sábado, 16 de enero de 2021

LA VOCACIÓN PROFÉTICA

 HOMILÍA PARA EL II DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 17 DE ENERO DE 2021.

Hoy damos inicio al perìodo litúrgico que se denomina Tiempo Ordinario o Tiempo durante el año. No es que se diga ordinario en el sentido que sea de poca importancia, sino que no incluye las grandes fiestas como la Navidad y la Pascua y el Adviento y la Cuaresma que nos ayudan a vivirlas con más fervor. En cuanto a las lecturas de la Sagrada Escritura en este año, seguimos el Evangelio de San Marco con una interrupción en el verano en la que  nos tocará el c. 6 de San Juan que trata de la multiplicación de los panes y la doctrina sobre la Eucaristía tal y como nos la presente San Juan que es de gran importancia. Obviamente, se interrumpa el ciclo a partir del Miércoles de Ceniza y se retoma después de los 50 días de la Pascua que culminan con la gran fiesta de Pentocestés, la venida del Espíritu Santo y el nacimiento de la Iglesia. También, la primera lectura tomada del Antiguo Testamento suele estar relacionada con el pasaje del evangelio que corresponde a cada domingo, que es una lectura seguida de cada uno de los tres evangelios sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas. Hoy, por ejemplo, nos toca reflexionar sobre la vocación del Profeta Samuel en el primer libro llamado tambien de él, y la vocación de los primeros discípulos luego del bautismo de Jesús y que San Jaun Bautisto hubiera indicado a sus discípulos que Jesús es el Cordero de Dios. 

Los relatos de las vocaciones tanto de los Patriarcas, los profetas como los apóstoles tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento tienen una gran importancia. Comienzan con el relato de la vocación de Abrahán a quien Dios llama en su tierra, Ur de los Caldeos, que era una ciudad importante en el Golfo Pérsico. Dios lo llama y lo manda salir de su tierra y la casa de sus parientes e ir a donde Él le iba a indicar y le prometió una prole numeros y una tierra, aunque él y su esposa Sara eran ancianos. Leguo viene la vocación de Jacob, su nieto, seguido por José y sus peripecias hasta llegar a ser Gran Vizir del Faraón. Luego viene Moisés, cuya historia no hace falta contar porque es muy conocido. Como sabemos él no llegó a liderar al pueblo, luego de los 40 años en el desierto hasta la Tierra Prometido sino Josué. Esto se dio alrededor del año 1200 a. C. Siguió un período cuyo historia se cuenta en el Libro de los Jueces, líderes caristmáticos que Dios escogió para defender al pueblo en peligro por ataques de pueblos extrajeros de manera especial los Filestinos. Así llegamos al contexto de nuestra primera lectura de hoy y la vocación del Profeta Samuel, el último de los líderes de este período que ungió tanto a Saúl y a David como reyes poniendo fin al periódo de los Jueces.

Veamos, pues el contexto de nuestra primera lectura. Era hijo de Elcaná y Ana. Ésta es una figura importante en el Antiguo Testamento. Ella era estéril y cada año iba con el esposo al Templo de Siló (todavía no existía el Templo de Jerusalén) y pedía ardientemente a Dios que le diera un hijo. Estando una vez rezando a Dios de esta manera, la vio Elí que era el sacerdote que regía el templo, y él se le acercó, creyendo que estaba borracha, y le decía: ¿Hasta cuando te va a durar la borrachera? Ve a que se te pase el efecto del vino. Ciertamente, como diríamos hoy en día, el sacerdote Elí no tenía mucha sensibilidad pastoral. Ella negó que estuviera borracha ni había tomado vino sino su lamento se debía a la congoja y la aflicción de no haber podido tener un hijo. Elí le dijo "Vete en paz. Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido". Posteriormente, quedó embarazada y el año siguiente no acompañó a la familia al templo queriendo esperar hasta que se destetara al niño. Entonces pensaba subir al templo y dedicar al niño a Dios dejándolo en allí. Había perdido con toda su alma la gracia de tener a un hijo y a sus pocos años había decidido entregarlo al Señor en el templo. Así fue, llevó al niño al templo y lo dejó con Elí para que estuviera al servicio del Señor allí desde su tierna edad. 

También, elí tenía dos hijos y la Biblia dice de ellos que eran "desalmados y no respetaban al Señor  ni las obligaciones de los sacerdotes con la gente(1Sam 12-13). quitando la carne de los sacrificios de los que los habian ofrecido para tenerlas ellos.. Ellos se aprovechaban de la gente y realizaban los sacrificios con corrupción. Dios bendijo a Ana dándole tres hijos y dos hijas. 

Así llegamos al relato de la vocación de Samuel que es nuestra primera lectura de hoy. Tendría unos doce años. La Biblia dice que en aquella época las revelaciones de parte de Dios a favor de su pueblo eran raras. Samuel estaba durmiendo en el templo cuando escuchó una voz y, pensando que lo llamaba Elí, que era como su padrino. La voz llamaba "Samuel, Samuel". Acudió a Elí pensando que lo llamaba pero le mandaba volver a acostarse  porque no lo había llamado. Esto mismo se repitió. Ya por tercera vez, sucedió lo mismo. Esta vez, Elí se dio cuenta de que el Señor lo llamaba y lo mandó volver a acostrarse y si se repetía la vez respondiera: "Habla, Señor, que tu siervo escucha". El Señor le contó a Samuel el plan que tenía para castigar a Eli y su familia por el mal que habían hecho. Posteriormente,se dio una batalla entre Israel y los filisteos e Israel sufrió una gran derrota de manera que hasta el Arca de la Alianza que se guardaba en el templo y que habían llevado a la batalla pensando que con su presencia allí, se salvaría Israel, pero los filisteos se apoderaron del Arca. Se trataba de una suerte de cofre que contenía las tablas de la ley entregadas por Dios a Moisés en el Monte de Sinaí y unos restos del maná, el alimento que Dios entregó a Israel en el desierto. Los hijos de Elí murieron en la batalla de manera Dios cumplió la amenaza de castigar a Elí y su familia por las barbaridades cometidas con el pueblo cuando acudía al templo a ofrecer sus sacrificios. 

Podemos encontrar ciertos paralelismos entre todo este episodio y la situación que actualmente vive el mundo y la Iglesia. Ha habido algunos que consideran que el Covid es un castigo de Dios como tradiconamente en la Iglesia se interpretaban las plagas, o al menos algunas de ellas, y eso incluso de parte de personas santas. A mi parecer, no es cierta esta interpretación por el coronavirus pareciera ser el resutlado de unos experimientos con material genético con la intención de lograr la muerte de un notable porecentaje de la población mundial o crear una arma biológica. El famoso fundador de la Empresa Microsoft que es conocido como genetista y promoter de males como el aborto, eutanasia etc. ha expresado su esperanza de que se vaya a eliminar alrededor de 1.5 mil millones de personas porque también es Maltusiano y piensa que la tierra no cuenta con suficientes recursos para sostentar la población actual. Otro motivo por provocar esta crisis sería la finalidad de obligar a la población a vacunarse y de esa manera ganera billones de dólares para las grandes empresas farmceuticas. Ni una ni otra tien que ver a mi juicio con un plan de Dios de castigar a la humanidad por los males que está cometiendo. Ciertamente, la Biblia considera grandes males que sufrió el Pueblo de Israel como la destrucción de Jerusalén y el Templo y la deportación de gran parte del pueblo a Babilonia como castigo de Dios. Hoy en día no contamos con profetas autorizados, como era el caso de Jeremías y Ezequiel para hacer una interpretación similar. 

En todo caso, es cierto que en el mundo occidential, anteriormente cristiano y ahora neopagano, existe entre los oligarcos que nos gobiernan muchos males que ciertamente claman a Dios por su castigo. Hay una plaga de pederastia  y en general trata de personas de manera que cada año son robados millones de niños que nunca se encuentran. Los grandes magnates, los famosos de Hollywood y los políticos estarían haciendo estas barbaridades.

 En cuanto a la Iglesia, está claro que pasa por una gran crisis. Todos conocemos los casos de abuso sexual de menores de parte de sacerdotes y cómo el tema fue mal manejado por obispos e incluso la Santa Sede. Desde los años 60 del siglo pasado cuando se celebró el Concilio Vaticano II el porcentaje de católicos que acuden a la misa dominical ha desplomado y ahora más con el cierre de las Iglesias decretado por los gobiernos satánicos que nos gobiernan y aceptado o incluso empeorados por no pocos obispos y conferencias episcopales. Casi nadie se confiesa, por lo ual hemos de suponer que consideran que están libres de pecado o que el pecado es poca cosa.  Existe la revolución sexual según la cual los pecados contra el sexto mandamiento como son la pornografía, la masturbación, la fornicación y los actos homosexuales son normales. Incluso hay obispos, como es el caso de la Conferencia Episcopal Alemana que  llevan adelante una campaña para que la Iglesia cambie su doctrina y acepte tales actos no como pecados graves o abominaciones sino como normales. Es decir, en vez de que la Iglesia salga a evangelizar, a enseñar lo que Jesucristo le entregó y ha manetenido a lo largo de 2000 años, ahora ha de adecuarse a la mentalidad de la época actual. También hay escándalos financieros, de manera que debido a estos y otros problemas difícilmente la Iglesia puede dar el testimonio que está llamada a dar en un mundo cada vez más regido por el poder de Satanás. 

¿Qué podemos hacer ante tal situación? Se cristiano nunca ha sido fácil ni Jesucristo nos dejó un camino fácil en el que necesariamente entra mucho sufrimiento, siendo hoy en día la cosa más rechazada. Tenemos que darnos cuenta de que la doctrina y el ejemplo que nos ha dejado Jesucristo y a lo largo de los siglos han vivido los santos, es el único camino que nos lleva a la felicidad que todos anhelamos. Sabemos que este camino se fundamenta en el amor a Dios y al prójimo y que todos tenemos la tendencia hacia el mal. No nos contentemos con condenar a los malos que nos gobiernan o los estafadores etc., sino no olvidar que cada uno de nosotros tiene en su interior una mezcla de bien y mal y que es más fácil dejarnos lleva por el mal que hacer el bien. Es cierto que Dios es misericordioso, pero si no nos convertirmos, cosa que no hizo el sacerdote Elí en el primer libro de Samuel, y sus hijos pereceremos en el infierno. Mientras vivimos en este mundo toadavía hay la oportunidad de converitirnos, arrepentirnos y ayudar a otros a hacer lo mismo. Examinémonos y hagamos que 2021 sea un año en el que prevalezca el bien dentro de nosotros y se vaya ganando la batalle contra el mal.

 




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