sábado, 26 de enero de 2019

NUESTRA IDENTIDAD O QUIENES SOMOS

HOMILÍA DEL III DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO 2, 27 DE ENERO DE 2017.

Las lecturas litúrgicas son unos pasajes tomados de diversos libros diversos libros del Antiguo como del Nuevo Testamento. Si los católicos tuvieran mucha familiaridad con la Biblia, no seria necesario dar un contexto de ellas especialmente en el caso de los libros del Antiguo Testamentos, pues lamentablemente en la gran mayoría de los casos el conocimiento de la Biblia que tiene el católico que asiste a la misa dominical pudiera ser más completo y mejor. Hoy nos ha tocado escuchar una lectura de un libro llamado de Nehemías. Creo que todos saben lo que fue el exilio de una buena parte del pueblo de Israel en Babilonia, como en el año 586 a. C. el Rey Nabucodosor llegó a Jerusalén con su ejército y le puso sitio. El era el gran imperialista de la época que había derrocado el imperio anterior el de Asiria y dominaba la mayor parte del Medio Oriente. Los imperios solían imponer tributo a los pequeños países en las periferias del territorio que dominaban directamente. El gobernante de tal país pequeño dejaba de pagar el tributo, solía llegar con su ejército y exigir el dinero e intentar imponerles su religión de manera que estarían obligados a rendir culto a su dios. Así también la pérdida de la independencia de un país implicaba que su dios no había sido suficientemente fuerte como para defenderlo de sus enemigos y tenía que someterse al dios del nuevo soberano. En el año 538, cayó el Imperio Neobabilónico en manos del gran rey de Persia llamado Ciro.  Considerando las costumbres de la época, este rey era muy benigno y de hecho es alabado en la Biblia y considerado "mesías" o libertador. El permitió a los judíos que deseaban regresar a su patria hacerlo e incluso les ayudó para que lo pudieran hacer. 

El libro de Nehemías que va juntamente con el de Esdras, pues ambos tratan de los mismos hechos, es del siglo V antes de Cristo cuando habían llegado a Jerusalén los primeros exiliados que decidieron volver. La escena que descubrieron era verdaderamente desolador. La población que encontraron era más o menos pagaa. Dado que Nabuconodosor había destruido el templo y tirado las murallas de Jerusalén y los que habían sido judíos más o menos habían perdido la fe, pues sin sacerdotes ni templo no iban a poder mantener el culto. La pobreza de la gente era extrema. Más o menos se desanimaron los recién llegados de Babilonia. Nehemías fue nombrado gobernador y su propuso dar prioridad a la construcción de la muralla y lo iba realizando con grandes obstáculos, no los menores la oposición de la población local. Llegó también el sacerdote Esdras con la misión de reanimar a los judíos y establecer el verdadero culto en el templo. Les animo a tomar sus Biblias y leer estos dos libros para saborear un poco el contexto muy difícil con el que se enfrentaron estos dos hombre, uno gobernador civil y otro sacerdote.

En nuestra primera lectura, tenemos al sacerdote Esdras encima de un estado en una plaza de Jerusalén leyendo el libro de la Ley del Señor, es decir, toda la Biblia que existía en la época, rodeados una gran parte del pueblo. Iba leyendo desde el amanecer hasta el mediodía y la gente de pie escuchaba. Se trataba de un día de fiesta, aunque no se dice cuál. Esdras le dio la bendición a todo el pueblo. 

Las lecturas litúrgicas del Antiguo Testamento que escuchamos los domingos tienen una relación con el evangelio del día. Hoy nos toca escuchar el inicio del Evangelio según San Lucas que es una suerte de prólogo en el que el evangelista explica cómo trabajó en reunir los datos y hechos referentes a Jesús, habiendo consultado con testigos oculares. En el caso de los judíos reunidos alrededor de Esdras, eran gente que a lo largo de las décadas de dominio extranjero sin haber podido participar en el culto había olvidado la gran historia de las intervenciones poderosas de parte de Dios desde el inicio con Abrahán   y los demás Patriarcas, luego de la salida de Egipto o éxodo con Moisés y la alianza que Dios había hecho con Moisés en el Monte Sinaí y las otras grandes hazañas de la historia del pueblo.De toda esa historia se habían olvidado, y se daban cuenta en el momento de escuchar la lectura de la Biblia de que no sabían ni quienes eran. 

San Lucas, el inicio de su evangelio, explica los motivos que lo movieron a escribir: dice que otros muchos habían emprendido la tarea de componer un relato de los hechos referentes a Jesús siguiendo las tradiciones que había recibido de los testigos oculares, y él mismo se propone hacer lo mismo después de haber diligentemente recogido todo el material necesario. ¿Y cuál es la importancia de esta tarea? En este caso, se trata de pasar a las futuras generaciones, hasta nuestros días a lo largo de casi 2000 años, los dichos y hechos de Jesús, que son los que dan sentido a nuestra vida de cristianos y quiénes somos. Toda la historia tanto del Antiguo Testamento como el Nuevo es nuestra historia, y si no tenemos conciencia de estas historia, no sabemos ni quienes somos. 

Supongamos que hay un maestro de escuela inglés que descubriera que la gran mayoría de sus alumnos no saben nada de Shakespeare, desconocen los grandes dramas y poesías que escribió. No saben quién era Hamlet o Macbeth etc. ¿No le parecería una gran pobreza y no se empeñaría en enseñarles con todo el entusiasmo del que es capaz a hacerles captar la grandeza de Shakespeare y de sus obras. O en España, un maestro español encuentra que hay muchos alumnos que desconocen quién era Cervantes y el Quijote y no saben nada de los grandes escritores del siglo de Oro de España como Lope de Vega, Gongora, Quevedo, Calderón de la Barca etc, ¿No le parecería una gran pobreza cultural dado que las grandes obras clásicas llevan unas lecciones imperecederas. O en el campo de la música, encuentra a unos jóvenes que no conocen más que la música pop, metal pesado y demás géneros decadentes, que desconocen a los grandes maestros como Mozart, Bethoven, Bach etc. ¿N procuraría ayudarles a captar la belleza de esta música? 

Si Jesucristo en la última cena cuando instituyó la Eucaristía y en ella nos entregó su misma vida como fuerza y alimento para nuestro camino arduo por este mundo hasta la patria eterna dijo: HACED ESTO EN MEMORIA MÍA. Pero resulta que la gran mayoría de los que se dicen católicos no acuden casi nunca a la celebración de este Memorial de la vida muerte y resurrección de Jesús, ¿cómo van a encontrar en él el sentido de su vida? El otro día hubo unas exequias en la parroquia y la Iglesia estaba llena, con algunos de pie. Sin embargo, se nota que una mayoría de la gente presente están allí sin saber lo que sucede ni qué significa la Misa, ni saben el Padre Nuestro, mucho menos el resto de las oraciones ni entienden nada de las lecturas. Seis personas acudieron a comulgar de los más de 200 que estaban presentes. ¿No se les ocurre que dentro de unos años se va a traer a sus cuerpos muertos en un ataud a la Iglesia? Asisten por un compromiso social, para dar el pésame a  la familia del difunto. Pasa lo mismo con las Primeras Comuniones. Se han convertido en una ocasión para vestirse bonito y salir a una comida en un restaurante. Lo mismo la Navidad. ¿Qué pasa con todo eso?

Si el Evangelio es BUENA NOTICIA, ¿a quién ha llegado esta noticia? ¿A quienes nos la hemos comunicado nosotros que asistimos a la misa? No es de extrañar, pues que haya chicas que se convierten al islam en Europa, cosa verdaderamente increíble dado que el islam trata a la mujer poco mejor que un esclavo. Allí encuentran algo que no han encontrado en la Iglesia, en sus familias. Los jóvenes no encuentran sentido en sus vidas y caen en la droga y otros vicios. Quieren pasarlo bien en el momento con botellones, bailes,  o viajar a otros países etc, para luego durante la semana a la rutina del trabajo si es que el sistema económico les ha proporcionado una posibilidad de trabajar. Viven sin saber por qué y mueren sin esperanza. Si realmente los que estamos aquí presentes nos diéramos cuenta de la importancia de lo que celebramos cada domingo, de quién es Jesucristo que en él por Él y para gozar de la felicidad eterna en el cielo en unión con Él y a través de el de Dios Padre y el Espíritu Santo nacimos y vivimos, y que nuestro destino es eterno, eterna felicidad. Si echamos a perder la vida, entonces será eterna condena en el infierno. ¿Cómo es posible que tomamos tan a la ligera cosas tan extremadamente importantes y nos dedicamos con todo el alma a pasatiempos secundarios que no hacen nada para ayudarnos a llegar a la meta de esa felicidad que el Señor nos prometido, ni intentamos convencer a otros que esta es la verdad y que si se olvidan de quiénes son como hijos de Dios llamados a la vida eterna hemos fracasado lamentablemente en nuestra vida. 





 

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