sábado, 27 de octubre de 2018

EL VERDADERO EXILIO QUE ES EL PECADO

HOMILÍA, DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C, 28 DE OCTUBRE DE 2018.

Se podría decir que el Antiguo Testamento está colgado de dos bisagras, el primero el éxodo de la opresión del Faraón en Egipto y, en segundo lugar el exilio babilónico. La palabra éxodo significa salida. Se trata de la liberación del pueblo de parte de Dios y luego de la alianza hecha en Sinaí la eventual entrada en la Tierra Prometida. Es interesante que en la versión de San Lucas de la Transfiguración se dice que Moisés y Elías hablaban con Jesús sobre el éxodo que iba a realizar en Jerusalén. Esto se refiere a la liberación ya no de un pueblo para entregarle un país en Medio Oriente, sino la liberación de toda la humanidad del pecado y de la muerte por la muerte de Jesús en la cruz y su gloriosa resurrección. También en el Libro de Isaías en su segunda parte (cc. 40-55) se considera la vuelta del exilio de Babilonia como un segundo éxodo.

En nuestra primera lectura del profeta Jeremías, que fue testigo del exilio a Babilonia y él mismo acabó sus días en Egipto, muy en contra de su voluntad, se refiere a una vuelta del exilio. Esta vez se trata del exilio de las tribus del Norte realizada por el Imperio Asirio en el año 721: "Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; El Señor ha salvado a su pueblo, el resto de Israel.

San Agustín decía que vivimos por el pecado en una "tierra de disimilitud", es decir, cómo Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, el pecado ha afeado esta imagen y semejanza. También podemos constatar que después del pecado de Adán y Eva fueron expulsados del Jardín de Edén, es decir, el lugar donde vivían en armonía y amistad con Dios, en armonía entre ellos mismos y la creación de Dios. Cabe señalar también que él cuerpo de Jesús, después de su muerte en la cruz, fue llevado a ser sepultado en un jardín, del que era dueño José de Aramatea. Este hecho se podría interpretar como una vuelta del exilio. En todo caso, la misión del Mesías como la concebían los judíos implicaba la reunión de los dispersos debido a los exilios bajo él como cabeza de la nueva humanidad reconciliada con Dios y superado el pecado y sus consecuencias. Necesriamente, Dios iba a remediar el desastre provocado por el pecado.

Nuestro evangelio de hoy nos relata el caso de la curación del ciego Bartimeo en Jericó. El hecho de que el evangelista nos dice su nombre es interesante. En otras curaciones no se entrega el nombre del beneficiario del milagro. Se ve que se trataba de una persona conocida luego en la comunidad cristiana. Es ciego y cojO y se dedica a mendigar, pues, poco o nada más podía hacer. No era capaz de valerse por sí mismo. Obviamente, se trata de un acontecimiento real que se dio, pero podemos y debemos encontrar también un significado simbólico referente a todos nosotros pecadores incapaces de salvarnos a nosotros mismos. El ciego está privado de la luz del día  y no puedE guiarse por sí mismo. Al cojo se le dificulta la movilidad y la combinación de los dos estados hace la vida mucho más difícil. San Juan en su Primera Carta dice: "Dios es luz y no hay en él tiniebla alguna" y Jesús dice "yo soy la luz del mundo". En la Transfiguración, los tres apóstoles descubren la verdadera identida de Jesús como bañado de luz. En la antiguedad, el baustismo se llamaba photismós o iluminación. Jesús también es el camino, la verdad y la vida, y en cuanto que Bartmeo supera la cojera ya es capaz de seguir a Jesús el verdadero camino.

Así pues, como Adán y Eva entraron en un exilio por su pecado y fueron expulsado del jardín, como el Pueblo de Israel estaba en el exilio en Egipto, y luego en Asiria y Babilionia, nosotros también hemos de ver nuestro paso por este mundo marcado por el pecado como un exilio y una peregrinación hacia la verdadera patria que el el cielo a donde Jesús nos convoca. Y lo hace a través de la Iglesia. La palabra ekklesía significa ser llamados fuera de, ek significando fuera de, y kaleo es el verbo llamar. Primero por el bautismo fuimos llamados a salir de la tierra de la desimilitud que es el pecado y peregrinar en la Iglesia en este mundo hasa llegar de la mano de Jesús a la Iglesia Celestial donde todo es luz, alegría, gozo sin fin, y se acaban todas las angustias y dolores.

 

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