sábado, 11 de abril de 2015

LA DIVINA MISERICORDIA

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA: DE LA DIVINA MISERICORDIA

Tradicionalmente este domingo se llamaba Dominica in albis, es decir, Domingo en Blanco. Esto porque al ser bautizados en la Vigilia Pascual a los neófitos se les colocaba una túnica blanca, simbolizando la pureza y la novedad de vida alcanzada en el bautismo. A lo largo de los días de la Octava de Pascua, los Padres de la Iglesia predicaban sermones acerca de los misterios, de manera especial, la Eucaristía. Esta predicación se llamaba Catequesis Mistegógica. La reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano quiso recuperar el sentido original de la cincuentena de Pascua, desde el Domingo de la Resurrección al Domingo  de Pentecostés, siendo este domingo ya no el Primer Domingo después de Pascua, sino el Segundo Domingo de Pascua. San Agustín, el más grande de los Padres de la Iglesia y el más elocuente y profundo en su predicación acerca del misterio de la Pascua, llama este período pascual leatissimum spatium, un período de grandísima alegría.

"En 1931 en Polonia, la monja Sor Faustina Kowalaska recibió una revelación del Señor en la que veía una imagen de Él y el mismo Señor la mandó procurar que se pintara una imagen que recogiera las características de la imagen que ella vio:

La imagen del Señor de la Divina Misericordia fue pintada por ordenes dadas del propio Jesús el 22 de febrero de 1931 en Plock (Polonia): “Al anochecer -escribe Santa Faustina- estando en mi celda, ví al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido.(..) Después de un momento, Jesús me dijo: "Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma:  Jesús en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y  (luego) en el mundo entero" (Diario, 47)" (http://www.jesusdivinamisericordia.org.mx/JDM.SSO.ES/laimagen.html). 

El Papa San Juan Pablo II, ya antes de llegar a ser papa, tenía una gran devoción al Señor de la Misericordia y estaba profundamente convencido de la necesidad de que se conociera y experimentara la misericordia de Dios en el siglo XX, el siglo probablemente de la mayor violencia de toda la historia. Por ello, le dio prioridad a la difusión de esta devoción de la Divina Misericordia en su Pontificado y escribió su segunda encíclica Dives in misericordia sobre este tema. Además, canonizó a Sor Faustina y gracias al impulso que le dio él, esta devoción se ha extendido a todo el mundo y en un grandísimo número de iglesia y hogares se encuentra la imagen. Millones de católicos practican este devoción.

La misericordia, el aspecto más exquisito del amor de Dios.

No cabe duda de que el Evangelio de San Juan y su Primera Carta pone un énfasis enorme en el amor de Dios, llegando a afirmar que Dios es amor. Desde el punto de vista de la etimología, misericordia significa conmoverse por el mal, la miseria de otro. Tiene que ver con la compasión, que significa "sufrir con". La experiencia bíblica de Dios, ya desde el Antiguo Testamento es totalmente diferente de concepto de los dioses paganos. Los paganos contemporáneos de los Israelitas, veían a sus dioses con temor, porque consideraban que si no los aplacaban, les harían un gran daño. Un Dios misericordia, rico en clemencia, siempre dispuesto a perdonar es una idea revolucionaria que se encuentra en la Biblia. Se utiliza la palabra hebrea hesed para expresar este amor misericordioso de Dios. El Papa San Juan Pablo II hace una larga explicación de esta palabra en su encíclica, Dives en misericordia, mencionada arriba.

En los evangelios, probablemente la imagen más impactante del Padre misericordioso es la del Hijo Pródigo. Muchos comentadores consideran que la parábola debería de llamarse no del Hijo Pródigo sino del Padre Misericordioso. El gran pintor holandés  del siglo XVII Rembrandt tiene la que probablemente es la pintura que mejor representa la escena de la vuelta del hijo a la casa paterna. También el Profeta Isaías trae a la memoria la imagen de una madre que no puede olvidarse de su hijo como una ayuda para conocer el amor y la misericordia de Dios: ¿Puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvidara, yo no me olvido de ti? (Is 9,5).

El amor y el cumplimiento de los mandamientos

Nuestra segunda lectura de hoy,  de la Primera Carta de San Juan, afirma: "El amor de Dios consiste en esto: que cumplamos sus mandamientos, y sus mandamientos no son pesados" . No basta especular sobre al grandeza del amor de Dios, ni llorar ante el crucifijo, ni dedicarse a hacer teología sobre el tema, lo primero es cumplir los mandamientos de la ley de Dios. Como dice el dicho popular obras son amores no buenas razones. También Jesús dice que no basta decirle "Señor, Señor", sino que hay que cumplir la voluntad de Dios. Pensemos hoy, pues, en los mandamientos que más descuidamos. Puede ser el primero si nos olvidamos de Dios y el hecho de que sí es el Señor, o el tercero, si no respondemos a la convocación del Señor de participar en la Sagrada Eucaristía cada domingo y hacer que el domingo sea de verdad Dia del Señor; o el sexto que hoy muchos le hacen caso omiso y consideran el sexo como una suerte de recreo; o el octavo que prohíbe la mentira.

Debemos de recordar que todos los atributos de Dios se identifican en Él. No podemos decir, que yo estoy a favor de la misericordia, pero la justicia no. Todo en Dios es absolutamente simple, y la única distinción que hay es la de las tres personas, de manera que la misericordia de Dios se identifica con su justicia, con su sabiduría, con su omnipotencia etc. Nuestra mente necesariamente tiene que distinguir, pero en Dios todo es simple.

La misericordia de Dios y el Sacramento de la Penitencia

Nuestro evangelio de hoy nos presenta la escena de la aparición de Jesús a los doce apóstoles en el Cenáculo en la tarde del domingo de la resurrección. Es lógico que al aparecer Jesús sin tener que pasar por ninguna puerta los apóstoles se hayan asustado. Ellos lo habían abandonado, Pedro lo había negado, de manera que podemos imaginarnos que tendrían miedo de que les echara en cara su pésimo comportamiento. Sin embargo, Jesús los saludo con esa palabra maravillosa shalom que significa que uno desea al otro la suma de todos los bienes mesiánicos incluyendo la plena reconciliación con Dios. Jesús repite el saludo hasta tres veces en este pasaje.

En ningún caso Jesús los recrimina, sino que renueva la misión que ya antes de su muerte les había confiado. En realidad se trata de la misma misión que Él había recibido del Padre y ahora la comunica a ellos. La misión necesita de la comunicación del Espíritu Santo. Por ellos dice Jesús: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los  pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20,23). Se trata del texto más importante referente a la institución del Sacramento de la Penitencia.  Es el sacramento especialmente instituido por Jesús para manifestar la misericordia de Dios.

Tal vez el aspecto más doloroso que se ha manifestado en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II es el abandono de este sacramento de parte de un gran número de católicos de muchos países, algunos más que otros. El Papa Francisco ha colocado como eje de su Pontificado el tema de la misericordia y no sólo ha proclamado un próximo Año de la misericordia, que empezará el 8 de diciembre del presente año, sino también él mismo se ha puesto a confesar en San Pedro y ha acudido a un confesionario a confesarse él. ¿Es que hoy en día se peca menos que antes, o más bien se ha perdido el verdadero sentido del pecado? Hay personas a quienes les cuesta creer que Dios las puede perdonar. El reconocimiento de sus pecados es un don de la gracia, pero estas personas han de pedir a Dios la gracia de experimentar su infinita misericordia. Podrían repetir el Salmo Responsorial de hoy, 117, que el el salmo de la Pascua por excelencia: "Dad gracias porque es bueno, porque es eterna su misericordia". Es infinita y no tiene límites. Hay otros que tampoco son capaces de experimentar la misericordia de Dios porque gracias a racionalizaciones, se convencen de que son "buena gente" y que en realidad no tienen pecados. El que no se reconoce como pecador, tampoco puede tener la experiencia de la misericordia de Dios.

Conclusión

Abramos nuestros corazones en este domingo segundo de Pascua, Domingo de la Misericordia de Dios para que podamos de verdad encontrarnos con ese Dios que es misericordia y que tiene infinitas ganas de perdonarnos, de reconciliarnos con Él. Esto lo ha demostrado entregando a su propio Hijo hasta la muerte más horrorosa de la cruz. Examinemos bien nuestra conciencia y acudamos al sacramento de la Reconciliación o la Penitencia.

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