE TIEMPO DURANTE EL AÑO, 25 DE SEPTIEMBRE DE 2010

Hoy nos toca reflexionar sobre  otra parábola que sólo San Lucas nos entrega y trata de uno de sus temas favoritas, es decir la pobreza y la riqueza. No es que San Lucas sea ni el primero ni el úlitmo en resaltar este aspecto que también se resalta fuertemente en el Antiguo Testamento y posteriormente en la predicación de los Padres de la Iglesia. Hoy nos toca escuchar la lectura de un pasaje del profeta Amós, que predicó en el siglo VIII en la parte norte de Tierra Santa. Le tocó vivir en un período de lo que hoy llamamos crecimiento económico. También como hoy en día, no se daba una distribución equitativa de la riqueza producida por el trabajo de todos. Los latifundistas y en general los nobles, allegados al rey y la corte vivían en el lujo, mientras los campesinos vivían en la miseria. Amós denuncia las injusticias de los nuevos ricos y les promete un desastre, es decir, el exilio, que de hecho se dio en el año 721, cuando el Rey de Asiria, el gran imperio de la época, conquistó Samaria, destruyó la ciudad y llevó a gran parte de la población al exilio en otras partes de su imperio, mientras llevó allí poblaciones de otras partes. Así empezó la dispersión del pueblo de Israel que continuó poco más de de un siglo después con la conquista de Jerusalén, su destrucción y la del templo de parte del rey de Babilonia, el nuevo imperio que sucedió al de Asiria, y en tres ocasiones llevó a miles de judíos al exilio. En los primero siglos de la Iglesia también se veía una preocupación por el tema de la pobreza y la riqueza, por ejemplo, en le caso de Clemente de Alejandría, que a principios del siglo III escribió una oba que se llama en latín Quis dives salvetur (qué rico se salvará). Se ve que en la época los cristianos se preocupaban acerca del hecho de que existían ya en la Iglesia algunos ricos, y viendo el mensaje de Jesús acerca de la dificultad que tendría el rico en salvarse, se preguntaban si algún rico se salvaría. También en el siglo IV y V, cuando se venía abajo el Imperio Romano, sobre todo en Occidente, y el gobierno para hacer frente a los desastres, tanto naturales, como las invasiones de los pueblos germánicos iba subiendo los impuestos a la clase media, ni qué decir de la clase pobre de manera que sólo unos cuantos ricos podían establecerse en unas grandes fincas rurales y a veces despreocuparse de la suerte de la gran mayoría de la población. Los obispos más elocuentes en la denuncia de las injusticias de los ricos y poderosos en contra de los pobres eran San Ambrosio de Milán y San Juan Cristóstomo que era Patriarca de Constantinopla. 

Todos nosotros tenemos la experiencia de haber encontrado a pordioseros por la calle que estiran la mano para pedir limosna. ¿Cómo reacionamos? Sobre todo cuando yo vivñia en Sudamérica, he tenido con mucha fecuencia este tipo de experiencia, algunas de ella negativas. Alguna vez, estando en el confesionario, llegó un tipo no a confesar sus pecados sino a pedir limosna. En otra ocasión me encontré con una pareja con un niño en la calle en las afueras de la catedral en la ciudad en Chile donde vivía. Me contaron que habían llegaod de Bolivia para vender zapatillas, pero al llegar alguno les había robado la mercancía. Los llevé a un supermercado a comprar unos víveres para ellos y a la estación de autobuses para comprarles un billete para llegar al menos al norte de Chile. Posteriormente supe que era todo un engaño y que habían engañado a otro sacerdote también. Unos años más tarde, se presentaron los mismos, y me andaban buscando y esta vez dijeron que eran de Brazil, pese a hablar español como nativos, no como segunda lengua. En otra ocasión, esta vez en Perú, me tocó celebrabrar la misa en la capilla del seminario, pues los domingos venían gente de fuera a la misa. Despuès de la misa me busca un señor de unos 35-40 años que andaba cojeando.  La experiencia me ha enseñado que normalmente cuando vienen a pedir hablar con un sacerdote es para pedir dinero. Me contó que era albañil y que se había caido de un andamio y que la empresa constructora no tenía seguro de accidentes de trabajo, que tenía que ir había estado en el hospital a operarse, que necesitaba dinero para comprar un medicamento que el hospital no le daba, que tenía muchos dolores. Para no alargar, le dije que no llevaba dinero y le reocmendé ir con una monja irlandesa que audaba en tales casos. Otro día, llegó a mi casa, sin saber yo cómo sabía donde vivía yo y me dijo que tenía dos hijos gemelos y que uno de ellos necesitaba una operación del pene que tenía problemas al orinar. Luego, me llamó muchas veces un señor que decía que era médico en el hospital e intentaba ayudarle, que si yo le daba tanto al señor, él iba a poder conseguirle las medicinas, que conseguía otras ayudas. Posteriormente, llegó varias veces más, y dijo que el niño se había muerto. Le pegunté donde vivía y le dije que fuera a hablar con el párroco de allí. Recibí otra llamada de uno que decía que era el párroco. Pedí a un amigo que averiguase  si era cierto, y él fue a hablar con el párroco y descubrimos que todo era una gran estafa. Como no le había pedido el DNI, cuando avisamos a la Policía, no pudieron hacer nada. Estos son tan sólo dos casos de los muchos que he tenido en esos países y algunos aquí en España también. Después de haber sido estafado varias veces, cuando me encontraba con uno en la calle que me pedía limosna, más bien no le daba nada, aunque a veces sí. He visto programas en la televisión que le dan seguimiento a algunos casos de los "cuenteros" que piden limosna en la calle y recogen más de lo que sería un sueldo de un profesional. Recomiendan dar aportaciones a Caritas y que vayan los pordioseros a la parroquia para pedir, pero luego dicen ellos que no les dan por no ser de la parroquia. Si van al Municipio, suelen decirles que vayan a la parroquia a pedir a Cáritas porque hay tanto tramiteo que tendría que esperar varias semanas. 

Debido a este tipo de mala experiencia, cuando nos piden limosna, solemos tener una buena lista de pretextos para no dar, como lo va a gastar en alcohol, o en droga, o sospechamos que será otro engaño o estafa.  No es fácil discernir, pero en tiempos de Jesús no existía ningún sistema de seguridad social ni red de protección para los más desmparados, como es el caso de Lázaro, uno de los dos protagonistas de nuestro parábola de hoy. San Lucas, siendo un verdadero maestro de estilo, nos pinta la escena con unos detalles conmovedores. Primero, nos dice el nombre del pobre y no se da el nombre del rico, aunque tradicionalmente se le llama Dives, que significa en latín rico. Lázaro se encuentra tirado a la puerta de la casa del rico, como hoy en día se encuentran a veces pordioseros o a la puerta de las iglesias o a la puerta de los supermercados. Su cuerpo está cubierto de úlceras. El rico, en cambio, se viste de púrpora y de lino fino. Hay que decir que el color púrpora era característico de la realeza por su gran precio, lo mismo dígase del lino, como es el caso hoy también que es muy costoso.  Banquetea suntuosamente, mientras a  Lázaro no  le daban ni "las migajas que caeían de la mesa del rico". 

Ambos mueren y les toca una suerte contraria a la que tuvieron en esta vida. Lázaro es acogido en "el seno de Abrahán, es decir un espacio abierto representando la acogida de Dios que ha intervenido en la historia del hombre en primer lugar con Abrahán y le ha prometido una tierra, es decir la verdadera tierra prometida que no solo mana leche y miel materiales, sino que es el verdadero descanso de los dolores y sufrimientos de este mundo. En cambio, al rico, debido a su soberbia, su egoismo y su olvido del bien de su prójimo, ahora se encuentra en el infierno con unos sufrimientos horrorosos. Recordemos que según el Evangelio de San Mateo (25,31-46), la materia del juicio final es precisamente si hemos dado de comer al hambriendo, si hemos dado de beber al sediento, si hemos visitado a los enfermos, a los presos etc. porque "cuando habéis hecho esto a uno de estos mis más peuqeños hermanos, a mí me lo hicieron.". En realidad, el rico no llegó al infierno por ser rico, sino por haber puesto su confianza en las riquezas y cerrado el corazón al pobre Lázaro tirado a su puerta. Eso mismo lo señala San Juan en su Primera Carta: "Si alguno tiene bienes en este mundo y cierra su corazón a su hermano en el dolor, ¿cómo puede el amor de Dios estar en él" (IJn 3,17). La Carta de Santiago nos dice algo similar: "Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario,y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve. "

Si Dios permite que haya ricos, suponiendo que han adquerido sus riquezas en una manera moralmente recta, es que quiere algo del rico. El rico ha llegado a rico, si no es el caso de haber heredado la riqueza, debido al buen uso de los talentos que Dios le dio. Por lo tanto, Dios quiere que haga el bien con tales talentos. Por ejemplo, uno que tiene buena capacidad en los negocios, o es inventivo y debido a su talento ha acumulado mucho dinero, tiene un deber de hacer buen uso del dinero para bien de la comunidad. Si es un empresario, debería de crear más puestos de trabajo y tratar bien a sus trabajadores. Podría contribuir eficazmente a la ayuda de países pobres. Habiendo vivido en tres países en Sudamérica, he podido constatar que la solución a la pobreza no es regalar dinero a los pobres, sino intentar contribuir a que ellos mismos se levanten por sus propios esfuerzos y talentos y que tengan el apoyo necesario para hacerlo. De lo contrario, se puede caer en el mal que se denomina "asistencialismo" que tiene a crear una clase de gente que depende de subsidios del Estado o de ONG  y no hace nada para salir de la pobreza. Existen hoy en día unas buenas iniciativas para lograr este fin. La gente pobre tendría que ser protagonisita ella misma de su salida de la pobreza, y la mejor manera de lograrlo es que tengan unos puesto de trabajo seguros o la posibilidad de crear su pequeña o mini-empesa. El trabajo, es colaboración con el plan de Dios para la creación y una manera de desarrollar y perfeccionar a la pesona, como el Papa Sann Juan Pablo II señala en su Carta Encíclica Laborem exercens, 

Otro punto que cabe señalar es la respuesta de Jesús cuando el rico desde el infierno le pide a Abrahán que mande a Lázaro a avisar a sus hermanos para que al moririse no lleguen al infierno, Jesús responde "tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen".  Si no escuchan a ellos, tampoco van a escuchan a ellos, tampoco van a escuchar si un muerto resucita para avisarles. Es decir, no debemos esperar que venga alguna intervención milagrosa de Dios, una aparición de la Virgen María para movernos a la conversión, a abandonar nuestros malos hábitos basados en el egoísmo y el olvido del prójimo,sino escuchar atender a lo que Dios ha revelado y lo que predica la Iglesia. 

Todavía estamos en el Año de la Misericordia, pero debemos ser sensatos y no aceptar una noción equivocada de la misericordia de Dios, como si Dios fuera un bonachón a quien no le importa el mal que hacemos, que al final todos seremos salvados. No puede haber misericordia de Dios, si no hay arrepentimiento y cambio de vida de parte nuestra. Sólo tenemos esta vida para lograr hacer el bien, evitar el mal y al final alcanzar la salvación. Dios es misericordioso, pero esa verdad no está en pugna con su justicia. Si nosotros cerramos la puerta nuestoo corazón "al hermano en el dolor", Dios que nos ha regalado el libre albedrío va a respetar nuestras opciones y simplemente no puede salvar al que no quiere ser salvado. Cuando yo era niño y nos enseñaban el catecismo, que había memorizar, había una pregunta sobre el pecado de la presunción. Se decía en el antiguo catecismo que "la pesunción es la vana esperanza de alcanzar la salvación, sino hacer uso de los medios necesarios para alcanzarla". Hay un dicho en latín que reza qui vult finem, vult media, el que quiere el fin quuiere los medios. Se podría formular esta verdad al revés, es decir, el que no quiere el fin, tampoco quiere los medios. Si no queremos hacer el esfuerzo por alcanzar la salvación, tampoco vamos a poner los medios, porque nos exigen esfuerzo. No podemos ver claramente el premio que nos ofrece Dios, porque en esta vida caminamos en la fe, y una de las caracterñisticas de la fe es la oscuuidad, nos dedicamos como el rico Epulón a pasarla bien en este mundo y olvidarnos de  que la vida es breve, stentanta años, y ochenta para los fuertes, como dice la Biblia. Después viene el juicio. 

Todo mundo se considera buena persona y rara vez se consdera malo. Muchos dicen "yo soy buena persona, yo soy honrado etc.", pero luego tienen que reconocer que hacen cosas males, o dejan de hacer el bien. Nuestrra catadura moral depende de nuestras acciones buenas o malas, y por ende de los hábitos que formamos. Si son buenos, serán virtudes, si malos, vicios. No podemos decir, "yo soy buena persona, pero hago cosas malas". Es una contradicción.  Siempre tendremos una excusa porque somos los peores jueces en la propia causa. ¿Cómo es que los santos se consideran grandes pecadores? Seguramente el rico Epulón se consideraba buena persona, y tenia buenas intenciones, pero dejó que se cerrara su corazón a Lázaro que "estaba en el dolor". Podemos hacer algo conceto al haber reflexionado sobre este evangelio. Por ejemplo, podríamos decidirnos a contribuir a Cáritas o a Manos Unidas que son entes eclesiales que se dedican a la ayuda sistemática de los pobres. De esta manera también podremos evitar ser engañados por frescos como ha sido mi caso en varias ocasiones, como he contado arriba. Tenemos una serie de gastos que necesarimente tenemos que hacer, como es pagar el recibo de la luz, del agua, telèfono, etc. ¿No deberíamos calcular al hacer nuestro presupuesto unas contribuciones tanto a la Iglesia como a alguna obra de caridad, como las que he mencionado? También, Jesús quiere que seamos ordenados en nuestros gastos y actividades en general, pues para eso nos dio la razón. Santo Tomás de Aquino dice sapientis es ordinare, es propio del sabio ser ordenado.  Es cierto que algunos de los pordioseros que nos encontramos en la calle están en verdadera necesidad. San Alberto Hurtado, un santo Jesuita que fundó una gran organizaicón de beneficiencia en Chile, llamada Hogar de Cristo, decía que si nos engañan algunas veces, no debemos de dejar de dar limosna porque hay otras muchas ocasiones en las que sí se nos presenta la oportunidad de ayudar a una persona verdaderamente necesitada. 






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