sábado, 19 de febrero de 2022

¡ES POSIBLE CUMPLIR LO QUE JESÚS NOS MANDA, COMO AMAR A LOS ENEMIGOS?

 

HOMILÍA DEL VII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 20 DE FEBRERO DE 2022,

Nuestra primera lectura de hoy nos cuenta un episodio que se dio cuando Saúl, el primer rey de Israel andaba cazando a David con el que se había enemistado. Todos nos acordamos del episodio de la lucha entre David y Goliat, el filisteo alto y fuerte bien armado mientras David no contaba con armadura. Sin embargo, logró matar al filisteo con un guijarro que había sacado de un richuelo. Gracias a David, que contaba con el favor de Dios Israel había logrado una gran victoria contra los filisteos, que eran un pueblo guerrero que había llegado a Isreal desde el mar y hacían estragos a Isreal hasta que Dios escogió a Saúl y mando al profeta Samuel ungirlo rey de Israel. Lamentablemente, Saul tenía un notable defecto que era la envidia, y debido a los halagos del pueblo a favor de David, Saul pensaba que le quitaría el reino y se empeño por todos los medios a matarlo. Jonatán, hijo de Saul tenía una grandísima amistad con Jonatán y ayudó a David a escaparse de la furia de Saul provocada por el exceso de envidia. En medio de las correrías de David para escaparse de Saúl, descubrió el lugar exacto en el que Saúl y su ejército estaba acampado en una montaña. Uno de los ayudantes de David descubren a Saúl dormido el el cerro y desea matarlo, pero David no le deja porque se trata del “ungido del Señor”, Es decir, David, manifiesta magnamidad hacia su enemigo Saúl que anda buscándolo para matarlo.

Pasemos a nuestro pasaje evengélico de hoy que está tomado de lo que en el caso del Evangelio de San Lucas, es “el Sermón de la Llanura”, a diferencia del de San Mateo que es mejor conocido como Sermón de la Montañas. En todo caso ha bastante coincidencia en la temática de una y otra. El domingo pasado, hemos podido dar inicio a este Sermón que nos presenta San Lucas. “«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, presentarle la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, qué mérito tenéis”. Posiblemente, habiendo escuchado muchas veces estas palabras de Jesús, n nos impactan tanto. Amar a nuestro enemigo es de lo más difícil que podemos imaginar. Recordemos que “amar” significa hacer el bien al que nos odia y buscar hacernos daño. Es que lo que Jesús nos propone parece imposible. “haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian”. ¿A quién se le ocurre hacer tales cosas? Ciertamente a nivel humano, ninguno,

Un enemigo es uno que nos ha hecho daños y aquí Jesús está pidiendo que lo amemos. Hace el bien a los que nos odian. Podríamos preguntarnos ¿cómo es posible hacer eso? ¿No va contra la naturaleza humana? Pues, sí va contra la naturaleza human caída por el pecado original y demás pecados, pues debido a ello nuestro intelecto está oscurecido, nuestra voluntad debilitado y nuestras pasiones nos inclinan al mal. Por otro lado, Jesucristo es el Hijo de Dios, el camino, la verdad y la vida, y por ellos no puede estar equivocado ni exigirnos algo imposible. También San Pablo nos asegura que nadie es tentado más allá de sus fuerzas. Cada uno de nosotros los cristianos hemos sido “regenerado a una esperanza viva”, como escribe San Pedro en su primera carta, y tanto San Juan como San Pablo nos aseguran que somos hijos de Dios, que hemos vuelto a nacer, cosa que dice Jesús a Nicodemo. San Pablo, nos invita a “caminar en la novedad de vida”. ¿En que consiste esta novedad de vida? Consiste en nuestro identificación con Jesús gracias a la cual podemos alcanzar lo que sin él no podríamos hacer.

Claro, esta transformación que se da en el bautismo depende también de nuestra colaboración con la gracia. San Pedro en su segunda carta afirma que participamos en la naturaleza divina, de manera que se nos habilita a una nueva vida superior por nuestra unión con Jesucristo. No obstante, nos corresponde colaborar con la gracia, de manera especial en la eliminación de los vicios y pasiones basadas en el egoísmo y la sensualidad para ser capaces de alcanzar lo que Jesús nos indica en este pasaje evangélico. Los padres han de educar a sus hijos de manera que puedan superar las tendencias al egoismo, la pereza y otros vicios que si no fuera por la gracia de Dios y nuestra colaboración con ella nos dominarían.

Tenemos los diez mandamientos, los siente pecados capitales, las virtudes, sean los teologales que son la fe, la esperanza y la caridad, como las moral como son las virtudes cardinales la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza que nos corresponde practicar. Luego tenemos nuestra conciencia que tenemos que formar para poder en cada caso evitar el mal y hacer el bien. Al hacer este lista nos pudiera parecer muy complicado y difícil, pero en realidad es posible porque en cada momento y con la práctica se hace menos difícil. Una virtud es un hábito y un hábito se parece a un músculo que con el ejercicio se fortalece y todas las virtudes están relacionadas de manera que la práctica de una nos facilita la de otra cuando nos hace falta.

Hemos escuchado estas palabras de Jesús en nuestra Santa Misa de hoy. No debemos dejar pasar la oportunidad, en primer lugar de examinar nuestra conciencia y descubrir donde estamos fallando y poner manos a la obra, no pensando que es demasiado díficil.

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