sábado, 18 de febrero de 2017

LA SANTIDAD Y E AMOR AL PRÓJIMO, INCLUSO AL ENEMIGO.

HOMILÍA XVII DOMINGO DURANTE EL AÑO, CICLO C, 19 DE FEBRERO 2017.

Cuando yo era niño, la idea común que teníamos acerca de la santidad era que en primer lugar están los grandes santos canonizados como San Francisco y tantos otros, especialmente los mártires; luego parecía obvio que los sacerdotes y religiosos están llamados a la santidad. En cambio, no se le ocurría a casi nadie que todos los fieles cristianos también están llamados a la santidad, que no hay dos niveles de vida cristiana, como lo hay en el fútbol, pues allí los equipos que no se mantienen al primer nivel tienen necesariamente que pasar al segundo, "serie B" como se dice en italiano, El Concilio Vaticano II puso fin a esta concepción equivocada. Encontramos en nuestra primera lectura del libro del Levítico, el tercer libro de la Biblia, que Dios: "Sed santos, porque yo el Señor tu Dios soy santo" . El Libro  del Levítico es posiblemente el más extaño de todos los libros del Antiguo Testamento para nosotros, pues trata de las múltiples normas que tienen que cumplir los sacerdotes en el ejercicio del culto del templo. Sin embargo, contiene esta afirmación importante. La palabra santo  en hebreo kabod significa separado, es decir, Dios está en otro nivel, más allá de nuestro mundo. Además, todo lo que tiene relación con Dios es santo, como el mismo Pueblo de Dios, el Templo y los varios aspectos del culto. Sin embargo, aquí después de esta afirmación fundamental, el texto pasa a hablar de la necesidad de amar al prójimo. Sabemos que para el mundo pagano la norma era amar a los amigos y odiar a los enemigos. En el Antiguo Testamento, se pasa a ordar a todos los israelistas a amar a los deemás miembros del pueblo como  sus hermanos.

Pasando ahora al Evangelio de San Mateo y al pasaje que sigue en el Sermón de la Montaña, que viene siendo la proclamación de la nueva ley de Jesús, que llega a un nivel inaudito para los oyentes de Jesús, y tembién para nosotros. Incluye una de las frases más citadas de Jesús, la que manda dar la otra mequilla, y "el que quiere quiere llevarte al tribunal, y quitarte la túnica, déjale también el manto."y más adelante "amad a vuestros enemigos, orar por los que os persiguen, porque así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo"  El motivo que nos da para cumplir estos mandatos que nos pudieran parecer tan extraños es que así nos asemejaremos a  Dios que hace que el sol salga sobre buenos y malos, que la lluvia caiga sobre justos e injustos. Si no nos comportamos así, seremo como los recaudadores de impuestos, considerados odiosos por ser estafadores, o como los paganos. Luego Jesús resume toda esta enseñanza diciendo: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto"

¿Pero esto es posible? Ya en el Antiguo Testamento, como constatamos en nuestra primera lectura, nosotros entramos en relación con Dios, also así como entrar en su campo magnético, de manera que ya por la créación como afirma el Libro del Génesis, Dios nos a creado a su imagen y semejanza (1,23), de manera que Dios no es un ser completamente extraño apra nosotros. Nuestra misma naturaleza se asemeja a la de Dios, y por lo tanto tenemos la obligación y la capacidad de actuar como Él. Claro, es cierto que intervino el pecado, em primer lugar el Pecado Original que como un virus con el que  hemos sido contagiados y tiene como resultado el debilitamiento de nuestra naturaleza y mayor dificultad de vivir según esta naturaleza originaria que nos hace imagen y semejanza de Dios. Esta debilidad se manifiesta en un oscurecimiento de neustra mente para reconocer la verdad y una voluntad frágil que hace que sea imposible para nosotros evitar totalmente el pecado.    Sin embargo, si algo está claro en la Biblia,  es el hecho de que Dios nunca abandona a su pueblo, sino que una y otra vez le da nuevas oportunidades de arrepentirse y acoger su infinita misericordia. Este proceso culmina en la venida de Jesucristo al mundo para cargar sobre sí nuestros pecados y llegando a la cruz liberarnos de su peso, y alcanzando la victoria de la resurrección. La resurrección de Jesús ha abierto una nueva e inaudita dimensión de la realidad y de nuestra vida. Como afirma, la Primera Carta de San Juan, "no solo nos llamamos, sino que los de verdad" (1 Jn 3,1).

Esta nueva realidad a la que hemos nacido por el bautismo, es decir, la filiación divina, o el ser "hijos en el Hijo", nos da una nueva capacidad, la de vivir de verdad a un nuevo nivel en unión con Jesucristo glorificado que ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Los grandes Padres de la Iglesia Oriental llamaban esta realidad "divinización" o "deificación". También la llamamos el misterio de la gracia. Si Jesucristo nos invita a cumplir lo que aquí nos manda, como amar amar a los enemigos, es decir, querer y hacerles  el bien y perdonar a los que nos han hecho daño, no nos deja solos sino que nos da la fuerza para cumplirlo. Es lo que han hecho, siempre los mártires, perdon.

Pasando a la segnda lectura de San Pablo a los Corintios, en la que hace una pregunta retórica muy importante: "Hermanos, no sabéis que sois templos de Dios y el Espíritu Santo habita en vosotros? Si uno destruye el templo de Dios, Dios lo destruye, porque esanto es el templo de Dios que sois vosotros" El templo era el lugar de la presencia de Dios en medio de sus pueblo y donde se realizaba el auténtico culto a Dios. Resulta que San Pablo afirma que cada no de nosotros es templo  de Dios y Dios mora en él. Si Dios habita en cada uno de nosotros, eso no puede no no debería de dejarnos iguales como si no fuera así. Además, el Espíritu Santo tiene como nombre el Santificador, y hemos visto que todos hemos recibido la llamada a la santidad. Nos encontramos dentro del campo de acción de Dios a través de su Espíritu que nos comunica. También San Pablo dice a los Romanos: "El amor de Dios ha sido derramado sobre vosotros por el Espíritu Santo que habita en vosotros". Por ellos, no podemos menos de tener una gran confianza en la acción del Espíritu Santo dentro de nuestro corazón para poder cumplir en todo la voluntad de Dios, incluyendo lo que nos manda en el evangelio de hoy acerca del amor a los enemigos, el perdón, dar la otra mequilla etc. Es posible e incluso puede llegar a ser fácil, debido a que la virtud factilita las buenas obras.

Ante todo, dejémonos convencer por el poder de la gracia que es la acción del Espíritu Santo para alcanzar la santidad qe consiste ante todo en el cumplimiento de la voluntad de Dios en cada momento con amor y generosidad.  Santo Tomás de Aquino afirma que "la nueva ley es el Espíirtu Snato" y dado que habita en nosotros no tenemos motivos para temer ni pensar que lo que nos propone Jesús es demasiado.                            

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