sábado, 12 de enero de 2019

EL BAUTISMO DE JESÚS Y NUESTRO BAUTISMO

HOMILÍA PARA LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR, DOMINGO 13 DE ENERO DE 2019. 

Habiendo terminado el período de la celebración de la Navidad, precedida del Adviento, la Iglesia nos propone en este domingo la Fiesta del Bautismo del Señor. En la vida de Jesús se trata de un hito importante, pues Jesús interrumpe su vida de carpintero en Nazaret y se dirige al Jordán donde Juan lleva adelante su actividad que consiste en un bautismo a favor de la conversión y el perdón de los pecados. Curiosamente, los judíos no practicaban comúnmente tal bautismo. El hecho de que Jesús empezara su vida pública con su bautismo de parte de Juan es muy importante y tiene mucho paralelismo con su suerte final en la cruz. No es que Jesús necesitara ningún bautismo para el perdón de los pecados, sino que adelante su solidaridad con todos nosotros pecadores y el hecho de que él es "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".  Se trata de una manifestación del Padre a través de la voz, y del Espíritu Santo a través de la bajada de la paloma sobre él. 

En el caso de nuestro bautismo, se trata del primero de todos los sacramentos y fundamento de todos los demás. Tal vez en la mente de muchos, el cristiano es "buena gente", amable, servicial y solidario. El problema con esto es que perfectamente un judío, un musulmán, un budista, un ateo o un agnóstico podría ser buena persona y solidario. No expresa los que es específico del cristiano. El bautismo se denomina "un nuevo nacimiento". De hecho, en el Ritual del Bautismo, se habla de un nuevo y definitivo nacimiento por el bautismo. Por el bautismo somos injertado en Cristo y hechos hijos de Dios. Jesucristo es Dios, la segunda persona de la Sma. Trinidad, y ésta vive en una continua relación con las dos demás personas divinas. Es lo que expresa Jesús en su discurso de despedida que se encuentra en el Evangelio de San Juan en el relato de última.cena cuando habla de la vid y los sarmientos. San Pablo dice que "nuestra vida está escondida con Cristo en Dios". Esta participación o relación con las tres divinas personas nos hace hijos de Dios. Mientras Jesús es Hijo de Dios por naturaleza  nosotros llegamos a serlo por adopción, en palabras de San Pablo. 

Esta realidad que se produce en el bautismo se llama tanto inhabitación de las tres divinas personas en el alma, pero su presencia en ella provoca un cambio radical en nosotros que se llama también la gracia. El lenguaje que utiliza San Pablo para expresar esta nueva y maravillosa realidad es la de la gracia.  En primer lugar, la inhabitación se llama gracia increada, mientras el efecto que tiene en nosotros que no nos transforma la naturaleza sino que por la participación en la vida divina se nos hace hijos de Dios en el hijo. Como que el Padre y el Hijo están en un abrazo y esa unión es el Espíritu Santo. El efecto que deja esta presencia de las divinas personas en nuestra alma deja una huella profunda y nos transforma interiormente. Esta transformación se llama también elevación porque no podrías alcanzar por nuestras propias fuerzas nada semejante. Nacimos heridos, o como es el caso de algunos niños infortunados que debido a la adicción de la madre a la cocaína, nace el niño con tal adicción, o un niño que hace en una familia desquiciada. El niño, no por culpa suya, va a asumir los mismos vicios que se manifiestan en la familia. Esto es, más o menos lo que sucede en el caso de lo que llamamos el Pecado Original. A lo largo de los milenios, desde tiempo de nuestros primeros padres, se ha comunicado de generación a generación los vicios, el egoísmo, el mal de todo tipo de manera que viene siendo el aire que aspira. 


Esta situación la entendemos como una lucha entre dos reinos, el de Satanás o el mal, y el de Jesucristo y el bien. Por el bautismo somos rescatados del reino de Satanás y colocados en el de Jesucristo. No es que nosotros por nuestras propias fuerzas podamos liberarnos de esta marasma de mal, pecado y muerte. Lo ha hecho Jesús de una vez en la cruz y se aplica a nosotros en el bautismo, por el que también nos hacemos miembros de su Iglesia, que es como la barca que nos llevará por las olas de este mundo de la mano de Jesús hasta la etapa definitiva de este nueva vida que comienza con el bautismo. Hemos visto que el bautismo es como la base sobre la que se construye en edificio de los demás sacramentos. La confirmación es un fortalecimiento de lo que nos sucedió en el bautismo por la venida del Espíritu Santo como sucedió al inicio en el caso de la Iglesia mismo en Día de Pentecostés. La Eucaristía es el alimento que nos ha de fortalecer a través de los caminos de este mundo. La Penitencia o la Reconciliación es el remedio necesario si nos hemos separado del Señor y perdido esta nueva vida regalada en el bautismo. Y relacionado con la Penitencia está la Unción de los Enfermos, que nos ha de fortalecer y renovar nuestra esperanza en el caso de la debilidad que suele acompañar la enfermedad. Los Sacramentos del Matrimonio y las Sagradas órdenes son sacramentos orientados a una misión en la Iglesia, la de crear una familia y dar a luz nuevos hijos de Dios o la de servir a los hermanos a través de la predicación de la Palabra de Dios y la celebración de los sacramentos, y en general la acción pastoral en medio de la Iglesia. 

Que esta Fiesta del Bautismo del Señor nos ayude a captar con mayor claridad la gran importancia del Sacramento de Bautismo como la puerta de nuestra entrada en la Iglesia que es el Cuerpo de Cristo y fundamento de todo el resto de nuestra vida cristiana.

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