lunes, 18 de mayo de 2009

Apuntes sobre el celibato y la maduración de la persona

ALGUNOS APUNTES ACERCA DEL CELIBATO Y EL PROCESO DE MADURACIÓN DE LA PERSONA.


El sentido del Celibato.El célibe normalmente es una persona a que voluntariamente ha renunciado al matrimonio normalmente como resultado de una consagración a Dios por un voto o en el sacerdocio. No nos referimos pues a solteros. También es posible vivir el celibato pro otros motivos como la dedicación al arte u otra causa noble. En nuestros días cuando se exagera la libertad sexual y el amor sensual, es más urgente para el célibe ejercer el auto control y no involucrarse en relaciones puramente emocionales. Los motivos del celibato dados de forma clásica tanto pro San Pablo (1Cor 7, 32’35) como por Santo Tomás (S.T. II-II, 186,4) requieren una lectura atenta y una profundización en nuestros días. Esta doctrina tradicional parece indicar que San Pablo se resiste a aprobar el matrimonio como un estado de vida normal para el cristiano y llegaría a ser una solución para aquellos a que no pueden practicar la continencia. Ciertamente la opinión de San Pablo, como la de la Iglesia a lo largo de los siglos recalca la excelencia de la virginidad como estado de vida sobre el matrimonio. Lo que hace posible esta superioridad es ante todo la libertad de alma para poder dedicarse plenamente al Señor sin las preocupaciones por las cosas mundanas, no porque la unión carnal en el matrimonio sea mala.
El contenido del voto de castidad o la promesa de celibato, es el mismo sea para religiosos, miembros de institutos seculares y sacerdotes diocesanos. El instinto sexual tendrá su fuerza en cada caso, pero es más difícil para el célibe mantener la continencia que para un casado vivir la castidad matrimonial. El célibe necesita más auto control y “continencia”, y Sto. Tomás indica que ésta reside en la voluntad (S.T. II-II 155,3). La realización fundamental de la persona se logra a través del amor que significa la superación de la preocupación por uno mismo o el egoísmo. Si el célibe no se siente sobrecogido por el amor a Cristo y por su causa que es el Reino, no logrará la necesaria maduración en su vocación y es muy probable que fracasaría en al vida matrimonial también.

El celibato implicaría una serie de dificultades como pueden ser la soledad y una falta de plenitud debido a que no se realiza lo que es natural en el hombre, el deseo de formar una familia y verse realizado de alguna forma en sus hijos. Por algo se le llama una “eunuchia”. Algo en la naturaleza queda truncado. Sin embargo, el célibe no debería de ver en su estado una mera renuncia de algo, sino una fuente de grandes valores positivos y posibilidades de amar. Le da la libertad de dedicarse más plenamente al servicio de Dios y a la comunidad eclesial. Eso no quita la dificultad de amar a todos y con frecuencia no recibir recompensa alguna, pero también le ayuda a superar su egocentrismo y experimentar la alegría de dar, de entregarse y reproducir en el mundo el estilo de vida que caracterizaba a Jesús y, que de alguna forma prefigura la vida del Reino futuro.

2) Amor Célibe y Amistad

La renuncia que hace el célibe no incluye una renuncia al amor, dado que el amor no incluye en sí mismo lo sensual o la expresión sexual. Tanto el célibe como el casado puede dar expresión a un amor de tipo emocional. Ciertamente no es fácil para el célibe vivir este tipo de relación si no es capaz de controlar la satisfacción sensual de los movimientos del amor emocional. Esto porque las emocione tiende a ser por naturaleza centradas en sí y la tentación es hacia un amor a la otra persona que no pase del nivel de gratificación física. Experimentos de este tipo de parte de religiosos en los años 70 del siglo pasado se llamaban “la tercera vía”.Esto lleva a ser centrado en sí y posesivo del otro. El mismo amor entre los esposos no puede quedarse al nivel romántico del noviazgo sino que tiene que llegar a ser una auténtica amistad conyugal. Tradicionalmente en la vida religiosa se rechazaba las así llamadas “amistades particulares” como dañinas para la vida comunitaria, en cuanto que demuestran exclusividad o falta de apertura, posesividad y pueden ser obsesivas. En una palabra demuestran una falta de una relación madura de verdadera amistad.

Tales casos no excluyen el bien de la amistad entre las personas célibes: “Cualquier movimiento de amor fuerte –incluso amor de amistad- normalmente estará acompañada por una reacción emocional. Empatía, ternura y el calor de las emociones son concomitantes normales de un amor ardiente. En el caso de la amistad los movimientos de las emociones están bajo el control de la razón y la voluntad. Se trata de un amor que es don. El amor de voluntad n os lleva a sublimar las pasiones y buscar el bien del amigo más que nuestro propio bien. Si no se puede superar la posesividad y la búsqueda del bien propio en una relación particular, mejor es terminar tal relación. El amor de amistad entre célibes tiene que semejarse más al amor paterno o materno que al amor conyugal. Sto. Tomás dice “Caritas amicitia est”.

3) Amor, Sexualidad y Celibato

Ciertamente los esposos están llamados a ayudarse mutuamente a lograr su realización personal existencial y a esto han de ayudar las relaciones sexuales dentro del matrimonio, pero éstas no son esenciales para alcanzar este fin. La frecuencia del acto sexual dentro de un matrimonio no es medida de la perfección humana que van alcanzando los esposos. El célibe con frecuencia renuncia a algunas oportunidades a que le proporcionaría el matrimonio. Lo importante es que se vaya realizando la integración de las emociones bajo el dominio de la razón y de la voluntad. Así se va logrando un amor altruista, que ciertamente requiere mucho esfuerzo y sacrificio de parte de los esposos.

Este tipo de madurez y realización personal se puede y se debe lograr también en el celibato. Para que se logre esta maduración en el célibe debería de poseer las mismas cualidades que se requieren en la persona que se dispone a casarse. No debe ser formado en un ambiente de represión de sus emociones, sino animado a desarrollar su personalidad de una manera integrada y completa. Así como los casados, también el célibe experimentará dificultades y luchas particularmente en los años treinta y cuarenta, o la así llamada crisis de la mitad de la vida. La realización personal que ambos han de lograr no tiene que ver con la gratificación del instinto sexual. Debido a los necesarios motivos d tipo espiritual que ha de poseer el célibe, es probable que alcanzará a la libertad y el gozo de un amor continente a una más temprana edad que el casado. “Él también puede llegar a ser una persona equilibrada que atrae a otros por su amor, radiante, caluroso y sin egoísmo” (Baars 155). Si su sexualidad genital es el principal foco de su interés, demuestra que no es capaz de alcanzar la integración de su instinto sexual dentro de la totalidad de su personalidad, bajo el dominio de la razón y la voluntad. En cada caso se tiene que practicar un amor continente que se ejercita en el autocontrol pero que no reprime el deseo legítimo de amar y ser amado. Cuando una persona casada o célibe no logra alcanzar este tipo de integración y amor, puede deberse a factores de tipo hereditario, falta de una adecuada formación en la capacidad de amar y otros factores. Es un error pensar que un sacerdote que no ha logrado alcanzar esta integración en el misterio y en el celibato, lo logrará simplemente casándose (Baars 158).

Esta madurez e integración emocional se manifiestan en el caso de un sacerdote en el hecho de que no busca en primer lugar su propio bien. Sin embargo, esto no basta porque para mover a los demás tiene que manifestar amor hacia ellos. Logrará mucho más con los feligreses si manifiesta una relación calurosa y afectiva hacia ellos. Siendo tantos los parroquianos, es imposible que tenga una relación de amistad con todos ellos. Su relación con la mayoría de ellos será de tipo “funcional”, expresada en su servicio o ministerio sacrificado para con ellos. En ocasiones como son la enfermedad muerte de miembros de su parroquia o sus familiares, tendrá ocasión de expresar afecto y solidariedad con algunos que normalmente conocerá poco en la parroquia. También en ocasiones experimentará el afecto y gratitud de estas personas. También serán ocasión de frustraciones y sufrimiento para él. Pues no hay amor que no esté unido con el dolor y la vulnerablidad.

Además de este amor y dedicación a su misión de servicio, tendrá sus amistades personales, sea con otros sacerdotes, con laicos, varones y mujeres. En este caso de la amistad hay una mutualidad en cuanto a que se ama y se experimenta el amor de los amigos de una forma que va mucho más allá del amor funcional. Este tipo de amistad tiene su modelo en las amistades de Cristo con Lázaro, Marta, María, el Discípulo Amado. También se encentran abundantes ejemplos de ella en las cartas de San Pablo y el Libro de los Hechos.

No se excluye que el sacerdote sienta el deseo sexual en este tipo de relaciones de amistad, pero en tales casos tiene que poder controlar esta experiencia a través del amor continente (restraining love). Tiene que conocerse a sí mismo y ser consciente de su debilidad y poder reaccionar oportunamente cuando descubre que entra en juego el deseo sexual. No se trata de una represión sino de poder reconocer el deseo egoísta que dañaría la amistad. Esta capacidad de pureza en el amor de amistad le ayudará también a desarrollar su amor funcional haciéndolo más caluroso y espontáneo. Como indica el Papa en múltiples escritos y discursos, la respuesta propia a una persona es el amor, pero ese amor tiene a que ser guiado por lo que el Papa llama “la norma personalista”. Esta norma exige del sacerdote que ame a cada persona según su propio estado de persona consagrada, y según el estado de la persona, sea hombre, mujer, joven y persona madura. Este es otro modo de describir lo que se ha llamado arriba “amor continente”. Este amor busca el verdadero bien de la otra persona, la respeta en su estado de vida, y es consciente de la propia consagración y le impone los límites correspondientes. Es un amor basado en la realidad. Si no es capaz de lograr cumplir esta norma en una relación concreta, será mejor que ponga fin a ella, por más dolorosos que sea esta decisión.

Receientemente los escándalos provocados por sacerdotes e incluso obispos que han sido infieles a su compromiso sagrado de asumir el carisma del celibato como modo de vivir su ministerio sacerdotal no son infrecuentes. En nuestros días la hipocresía o la doble vida son muy mal vistos, tal vez más que en otras épocas. El escándalo de los sacerdotes pederastas y otros escándalos de sacerdotes que mantenían amantes han hecho daño incalculable a las personas sencillas y a la fuerza del testimonio que la Iglesia está llamada a dar en este mundo. Es cierto que estamos inmersos en un mundo obsesionado con el sexo, convirtiéndolo en un objeto de comercio y de manipulación a través de la publicidad. Por ello, es más urgente que la Iglesia revise la formación que entrega a los candidatos al sacerdocio y examine las causas de los dolorosos fracasos que se dan con tanta frecuencia.
(Cfr. Jordan Aumann, O.P. and Dr. Conrad Baars, The Unquiet Heart, Reflections on Love and Sexuality, Alba House, New York, 1991.

No hay comentarios:

Publicar un comentario