HOMILÍA, DOMINGO XXVII DE TIEMPO ORDINARIO, 7 DE OCTUBRE DE 2018.
Aunque la primera lectura del Libro del Génesis trata del matrimonio y el Evangelio también sobre todo acerca del divorcio que Jesús rechaza absolutamente como contrario al plan original de Dios, quiero fijarme en la segunda lectura de la Carta a los Hebreos con un enfoque general sobre el Misterio de la Encarnación y la Redención.
La Carta a los Hebreos es uno de los escritos tardíos del Nuevo Testmento, probablemente proveniente de los años 80 del primer siglo. Más que una carta, parece ser un sermón o un discurso. El tema fundamental es el de Jesucristo como Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza. Sabemos que el sacerdocio tenía una importancia muy grande juntamente y en relación con el Templo en el Antiguo Tesatmento. Se trata de una de las tres instituciones fundamentales del Pueblo del Antiguo Alianaza, juntamente con la profecía y la realeza. La palabra "sacerdos" en latín se deriva de "dar lo sagrado", es decir, realizar los sacrificios en el templo y ser mediador entre Dios y el pueblo. Resulta que los primeros cristianos no tenían un buena buena impresión de los sacerdotes judíos que procedían de la secta de los Saduceos, y fueron los que más se empeñaron en que Pilato condenara a Jesús a la muerte de cruz. Otra secta judía, los esenios, que se habían retirado al desierto para vivir una vida de tipo monástica rechaaban el templo y el sacerdocio. La Carta a los Hebreos rescata el verdadero sentido del sacerdocio enseñando cómo Jesús cumple todo lo previsto en el Antiguo Testamento y es de verdad Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza. También, parece que la carta se dirige a unos cristianos procedentes del judaísmo que añoraban todo el sistema de culto del templo y cabe señalar que en el año 70, el Emperador Romano Tito había destruido el templo debido a una revuelta de los judíos que duró cuatro años. Ni el templo, ni el sacerdocio antiguo existían ya.
La carta comienza con un prólogo sobre la excelencia de Jesús, Hijo de Dios encarnado. "De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por meido del Hijo a quien instituyó como heredero de todo, por quien también hizo los mundos, el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su esencia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la puriificación de los pecados se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado" (1,1-4). Aquí encontramos una de las afirmaciónes más claras de la verdadera identidad de Jesús como Hijo de Dios que ya se sienta a la diestra del Padre que existen en todo el Nuevo Testamento.
Examinemos, pues en primer lugar el Misterio de la Encarnación y luego el de la Redención. Estamos acostumbrado a expresar en el Credo: "Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de lus, verdadero Dios de verdadero Dios,...por nosotros los hombres , bajo del cielo y se hizo hombre". Conviene que reflexionemos sobre este misterio. El Beato John Henry Newman, gran teólogo y predicador inglés del siglo XIX, converso del Anglicanismo, decía que "el misterio de la Encarnación es la idea conducente del cristianismo", es decir, que todos los demás misterios de la fe cuelgan de este misterio central del hecho de que Jesucristo, la segunda persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre y luego murió en la cruz, resucitó de entre los muertos, assendió al cielo etc. Es muy fácil repetir estas palabras, pero nos conviene reflexionar para captar mejor el gran misterio que hay detrás de ellas. Dios, como Padre, Hijo y Espíritu Santo, es absoluto, eterno, todopoderoso, inmutable, infinitamente sabio, y vive una vida plena y eterna sin ninguna necesidad de nada. ¿Entonces, por qué decidió hacerse uno de nosotros y someterse a un tipo de vida muy inferior, restringido por los límites del espacio y el tiempo? El Credo nos dice que lo hizo "por nosotros y por nuestra salvación". Es decir, por amor al hombre que necesitaba ser salvado de sus pecados, como hemos visto hace un par de semanas cuando hablamos del Pecado Original y todas sus consecuencias. Los Padres de la Iglesia lo imaginaban como un naufragio. En la época, los barcos eran de madera y si naufragaban los ocupantes quedaban tirados en el mar, y quedarían tablas de madera del barco flotando en el mar. Así, por el bautismo, Dios no habria pasado una tabla de esas para sacarnos del abismo y llevarnos consigo.
¿Y por qué tuvo que hacerse hombre para realizar este rescate? También los Padres estaban convencidos de que el pecado había sido algo absolutamente catastrófico y que sólo Dios mismo pudo salvar al hombre de él. Además, la historia nos enseña que por más que se progrese en lo material, la ciencia etc. no se logra eliminar el pecado, sino más bien aumenta. Ellos decían, que si Jesucristo no era Dios, nos somos salvados y estamos todavía en el naufragio. Por eso, San Pablo, habla de la encarnación, palabra que significa "hacerse carne", era de parte de Jesús un "vaciarse" de su propia naturaleza o ponerla al lado, no que haya dejado de ser Dios, pero "se despojó de la gloria porpia de la divinidad, incluso más, llegando al extremo de la muerte en la cruz.
Así enlazamos con nuestro pasaje de hoy. Dice que Jesucristo fue hecho infeiror a los ángeles. En días receientes, hemos celebrado la Fiesta de los Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, y la de los Ángeles Custodios. Hemos visto que ellos son mucho más perfectos que nosotros, que tienen una inteligencia muchísimo superior a la nuestra, siendo completamente espirituales, no están sujetos como nosotros a las limitaciones que nos ponen nuestro cuerpo. No están limitados al espacio y el tiempo. Jesús, pues, fue coronado de gloria por haberse sometido a la muerte a favor nuestra: "Convenía, en verdad, que Aquel por quien es todo y para es quien todo es todo, llevara muchos hijos a la gloria, perfeccionando miendiante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación". Jesucristo, por quien todo fue hecho, algo que también San Juan afirma en el Prólogo de su Evangelio, es Cabeza de toda la humanidad, y debido a que se sometió al sufrimiento en la cruz, nos conduce a todos a la salvación. No nos olvidemos de la idea de estar a punto de ahogarnos en el mar.
Luego escribe el autor: "Pues tanto el santificador como los santificados tienen todos el mismo origen" así dice que no se avergonzó de llamalres hermanos". Por el bautismos hemos sido hechos Hijos de Dios porque hemos sido injertados en Jescristo, Hijo Unigénito de Dios y por eso somos hermanos de Cristo.
Ahora bien: ¿Cómo se relaciona todo esto con el resto de los misterios de la fe, pues hemos visto que el Misterio de la Encarnación, o del hecho de que Jescristo Dios se haya hecho hombre, enlaza con el resto de los misterios de la fe? Todo el Misterio de la Fe es sacramental. La palabra sacramento significa "un signo visible de una realidad invisible". El mismo Jesús en su cuerpo es ese signo visible. Esto significa que empezando con Jesús, Dios como que se hace visible y palpable en Él. Dice que "a Dios nadie lo ha visto jamás", pero dice a Felipe en la ültima cena: "Tanto tiempo estoy con vosotros y no sabéis que yo estoy en el Padre y el Padre en mí". No solamente nos habla ya por los profetas, como en el Antiguo Testamento, sino por su mismo Hijo que es su Palabra, todo lo que ha querido y podido expresar. Ya no es lejano sino cercano.
El siguiente paso es, cómo pudo Jesús hacerse presente y actuar más allá de los 33 años vivió en este mundo. Primero escogió a los apóstoles, y luego de haber resucitado de entre los muertos y alcanzado la victoria definitiva sobre el mal, el pecado y la muerte, sobre ello como fundamento y por el envío del Espíritu Santo fundó su Iglesia que es su Cuerpo y su Esposa. Así como Jesús es signo visible, también lo es la Iglesia,como signo comunitario.
La Iglesia conserva en primer lugar la Palabra de Dios, tanto de manera oral que se llama la Tradición Apostólica, es decir, la misma doctrina predicada por los apóstoles que les entregó Jesús, gracias a la acción del Espíritu Santo que es el alma de la Iglesia, como en la Sagrada Biblia que Dios nos entregó a través de la Iglesia, y los siete sacramentos,. Este es lo que llama el depósito de la fe.
Jesús no sólo nos enseñó la doctrina de la fe, sino también la moral, pues hay una unión íntima entre la fe y la moral, porque ésta es consecuencia de lo que creemos y lo que somos. Así como hay un orden en el universo creado por Dios, hay también un orden moral, por lo cual en parte la moral católica se deriva de lo que se llama la ley natural, que en gran medida se encuentra resumida en los Diez Mandamientos, y demás preceptos que Jesús nos entrega en el Evangelio.
San Pablo y otros autores comparan todo el plan maravillo de Dios a un templo con sus varios aspectos arquitécticos y su belleza.
Resumiendo, podemos decir, que es importante reflexionar sobre lo que significan las palabras que en cada misa repetimos sobre el Misterio de la Encarnación o cómo Jesucristo Hijo de Dios se hizo uno de nosotros, y luego cómo nos rescató o salvó del naufragio que es el pecado, y siendo hermano nuestro nos quiere llevar de la mano a la verdadera felicidad que nosotros mismo anhelamos. La gente hoy en dia, mayormente piensa en vivir el momento, sobre todo la juventud, pasarlo bien. ¿Y qué harán cuando ya no pueden andar de parranda, bailar etc? Sólo en Jesucristo encontramos el verdader sentido de la vida, porque "en Él y por El fueorn creadas todas las cosas".
sábado, 6 de octubre de 2018
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Padre Thomas. Lo Felicito por su excelente comentario bíblico P Rivas, LC Tulum Qroo
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