sábado, 14 de abril de 2018

¿POR QUÉ JESUCRISTO NOS SALVA POR EL SUFRIMIENTO HASTA EL EXTREMO DE LA CRUZ?

HOMILÍA III DOMINGO DE PASCUA, 15 DE ABRIL DE 2018. 

En nuestro pasaje evangélico de hoy, Jesús resucitado afirma que según el plan de Dios, Jesús, el Mesías, tenía que padecer y resucitar al tercer día y eso es lo que se encuentra en la Sagrada Escritura. Vamos a fijarnos en la necesidad del sufrimiento para poder llegar a la gloria de la resurrección. En primer lugar, ¿por qué tenemos que sufrir nosotros? y luego ¿cómo es que Dios Padre hubiera querido someter a su Hijo predilecto a tant dolor y sufrimiento que pareciera exagerado y ¿cómo puede beneficiarnos a nosotros tanto dolor? 

Se plantea la pregunta: ¿Si Dios es amor y nos ama tanto, por qué permite tanto sufrimiento en nuestro mundo? Hay que empezar afirmando una verdad fundamental y es que DIOS NO HA QUERIDO CREAR UN MUNDO PERFECTO, NI CREAR AL HOMBRE PERFECTO. La palabra perfecto o perfecta, en griego telaios, significa completamente hecho of haber alcanzado la meta. Con la teoría del big bang o la explosión primitiva la ciencia entiende que el universo empezó como una especie de bola sumamete concentrada que al explotarse comenzó su desarrollo de eso que era casi nada lo que es ahora con sus miles de millones de galaxias y trillones de estrellas, además, tendendentes a volver a concentrarse y deshacerce. El universo no es perfecto ni Dios lo ha querido tal. Igualmente, el hombre, que es concebido a traves de la colaboración de los padres cada uno aportando su semilla para que poco a poco se desarrolle y alcance las varias etapas de la vida a apartir de ser un ente pequeñísimo como cigote a ser hombre o mujer pleamente desarrolados. 

La siguiente pregunta es ¿por qué Dios quiso crear un mundo y un hombre imperfectos? ¿No hubiera sido mejor que todos saliera de sus manos perfecto y así se evitaría tanto mal que hay en el mundo? El Libro del Géesis nos dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Esto significa que el hombre tiene la dignidad de persona, tiene entendimiento capaz de conocer el universo y una voluntad libre que puede escoger el bien y también el mal.  Si el hombre no fuera imperfecto y el mundo imperfecto, no podríamos ir conociendo la obra maravillosa de Dios paulatinamente, ni ir superándonos. No podríamos practicar la valentía, realizar obras heroicas. El otro día,, leí en un periódico que dos Guardias Civiles se lanzaorn al mar para salvar la vida de dos inmigrantes. Si el mundo ya fuera perfecto, no podríamos crear ninguna obra de arte. En una palabra, si Dios ha querido que fuéramos su imagen y semejanza, tenía que darnos el libre albedrío y la posibilidad de hacer el bien o el mal dado que no poseemos en este mundo la visión beatífica. Más bien nuestro conocimiento es muy limitado porque si bien la razón es espiritual, depende de los sentidos para conocer y se necesita un esfuerzo trabajoso para conocer siquiera el mundo, mucho más para conocer algo de Dios.  

Cualquiera que se esfuerza para practicar deporte, tocar un instrumento musuical o hacer cualquier obra que vale la pena, necesariamente tiene que empeñarse a fondo, imponerse una disciplina y hacer muchas cosas aunque no le da la gana de hacerlas, porque si no, no alcanzará la meta que se ha propuesto. También, hay mucho dolor y sufrimiento que nos viene debido a nuestros propios pecados y defectos. Si hemos cometido algún pecado grave haciendo daño al prójimo, lo normal es que sintamos culpabilidad y nos duela porque hemos traicionado a otro o a Dios que tanto han hecho por nosotros. Podríamos llegar hacer lo que hizo Judas cuando se dio cuenta de la gravedad de su traición de Jesús, o San Pedro que lloró amargamente. De igual manera el universo no es perfecto y surgen desastres naturales como terremotos, maremotos, tifónes y otros muchos. 

Si nuestros primeros padres desobedicieron a Dios y pagaron las consecuencias, Dios o los abandonó a su suerte sino que prometió un remedio al mal. Toda la Bibla a partir del Libro del Genesis es la historia de este rescate del hombre de parte de Dios. San Juan resume esta historia de amor de Dios cuadno escribe en su Evangelio "tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único" para que el mundo se salve por Él. Por tanto, hay una relación íntima entre el amor y el sufimiento. En el evagelio de hoy dice Jesús: "Así está escrito: El Cristo teía que sufrir y al tercer día resuctiar..."  Si el camino de la salvación del género humano después de su caida en el Pecado Original y la multitud de pecados a partir de ese primero, tal y cómo constatamos en toda la Biblia, tenía que ser el del dolor y sufrimiento hasta la muerte en la cruz del mismo Hijo de Dios, entonces deberíamos de encontrar un valor en el sufrimiento. Si, por otro lado, como indica San Juan en su Primera Carta, Dios es amor, tiene que haber un vínculo muy estrecho entre el sufrimiento y el amor. 

¿Dios pudo habernos salvado de otra manera o sin llegar al extremo de la cruz? No podemos decir que no, pero debemos de pensar que era el camino más adecuado para lograr su propósito. En nuestro caso, ningún ser humano puede evitar el sufrimiento, y como hemos señalado, sin sufrir no conoceríamos tantos aspectos de la vida humana como la valentía, el coraje, el heroiismo, la creatividad manifestada en el arte y en general las grandes obras que a lo largo de los siglos han enrequicido la humanidad. Además, debido a la existencia del mal en el mundo, queda claro que es necesario luchar denonadamente para que venza el bien sobre el mal, y esta lucha implica dolor y mucho sufrimiento, como no deja de indicar San Pablo en varias de sus cartas:

Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena; en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí.Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo,puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí. Descubro, pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta.)Rom 7,14-20)


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