miércoles, 16 de marzo de 2016

¿EXISTE UNA PROTESTANTIZACIÓN DE LA IGLESIA?



La pregunta no es tan fácil de contestar como pudiera parecer. Primero, ¿en qué consistiría tal protestantización? Sabemos que el protestantismo tiene una serie de características desde sus inicios con Lutero, Calvino y Zwinglio, siendo éstos los principales protagonistas de la rebelión protestante en contra de la Iglesia Católica en el siglo XVI. Sin embargo, como existen más de 36,0000 sectas protestantes, no es tan fácil distinguir en pocas palabras las doctrinas protestantes. El fenómeno de la multiplicación de las sectas proviene de una de las principales ideas del mismo Lutero, es decir, el así llamado libre examen de la Biblia. Pues el Reformador consideraba que el sentido de la Biblia es patente y cualquiera con fe la puede entender. Obviamente, los hechos dan un profundo mentís a esta tesis simplona. ¿Acaso una serie de escritos unidos en un solo libro, provenientes de un gran número de autores (aunque el concepto de autor aplicado a la Biblia difiere bastante de lo que entendemos hoy por auto) a lo largo de un período de más o menos 1000 años, escritos en tres lenguas principalmente hebreo y griego, con unos cuantos pasajes en arameo, no es tan fácil que digamos. Parece obvio hoy en día que se necesita un serio estudio del contexto histórico, cultural y religioso de las épocas a las que se refieren los libros bíblicos. Lo mismo dígase de los varios géneros literarios presentes en la Biblia, como el histórico, el mítico, la novelesca, la poética, entre otros, además del hecho de que lo que los autores antiguos concebían como historia no corresponde a lo que hoy en día es considerado como historia. Los otros elementos esenciales del protestantismo, además de la sola sciptura, la sola fides, la sola gratia, y en general una reducción de muchos elementos de la fe católica como el caso de los siete sacramentos, el rechazo de la sucesión apostólica de los obispos y del ministerio petrino. Otros aspectos no menores de la doctrina propuesta por los Reformadores son el énfasis en la justificación del pecador y la naturaleza de la Iglesia y su misión, el papel fundamental del Magisterio de la Iglesia, éstas últimas siendo posiblemente los más complicados. Además de todo este bagaje que proviene de la rebelión del siglo XVI, hay otro tipo de protestantismo proveniente de Estados Unidos que difiere bastante del protestantismo clásico. Es producto de varios revival, o renovaciones de tipo emocional, que incluso dan una mayor importancia a una experiencia subjetivo-emocional, llamado born again “vuelto a nacer”. Voy a precisar un poquito estos elementos para intentar responder a la pregunta planteada arriba. El protestantismo es una suerte de libro de bolsillo del cristianismo, que no contiene elementos fundamentales que mantiene tanto la Iglesia Católica como las Iglesias Ortodoxas.

Además de todos estos aspectos doctrinales, aunque hay mucha diversidad, existe también mucho subjetivismo, proveniente del mismo Lutero y la época posterior a partir de la filosofía de Descartes, aunque éste no fue protestante. Existen exegetas protestantes que ya no siguen los presupuestos del protestantismo clásico del siglo XVI, pues los estudios histórico-críticos, que se han realizado desde la segunda mitad del siglo XVI no permiten una actitud tan ingenua acerca de la Biblia. Sin embargo, particularmente en Estados Unidos, donde el protestantismo tiene más fuerza, hay un gran porentaje de los creyentes que son fundamentalistas y rechazan lo que aportan los estudios histórico-criticos a la mejor comprensión de la Biblia. Otro aspecto del protestantismo clásico característico de Lutero es el pesimismo antrológico. Como producto de su propia experiencia de escrúpulos y un concepto equivocado de Dios a quien veía como un señor furioso dispuesto a fulminarlo y mandarlo al infierno, juntamente con el sentido de la propia incapacidad de superar el pecado, el hombre para Lutero, pese al arrepentimiento de sus pecados, no logra ser verdaderamente justificado. En el fondo, está lleno de podredumbre que no es posible eliminar. En realidad se trata de una noción equivocada de Dios, aunque Lutero no cuestionó nunca la doctrina trinitaria y cristológica de los los concilios de la iglesia antigua. Pues se trataría de un dios incapaz de santificar de verdad y a fondo al hombre.



El protestantismo y la secularización

En cuanto a la doctrina moral, y en concreto la moral sexual, en general las comunidades protestantes mantenían una doctrina coincidente con la católica hasta el año 1930, cuando los Anglicanos en la Conferencia de Lambeth declararon permisible el uso de los anticonceptivos. A partir de allí, y sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial con el progreso de la así llamada revolución sexual que tuvo un punto álgido en el año 1968, las divergencias entre la doctrina moral católica en el tema de la sexualidad ha divergido mucho. Podemos decir que la secularización ha golpeado más duramente a las comunidades protestantes, con la excepción de algunas de tipo fundamentalista en los Estados Unidos, de manera que la Comunión Anglicana ha llegado a aceptar la homosexualidad e incluso “ordenar” a obispas lesbianas. Uno de los resultados de esta secularización masiva entre las comunidades protestantes orgininarias ha sido un abandono cada vez más pronunciado de la práctica religiosa. Más adelante vamos a intentar reponder si existe la misma tendencia en la Iglesia Católica.

En un primer intento de dar respuesta a la pregunta planteada podemos afirmar en el seno de la Iglesia existen unas tendencias hacia la secularización que se han dado con más fuerza entre los Anglicanos y los protestantes, con resultados nefastos. Se ha ido perdiendo lo que es específico en el ser cristiano. Si bien es cierto que los protestantes han contado con menos diques de contención que la Iglesia por no contar con un Magisterio al que le toca llamar la atención y señalar cuál es la doctrina correcta, ha habido un progresivo debilitamiento de la identidad católica entre muchos católicos y una gan pérdida de la disciplina en la Iglesia. Este proceso empezó con la crisis que se dio a partir del Concilio Vaticano II, hasta el punto que el Beato Pablo VI llegó a decir que “el humo de Satanás ha entrado en la Iglesia”. El Concilio, en palabras del Papa San Juan XXIII, quiso abrir las ventanas de la Iglesia al mundo, pero este proceso se llevó a cabo con bastante imprudencia, no de parte del mismo Concilio, sino de un grupo notable de sus interpretadores,

Algunos de los aspectos centrales del protestantismo clásico no afectan a los católicos actuales, como es el caso del principio fundamental de Lutero sola fide justificación . De hecho, como producto del diálogo ecuménico se ha llegado a un acuerdo sustancial sobre este tema en el año 1999. Tampoco otro elemento esencial de la Reforma, es decir, la sola scriptura ha provocado problemas para la Iglesia en nuestro tiempo. Este principio en parte es positiva en cuanto que se promueve de parte de los católicos el conocimiento más profundo de la Sagrada Escritura, cosa que se da más entre los católicos en países de mayoría protestante, amén de ser algo vivamente promovido por el Concilio Vaticano II. Sí se ha presentado problemas en relación con al fe y la historia, es decir, las controversias acerca del Jesús histórico y el Cristo de la fe. El estudio de este tema a través de la aplicación de la metodología de la historografía de tipo racionalista proveniente de la Ilustración y empezando en Alemania en el siglo XVII, ha producido ciertos problemas, tanto para el protestantismo como para el catolicismo. Sin embargo, no es que se trate de una tema relacionado con los principios fundamentales de la Reforma Protestante, pues en la época no se planteaban estos problemas. Donde sí ha habido problemas para el Magisterio de la Iglesia y una serie de intervenciones importantes en estas últimas décadas, a partir del Vaticano II ha sido en la moral y la mediación de la Iglesia y la importancia de su Magisterio. Vamos a examinar algunos de estas controversias en un intento de responder a nuestra pregunta.

La controversia sobre los anticonceptivos y la Encíclica Humanae Vitae

La primera gran contorversia que se dio en la Iglesia en el campo de la moral después del Concilio Vaticano II has sido la de la moralidad del uso de los anticonceptivos. Conviene traer a la memoria algunos aspectos de esta controversia, que tuvo su punto álgido el 1968 con la publicación de la encíclica Huamanae Vitae de parte del Beato Pablo VI. Esta importante carta enciclica se publicó precisamente en tiempo de grandes convulsiones políticas y sociales como fueron las protestas contra la Guerra del Vietnam en Estados Unidos como huelgas y revueltas de trabajadores en Fracia, que remecieron al gobierno del General Charles de Gaul, y abrieron el camino para lo que luego se ha dado en llamar la revolución sexual. Esta última se había gestionado sobre todo en Estados Unidos en el período de la entre guerra y propulsado hábilmente por el investigador farsante sobre la sexualidad Alfred Kinsey, en cuyas perversiones y métodos criminales de adquirir sus falsos resultados, recogidas en sus dos libros  Sexual Behavior in the Human Male  , (1948) y Sexual Behavior in the Human Female (1953) tuvieron una influencia enorme en la posterior revolución sexual, amén de supuestas experiencias sexuales de infantes. No puedo entrar en detalles acerca de los hechos horrorosos protagonizados por Kinsey y su equipo de supuestos investigadores. Cabe señalar que un gran porcentaje de los encuestados eran delincuentes sexuales que poblaban las cárceles. En realidad lo que pretendía sus supuestas investigaciones era justificar sus propias aberraciones criminales. Pese a los hechos incontestables que demuestran sus múltiples perversiones, Kinsey ha tenido una influencia enorme en el campo de la así llamada educación sexual y en la promulgación de leyes en este campo.

El Papa Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, había reservado para sí el pronunciamiento sobre el tema del control de la natalidad. Ya su predecesor Juan XXIII había nombrado una comisión ad hoc para estudiar el tema. En la época se había introducido la píldora anticonceptiva y en algunos sectores de la Iglesia se pensaba que no caía dentro de la tradicional prohibición de los anticonceptivos. Pablo VI amplió el número de los integrantes en la comisión, algunos de los cuales distaban de ser auténticos expertos en el tema. En realidad la comisión tenía una finalidad más amplia, la de estudiar la población, la familia y la natalidad. Sin embargo, ha sido llamada “La comisión sobre el control de la natalidad”. El Concilio concluyó sus sesiones el 8 de diciembre de 1965. La comisión realizó sus labores entre los años 1964 y 1966. El teológo moralista católico Germain Grisez, que colaboró con el P. John Ford, S.I, uno de los mejores moralistas norteamericanos de la época y fiel al Magisterio de la Iglesia, que era miembro de la comisión. Según Grisez, el Papa Pablo VI no tenía ninguna intención de intentar cambiar la doctrina de la Iglesia respecto a la prohibición de los anticonceptivos, ya reinterada por la encíclica del Papa Pío XI en su encíclica Casta connubi de 1931, que a su vez fue publicada como respuesta católica a la decisión de los Anglicanos en la Conferencia de Lambeth del año anterior de permitir el uso de tales medios de control de la natalidad. La duda era si la nueva píldora era un anticonceptivo. En realidad Pablo VI, al ampliar la comisión ya constituda por su predecesor Juan XXIII, afirmó que no se trataba en manera alguna cambiar la doctrina tradicional, reafirmada por Pío XI, que condenaba los anticonceptivos. En 1967, el informe de la comisión, favorable al cambio de la doctrina de la Iglesia respecto al control de la natalidad fue fugada a a prensa. El Papa, siempre favorable al diálogo y a escuchar las partes, según Grisez, quería saber si había algunos argumentos a favor de un desarrollo de la doctrina tradicional.

Pablo VI, siempre respetuoso de las opiniones de otros y a favor del diálogo, manejó mal los tiempos y la composición de su Comisión fue heterógena de manera que se creó una enorme expectativa acerca de un supuesto cambio de la doctrina sobre el uso de los anticonceptivos. El informe de la Comisión fue filtrada a la prensa para aumentar la presión sobre el Papa para que dictara a favor de la posición mayoritaria de la comisión. No contaron con el hecho de que el Papa tuviera un gran sentido de la propia responsabilidad y aunque tardó más de un año en publicar su en cíclica Humanae Vitae, no dejó ninguna duda acerca de la posición de la Iglesia sobre el tema. La opinión pública se había echado en contra de la doctrina de la Iglesia y muchos, incluso obispos y cardenales daban por seguro que el Papa iba a cambiar la doctrina. Por ello, se dio el mayor episodio de disenso y rechazo de una doctrina moral de la Iglesia de los últimos siglos.

Apenas publicada el encíclica o incluso organizado antes se dio una verdadera rebelión de parte de un gran número de teólogos algunos de gran relieve como Bernard Haring, Karl Rahner, Charles Curran, organizador del disenso en Estados Unidos, incluso varias Conferencias Episcopales intentaron desdecir lo que claramente había dicho el Papa en la encíclica con una supuesta aplicación pastoral. Este disenso, fenómeno nuevo en la Iglesia, fue el primer paso de un disenso mayor y rechazo de la práctica totalidad de la moral sexual de la Iglesia y cuestionamiento de la misma autoridad de la Iglesia. No está de más recordar que el Beato Cardenal Newman afirmaba que la esencia de la religión revelada es precisamente la obediencia. El mantra de muchos, obispos, sacerdotes y laicos llegó a ser “sigue tu conciencia” al parecer sin importar si la conciencia había logrado alcanzar la verdad. Se trata de una caída en el subjetivismo en algunos aspectos similar a la rebelión de Lutero y sus secuaces. Como en la época afirmaba el gran teólogo y cardenal Charles Journet, “No tiene sentido levantar en lugar de la autoridad de la Encíclica la autoridad de su conciencia personal” (In the Light of the Encyclical, L'Osservatore Romano, 10-10-1968). El Papa en la misma Encíclica (n 6) afirma que enseña con la misma autoridad de Cristo, pero eso no desanimó a los opositores. Una década más tarde, el San Papa Juan Pablo II dejó clara su voluntad de afirmar y profundizar lo enseñado por su predecesor en la Humanae Vitae, una larga serie de catequesis que se han llamado La Teología del Cuerpo. Se llegó luego a hablar de un Magisterio Paralelo, es decir de los teólogos, que basados en su supuesta autoridad derivada de sus estudios se consideraban autorizados a contradecir lo que la Iglesia había enseñado desde siempre. En realidad, lo que decían a los fieles católicos era esto: “El Papa ha reiterado lo que la Iglesia siempre a enseñado respecto a la transmisión de la vida humana. Él está equivocado porque no ha hecho caso a los consejos que una gran mayoria de nosotros les hemos dado. Por lo tanto, vosotros están autorizados por nostros, que sabemos más de estos temas que el Papa, a no hacerle caso a loque enseña en la Encíclica Humanae Vitae”. No es que hayan dicho esto en tantas palabras, pero éste es el resumen de su posición. Por lo tanto, lo considero como el mayor intento de protestantización de la Iglesia, por desestimar la mediación del Magisterio y su autoridad proveniente del mismo Señor a enseñar la doctrina de fe y moral.

Algunas consecuencias del rechazo de la doctrina expuesta en la Humanae Vitae.

Aunque no es mi intención tratar con detalle las graves consecuencias para la Iglesia en los fieles católicos de esta rebelión de parte ante todo de obispos y sacerdotes y su intento de imponer su propia opinión por encima de la doctrina de la Iglesia, sí quisiera señalar brevemente algunas de sus consecuencias, que fueron lo que provocaron la publicación de otra gran Encíclica, esta vez de San Juan Pablo II, la Veritatis Splendor del año 1993, en la que se propone “afimar los principios para el discernimiento de lo que es contrario a la doctrina sólida”. Ya en 1984, el mismo papa dedicó una serie de catequesis para explicar y profundizar en el sentido de la Humanae Vitae. Más adelante me extenderé un poco sobre algunas de las consecuencias prácticas de este rechazo de la doctrina de la Iglesia. Se repetií mucho que la doctrina propuesta en la Humanae Vitae no es infalible o no está defida dogmáticamente. Esto para justificar el rechazo de la doctrina contenida en la encíclica y propuesta con la autoridad del Señor concedida a los apóstoles y sus sucesores, en primer lugar San Pedro y los Papas. San Juan Pablo II en su enciclica de 1993 abordó algunas de las consecuencias que provocó el rechazo de la Humanae Vitae en la teología moral de muchos. Por una parte se proponía una teoría equivocada sobre la opción fundamental, según la cual si uno tiene una orientacion general de la vida hacia Dios y su voluntad, eso no se rompe con un acto. Así se fue creando confusión acerca de la distinción entre el pecado moral y el venial. Se propuso una nueva distinción entre pecados serios y graves o mortales. El Papa rechaza tanto la teoría del consecuencalismo que pone todo el peso de la moral de la acción en la finalidad o las consecuencias de la acción, sin tomar en cuenta el fin del acto. Igualmente rechaza la teoría del proporcionalismo, según la cual un acto es bueno o mal según la proporción de bien o mal que proviene de tal acto. De esta manera rechazan la posibilidad de unas prohibiciones absolutas sin excepciones. Resumiendo, todo esto proviene en un principio de la desobediencia de muchos moralistas a la Iglesia al reafirmar el Beato Pablo VI la doctrina sobre la procreación o el rechazo de los anticonceptivos. En esto se asemeja la Reforma Protestante que fue también una rebelión en contra de la autoridad de la Iglesia y un rechazo de la Tradición en muchos aspectos.

Ya en el año 1994, el escritor Vittorio Messori preguntaba al entonces Cardenal Josef Ratzinger en su larga entrevista publicado bajo el título Informe sobe la Fe, la posibilidad de que los católicos, teólogos y laicos estén atraídos por el protestantismo. El Cardenal respondía:

 “Desde luego no es fácil explicarlo. Me viene a las mientes esta consideración. El protestantismo surgió en los comienzos de la Edad Moderna y, por lo mismo, está más ligado que el catolicismo a las ideas-fuerza que produjeron la edad moderna. Su configuración actual se debe en gran medida al contacto con las grandes corrientes filosóficas del siglo XIX. Su suerte y su fragilidad están en su apertura a la mentalidad contemporánea. No es extraño que teólogos, católicos, que no saben ya qué hacer con la teología tradicional, lleguen a opinar que hay en el protestantismo caminos adecuados y abiertos de antemano para una fusión de fe y modernidad.

Conclusión:

Habiendo rechazado el principio de la mediación de la Iglesia y autoridad del Magisterio, el protestantismo empezó con una gran debilidad. Se multiplicó en un número enorme de sectas y se sometió al vaivén de las corrientes secularistantes de la Ilustración de los siglos XVII y XVIII. Aunque el la misma época, después del Concilio de Trento, la Iglesia Católica tuvo que enfrentarse con grandes desafíos como fueron el jansenismo, el absolutismo regio que intentó a través del gallicanismo, febronianismo, josefinismo y en general el embate de la Ilustración con su rechazo de la revelación, gracias al hoy en día tan denostado centralismo romano, se logró mantener la unidad y la catolicidad de la Iglesia. El Concilio Vaticano II abrió otra época en la vida de la Iglesia con sus grandes desafíos y también oportunidades. El secularismo y el relativismo ya no son fenómenos de élites intelectuales, sino llegan a tocar al pueblo cristiano entero, gracias a los medios masivos de comunicación. No pocos en la Iglesia piensan que ella ha de enfrentarse con estos desafíos de manera similar a lo que han hecho los Anglicanos y los comunidades protestantes surgidas en el siglo XVI, no los evangélicos más o menos fundamentalistas de Estados Unidos. Ya no es posible mantener el orden y la disciplina dentro de la Iglesia como se hacía en otros tiempos, por ejemplo, en el Pontificado de San Pío X cuando se enfrentó con la crisis del modernismo, que en el fondo era un primer de reaccionar al mundo secularizado y relativista como lo habían hecho los protestantes a lo largo del siglo XIX. El Papa Pablo VI, tan convencido del valor del diálogo y tan respetuoso de las posiciones de otros, no consideraba que pudiera apagar el fuego del disenso con los mismos métodos de su predecesor San Pío X. Ya había muchos obispos y cardenales convencidos de los errores y abiertos a aceptar doctrinas erróneas o pensar que la doctrina de la Iglesia podía evolucionar para acoger más aspectos del mundo secularizado y relativista.

Podemos concluir que ha habido muchos intentos de protestantización de la Iglesia al menos en algunos aspectos. San Juan Pablo II, con la ayuda del entonces Cardenal Ratzinger, intentó ponerle un dique a estos intentos, pero su éxito ha sido solamente parcial. Se ha visto en los recientes Sínodos de Obispos convocados por el Papa Francisco un resurgimiento de estos intentos de protestantización en la forma de la propuesta del Cardenal Kasper de dar la comunión a los divorciados y vueltos a casar, y en unas expresiones positivas acerca de los homosexuales, que difícilmente podrían homologarse con la doctrina de la Iglesia expresada en el Catecismo.

En 2013, el prestigioso Pew Institute con sede en Washington hizo una encuestas sobre la moral en una cuarentena de países, y sobre lo que los Católicos mantienen acerca de temas como el aborto y el uso de los anticonceptivos. Los resultados pueden ser o no sorprendentes: http://www.pewglobal.org/2014/04/15/global-morality/

Por pone unos ejemplos: En Chile sólo el 16% de los encuestados considera el sexo antes del matrimonio moralmente inaceptable; en España 8%. En España 39% considera que no tiene nada que ver con la moral, y así la totalidad de los países europeos. En cuanto a la moralidad del uso de los anticonceptivos los porcentajes son incluso mayores y muchos también consideran que el aborto no es una cuestión que tenga que ver con la moral. Unos se pregunta qué según ellos es la moral si matar a un niño en el seno materno no es una cuestión que tenga que ver con la moral.

Hay, pues un claro debilitamiento de la fe y su influjo en la vida real de los católicos. Tiene muchos aspectos como la casi nula práctica del Sacramento de la Penitencia en la totalidad de los países así llamados desarrollados. Muchos dicen que “pido perdón a Dios en mi corazón”, pero ni se les ocurre preguntarse si eso es lo que Dios quiere o qué es lo que quiere. De los pocos que acuden al sacramento no saben qué confesar o piensan que no tienen pecados. Otros apelan a su propia interpretación de la Biblia y no lo que enseña la Iglesia. En parte debido a la crisis de la pederastia en la Iglesia, son bastantes los católicos que piensan que la Iglesia debería de cambiar la tradición del celibato sacerdotal, gracias a que lo que forma su conciencia no es lo que enseña la Iglesia sino los medios masivos de comunicación. Están sujetos a lo que el entonces Cardenal Ratzinger, a punto de ser elegido Papa, llamó la dictadura del relavitismo. El mismo se preguntó a sí mismo al referirse a los últimos tiempos y su vuelta: "¿Cuando vuelva el hijo del hombre, encontrará fe en la tierra? " (cf. Lc 18,1-8). Según entiendo el tercer secreto de Fátima se refería a la apostasía de las naciones cristianas. Si es así, lo estamos constatando ya. 









sábado, 12 de marzo de 2016

"EL QUE ESTÉ SIN PECADO, QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA"

V DOMINGO DE CUARESMA CICLO C.

El gran escritor ruso Dosteovzsky fue condenado a muerte por el Czar Nicolás por pertenecer a una sociedad secreta. Pocos días antes de la fecha de la ejecución, fue perdonado por el Czar. Sin embargo lo llevaron al patíbulo. Posteriormente pudo escribir estas palabras: "Al que sabe que tiene que morir, los últimos cinco minutos de vida parecen interminables, una enorme riqueza. En aquel momento nada es más penoso que el pensamiento incesante de que uno podría no morir, de poder dar la vuelta a la vida. Entonces, qué infinidad! Se podría transformar cada minuto en un siglo entero!" El episodio que nos presenta el evangelio de hoy nos pone delante un caso de una muerte casi cierta para aquella pobre mujer pillada en el mismo acto de adulterio y una verdadera chusma de gente supuestamente devota y defensora de la justicia expresada en la ley que están a punto de destruirla en base a golpes de piedras. El episodio evangélico me recuerda de una famosa película que salió en 2008, llamada La verdad sobre Soraya, en la que es apedreada una mujer musulmana de Irán basada falsas acusaciones de infidelidad.

Podemos imaginarnos lo que sentía la mujer de nuestro evangelio al ser sacada del lugar de los hechos y llevada ante Jesús como pretexto para ponerle en un aprieto tremendo. Seguramente que los fariseos y expertos de la ley de Moisés pensaban que habían encontrado el caso perfecto para desprestigiar a Jesús, que como rabino nuevo atraía a tanta gente. Sí pedía que no apedrearan a la mujer, le podrían acusar de ser infiel a la ley de Moisés. Si aprobaba el acto reprobable que se disponían a realizar, es decir, aprovecharse de la situación penosa de esta pobre mujer como arma arrojadiza en contra de Jesús, podían acusarle de falta de misericordia. Los romanos tenían un dicho acerca de la aplicación literal de la ley summum ius, summa iniuria, es decir, una aplicación demasiado estricta de la ley se convierte en una injusticia extrema. San Pablo escribía en una ocasión que “el poder se manifiesta en la debilidad”. Esta es la manera de actuar de Dios, que también Jesús reflejaba en cada una de sus actuaciones, pero sobre todo se manifiesta en la debilidad extrema de la cruz. . Además, en esta ocasión los fariseos manifiestan su suma hipocresía y su miseria moral, algo muy común también en nuestros días.

En la primera lectura tomada de la segunda parte del Libro de Isaías, el profeta en el contexto del regreso de los exiliados de Babilonia a Jerusalén y la gran alegría que este hecho provoca en el su corazón, se refiere a un camino que se abre en el desierto. Dios promete que va a hacer algo nuevo. Por otra parte, San Pablo en nuestra segunda lectura de su Carta a los Cristianos de Filipo, afirma que ha perdido todo o ha preferido perder todo “con tal de ganar a Cristo y de existir en él, no con una justicia mía -la de la ley- , sino la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe”.

No es que Jesús no tome en serio lo que manda la ley o no considera el adulterio un pecado muy grave, pero trajo al mundo una gran novedad, que queda reflejada también en sus múltiples pronunciamientos recogidos por San Mateo en el Sermón de la Montaña, como su mandato de amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos odian y nos hacen daño. Esta novedad traída al mundo por Jesús incluye también la voluntad de perdonar siempre, como dijo a San Pedro, “no setenta veces, pero setenta veces setenta”. Tanto en lo que hemos oído del Profeta Isaías como en las palabras de San Pablo, encontramos expresada esa misma novedad, que también hemos escuchado en el Evangelio del domingo pasado sobre el Hijo Pródigo. Por lo tanto, no nos debe extrañar que Jesús, luego de haberse agachado para escribir en el suelo, diga “el que está sin pecado, que tire la primera piedra”. Algunos comentadores y predicadores han pensado que se retiraron los enemigos de Jesús por miedo a que revelara sus propios pecados y los escribiera sobre el suelo. El evangelio no nos entrega más detalles, pero lo cierto es que las palabras de Jesús sacudieron las conciencias de los que antes con tanta “justicia” están a punto de apedrear a la pobre mujer adúltera. Por otra parte, no hay nada acerca del cómplice en el pecado, pues así eran las cosas en aquella época, y todavía hoy en el mundo islámico.

El episodio de la mujer sorprendida en adulterio flagrante nos cae perfectamente en este Año de la misericordia”. No basta la justicia según la ley. Aquí también tocamos el gran tema del Pontificado del Papa Francisco. Ya a los pocos días de ser elegido, en el Ángelus del 17 de marzo de 2013, también quinto domingo de Cuaresma del ciclo C, pronunció las siguientes palabras: "No se nos olvide esta palabra: Dios jamás se cansa de perdonarnos, jamás! El problema es que nosotros nos cansamos, nosotros no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Jamás nos cansemos, no nos cansemos nunca! Él es el Padre amoroso que siempre perdona, que tiene aquel corazón de misericordia para con todos nosotros".  También nosotros aprendamos a ser misericordiosos con todos”. En estas palabras que el Papa pronunció en los primerísimos días de su Pontificado podemos encontrar la clave del motivo de su posterior proclamación del Año Jubilar de la Misericordia. En este año nos toca seguir el Evangelio de San Lucas, que  se suele  llamar “Evangelio de la Misericordia” por ser el único que nos entrega la parábola del Hijo Pródigo como otras muestras de la misericordia de Jesús, como es el caso del así llamado Buen Ladrón que alcanzó misericordia en los últimos momentos de sus suplicio en la cruz. San Mateo recoge una invitación de Jesús de ser “perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. San Lucas recoge la misma expresión de Jesús, pero nos la entrega con una pequeña diferencia: “Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso”.

Notemos que Jesús, una vez que se habían retirado todos los acusadores, le pregunta a la mujer: “¿Nadie te ha condenado?, ella responde “no”, y Jesús prosigue Tampoco te condeno yo. Vete y no peques más” Hay algunos en la Iglesia hoy en día que sí recuerdan de la primera parte de la frase pronunciada por Jesús ante la mujer, pero se olvidan de la segunda parte, o lo que llamamos en referencia a la Confesión, el propósito de enmienda: “Vete y no peques más”. Sin esto no hay verdadera misericordia.

Se supone que los castigos han de ser medicinales, tendentes a la recuperación del delincuente o pecador para que arrepentido de sus fechorías vuelva a formar parte de la sociedad o a ser miembro vivo de la Iglesia, habiéndose arrepentido de sus pecados. En ocasiones esta verdadera conversión del delincuente sí se da, pero en otros muchos no. De ahí la importancia y la gran labor que realiza la Iglesia a través de la pastotral carcelaria, pues gracias a ella no pocos presos se arrepienten y salen transformados. También hay otros, como es el caso de terroristas de ETA en España o Senderistas en Perú que terminan su período en la cárcel y no se arrepienten ni manifiestan ningún arrepentimiento ni piden perdón a los familiares de las víctimas. En esta este Año de la Misericordia se ha querido simbolizar esta actitud de Dios de querer perdonar siempre y manifestar su misericordia a través del símbolo de la Puerta, que se ha abierto no sólo en las Basílicas Romanas, sino también en todas las diócesis del mundo. Hay una invitación de entrar por esta puerta que siempre está abierta y la manera más idónea de hacerlo es a través del Sacramento de la Penitencia o la Reconciliación. Aunque la misericordia de Dios es infinita, y su puerta está siempre abierta, Dios, que nos ha hecho libres no puede forzar nuestra entrada.

En el Libro del Apocalipsis, último libro de la Biblia, en los primeros capítulos, hay unas cartas que el Señor glorioso manda a las siete Iglesias, es decir, siete ciudades en el sureste de lo que es ahora Turquía, indicándoles los aspectos positivos y mejorables de su vida. En la que manda a los cristianos de la ciudad de Laodicea, dice: Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apoc 3, 19-21). Llegará el momento en el que ya no quedará abierta esa puerta de la misericordia, es decir, al llegar a la muerte y pasar a la vida futura ya no tendremos otra oportunidad de arrepentirnos ni de adquirir más méritos ante el Señor. ¿Quén puede prometerse otro año, otra Cuaresma?”

Para terminar cito esta hermoso y conocido soneto del gran poeta del Siglo de Oro Español, también gran pecador, y capaz de reconocer la generosidad del Señor que llama a nuestra puerta y muchas veces no le abrimos:

Qué tengo yo, que mi amistad procuras? 
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,  que a mi puerta, cubierto de rocío,  pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana






sábado, 5 de marzo de 2016

LA PENA CAPITAL

¿PODRÍA LA IGLESIA DECLARAR INMORAL LA PENA DE MUERTE?

Hace unos años vi una entrevista en la cadena de televisión CNN en la que se entrevistaba a un par de jóvenes de unos 35 años provenientes del Estado de Arkansas en Estados Unidos. Ellos acababan de ser liberados de la cárcel donde habían estado presos desde los 17 años de edad por la muerte horrorosa de un par de niños en su pueblo. Uno de ellos había estado casi 18 años en el corredor de la muerte, habiendo sido condenado con el autor de los asesinatos y su amigo condenado como colaborador en el hecho. Según una ley rara que hay en ese Estado pudieron alcanzar la libertad por un aceptando que eran culpables y por otro lado negándolo. Se trataba de un caso sumamente mediatizado y había una gran presión sobre las Fiscalía y la Policía para que encontraran a los culpables. Por este motivo, y posiblemente otros, detuvieron a los dos adolescentes que eran conocidos en el pueblo por su amor a a música metal pesada y en general actuar como tantos jóvenes adolescentes en estos tiempos. El entrevistador le preguntó al que estaba en el corredor de la muerte qué era lo que más le impactó de toda su tremenda experiencia. El joven contestó que desde el momento en que la Policía llamó a su puerta y lo detuvo una cosa era peor que la otra y no podía decir cuál era la peor de todo. También dijo que al ser liberado tuvo que volver a aprender a caminar, luego de haber vivido casi 18 años con sus pies atados por unas cadenas. Éste es un caso de tantos que se proponen en contra de la pena de muerte. Hay que decir que la Constitución de los Estados Unidos contiene la octava enmienda que prohíbe “castigos crueles y inusuales”. ¿La pena de muerte constituye tal castigo? ¿La pena de muerte aplicada al terrorista solitario Timothy McVeigh que hizo volar el edificio federal de la Ciudad de Oklahoma y que terminó condenado a la pena de muerte sufrió una pena justa por haber matado a unos 100 personas sin mencionar a otros muchos que quedaron lesionados para toda la vida, y las secuelas de las familias que perdieron a sus seres queridos? ¿La pena de muerte sería una pena justa para los que derrumbaron los Torres Gemelas y mataron a unas 3000 personas en el proceso? ¿Cuál es la doctrina católica sobre todo esto del crimen y castigo en casos tan graves?

Algunos argumentos en contra de la pena capital

Aquí resumo algunos de los argumentos en contra de la pena de muerte que se encuentran en una web que trata del tema. Se trata tan solo de enumerarlos sin entrar a valorarlos. Interesante que el primer argumento que entrega esta web en contra de la pena de muerte es que según ellos cuesta más ejecutar a un criminal que mantenerlo en prisión. En segunda lugar afirma que la pena de muerte aplicada a los criminales no ayuda sino más bien perjudica a los familiares y seres queridos de las víctimas de este tipo de crimen que tiene como pena la muerte. Luego prosigue afirmando que es posible que el delincuente no haya tenido una defensa adecuada y debido a eso perdió el juicio. Considera éste uno de los principales motivos si no el principal para oponerse a la pena de muerte. No hay pruebas de que la aplicación de la pena de muerte disuada a los delincuentes para que reduzcan el número o la gravedad de sus fechorías. Sostiene que se aplica arbitrariamente, dado que en Estados Unidos su aplicación depende de las leyes del Estado donde uno es condenado. La mayoría de los países, un total de 139, han abandonado este tipo de pena, como es el caso de la totalidad de los países europeos y latinoamericanos. Los autores de esta web traen a colación lo que llaman una perspectiva religiosa, según la cual la casi totalidad de los grupos religiosos considera inmoral la pena de muerte, pese a que se encuentran textos sagrados “aislados” a favor de ella. También dicen que hay una gran disparidad respecto a la raza de los que son sometidos a esta pena. Una desproporción de negros e hispanos, las que se llaman minorías en Estados Unidos. También afirman que hay alternativas como pasar toda la vida en la cárcel sin posibilidad de salir en libertad.



Argumentos a favor de la pena de muerte

Sin ánimo de ser exhaustivo, recojo aquí también algunos argumentos de una web que se pronuncia a favor de la pena de muerte, también de Estados Unidos https://www.quora.com/Justice/What-are-the-arguments-in-favor-of-capital-punishment-death-penalty

1. La pena de muerte tiene un efecto disuasivo en contra de los crímenes más graves contra la vida del prójmo

2. La pena capital cuesta menos que mantener al delincuente en la cárcel para toda la vida.

3. La pena capital es menos cruel que pasar toda la vida encarcelado, tenida cuenta de las condiciones carcelarias en muchos países.

4. La pena de muerte satisface las ganas de venganza

5. La pena de muerte les da más apalancamiento a los fiscales en el momento de negociar la colaboración de los acusados.


Opiniones contemporáneas acerca de la pena de muerte y valoración de las mismas.

En los países donde ha sido abolida la pena capital, de manera especial en Europa y también en América Latina, se encuentran condenas cerradas de esta pena, considerando que la aceptación de la misma demuestra un desarrollo moral primitiva de las personas y las sociedades que la defienden. Copio a continuación un párrafo de un blog de Susana Frisancho, colgado en la web del la ex-Católica y ex-Pontifica Universidad de Perú:

Personalmente considero que la pena de muerte no es justicia. Esta constituye un castigo indigno e injusto, y plantearla como alternativa revela en las personas un nivel primitivo de juicio moral. Estoy convencida de que se puede analizar desde una perspectiva psicológica el tipo de razonamiento que subyace a una postura favorable a la reimplantación de la pena de muerte, y hacer evidente que conforme se avanza en el razonamiento moral, las personas y las sociedades toman una postura contraria a dicha pena. En este sentido, puede afirmarse que el estar a favor de la pena de muerte y proponerla como una alternativa de castigo justo revela un nivel precario de razonamiento moral”.

http://blog.pucp.edu.pe/blog/SusanaFrisancho/2011/04/06/juicio-moral-y-pena-de-muerte-actualizado/

Aquí ella apela a consideraciones psicológicas y a un supuesto avance en el razonamiento moral en neustra sociedad. También apela a estudios de tipo sociológico de La Lawrence Kohlberg, discípulo de Piaget, y su bien conocida teoría del desarrollo moral de las personas, afirma que los que aceptan la pena de muerte están en un nivel inferior de desarrollo moral. Kohlberg postula siete etapas de desarrollo del juicio moral del sujeto. Ni la persona ni la sociedad que permite la pena capital, según ella, están en un óptimo nivel de desarrollo moral. En realidad Fisancho se basa en una teoría psicológico del desarrollo moral de la persona bastante cuestionada para sustentar su rechazo total de la pena de muerte. Curiosamente, o tal vez no, los países más contrarios a la pena de muerte son los europeos, que a su vez son los que más han normalizado el aborto por cualquier motivo, y la eutanasia. Tal es el caso de los países nórdicos como Holanda y Bélgica entre otros. En cambio, en países tradicionalmente católicos como Italia y España hay mucho más rechazo al aborto, al menos viendo las manifestaciones multitudinarias que se dan en las calles de estos países, cosa que jamás de dan en países como Dinamarca o Suecia. En cuanto al desarrollo moral, también llama la atención que en esos países hay menos corrupción política comparado con países como España o Italia. ¿Acaso matar a 100,000 niños antes de poder nacer, triturar sus pequeños cuerpos o quemarlos con soluciones salinas es señal de progreso moral y ética a favor de la vida, mientras se crea un furor en contra de la corrupción que significa aprovecharse de dinero del contribuyente de parte de políticos o funcionarios del Estado para enriquecerse y también propinar una condena sin fisuras a la pena de muerte? Curioso progreso moral ésta.

Pasando ya a examinar el tema de la muerte según la teología católica, comienzo con el sacerdote redentorista Marciano Vidal, que podría llamarse Decano de la Teología Moral en lengua española, habiendo sido Profesor de la Pontificia Univerisdad de Salamanca durante muchos años y luego de la Pontificia Universidad de Comillas en Madrid. Ha escrito muchos libros que han influido enormemente en la formación de sacerdotes y religiosos. En 2001, luego de unos 25 años de docencia y de haber enseñado un notable cúmulo de errores respecto a la moral católica y en concreto acerca de la castidad, tres de sus principales libros fueron cuestionados por la Congregación de la Doctrina de la Fe, y se le mandó reescribir su obra Moral de actitudes con la colaboración de la Comisión de Doctrina de la Conferencia Episcopal, labor que después de haberse reunido con dicha comisión declaró imposible. Aquí enlazo la notificación de la CDF sobre la teología moral de Vidal, sus presupuestos equivocados etc. Abriendo este enlace se puede encontrar un tratamiento completo acerca de las censuras de la CDF al P. Vidal y los libros censurados http://es.catholic.net/op/articulos/16514/cat/21/podemos-considerar-a-marciano-vidal-un-moralista-catolico.html
Acerca de su posición sobre la pena de muerte hay que señalar lo siguiente: Presenta lo que llama “visión global” de la moral de la vida humana. Afirma que !No ha calado todavía las exigencias de la moral veterotestamentaria: "no matarás" “ Distingue tres tipos de muerte o privación de la vida, como la llama: el suicidio, el homicidio y lo que llama la “muerte legalizada”. Echa la culpa a la sociedad contemporánea porque no ha sabido todavía “humanizar al hombre ni suprimir los motivos que conducen a ese gesto fatal “. En cuanto al homicidio, sería una suerte de sacrilegio que se atreve a quitar de Dios el poder exclusivo que tiene sobre la vida y la muerte. En tercer lugar, y lo que nos interesa aquí, es lo que llama la muerte “legalizada”, es decir la pena de muerte,también las muertes provocadas por las guerras y las acciones policiales tendentes a mantener el orden público. Afirma que la humanidad no se ha liberado de la “amenaza de la muerte legalizada”. No es que no distinga entre los varios tipos de muerte legalizada y su carácter moral, Sí lo hace. Rechaza la muerte provocada por la conflictividad social que debería de resolverse de manera pacífica y “debe hacerse mediante un estudio minucioso y matizado “. No acepta el argumento de “legítimo defensa” cuando se trata de la vida de un atacante, sea a la sociedad o a un individuo. Más bien, dice, se tiene que examinar los factores que provocan la violencia e implantar una justicia adecuada. Luego cita aprobando un texto de A Iniesta. Éste afirma que los argumentos propuestos a favor de la pena de muerte provienen no de la fe sino de la razón. Afirma que el estado debería de suprimir la pena de muerte y esgrime en primer lugar el argumento que la una mayoría cada vez más grande la rechaza, y otros argumentos, algunos de los que he señalado arriba como el hecho de que no convence a los delincuente a dejar de delinquir, que no es reparación sin venganza, como la capacidad del Estado de recluir a los peligrosos en cárceles adecuadas. Se trata de una cita de una de las obras de Vidal cuestionadas por la CDF, aunque no necesariamente el juicio de la misma rechaza todo lo que contiene el libro VIDAL, Marciano, Moral de Actitudes, tomo II, Ética de la persona, Ed. Covarrubias, Madrid, 1977, pp. 214-218

Vidal cita el quinto mandamiento del Decálogo “no matarás” sin hacer las necesaias matizaciones. Así se podría concluir que es inmoral matar animales, cosa que no pocos que profesan la falsa religión ambientista y los así llamados animalistas propugnan, al tiempo que rebajan al hombre al nivel de animal permitir la matanza supuestamente terapeútica de la mal llamada eutanasia (palabra proveniente del griego que signficaría “buen morir”. Claro, Vidal no afirma estas cosas. En cuanto al suicidio y el homicidio, su moral parece partir de las teorías psicológicas que se olvidan de la maldad del hombre proveniente del pecado original y el cúmulo de pecados personales tal y cómo queda expresado en la Sagrada Escritura, proviene de una sociedad no suficientemente humanizada o mal ordenada, como si estos males se pudieran erradicar de esta manera: “Viendo Yahvéh que la maldad del hombre cundía en la tierra, y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, le pesó a Yahvéh de haber hecho al hombre en la tierra y se indignó en su corazón” (Gen 6,5). Ciertamente el diluvio es un acto de castigo de Dios, no del hombre y bien sabemos que la venganza le pertenece exclusivamente a Dios (Rom 12,9). Sin entrar en un análisis histórico-crítico del texto de Génesis, podemos señalar de inmediato que el autor o los autores no tuvieron problema en que Dios castigara a los del diluvio con una muerte horroroso quedándose ahogados. En realidad Vidal o el que cita Iniesta no presentan argumentos teológicos en contra de la pena de muerte, sino más bien sociológicos y psicológicos.

San Agustín y Santo Tomás de Aquino sobre la pena de muerte

Dad la importancia de la Tradición de la Iglesia y de manera especial sus más grandes e importantes testigos que en la Iglesia Occidental ciertamente son San Agustín y Santo Tomás de Aquino, dado que ambos doctores han influido tanto en la formulación de la doctrina del Magisterio en tantos aspectos, creo que no podemos dejar fuera sus posiciones respecto a este tema tan discutido en nuestros días. Menciona a San Agustín también porque vivió al final de la época de los Grandes Padres de la Iglesia, y además de tener un extrardinario conocimiento de la Sagrada Escritura que por un lado manifiesta el plana de Dios al castigar al os malhechores y al mismo pueblo, pero por otro lado abunda en manifestaciones y exhortaciones a ejercer la misericordia. Así, desde el Libro del Génesis, Dios permite al fratricida Caín vivir y le coloca una señal para que otros no lo maten (Gen 4,1-16). Si bien es cierto que Dios castiga a los hombres con el diluvio en tiempos de Noé, igualmente luego de haber salvado al hombre por el arca, hace alianza con Noé y deja el arco iris como señal de esa alianza en la que promete no volver a destruir al hombre y al mundo con un diluvio. Sería prolijo incluir todos los textos bíblicos de ambos testamentos que tienden a moderar la necesaria justicia con la misericordia, pero conviene citar un texto fundamental manejado por los Padres anteriores a San Agustín y por él mismo:

1. Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas.
2.De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación.
3.En efecto, los magistrados no son de temer cuando se obra el bien, sino cuando se obra el mal. ¿Quieres no temer la autoridad? Obra el bien, y obtendrás de ella elogios,
4.pues es para ti un servidor de Dios para el bien. Pero, si obras el mal, teme: pues no en vano lleva espada: pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mal.
5.Por tanto, es preciso someterse, no sólo por temor al castigo, sino también en conciencia.
6.Por eso precisamente pagáis los impuestos, porque son funcionarios de Dios, ocupados asíduamente en ese oficio.
7.Dad a cada cual lo que se debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor.
Se trata de un texto al que acuden muchos de los Padres de la Iglesia al tratar este tema de la pena capital A algunos de ellos les sorprende la contundencia de San Pablo al afirmar que “no hay autoridad que no pro, venga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas”, debido en parte a la arbitrariedad con la que bastantes gobernantes perseguían a los cristianos. San Ambrosio, a quien podemos llamar en cierta manera el mentor de San Agustín debido a su papel en su conversión, Él, igual que la misma Sagrada Escritura, como en general los Padres anteriores, refleja las mismas actitudes comunes respecto a la pena y castigo, es decir, ciertamente hay que ser justos a la hora de castigar los delitos, pero así como Dios aminora los rigores de la justicia con su misericordia, un gobernante cristiano ha de hacer lo mismo. San Ambrosio actuó con contundencia cuando el Emperador Teodosio fue responsable de una matanza en Tesalónica. Obligó al mismo Emperador a hacer penitencia pública y le recordó que el Emperador es miembro de la Iglesia, que no está por encima de ella.

En el caso de San Agustín, no podía ser de otra manera para un hombre que contaba con un conocimiento y penetración extraordidinaria de la Palabra de Dios, al igual que la Tradición de la Iglesia. Al inicio de su ministerio episcopal se empeñó a fondo en el esfuerzo por resolver el cisma de los donatistas a través del diálogo y un gran esfuerzo por lograr superar las divisiones y alcanzar la comunión de ellos en la gran Iglesia. A este esfuerzo enorme dedicó unos 10 años. Hay que tomar en cuenta que los donatistas se consideraban la Iglesia pura debido a su intransigencia al acusar a varios obispos de haber entregado los libros litúrgicos a las autoridades (llamados traditores, del verbo tradere que significa “entregar”) durante la persecución del Emperador Diocleciano en los años 303-305. Además, ellos contaban con un grupo de revoltosos llamados circumcelliones o de lo que podríamos llamar en la terminología actual terroristas, de manera que no se trataba de una disputa circunscrita a cuestiones teológicas como el valor del bautismo y la ordenación de los cismáticos y herejes, sino una cuestión de la seguridad pública. En una ocasión San Agustín logró evitar ser asaltado por ellos casi por milatgo al haber cambiado de camino un poco antes. Por lo tanto, al final, sintió la necesidad de buscar el apoyo del brazo secular para intentar arreglar este problema. Es un episodio sumamente estudiado. Aquí no se puede entrar en detalles, pues se necesitaría un libro entero para tratar este tema.

San Agustín vivió en una época bastante convulso y ciertamente valoraba el la importancia de orden el la sociedad, pues define la paz como “la tranquilidad en el orden”. Como los demás Padres reconoce el derecho de la autoridad pública a recurrir a la pena capital para proteger la sociedad de los crímenes de malhechores que tendían a alterar tal orden. Como es bien conocido, San Agustín tenía un concepto realista del hombre herido por el pecado y la concupiscencia e incapaz por sus propios esfuerzos de hacer el bien, y por ellos más difícil alcanzar un orden justo en la sociedad. Aunque se empeño a fondo en la resolución del conflicto religioso y social con el donatismo a través del diálogo, llegó a la conclusión de que este método tenís sus límites. Reconoce el derecho del gobernante a recurrir a la pena capital en el caso de los delitos más graves, también considera que un gobernante justo, motivado por principios cristianos templaría la justicia con la misericordia.

Siguiendo la misma línea establecida por la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia representada por los Padres y de manera especial San Agustín, Santo Tomás defiende el derecho del gobernante a ajusticiar a un malhechor que comete delitos muy graves contra la sociedad y utiliza la analogía de la amputación de un miembro del cuerpo humano para salvar la vida de un hombre. Por lo tanto, se puede deducir que debería de tratarse de un peligro grave para la sociedad.





Todo poder correctivo y sancionario proviene de Dios, quien lo delega a la sociedad de hombres; por lo cual el poder público está facultado como representante divino, para imponer toda clase de sanciones jurídicas debidamente instituidas con el objeto de defender la salud de la sociedad. De la misma manera que es conveniente y lícito amputar un miembro putrefacto para salvar la salud del resto del cuerpo, de la misma manera lo es también eliminar al criminal pervertido mediante la pena de muerte para salvar al resto de la sociedad.
Igualmente otros grandes teólogos como Francisco de Vitoria y posteriomente San Alfonso Ligorio, Doctor de la Iglesia debido precisiamente a su gran importancia en el campo de la moral, defienden el derecho a la aplicación de la pena de muerte en el caso de ofensas graves a la sociedad.





Todo poder correctivo y sancionario proviene de Dios, quien lo delega a la sociedad de hombres; por lo cual el poder público está facultado como representante divino, para imponer toda clase de sanciones jurídicas debidamente instituidas con el objeto de defender la salud de la sociedad. De la misma manera que es conveniente y lícito amputar un miembro putrefacto para salvar la salud del resto del cuerpo, de la misma manera lo es también eliminar al criminal pervertido mediante la pena de muerte para salvar al resto de la sociedad.

Paso ahora a señalar lo que han afirmado algunos Papas acerca de este tema: El Papa Inocencio III (1198-1216) , en el caso del problema de los albigenses en el sur de Francia, una secta neognóstica que además de caer en la misma herejía dualista gnóstica que tantos problemas provocó a la Iglesia del siglo II, representaba un grave peligro para la paz social, por todo ello este Papa declaró una cruzada en su contra:




El poder secular puede sin caer en pecado mortal aplicar la pena de muerte, con tal que proceda en la imposición de la pena sin odio y con juicio, no negligentemente pero con la solicitud debida.
El Papa San Pío V (1566-1571), uno de los grandes papas reformistas que se dedicó con gran energía a implementar los decretos del Concilio de Trento, amén de convocar una cruzada en contra del peligro de los turcos que llevó a la victoria de la Batalla de Lepanto (1571) de parte de la Armada Cristiana, tiene lo siguiente que decir acerca de la pena de muerte, no ya sólo en el caso del homicidios y revueltas, sino en el caso de la homosexualidad y la efebofilia de parte del clero:

Por lo tanto, el deseo de seguir con mayor rigor que hemos ejercido desde el comienzo de nuestro pontificado, se establece que cualquier sacerdote o miembro del clero, tanto secular como regular, que cometa un crimen tan execrable, por la fuerza de la presente ley sea privado de todo privilegio clerical, de todo puesto, dignidad y beneficio eclesiástico, y habiendo sido degradado por un juez eclesiástico, que sea entregado inmediatamente a la autoridad secular para que sea muerto, según lo dispuesto por la ley como el castigo adecuado para los laicos que están hundidos en ese abismo

(Horrendus illud scelus, 1568, que traducido significa “Aquel horrendo crimen”, de manera que se ve que la preocupación de la Iglesia por este tipo de crimen no es reciente. También en el siglo XVII, el Papa Benedicto XIV, gran canonista, dictó normas en contra de la pederastia de parte del clero).

Por si alguien piensa que esta doctrina proviene solamente de siglos pasados, el Papa Pío X en su catecismo, pregunta si “Hay cosas en las que es lícito matar?” Y responde: “



Es lícito matar cuando se lucha en una guerra justa; cuando se ejecuta una sentencia de muerte por orden de la autoridad suprema; y finalmente, en casos de necesaria y legítima defensa de la propia vida contra un agresor injusto.
También el Papa Pío XI tiene esto que decir:

Incluso en el caso de la pena de muerte el Estado no dispone del derecho del individuo a la vida. Más bien la autoridad pública se limita a privar al delincuente de la vida en expiación por su culpabilidad, después de que él mismo, con su crimen, se ha privado del derecho a la vida.
Se trata de expiación por la una culpa obviamente muy grave.

Pasamos ahora al período después del Vaticano II y la intervención del Papa San Juan Pablo II en su Encíclica Evangelium Vita, 52-56, en la que trata del tema de la pena de muerte y su intervención representa un cierto cambio y una cierta adaptación a la sensibilidad actual:

Dios se proclama Señor absoluto de la vida del hombre, creado a su imagen y semejanza (cfr.Gen 1, 26-28). Por tanto, la vida humana tiene un carácter sagrado e inviolable, en el que se refleja la inviolabilidad misma del Creador. Precisamente por esto, Dios se hace juez severo de toda violación del mandamiento "no matarás", que está en la base de la convivencia social.
Dios es el defensor del inocente (cfr. Gen 4, 9-15; Is 41,14; Ier 50,34; Sal19/18,15). También de este modo demuestra que "no se recrea en la destrucción de los vivientes" (Sap 1, 13). Sólo Satanás puede gozar con ella: por su envidia la muerte entró en el mundo (Jn 8, 44), engañando al hombre, lo conduce a los confines del pecado y de la muerte, presentados como logros o frutos de vida.

Matar un ser humano, en el que está presente la imagen de Dios, es un pecado particularmente grave. ¡Sólo Dios es dueño de la vida! Desde esta perspectiva situamos el problema de la pena de muerte, respecto a la cual hay, en la Iglesia como en la sociedad civil, una tendencia progresiva a pedir una aplicación muy limitada e, incluso, su total abolición. El problema se enmarca en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme con la dignidad del hombre y por tanto, en último término, con el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad. En efecto, la pena que la sociedad impone "tiene como primer efecto el de compensar el desorden introducido por la falta". La autoridad pública debe reparar la violación de los derechos personales y sociales mediante la imposición al reo de una adecuada expiación del crimen, como condición para ser readmitido al ejercicio de la propia libertad. De este modo la autoridad alcanza también el objetivo de preservar el orden público y la seguridad de las personas, no sin ofrecer al mismo reo un estímulo y una ayuda para corregirse y  enmendarse.

Es evidente que, precisamente para conseguir todas estas finalidades, la medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente, sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy día, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes.


Nótese que los motivos que justifican las penas son: a necesidad de compensar el desorden introducido en la sociedad, la expiación del crimen, la reparación del daño causado a la sociedad. Sinentrar en la moralidad de la pena capital, tiende a reducir drásticamente su posible aplicación por la consideración según la cual no sería necesaria en el caso de que haya una adecuada organización de la “institución penal”. Se trataría, pues, de un juicio prudencial aplicable en estos tiempos y no una descalificación de la pena capital en sí misma.


Estos puntos quedan recogidos en el Catecismo 2265-2267: ver este pasaje clave:

"Dios se proclama Señor absoluto de la vida del hombre, creado a su imagen y semejanza (cfr.Gen 1, 26-28). Por tanto, la vida humana tiene un carácter sagrado e inviolable, en el que se refleja la inviolabilidad misma del Creador. Precisamente por esto, Dios se hace juez severo de toda violación del mandamiento "no matarás", que está en la base de la convivencia social.
Dios es el defensor del inocente (cfr. Gen 4, 9-15; Is 41,14; Ier 50,34; Sal19/18,15). También de este modo demuestra que "no se recrea en la destrucción de los vivientes" (Sap 1, 13). Sólo Satanás puede gozar con ella: por su envidia la muerte entró en el mundo (Jn 8, 44), engañando al hombre, lo conduce a los confines del pecado y de la muerte, presentados como logros o frutos de vida.

Matar un ser humano, en el que está presente la imagen de Dios, es un pecado particularmente grave. ¡Sólo Dios es dueño de la vida! Desde esta perspectiva situamos el problema de la pena de muerte, respecto a la cual hay, en la Iglesia como en la sociedad civil, una tendencia progresiva a pedir una aplicación muy limitada e, incluso, su total abolición. El problema se enmarca en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme con la dignidad del hombre y por tanto, en último término, con el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad. En efecto, la pena que la sociedad impone "tiene como primer efecto el de compensar el desorden introducido por la falta". La autoridad pública debe reparar la violación de los derechos personales y sociales mediante la imposición al reo de una adecuada expiación del crimen, como condición para ser readmitido al ejercicio de la propia libertad. De este modo la autoridad alcanza también el objetivo de preservar el orden público y la seguridad de las personas, no sin ofrecer al mismo reo un estímulo y una ayuda para corregirse y  enmendarse.

Es evidente que, precisamente para conseguir todas estas finalidades, la medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente, sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Hoy día, sin embargo, gracias a la organización cada vez más adecuada de la institución penal, estos casos son ya muy raros, por no decir prácticamente inexistentes".


El Papa Francisco recientemente, teniendo en cuenta el Jubileo Extraordinario de la Misericordia , ha apelado a los Estados de dejar de aplicar este pena al menos en esta ocasión. También ha tenido otras intervenciones sobre el tema. En su discurso ante el Congreso de los Estados Unidos ha pedido la eliminación de la pena de muerte. Sin embargo, es competencias de las legislaturas estatales y varía según los Estados. Pareciera que es un tema favorita de él considerando el número de veces que lo ha tocado. Debido a su gran insistencia en la misericordia, se puede comprender su rechazo de la pena de muerte. Ciertamente es notable la insistencia del Papa Francisco sobre este tema. Ha escrito una carta al Presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte https://w2.vatican.va/content/francesco/es/letters/2015/documents/papa-francesco_20150320_lettera-pena-morte.html


Como es lógico, parte de la doctrina ya existente de parte del Papa Juan Pablo II, arriba citada como del Catecismo.

Los Estados pueden matar por acción cuando aplican la pena de muerte, cuando llevan a sus pueblos a la guerra o cuando realizan ejecuciones extrajudiciales o sumarias. Pueden matar también por omisión, cuando no garantizan a sus pueblos el acceso a los medios esenciales para la vida. «Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”» (Evangelii gaudium, 53).
La vida, especialmente la humana, pertenece sólo a Dios. Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante. Como enseña san Ambrosio, Dios no quiso castigar a Caín con el homicidio, ya que quiere el arrepentimiento del pecador y no su muerte (cf. Evangelium vitae, 9).
Al mencionar la guerra, no la cualifica con la frase “guerra justa”. No son pocos que hoy en día proponen el argumento según la cual una guerra moderna no puede en ningún caso ser justa, debido al tipo de armamento que se utiliza y dificultad de evitar que las poblaciones civiles queden afectadas, como se ve de manera patente en la actual guerra de Siria. También está la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, que probablemente empezó como una guerra justa, pero antes del final, las mismas potencias occidentales democráticas como son Estados Unidos y Gran Bretaña, realizaron unos bombardeos sobre ciudades alemanas, como es el caso de los ataques a Dresden, que no parecen haber tenido ningún objetivo de tipo militar. En Dresden, muieron más personas que en Hiroshima. Como el ejemplo de lo que sucedió en los años 30 cuando Hitler subió al poder, el pacifivisimo es muy peligroso, porque parece ser una invitación a los agresores a atacar. Parece que en este momento la Santa Sede favorece un ataque militar para acabar con el Estado Islámico, de manera que no se puede decir que la Iglesia rechaza ya la doctrina clásica de la guerra justa, formulada por San Agustín y Santo Tomás de Aquino.


Conclusión


El Papa Francisco parece “empujar más el sobre” (como se dice en inglés) en el caso de la pena capital al afirmar que hoy en día es “inadmisible”. No abunda en los motivos de esta afirmación, pero es de suponer que son los que señalaba Juan Pablo II arriba mencionados. Con esta palabra evita pronunciarse sobre la moralidad de esta pena extrema. ¿Qué significa “inadmisible”? Pues que se debe de considerar inaceptable. ¿Cómo puede ser inadmisible o inaceptable y no ser inmoral? Suponemos que el Papa es consciente de toda la carga de pruebas desde la misma Sagrada Escritura, los Padres de la Iglesia, grandes doctores y el mismo Magisterio de muchos papas a lo largo de los siglos, de manera que no puede decir que es inmoral o que está prohibida. ¿Si hoy en día es inadmisible, podrían darse circunstancias en el futuro en las cuales sería admisible? ¿Se trata de un juicio moral o de un juicio prudencial que el Papa considera perentoria en las circunstancias actuales, pero no vinculante en otras? Si es “inadmisible”, ¿quiere decir que legisladores que mantienen leyes que mandan aplicarla, jueces que aplican tales leyes, verdugos que las ejecutan cometen pecados si cumplen sus funciones, o que debieran declarase objetores de conciencia y rehusar la aplicación de tales leyes y sentencias? El Papa Francisco no responde a tales preguntas, pero a mi parecer, dado que NO PUEDE SER DECLARADA INMORAL debido al cúmulo de doctrina que la avala, aunque tanto en la misma Sagrada Escritura como en la Tradición de la Iglesia, se tiende a motivar a los gobernantes a ejercer misericordia, no es inmoral ni están obligados a declararse objetores de conciencia. No se trataría de la cooperación en un mal, como sería el caso de parlamentarios, médicos y otro personal que cooperan en el aborto o la eutanasia. Pese a que el Papa Francisco lleva una campaña notable e insistente para intentar lograr la eliminación de la pena capital, a mi juicio, NO ES INMORAL. Ni el Papa Juan Pablo II ni Francisco han dicho que es inmoral.
Ahora bien, se podría preguntar sobre la conveniencia de este tipo de campañas de parte del mismo papa, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos y muchos de sus miembros en declaraciones individuales. La Iglesia tanto en Estados Unidos como en los demás países se ha opuesto frontal y constantemente contra el aborto, eutanasia y el así llamado “matrimonio gay”, que sin una sombra de duda constituyen un mal muy grave para las personas y la sociedad. ¿No será que esta campaña en contra de la pena de muerte confunda a los fieles y a los demás ciudadanos, no muy capaces en el momento de hacer distinciones teológicas entre doctrina de la Iglesia es es moralmente vinculante y juicios prudenciales? Creo que sí existe este peligro, pero hemos de suponer que ni el papa ni los obispos no consideran tan importante tal peligro como para que no insistan tanto en la eliminación de la pena de muerte.


Otro tema es que si la muerte física es un mal tan grave para el cristiano que en ocasiones tenga que sacrificar. No es un bien absoluto, pues si así fuera, el martirio no sería un acto tan apreciado desde siempre en la Iglesia. Se puede exponer la vida al peligro de perderla por motivos congruentes, como para salvar la vida de otros en actos heroicos, o en el caso de los agentes de Policía y los bomberos para salvaguardar la vida de otros o para proteger la sociedad. El cristiano considera que en esta vida somos peregrinos y vamos hacia la patria verdadera. Además, cualquier cristiano ha de preferir la muerte que cometer un pecado mortal, pues así gana el verdadero premio de la vida eterna. También en el caso de una guerra justa los soldados han de exponer sus vidas para defender su patria de una injusta agresión.  Es curioso, por decir poco, que toda esta sensibilidad acerca de la pena de muerte tiene más fuerza en países donde se ha perdido la fe cristiana y se tiende a perseguir y ridiculizar a los que hacen manifestaciones públicas de su fe cristiana, como es el caso de Europa. ¿Alguna vez, un político hace referencia a Dios en un discurso o actuación pública? En los últimos tiempos hay un laicismo cada vez más radical y beligerante en contra del Catolicismo, pero la historia de España y el resto de Europa es incomprensible sin la Iglesia. En cambio, en Estados Unidos, es completamente natural escuchar a políticos referirse a Dios. Los fundadores de la república tenían bien asimilado el hecho de que el experimento de una república con las características que ellos habían concebido necesariamente tenía que fundamentarse “en Dios”. Por algo está escrito en el dólar “en Dios confiamos”, en la promesa de fidelidad que se hace ante la bandera se menciona que se trata de “una nación bajo Dios”. Cada sesión del Congreso comienza con una oración recitada por el capellán. Sin embargo, es el país occidental en el que más se mantiene la pena de muerte. ¿Algo se podrá deducir de este hecho?


Es más, los países que más se oponen a la pena de muerte ya han normalizado el aborto y lo han convertido en un pseudo derecho, un derecho a matar a los seres más inocentes gracias a aspiradoras que trituran sus pequeños cuerpos o quemándolos con una solución salina. Recientemente he leído que en algún Estado de Estados Unidos se ha propuesto que se mate a los niños no nacidos con una solución salina que no les duela. A tal extremo se ha llegado, les preocupa que al niño no nacido le duela el asesinato sanitaria que le administran, mientras se rasgan las vestiduras sobre la pena de muerte. El rechazo bastante generalizado de la pena capital se puede interpretar como algo positivo, pero no debemos olvidar que hay inconsistencias entre los que más la rechazan. La posición de la Iglesia en la actualidad es bastante matizada, pero ni los periodistas ni muchos de los fieles son capaces de las necesarias distinciones. Hemos visto también que en otros tiempos, tanto en la Sagrada Escritura como en la Tradición de la Iglesia existen llamadas a las autoridades a moderar la aplicación de este pena y de aplicar la misericordia que es lo que más caracteriza la actuación de Dios en relación con el hombre, cosa que empezó con el mismo Caín que mató a Abel. 





































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EL HIJO PRÓDIGO

HOMILÍA CUARTO DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C: EL HIJO PRÓDIGO

Todos hemos escuchado y leído esta parábola que se encuentra en el c. 15 del Evangelio de San Lucas, pero no puede ser más apropiado volver a reflexionar sobre esta imagen de Dios como Padre misericordioso en este Año de la Misericordia.

Un padre tenía dos hijos, el menor se parece a muchos jóvenes en nuestros días que desean emanciparse, divertirse y llevar el tipo de la vida que según los cánones de nuestro mundo contemporáneo son los que llevan a la verdadera felicidad y la plenitud de vida. Pide el padre que le entregue la parte de la herencia que le corresponde. Esto no corresponde a las costumbres de la época de Jesús, pues nadie podía exigir la herencia mientras todavía vivía el padre. Implica también el rechazo del padre y de todo lo que implica la familia. Ya se ha hartado de ellos y quiere probar otras cosas que le puede proporcionar su libertad.

A los pocos días se va a lo que la traducción llama “un país lejano”. El original griego dice que va a una “kora makra”, una región amplia o espaciosa. Podría significar que se fue de la casa paterna porque la consideraba un ambiente restrictivo que no le permitía vivir lo que consideraba que era la verdadera vida. No mucho tiempo después, se encuentra “en crisis”, como hoy en día se dice. Se da una gran hambruna en aquella región y habiendo gastado su fortuna en juegos y placeres, choca con la dura realidad. Podemos suponer que mientras tenía dinero tenía también “amigos” que lo acompañaba y compartían con él en sus diversiones, pero cuando llega la crisis y no tiene nada, no aparece ninguno de ellos a ayudarle. No tiene más remedio que ir a trabajar con un labrador que criaba cerdos. Podemos imaginarnos la vergüenza que significaría para un judío del siglo I tener que rebajarse a trabajar en cuidar cerdos, animales impuros según la tradición judía. San Juan Pablo II, en su Encíclica, Dives in misericordia ve este hecho como una tremenda pérdida de su dignidad. Se había ido de la casa paterna para acabar en una situación tan penosa e indigno de cualquier judío.

Como es el caso de muchos hoy en día que se dedican a los placeres, se convierten en adictos al trago, a las drogas, al juego y se convierten en trabajahólicos, este joven, como hoy se dice “tocó fondo”. El evangelio dice que “volvió en sí mismo”, es decir, hasta ese momento vivía una vida superficial y “fuera de sí”. Se trata de un encontronazo con la realidad que a veces para el alcohólico es el peligro de que lo abandone la esposa y la familia. Hasta ese momento, si es que tiene la cordura para llegar hasta allí, la persona suele ser terca e incapaz de reconocer la situación desastrosa en la que se encuentra. Para llegar hasta este momento hace falta humildad, que en palabras de Santa Teresa de Jesús es “andar en la verdad”. También Dante lo cuenta al inicio de su gran poema, La Divina Comedia, se encuentra perdido en una “selva oscura" y no hay modo de salir de allí por ningún camino. Sólo por la intercesión celestial encuentra una salida, gracias a  Beatriz y Santa Lucía se le manda a Virgilio para que sea su guía a través de la tremenda fosa que es el Infierno, y experimentar todo el mal que hay allí, puede encontrar salida.

La reflexión del joven lo lleva a pensar que los esclavos en la casa de su padre están en una situación mucho mejor que él, que es hijo. Jesús les dice a los apóstoles en la Última Cena: “Ya no os llamo siervos sino amigos. Todo lo que me ha enseñado mi padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15). Se da cuenta de que los esclavos “tienen pan en abundancia” mientras él se muere de hambre. Toma la decisión de levantarse e ir al padre y ofrecer ser esclavo debido a que ya ha perdido la dignidad de hijo.

Entra en la escena el padre, que cuando el hijo está todavía lejos lo descubre y sale a su encuentro y le hace todo tipo de honores; lo abraza, lo besa, le coloca una túnica y manda a hacer una fiesta porque el hijo que estaba perdido, que estaba “muerto” lo ha encontrado, lo ha recuperado.  El hijo empezó con su confesión del pecado, pero el padre ni le dejó terminar y ni llega a pronunciar su propuesta de vivir como esclavo en la casa de su padre. Esta parte de la parábola me recuerda de un episodio que me tocó conocer en los años 80 del siglo pasado estando en Nueva York. Una familia acomodada tenía un hijo que estudió en un Colegio de Jesuitas, pero luego de graduarse se fue a Arizona de “hippy”. Después  de unos años sin tener noticia de él, llegó a casa en una furgoneta (en la época los jóvenes americanos andaban en este tipo de vehículo, en los que escuchaban música  y ya hasta dormían en ellas). El padre que había quedado sumamente dolorido, pues le resultaba incomprensible la actitud del hijo, cuando lo encontró con una chica en la casa, lo mandó alejarse de la propiedad juntamente con la chica.  Sin embargo, más adelante me tocó visitar a la familia, y el joven ya estaba de regreso y reconciliado con el padre y el resto de la familia. Todo mundo conoce la historia de la conversión de San Agustín la larga y ansiosa espera de Santa Mónica cuyas lágrimas y súplicas lograron que su hijo volviera a su verdadera casa, que era la Iglesia Católica.

No hay ninguna imagen más clarevidente en todo el evangelio que manifieste cómo es Dios como Padre, su infinita misericordia y no cabe duda de que es fuente de gran consuelo para tantas pecadores que luego de haber tocado fondo como este hijo pródigo vuelven a la casa del Padre. Hay muchos cuadros de grandes artistas que retratan el momento del encuentro del hijo con el padre, pero creo que el cuadro que mejor lo retrata es el más famoso, de Rembrandt, ya de anciano.  En mi experiencia al escuchar confesiones, hay no pocas personas que luego de una vida de tanto pecado y tan lejos de Dios no logran convencerse que Dios los ha perdonado. En tales casos suelo invitarles a leer y meditar sobre esta parábola para que descubran que no hay nada que Dios no pueda perdonar y que lo que falta es que ellos mismos tienen que perdonarse a sí mismos.

Luego llegamos al caso del hijo mayor. En el ambiente en el que Jesús contó la parábola estaría retratando la actitud de los fariseos, que eran un claro ejemplo de la persona devota que se cierra ante el mal y el pecado del otro y no son capaces de perdonar. Desde el punto de vista de la lógica humana, el hijo mayor tiene toda la razón, pero Dios sigue otra lógica, la lógica del amor
La verdadera conversión de la persona que se considera recta y virtuosa gracias a sus propias fuerzas es muy difícil. Esta actitud según a cual uno es capaz de ser virtuoso, de santificarse gracias a sus propias fuerzas se ha dado en la Iglesia a principios el siglo V, en el tiempo de San Agustín. Su gran líder fue una monje y director espiritual llamado Pelagio. Consideraba que que debido a que el hombre cuenta con el don de Dios del libre albedrío, es capaz de hacer el bien y por ende salvarse por sus propías fuerzas. En todo caso, Jesucristo es un ejemplo pero no es estrictamente necesario para nuestra salvación. San Pablo, en cambio, pensaba que el pecado es un poder tremendo que pesa sobre todo hombre como una losa desde el primer pecado de Adán. Es una actitud completamente contraria a todo lo que se encuentra en la Biblia. Desde el principio en el Libro del Génesis hasta el final, si hay algo que queda claro a cualquiera que lee la Biblia es que el hombre lleva encima un peso tremendo que es el pecado y sólo no puede liberarse de él, ni hacer el bien sin la ayuda de la gracia de Dios. En el c. 6 del mismo primer libro de la Biblia se presenta a Dios lamentándose por haber creado al hombre, porque éste no había hecho más que multiplicar los pecados. De ahí lanza el primer rescate del hombre, salvando a Noé y su familia del diluvio, que era como un volver a empezar. Vuelve a suceder en el episodio de la Torre de Babel. El hombre intenta llegar al cielo, es decir, organizar su mundo, alcanzar la verdadera felicidad con la construcción de una gran torre para alcanzar el cielo, utilizando la tecnología de entonces que eran los ladrillos y el alquitrán. Todavía hay personas que tienen la actitud del hijo mayor, que piensan que Dios les debe una recompensa, que ellos no tienen pecados ni necesidad de confesarse. Fijémonos en la actitud del padre de la parábola, que representa a Dios cuando intenta convencer al hijo mayor para que entre y participe de la fiesta, para que deje la lógica humana y alcance la lógica del amor.

Muchos católicos que ya se identifican como “no practicantes” probablemente porque tienen un concepto equivocado de Dios, no han experimentado un auténtico encuentro con Jesucristo Nuestro Señor, como de verdad es según podemos leer en el Evangelio. Se han quedado con la idea de que la fe cristiana es un sistema moral, una serie de reglas restrictivas que coartan su libertad, y hoy en día de manera especial, la Iglesia es presentada en la prensa como una institución que no permite al hombre alcanzar el goce que según ellos se encuentra en la práctica libe del sexo, al cual se consideran con una suerte de derecho. La Iglesia rechaza el uso de los anticonceptivos, se opone a la masturbación, el sexo fuera del matrimonio, la pornografía, la homosexualidad, el matrimonio gay y demás aspectos que constituyen la así llamada revolución sexual que se engendró en Estados Unidos a partir de los años 20, y tomó más fuerza a partir del año 1968. Según eso, la Iglesia no quiere que la gente, y especialmente los jóvenes se diviertan, practiquen el sexo casual etc. Esta es una caricatura de la Iglesia y lo que propone. La propuesta de la Iglesia se encuentra en el Evangelio y nuestra lectura del evangelio de  hoy nos presenta una aspecto fundamental de tal propuesta. Se trata de la verdadera imagen de Dios, como Padre misericordioso tal y cómo nos lo revela Jesús. Dios es amor, pero en su relación con nosotros que somos pecadores, que nos encontramos muchas veces en ese espacio grande y amplio (kora makra) perdidos como en el desierto o en una selva oscura como Dante, y quiere manifestar su verdadero rostros, quiere que encontremos el verdadero sentido de la vida a través de un encuentro con su Hijo Jesucristo a quien envió a este mundo para rescatarnos de este lugar oscuro, frío y nebuloso que es el mundo marcado por el pecado y la muerte. Nos quiere llevar al auténtico banquete eterno de amor, de gozo sin fin que llamamos el cielo. Ojalá nuestra vivencia de la Cuaresma nos ayude a dar unos pasos importantes desde ese lugar lejano como el Hijo Pródigo hacia el abrazo con el Padre en nuestra verdadera casa que es la casa del Padre.