sábado, 9 de febrero de 2019

EL PODER EXTRAORDINARIO DE LA GRACIA DE DIOS MANIFESTADO EN LA LLAMADA A SEGUIR A JESÚS

HOMILÍA DEL DOMINGO V DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 10 DE FEBRERO DE 2019,

Normalmente en las lecturas litúrgicas dominicales se encuentran coincidencias entre la primera lectura y el evangelio. Hoy la coincidencia es muy grande. En primer lugar, se trata del c. 6 del Libro del Profeta Isaías en el que encontramos el relato de la vocación del profeta y en el c. 5 del Evangelio de San Lucas tenemos el episodio de la pesca milagrosa que se da en el Lago de Galilea y en la barca del San Pedro, seguido de la vocación de Pedro y sus compañeros de ser ya pescadores de hombres.,
Isaías se encuentra orando en el templo y tiene una experiencia extraordinaria de Dios y su corte celestial. El profeta se acuerda perfectamente cuando se dio esta experiencia extraordinario, en el año de la muerte del Rey Osías. Esta indicación es importante porque cualquier cristiano que tiene una  o más experiencias de Dios en su vida no se olvida nunca del hecho y normalmente cambia radicalmente su vida. Lo mismo pasa en nuestro evangelio de hoy con San Pedro. Puede que en nuestro caso no se haya dado algo tan majestuoso como la visión de Isaías en el templo, pero en el caso de una vocación al sacerdocio o a la vida religiosa suele haber algo memorable que nos dio la certeza de que Dios nos está llamado a una vocación concreta. Isaías ve a Dios sentado en su trono excelso y su manto llenaba el templo. Aquí vemos como el cielo se une a la tierra a través de esta imagen del manto de Dios que se encuentra acompañado de los serafines que cantan "Santo, Santo, Santo el Señor de los Ejércitos. La tierra está llena de tu gloria", canto que repetimos en cada Misa al final del Prefacio. Temblaban las jambas de las puertas y el templo estaba lleno de humo, señales de la presencia del Dios Todopoderoso.

En la Biblia cuando Dios se manifiesta a alguno a quien entrega una misión, este se llena de temor y el profeta suele expresar su indignidad e incapacidad de cumplir la misión que Dios le entrega. Es el caso de Moisés y de Jeremías, por ejemplo. Aquí Isaías se declara hombre de labios impuros que vive en medio de de un pueblo de labios impuros que no se siente digno de estar en la presencia del Rey y Señor. Uno de los serafines toma un ascua del fuego del templo y le toca la boca diciendo que se culpa ha desaparecido y su pecado está perdonado.  Este reconocimiento del propio pecado es importante, pues nadie es digno de estar en la presencia de Dios, pero hoy en día mucha gente piensa que no tiene pecado, que es "buena gente". Este es un obstáculo grave para entrar en la presencia de Dios. Luego Dios pregunta a quién mandará, quién irá de su parte y el profeta responde "Aquí estoy, mándame".

Pasemos ahora a comentar el caso de Pedro en el evangelio de hoy. Jesús sube a la barca de Pedro. Pedro y sus compañeros era pescadores y hemos de suponer que conocían su oficio. Pero al subir a la barca de Pedro, Jesús toma el mando y le dice a él y a sus compañeros: "Remad, mar adentro y echad las redes a pescar" o en Latín "duc in altum", una frase muy apreciada por San Juan Pablo II. Pareciera como si una persona su al coche de uno y se apodera de él diciendo que vaya a tal parte. Pedro queda perplejo, y responde diciendo: "Maestro, hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada, pero, por tu palabra echare las redes". No está muy convencido de que vaya a pescar nada. máxime cuando es de día y de noche se tiene mucha mayor posibilidad de ser exitoso en la pesca, pero con deferencia y confianza en Jesús, obedeció.

La pesca es abundante y tienen que pedir la ayuda de sus compañeros de otras barcas para poder llevarla a la orilla. Ante este milagro extraordinario, Pedro reacciona de manera semejante a Isaías y los demás profetas cuando el Señor entra en su vida, y les manifiesta su misión: "Apártate de mí, Señor que soy pecador". 

El evangelista comenta que tanto Pedro como sus compañeros se llenaron de asombro y Jesús le  dijo a Pedro,  "De ahora en a delante, serás pescador de hombres". 

Podemos constatar, pues, tres pasos que se dan en todas las vocaciones: primero, la manifestación de Dios en todo su poder y majestad, cosa que provoca asombro; segundo, el reconocimiento de parte del que es llamado por Dios de su pecado e indignidad; y en tercer lugar Dios o Jesús asegura al que es llamado y le entrega la misión. Le dice, por ejemplo, a Jeremías que se consideraba incapaz de cumplir la misión debido a su corta edad: Al poner su mano en la boca del profeta dice Dios: Mira, he puesto mis palabras en tu boca hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y los reinos  para extirpar y destruir, para perder y derrocar, para reconstruir y plantar". 





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