HOMILÍA PARA EL DOMINGO XXXI DEL CICLO B, 31 DE OCTUBRE DE 2021,
SHEMA ISRAEL, ESCUCHA, ISRAEL
En el sexto capítulo del Libro del Deuteronomio encontramos uno de los textos más eblemáticos de todo el Angituo Testmento_ "El Escucha, Israel. El Señor, nuestro Dios, solamente uno. Amara´s al Seór. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas" Y prosigue: Las palabras que hoy te digo quedrán en tu memoria". En nuestro pasaje evangélico de hoy, un escriba pregunta za Jesús, cuál es el más grande de todos los mandamientos y contesta citando este texto llamado "shema, Israel". Examinemos, pues este texto y su importancia.
Se dice que a diferencia de la cultura griega que daba gran importancia a la palabra escrita, la cultura hebrea pone gran énfasis en la palabra. Aquí se invita a a "escuchar". Esto porque Dios se comunica con la palabra como dice la Carta a los Hebreos 1,1-2: "Muuchas vees y de muhos modos habló Dios en el pasado anuestros Padres por medio delos Profetas; en estos úlitmos tiempos nos ha hablado po rmedio del Hijo a quieren instituyo heredero de todo, por quien también hizo los mundos.". De ahí la importancia de la escucha de la Palabra de Dios, que en Hebreo se expresa con la palabra "dabar", una palabra que realiza lo que dice. Así sucede en el primer capítulo del Génesis: Dios dice "hágase la luz" y se hizo y así el resto de la creación. Además, el cometido de los profetas es comunicar la Palabra de Dios o literalmente "hablar de parte de Dios".
En primer lugar, hemos de escuchar el mandamiento fundamental: Amarás al Señor tu Dios con todo tu coraz´n con oda tu alama y contoda tu fuerza". Manda "amar". Todos pensamos que sabemos lo que es el amor, pero con mucha frecuencia hoy en día, se piensa ante todo en lo romántico que se manifiesta en unos sentimientos. Una pareja joven se enamoran y se dice en inglés que "han caído en el amor". Se habla de amor a la primera vista, pero en realidad no es posible amar a una persona sin antes conocerla. En latín se dice: Nihil volitum nisi cognitum", (nada es querido o deseado sin primero conocerlo). No se trata, pues, de una especie de atracción que provoca un sentimiento agradable. A través del contacto frecuente, de las conversaciones, de las reacciones de la otra persona se va conociéndola. Ahora bien, en el caso de Dios, que es el ser supremo y absoluto es mucho más difícil conocerlo. Obviamente, nos ayuda la Santa Biblia que nos entrega tanto las palabaras o lo que Dios ha comunicado a través de ellas, como las obras de Dios, todo lo que ha creado incluyendo nosotros mismos, que tampoco es fácil conocer realimente a nosotros mismos, máximo hoy en día porque muchos no reflexionan, no analizan sus actos, sus sentimientos, sus reacciones ante los demás. Igualmente, no es fácil conocer a otra persona porque de muchas maneras la persona es un misterio y aunque pensamos que la conocemos nos sorprende con frecuencia con lo que dice y hace. Si es así con nosoros y las personas que pensamos que conocemos, es muchísimo más difícil conocer a Dios, aunque seamos buenos conocedores de la Biblia, que no es el caso de la mayoría de los católicos. Si la esencia de todos los mandamientos tanto según el Deuteronomio como del mismo Jesús, es obvio que se trata de una tarea absolutamente fundamental.
Dios no nos ha abandonado a nuestra natural incapacidad e ignorancia. San Pablo nos dice en el primer capítulo de su Carta a los Romanos 20 ss: "Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder, eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables". San Pablo no tiene ninguna duda de que podemos conocer a Dios, su poder y sus obras a través de su creación. Es más, conocemos su ley moral o ley natural y sostiene que los que no lo conocen son inexcusables. Santo Tomás de Aquino afirma que solo pocos, después de muchos errores y mucho esfuerzo, pueden conocer a Dios y su ley, y por ello Dios en su infinito amor y misericordia nos ha revelado mucho más acerca de sí mismo, como hemos visto arriba en la Carta a los Hebreos. En todo caso, gracias al don de la fe y el hecho de que Dios ha revelado sobre sí mismos, su vida íntima o la Sma. Trinidad, que en ningún caso podríamos deducir con nuestra mente. Nos ha revelado el hecho de que la Segunda Persona de la Sma. Trinidad nació de María Virgen y toda la historia de su vida, su doctrina que encontramos en los evangelios, de manera especial el misterio de la Eucaristía por el cual el pan y el vino se convierten realmente en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo y en general lo que queda expresado en el Credo. De manera que comparado con lo que podemos conocer por la mera luz de la razón, lo que Dios ha revelado a través de la Encarnación de su Hijo es mucho más. Sin embargo, dado que Dios es absoluto e infinito, queda muchísimo más que no está a nuestro alcance en este mundo. Con razón San Agustín afirmaba "si lo comprendes, no es Dios". Por lo tanto, nos corresponde una tarea enorme en el cumplimiento de este primer aspecto del mandamiento fundamental que estamos comentando hoy.
Aunque nuestro conocimiento de Dios siempre es imperfecto, igualmente es esencial, pues se prosigue a mandarnos a "amarás al Dios Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". (Mc12,28b-34). ¿En qué consiste el amor? Como afirma San Agustín en sus Confesiones acerca del tiempo, si nos preguntan, pensamos que lo sabemos, pero en realidad no sabemos. Para ser breve, se puede afirmar que se trata de "buscar el bien del otro en cuanto otro". El Diccionario nos da en primer lugar esta definición: Sentimiento intenso del ser humano que partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca la unión con otro ser". Esta definición nos puede ayudar en parte, aunque como parece obvio lo que señala acerca del sentimiento no se cuadra exactamente con Dios. Es cierto que en la Biblia se habla de sentimientos de Dios, pero se trata de un modo análogo de expresarse. También uno puede amar a otro sin experimentar ningún sentimiento, al menos no en todo momento. En 1 Juan 4,8, el apóstol afirma que "Dios es amor". No se trata de una definición que exprese la esencia de Dios o lo que es y lo distingue de cualquier otro ser. Más bien expresa lo que la Bibla recoge acerca de Dios, que se da, se entrega al hombre, sobre todo en la persona de Jesús que llega al extremo de la cruz y lo hace buscando en todo momento el bien nuestro, aquello que más queremos o necesitamos. Hay un dicho filosófico en latin que reza: "Bonum es quod omnia appetunt" (el amor es aquello que todo ser busca o desea". Una vez que hayamos alcanzado un conocimiento de Dios, pese a su necesarias limitaciones, buscamos que sea conocido por otros porque solo en Él encontramos la felicidad o la plenitud de todo lo que deseamos.
¿El mandamiento del amor es fácil de cumplir?. Ningún bien que deseamos con todo el corazón, con todo nuestro ser es fácil de alcanzar, máxime el amor a Dios. La dificultad proviene del pecado original y sus consecuencias en nuestra vida, es decir, lo que los teólogos llaman la "concupiscencia". Hemos llegado a esta vida privados de la amistad con Dios que era su plan original hasta que Adán y Eva rechazaron el plan de Dios y desviaron todo el resto de la humanidad. Sabemos que Jesucristo superó este problema en nosotros por su sacrificio en la cruz y su victoria sobre el mal y la muerte en su resurrección. Sin embargo, nos quedamos en parte heridos tanto por los resultados del primer pecado, sino también con la multitud de los pecados que vinieron después (ver Génesis 6, cuando Dios decidió volver a empezar, primero destruyendo su creación por el diluvio y salvando unos cuantos). Por la concupiscencia, encontramos una gran dificultad en someter nuestro instintos y malas tendencias al dominio de la razón y la ley de Dios. Dios, en su infinita misericordia nos hace capaces de lograr eso por su gracia. En todo caso, ninguno es capaz de evitar el pecado por sus propias fuerzas, con la excepción de María Santísima que fue concebida sin pecado original. Ha habido santos que probablemente han recibido la gracia de evitar todo pecado venial. Sin embargo, San Pablo nos asegura que nadie es tentado más allá de sus fuerzas, de manera que no estamos obligados a pecar.
En la Biblia encontramos muchas oraciones, de manera especial salmos, que nos ayudan a ir reconociendo los grandes beneficios que hemos recibido de Dios y cómo agradecer a Dios por ellos, por ejemplo "Dad gracias a Dios porque es bueno, porque es eterna su misericordia".
Nos queda el segundo mandamiento "amarás al prójimo como a ti mismo". Jesús no enseña quién es el prójimo con su Parábola del Buen Samaritano (lc 10,25-37). La palabra prójimo en latín significa "el más cercano". Resulta que los judíos y los samatitanos se odiaban mutuamente. Sin embargo, el samaritano, el más lejano se convierte en el más cercado por sus obras de amor, más que el sacerdote y el levita. Lo mismo sucede en la Parábola del Juicio Final (Mt 26,31 a 46). El que llega al cielo es el que ha socorrido al necesitado. Esto porque Jesús se identifica con los "más pequeños". Por otra parte, Dios nos ha creado a todos a su imagen y semejanza.
Si los santos han podido superar los mismos obstáculos que nosotros encontramos en el camino al cielo, y no pocos de ellos empezaron su camino con muchos obstáculos o sea, con una vida de pecado, ¿por qué nosotros no vamos a poder hacer lo mismo? ¿Acaso Dios nos va a privar de su gracia para alcanzar la meta? ¿Cómo es posible que nos preocup
No hay comentarios:
Publicar un comentario