HOMILÍA DEL CORPUS CHRISTI, 3 DE JUNIO DE 2018.
Es difícil exagerar la importancia de la Eucaristía en la vida de la Iglesia y en nuestra propia vida cristiana. Nuestro pasaje evangélico de hoy no da la versión de San Marcos de la Ûltima Cena y la institución de la Eucaristía. A partir de los primerísimos tiempos de la Iglesia, como podemos constarar de lo que cuenta San Pablo en el c. 11 de su Primera Carta a los Corintios, él les comunicó lo que había recibido como tradición a unos cuantos años de la hechos y al convertirse. A partir de allí se cumplía el mandato de Jesús "haced esto en memoria mía". Según constatamos en los Hechos de los Apóstoles y en el Evangelio de San Lucas en el episodio de los dos viandantes de Emaús, se denominaba "la fracción del pan". Se llamaba también oblatio (ofrenda) y luego eucaristía (acción de gracias). Los relatos dicen que Jesús dio gracias antes de proceder a pronunciar las palabras que convierten el pan y el vino en su cuerpo y sangre.
A lo largo de los primeros ocho siglos, es decir, toda la época de los Padres de la Iglesia, se mantenía intacta toda la doctrina acerca de la Eucaristía como sacramento y como sacrificio, siendo la actualización para nosotros del sacrificio cruento en la cruz de forma incruenta sobre el altar. Todos los Padres mantenían la doctrina de la transformación (metamorfosis) del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Jesús. En la temprana Edad Media surgieron las primeras controversias sobre la doctrina eucarística, en primer lugar porque algunos pensaban que la presencia de Jesús en el sacramento trataba de una presencia de su cuerpo físico y no sacramental como es el modo correcto de entenderlo. Ya en el siglo X, un tal Berengario de Tours propuso la idea de que no se trataba de una presencia real sino simbólica. Luego en la época de la Reforma Protestante se propusieron varias herejías acerca de la verdadera doctrina de la Eucaristía, negando lo que los Padres llamaban transformación y luego a partir del sglo XII se llamaba transubstanciación que significa que toda la realidad el pan y del vino se convierten en el cuerpo y la sangre del Señor. De manera especial también, los Protestantes rechazaron el aspecto sacrificial de la Eucaristía, o el Sacrificio de la Misa, lo que produjo mucha polémica con los teólogos católicos de la época.
En el siglo XIII, gracias a una revelación privada a una monja en lo que es ahora Bélgica, se dio inico a la costumbre de realizar con grandísima solemnidad las procesiones del Santísimo Sacramento, en esta Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Sin perder la importancia de comer el cuerpo o la carde de Jesucristo y beber su sangre, debido a que su presencia perdura en las sagradas después de la misa, se puso mucha hincapíe en el adoración del Sacramento, y a sacarlo por las principales vías de la ciudad hermosamente adornada para la ocasión.
Pasemos ahora a comentar las lecturas que hemos escuchado en este Ciclo B. La primera del Libro del Éxodo nos presenta a Moisés después de haber recibido las palabras de la Alianza en el Monte Sinaí. una alianza en el Nuevo Testamento es un pacto sagrado normalmete propuesto por Dios a través de su representante que también se daba pactos o alianza de vasallaje entre reyes. Moisés lee las promesas hechas por Dios y la gente unánimamente los aprueba.
Una alianza se sellaba con un sacrificio, en este caso un holocausto en el que todo el animal era quemado como ofrenda a Dios representando su obediencia a su alianza. Cabe señalar la importance de la sangre en el culto bíblico veterotestamentario a Dios. La sangre en la Biblia simboliza la vida y su derramamieto sobre el altar, y su aspersión sobre el pueblo por manos de Moisés sigifica el compormiso sagrado de cumplir lo que Dios estipulaba en la Alianza.
Pasemos ahora a nuestra segunda lectura tomada de la Carta a los Hebreos. "No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una
vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna". La Carta trata de Jesucristo como Sumo Sacerdote y en este caso su sacrificio, que ya no es de animales sino su propia sangre. La entrada en el santuario se refiera a la Fiesta de Yom Kippur o la expiación en la que el pueblo judío juntamente con el Sumo Sacerdote se reunían en el templo para pedir a Dios la expiación de sus pecados. El Sumo Sacerdote extendía sus manos sobre el chivo expiatorio que posteriormente era enviado al desierto. En aquél día, el mismo Sumo Sacerdote entraba en la cámara interior del templo para incensarla. Era la única vez en todo el año que se entraba allí. Esta parte interior del tempo se llama "El Santo de los Santos", o la parte más santa. En la ocasión de la muerte de Jesús, el velo que separaba esta caméra del templo de la anterior se rompió de arriba abajo, simbolizando que con la muerte de Jesús ya se había abierto el camino a la intimidad con Dios y se había superado. También se habla de una nueva alianza, cumpliendo así la promesa hecha por Dios a través del Profeta Jeremías (33,31-33) de una nueva alianza.
El mismo tema de la nueva alianza aparece en nuestro evangleio de hoy, en las palabras de la consagración de todas las misas: " «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por muchos". Lo que más caracterizaba la vida de Jesús desde su ingreso en este mundo fue su entrega de sí mismo en cada momento de su vida hasta llegar al extremo de la cruz. Hubiera podido escaparse antes de que lo metieran preso, pero tenía clara conciencia de que la voluntad de su Padre era esa entrega dolorosa que llegaría al derramamiento de su sangre en la cruz.
Nosotros al recibir la sagrada comunión contestamos Amén cuando el ministro nos dice ·El Cuerpo de Cristo". Este Amén significa la acogida en nuestro corazón y en toda nuestra vida a Jesús que se ha entregado derramando la última gota de su sangre en la cruz. ¿Nos damos cuenta de toda la inmensa riqueza que hay en la Misa?
sábado, 2 de junio de 2018
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