Este domingo, la Iglesia nos propone seguir la lectura y reflexión sobre el trascendental capítulo 6 del Evangelio de San Juan. Como siempre la lectura del Antiguo Testmento, hoy tomada del Primer Libro de los Reyes, conicide con el tema del evangelio. El profeta Elías ha llevado adelante una lucha tremenda en contra de los fuerzas del mal de su tiempo, lideradas tanto por el Rey Acab, por su esposa la reina pagana Jezabel como una multitud de falsos profetas y sacerdotes que no sirven a Yahvé, el verdadero Dios. Elías se ha enfrentado con ellos sobre el Monte Carmelo y les ha ganado, incluso matando a 400 de ellos. Obviamente, eso no le cayó bien a Jezabel y llamó al ejército para acabar con el Profeta Elías. Se escapó al desierto. Allí, cansado del combate, de la caminata por medio del desierto, se sienta al lado de una retama y pide a Dios que le deje morir allí, pues según dice, no es mejor que sus antepasados. Así, estando tan abatido el profeta, aparece un ángel del Señor que le presenta con un jarrón de agua y pan y le manda caminar hasta llegar al Monte Horeb, otro nombre para el Monte Sinaí donde Moisés había recibido las tablas de la ley y había hecho la alianza con Dios y en medio del pueblo había realizado el sacrificio con el que selló la alianza.
Elías obedece al ángel y llega a la montaña, y allí llega una tormenta, unos relámpagos, y al final una brisa suave, y descubrió que en esa brisa estaba Dios. Este episodio de Elías, el más grande de los profetas, que se apareció juntamente con Moisés en la otra montaña, la del Tabor, cuando la Transfiguraicón de Jesús y cuya vuelta esperaban los que estaban cerca de Jesús en la cruz, es una imagen de nuestro caminar por este mundo para al final lograr el encuentro con Dios. Nosostros también nos fatigamos y tenemos una gran necesidad de un alimento espiritual para llegar al final del camino.
Hoy en día tenemos poca experiencia del hambre, pues en estos países occidentales se tira a la basura una gran cantidad de comida. Una excepción a esta situación actual son los venezolanos que debido a la política nefasta que ha llevado el gobierno a lo largo de dos décadas hay mucha hambre en el país. La gente tiene que levantarse temprano y ponerse en cola para que con una cartilla lograr comprar tal vez un kilo de arroz. Luego, es común que los padres dejen de comer un día para que los hijos puedan comer y el nivel de desnutrición de los niños ha llegado a extremos jamás vistos. En España en los años 40, debido a un bloqueo criminal de parte de los países que ganaron la Segunda Guerra Mundial que coincidió con una gran sequía, no pocos pasaron hambre. Si llegamos a tener que dejar de comer por tres días, por ejemplo, sentiríamos un gran debilatimeinto en todo nuestro cuerpo.
El hombre no es solo cuerpo, sin tiene un alma espiritual que ciertamente está íntmamente unida al cuerpo, de manera que, por ejemplo, la inteligencia que es una potencia intelectual echa mano del cerebro para poder pensar, luego hablar. Igualmente la voluntad que también es de naturaleza espiritual, necesita del cuerpo para poder actuar libremente. En el primer capítulo del Libro del Génesis, se nos revela una de las verdades más fundamentales de nuesto ser, que Dios nos ha creado a su imagen y semejanza. Por ello, mientras los padres colaboran en la procreación de los hijos, al mismo tiempo Dios crea el alma espíritual de cada uno. Esta alma es espiritual y por lo tanto inmortal, algo que es dogma de la Iglesia. Sabemos que así como Jesucristo resucitó de la muerte con su cuerpo glorioso, así nosotros somos llamados a participar en la misma gloria de la resurrección y llegar a la vida plena, eterna y feliz con El en el cielo. Esto significa que nosotros tenemos que colaborar libremente con Dios, con Jesucristo Nuestro Señor que actúa a través del Espírtu Santo para alcanzar el fin para el que Dios nos ha creado. De ahi la importancia del alimento espiritual.
¿Y en qué consiste el alimento espiritual? San Pablo enseña que el bautismo es una nueva creación. Si ya por la misma naturaleza humana somos imagen y semejanza de Dios, ahora somos elevados a una realidad infinitamente superior que se suele llamar la gracia, o en los escritos de San Juan, la vida o la vida eterna. Llegamos a ser hijos de Dios, "hijos en el Hijo" por nuestra unión con Jesucristo y llamados a resucitar con él y unidos a las tres divinas personas gozar de la verdadera alegría y felicidad en el cielo. En primer lugar, viene lo que se llama la "inhabitación de la Sma. Trinidad en el alma del justo", el justo siendo la persona bautizada que no ha caído en el pecado mortal. Esta presencia de la Sma. Trinidad en nuestra alma no es pasiva sino por el contrario nos eleva y transforma, haciéndonos santos e hijos de Dios. Esta realidad se llama la gracia santificante y también la llaman los Padres de lengua griega "divinización" o "deificación", y en la Segunda Carta de San Pedro se llama "participación en la naturaleza divina". Todas estas maravillas se dan a nivel de nuestra misma naturaleza, pero hay más. A nivel operativo, es decir, lo que nos hace capaces de actuar de manera conforme con esta nueva realidad, el Espíritu Santo nos infunde las virtudes infusas, en primer lugar, la fe, la esperanza y la caridad. Ahora bien, en este mundo en el que todavía estamos en camino es posible perder o rechazar esta maravillosa realidad, y eso sucede cuando caemos en pecado mortal. Nada de esto es automático y nos corresponde practicar las virtudes que son unos buenos hábitos y eliminar los vicios que son malos hábitos. La práctica constante de la virtud, por ejemplo, la fe, la esperanza y la caridad, llega a ser como segunda naturaleza y podemos llegar a cumplir con facilidad la voluntad de Dios y gozar ya en la tierra de un adelanto de lo que experimentaremos en la vida eterna o el cielo.
¿Y cuáles son los principales alimentos espirituales? Hoy es el tercer domingo en el que reflexionamos sobre "el pan de vida" o la Eucaristía que es el principal alimento que el Señor nos ha dejado y que es un "memorial" de la Pasión de Jesús" y "prenda de vida eterna". Jesucristo ha alcanzado la victoria sobre el mal, la muerte y el demonio con su gloriosa resurrección ya. Mientras no llega su venida final en la parusía, que será su segunda venida gloriosa cuando "juzgará a los vivos y muertos" y entrará plenamente en su gloria en unión con todos los ángeles y santos, tenemos en la Eucarstía a través de los signos del pan y del vino, una prenda o adelanto de esa victoria que nos ha de dar alimento para seguir en nuestra pereginación hasta llegar a la meta de la unión plena con él en el cielo.
Ahora bien, no basta una recepción rutinaria de la sagrada comunión para alcanzar el fruto pleno de la Eucaristía en nuestra vida. La Iglesia nos obliga a paricipar en la Eucaristía los domingos, pero con frecuencia en países tradicionalmente católicos como España se ha vivido la Misa Dominical como una mera obligación con gran minimalismo. Para superar este problema la Iglesia nos recomienda vivamente la práctica diaria de la oración sobre todo en la mañana y en la noche y otras prácticas devocionales como el examen de conciencia, la confesión con cierta frecuencia, la lectura espiritual, la lectura y meditación de la Palabra de Dios, las novenas etc.
La oración se ha definido a lo largo de los siglos como "elevación de la mente y del corazón a Dios" y en palabras de Santa Teresa de Jesús, "una conversación con quien sabemos nos ama". En primer lugar, hemos de buscar algún tiempo, sobre todo al levantarno y antes de acostarnos, sin olvidar otros momentos a lo largo del dia, para dedicarlos exclusivamente al Señor. Existen libros de oraciones que pueden ayudar, sobre todo si no nos permitimos caer en la rutina de repetir sin pensar las oraciones sino de ponderar lo que dice la oración. El examen de conciencia es un tipo de oración en la que hacemos un repaso del dia y constatamos aquello por lo que debemos darle gracias a Dios y aquello por lo que debemos pedirlo perdón. Sería bueno tener una libreta para apuntar lo que Dios nos va comunicando en esos momentos. El rosario es otro modo importante de hacer oración, pues mientra repetimos las Aves vamos meditando en los misteriors. También hay herramientas, también digitales, que nos pueden ayudar a rezarlo con mayor provecho. Si Dios se ha revelado a nosotros y ha dejado por escrito en la Biblia aquello que ha querido comunicarnos, entonces es muy importante irnos familiarizando con la Palabra de Dios y constatando lo que nos exige, esforzándonos cada día a vivirla mejor. En cuanto a la Misa, no basta estar presente con nuestro cuerpo cuando nuestra mente devaga en otras preoucpaciones. Hay gente que llega a la Iglesia antes de la Misa y se pone a charlar con otros. Es muy difícil contralar la mente y elevarla al Señor, ¿cómo podemos logar eso si al llegar al templo, lugar sagrado dedicado exclusivamente al culto de Dios y a la oración, nos divagamos y estorbamos a otros que intentan orar ante el Santísimo. No hay oración sin disciplina. También existen las oraciones breves que se llaman jaculatorias que se pueden repetir con frecuencia a lo largo del día. Por ello, es conveniente decidirnos sobre las horas en las que vamos a orar. Un buen momento es antes y depués de las comidas. Si vamos a alimentar le cuerpo, no dejemos de almentar el espíritu.
Si nos privamos del alimento físico como hacen los que sufren de la enfermedad mental llamada "anorexia nervosa", nos iremos conviertiendo en pura carte y hueso, poniendo la vida misma en peligro. Claro, la privación del alimento espíritual, igual no se nota de manera tan acuciante, pero qué duda cabe que se va a notar en nuestro comportamiento, en los vicios, nuestra palabras soeces hacia los demás, en la envidia, el chismorreo y tantos otros vicios. Muchos, si no todos, se engañan como el Fariseo que se fue al templo orar y presnetó a Dios una litanía de lo que consideraba eran sus buenas obtras, pero de nada le sirvió esa oración. Nadie o casi nadie está dispuesto a reconocer sus vicios, sino suele pensar que es "buena gente". Hay personas que en su casa son unos dictadores, mientras ante los de fuera parecen virtuosas. No nos engañemos, superar los vicios y practicar la virtud nos exige una gran disciplina que nos ayudará a no engañarnos y así procederemos con mayor velocidad en el camino de nuestra pereginación hacia la vida eterna, y nos irá mejor en el juicio.
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