sábado, 24 de octubre de 2020

ABANDONAR LOS ÍDOLOS PARA SERVIR A DIOS,

 HOMILÍA DEL DOMINGO XXX, CICLO A, 25 DE OCTUBRE 2020.

Hoy me voy a fijar en la segunda lectura. Normalmente, la segunda lectura de los domingos está tomada de las cartas de San Pablo. Hoy nos toca leer un pasaje de la Primera Carta a los Tesolonicenses. Se trata de una ciudad en Grecia que todavía existe y es de las más importantes. Se trata de una de las primeras ciudades en Europa a las que llegó San Pablo a evangelizar. Este es un aspecto muy importante, es decir, el hecho de que se trate de Grecia y de Europa, Se trata del encuentro del Evangelio con Europa y Grecia, que obviamente estaba dentro de los planes de la Divina Providencia, cosa que podemos constatar a lo largo de los siglos, Nada se escapa de la providenica de Dios. En primer lugar, el hecho de que Jesucristo, Hijo de Dios naciera del Pueblo de Israel que en la época formaba parte del Imperio Romano. San Pablo mismo era hijo de las dos culturas, la hebrea y la griega, habiendo nacido en Tarso, una ciudad de cultura grega al susr oeste de lo que es ahora Turquía. Él se había especializado en el estudio de la Biblia bajo la tutela de Gamaliel, probable el rabino más prestigiosos de la época en Jerusalén. Es obvio que su vocación, empezando con su conversión en el camino a Damasco era una manifestación extraordinaria de la providencia de Dios. El desarrollo de la filosofía griega a lo largo de los 500 años antes de Cristo habia sido una muy importante preparación para el evangelio, y San Pablo era un persona muy bien preparada para la misión de llevar el evangelio a los griegos,

La Carta a los Tesalonicenses es la primera de San Pablo y el primer escrito del Nuevo Testamento y se remonta a alredor del aó 50 d C. Estamos en el primer capítulo de la carta donde el Apóstol suele expresar sus saludos y la  alegría de poder comunicarse con esta pequeña comunidad formada por él en un viaje anterior. Escribe; "Vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiend la palabre enrtre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo". No se trata de una falta de modestia de parte de San Pablo, pues aquí y en otros pasajes de sus cartas invita a los cristianos a imitarle a él como él imita a Jesucristo. El cristianismo no es una teoría filosófica que se puede aprender y asimilar estudiando unos libros.Todo se concentra en la Persona de Jesucristo Nuestro Señor y de ahí la importancia de su ejemplo y su testimonio. Por eso pudo escribir el Apóstol a lod cristianos de Gálata (2,20) "ya no vivo yo, Cristo vive en mí". Cada cristiano ha de tener los mismos pensamientos, mentalidad y actitudes y sentimientos de Jesucristo y así ser su auténtico testigo. El Apóstol quiere que los tesalonicenses sean como él imitadores de Jescristo y así atraer a otros a la fe y al encuentro con el Señor.

La mayoria de los conversos ganados por Cristo de parte de San Pablo provenían del paganismo y el mismo apóstol reconoce la dificultad y la lucha que eso implicaba. Ellos vivían en una culura pagana con sus templos, fiestas paganas, los vicios comunes al paganismo de la época. Acoger la buena noticia del cristianismo implicaba el rechazo de tantos aspectos de la vida pagana incluyendo en no pocas ocasiones el rechazo de sus propias famiias. En el primer capítulo de su carta a los Romanos, San Pablo indica algunos aspectos del paganismo que había que rechazar como el desenfreno sexual y la homosexualidad, algo que se manifiesta en nuestros tiempos también. Por otro lado, San Pablo expresa su dolor por el rechazo de Jesús como Mesías de parte de sus hermanos judíos. Los cristianos de Tesalonica había abandaonado muchas cosas, sobre todo la idolatría que en la Biblia es el pecado por antonomasia, y vivían en la alegría del Espíritu Santo. 

San Pablo los felicita y manifiesta que ello.s habían llegado a ser dignos de inmitación. Desde vuestra Iglesia, la palabra del señor ha resonadono solo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Simplemente viviendo su fe con alegría según la moción del Espíritu Santo, ellos había logrado extender la fe por otras regiones, algo que todo católico debería de considerar un deber y parte importante de su misión en el mundo. Si Jesucristo es el camino, la verdad y la vida, urge comuncar la fe a otros con nuestra palabra y nuestro testimonio de vida. Vuestra fe en Dios había corrido de noca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismo  cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis.

¿Y cómo lograron los tesolonicences esta tarea? En primer lugar, abandonando los ídolos. Hoy en día, al menos en Occidente, no es que se adora a ídolos físicos. La idolatría que se practica es más sofisticada. Si Dios Nuestro Señor y Jesucristo no son el valor absoluto en nuestra vida y eso queda manifiesto, pues adoramos algún tipo de ídolo. La idolatría que se practica hoy en día se puede dividir en tres tipos: el poder, el placer y el dinero lo que que puede comprar. Podríamos pensar que no tenemos poder porque no somos políticos y grandes magnates, pero todo ser humano maneja algún tipo de poder. A veces se practica el abuso del poder en la famiia o en el lugar de trabajo actuando como déspotas. El placer incluye el abuso del don de la sexualidad haciendo caso omiso de la voluntad de Dios expresado en el sexto mandamiento o en otros placeres como la vida cómoda, exquisitez en los alimentos como era el caso de Rico Epulón y el Pobre Lázaro en la parábola de Jesús en el Evangelio (Lc 16, 23-31). Para otros su ídolo es el dinero, aunque el dinero en sí mismo no sirve para nada sino para comprar cosas. 

El modo de superar estos vicios es haberse vuelto a Dios para serir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo. Si la soberbía y el egoísmo y demás vicios tienen prioridad en nuestra vida, no hay lugar para Dios en ella. Aunque no somos conversos del paganismo como estos cristianos a lo que el Apóstol dirige su carta, tenemos los mismo defectos y tenemos que luchar para abandonar los apegos desordinados a todo lo que no es Dios y su voluntad. Así viviremos una vida feliz y en paz con Dios y con nuestros hermanos, practicando el primer mandamiento de la ley de Dios: Amarás tu Dios con todo el corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas y al projimo como a nosotros mismos.





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