Este domingo volvemos al Tiempo Ordinario o Tiempo Durante el Año que nos llevará hasta el final del Años Litúrgico que culmina con la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.
¿Qué significa la frase de San Pablo tomada de sus Segunda Carta a los Corintios que escuchamos hoy como segunda lectura? La meta de nuestro camino es la comunión con Dios Padre a través de Jesucristo Nuestro Señor por la acción del Espíritu Santo y con todos los ángeles y santos, o lo que llamamos el cielo. No es que la razón no tenga un papel importante en nuestra vida y que de alguna manera participe de la Providencia de Dios al guiarnos por este mundo, pero como nuestra meta está más allá de la capacidad de la razón y no podemos alcanzarla por medios meramente humanas, se requiere la fe en Dios.
Nuestra primera lectura está tomada del Profeta Ezequiel. Él fue uno de los exiliados que fueron llevados de Jerusalén a Babilonia en la primera deportación del año 693 antes de Cristo. Recibió su misión profética en Babilonia y se dirigía a sus compañeros en el exilio. Ciertamente ellos tenían motivos para estar desesperados, pues formaban parte de la élite del país y fueron expulsados de sus casas y de su tierra y llevados a una tierra extraña. Se trataba de una verdadera crisis de fe, pues ¿cómo es que Yavhé su Dios los había abandonado y permitido que el rey de Babilonia les hiciera un semejante barbaridad?
Dios, a través del profeta les hace a aquel grupo de exiliados desesperados una gran promesa: Tomaré la copa de un cedro del cedro alto y encumbrado; cortaré un brote de la más alta de sus ramas y yo o plantaré en un monte elevado y señero" (17,22). Se trata de una promesa poco verosímil en las circunstancias. Es una promesa de la restauración del pueblo de Israel en su tierra e incluso promete que "a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves". Es decir, que Israel volverá a triunfar precisamente porque "yo, el Señor, lo digo y lo hago". Aquí se necesita una gran dosis de fe, pues lo que promete el Señor parece simplemente fuera de toda posibilidad en aquel momento.
EL evangelio que hemos escuchado hoy está tomado de San Marcos, nuestro evangelio de este año y nos presenta tres parábolas. En primer lugar Jesús cuenta que el crecimiento del Reino de Dios se parece al de la semilla de que agricultor sembró en su campo y día a día se levanta, se acuesta y sin saber cómo va creciendo la semilla hasta dar su fruto. San Pablo dice que "estamos llenos de confianza" intenta agradar al Señor sea que se encuentra "el el cuerpo", es decir, todavía en este mundo o con el Señor en el cielo. La confianza es un aspecto fundamental de la fe. Ciertamente, la fe incluye el hecho de que creemos en una doctrina revelada por el Señor que profesamos en el Credo, pero también ponemos nuestra confianza en el Señor y tenemos la seguridad de que el Reino va creciendo y avanzando, incluso cuando estamos dormidos. Nuestra recompensa, la meta del camino en el que estamos caminando depende de "nuestra vida en el cuerpo, de lo que hacemos cada día en este mundo, de si caminamos según la fe.
Jesús procede a contar la parábola de la semilla de mostaza, que el reino de Dios es semejante a tal semilla, "la más pequeña de todas las semillas", pero poco a poco va creciendo y se va convirtiendo en un arbusto frondoso y volvemos a encontrar la misma afirmación acerca de que "las aves del cielo hacen sus nidos en él". ¿Qué significa esto? Aquí Jesús se refiere a su Iglesia, que en los primerísimos tiempos, como podemos leer en los Hechos de los Apóstoles, era casi nada, como la semilla más pequeña de todas. Sin embargo, a lo largo de los siglos, incluso en la misma época en la que vivían los apóstoles, se extendió a muchos países y poco a poco fue transformando el mundo, el interior de las personas y contribuyendo al establecimiento del Reino de Dios en el mundo. Las obras de Dios funcionan así, comienzan con unos pequeños inicios que comparado con las grandes instituciones del mundo, por ejemplo, en tiempos de Jesús y los apóstoles, el Imperio Romano, sin embargo como una buena semilla, aunque pequeña, tenía la virtualidad de crecer y llegar a ser muy grande y frondosa. Por ello, los apóstoles tenían que tener una grandísima dosis de fe para lanzarse al mundo hostil tanto de los propios judíos como los paganos con el mensaje de Jesús y su testimonio.
Nuestra fe proviene del testimonio de los apóstoles que proclamaron con tanta convicción la buena noticia de la muerte y resurrección de Jesús, que el mundo, la vida de cada persona en ella no estaban abandonados al mero destino y a la fatalidad. Ellos habían visto, escuchado y tocado a Jesucristo "el Señor de la vida" tanto antes de su muerte en la cruz como después cuando resucitó a una vida nueva y plena como "primicia", o el "primer nacido de entre los muertos", que no todo termina en el mal y la muerte sino que Dios, "nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, a una herencia que no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse, reservada para ustedes en el cielo. Porque gracias a la fe, el poder de Dios los protege para que alcancen la salvación dispuesto a revelarse el último día" (1 Pe 1,3-5)
¿Cómo caminar según la fe? Ciertamente, tiene un componente de interés en conocer la Palabra de Dios que se encuentra en la Sagrada Biblia y que explica la Iglesia, pues en nuestro bautismo fuimos bautizados en la fe de la Iglesia. Muchos católicos tienen un conocimiento vago e impreciso de lo que enseña la Iglesia. Existe el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio, que es una versión más breve en la forma de preguntas y respuestas. Podríamos escuchar Radio María que nos puede ayudar a conocer la doctrina de la Iglesia, la vida de los santos, que también es de gran importancia. San Lucas en dos ocasiones nos recuerda en su relato del nacimiento e infancia de Jesús que María meditaba y ponderaba en su corazón las cosas que iba viviendo, los misterios en los que ella misma iba participando. Nosotros debemos imitar este ejemplo y no es que nos exija una gran cantidad de tiempo. Muchos santos se preguntaban en cada circunstancia "¿que haría Jesús en esta situación?" Si nos hacemos esta pregunta a lo largo de nuestro día y rescatamos momentos muertos para elevar nuestra mente y nuestro corazón al Señor, aumentando nuestra fe y amor a Dios de esta manera, el Espíritu Santo nos iluminará y nos indicará el camino a seguir en cada circunstancia. También tenemos a nuestro Ángel de la Guarda a quien debemos de acudir en cada circunstancia para que nos guíe y conduzca por el camino de la fe y el seguimiento del Señor, pues si caminamos por la senda de la fe, necesitamos aumentar esa fe cada día pidiendo al Señor la gracia de aumentar nuestra fe, y a María Santísima y los santos que intercedan por nosotros y nos acompañan por el camino de la fe, que a veces puede ser oscuro.
sábado, 13 de junio de 2015
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